sábado, 4 de marzo de 2017

TRUMP


Luis Britto García
¿El rebullicio mediático en torno a Donald Trump nos hará olvidar que lo que dice el candidato no  es lo que hace el Presidente?
Alborozo despiertan las declaraciones del mandatario electo contra los medios y su decisión de no admitir a CNN, New York Times y Politic, entre otros, a las ruedas de prensa oficiales. ¿Pero se nos olvida el nefasto desempeño de ídolos mediáticos como Kennedy, Reagan y Obama, que vendieron como glamour el atropello contra países y pueblos?
Recordemos la luna de miel comunicacional en torno a Barack Obama, la esperanza de renovación puesta en el afrodescendiente que degeneró en genocida y no pudo instaurar ni siquiera un sistema público de salud decente para su pueblo. Recapacitemos que la acometida mediática contra Trump es dirigida por el experto en guerra sucia David Brock, pagado por la Hillary Clinton que chilló de júbilo cuando supo del linchamiento de Kadafi.
Conmoción provocan los discursos y medidas de Trump contra los ambientalistas, pero ¿tan rápido se nos fue de la memoria que bajo la administración anterior se sacrificó el medio ambiente de Estados Unidos al devastador fracking, que envenena parejamente  atmósfera y  subsuelo, y que bajo la presente siguen las políticas de sobreproducción para mantener bajos los precios del petróleo y quebrar a los países disidentes de la OPEP?
Desusada algarabía suscitaron las declaraciones proteccionistas de Donald Trump. Suficiente para que algunos olviden que Estados Unidos siempre ha sido proteccionista, que invariablemente promovió Tratados de Libre Comercio para conseguirle mercados sin trabas a sus productos, y que si ahora rechaza alguno como el Acuerdo Transpacífico, es porque sus mercancías han dejado de ser competitivas en el área.
Revuelo inusitado causan las amenazas de Trump de construir un muro y hacérselo pagar a los mexicanos. Suficiente para que muchos pasen por alto que el Muro de la Vergüenza ya existe, y que si a pesar de él se infiltran centenares de miles de mexicanos, es porque autoridades y empresarios saben que sin esta mano de obra barata desaparecerían gran parte de la agricultura y de las manufacturas estadounidenses, y que sin el Muro que los ilegaliza, estos braceros exigirían derechos, y disminuirían las ganancias.
Asombro y estupor promueven las condenas de Trump contra las inútiles guerras imperiales de Estados Unidos en  continentes remotos, sus amenazas de salirse de la OTAN, que su país instaló como instrumento de ocupación de Europa e intervención en el resto del mundo.  Se pasa por alto que el gasto armamentista estadounidense asciende a más de la mitad del total planetario, que Trump propuso luego aumentar en 54.000 millones de dólares el presupuesto militar,  que  en su discurso de despedida el presidente Eisenhower denunció la existencia de un complejo militar industrial que iba a acabar con la democracia, y que ello no le impidió servirse de él en la desastrosa guerra de Corea. Por si quedaran dudas, Trump ha designado consejero en asuntos de seguridad nacional  al general  H.R. McMasters, furioso enemigo de Rusia y partidario de una política agresiva contra ésta y sus aliados.
Las promesas de Trump a favor de los blancos pobres y desempleados despiertan esperanza o escándalo en quienes ignoran que ya ofreció reducciones de impuestos de 14% a favor del 0,1% más rico de la población, y ningún beneficio para los desposeídos.
Las petulantes posturas de Trump intentan compensar  pérdidas de  hegemonía: la de Estados Unidos, que desde hace dos años no es la primera potencia del mundo, y la de la supremacía blanca, pues en ese país gran parte de los caucásicos cayeron en la miseria y en poco tiempo pasarán a ser minoría.
Tengamos en cuenta que republicanos y demócratas son apenas máscaras de un único partido político, el del dinero, que elige y desecha candidatos y que desde la administración pasada lleva su descaro hasta legalizar y hacer públicos los sobornos que reciben los políticos para financiar su carrera y comprar sus decisiones en el curso de ella. El gabinete de Trump incluye cinco ex gerentes –mejor dicho, delincuentes bancarios- de Goldman Sachs, y otro de la EXXON: ni un solo representante  de los blancos empobrecidos que llevaron al candidato al poder.
Trump no es miembro de una clase política que representa al dinero: es el dinero, que ya no necesita  una clase política que lo represente.
Poderoso caballero es Don Dinero.

PD: Espere pronto el estreno de La Planta Insolente, un hombre contra seis imperios, dirigida por Román Chalbaud y con guión de un servidor. 

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