viernes, 15 de diciembre de 2023

MÚSICA DEL ALMA PARA NO LLORAR

 


          Luis Britto García 

        El propósito de la ficción parecería ser poblar la memoria de símbolos perdurables.

        Hace años enciendo el televisor y aparece Vanessa Redgrave rapada al estilo Juana de Arco en la Hoguera, en una película de la cual sólo llego a conocer el guionista -Arthur Miller- y el título en castellano: Música del alma para no llorar. Se trata de Playing for Time, dirigida en 1989 por Daniel Mann (https://es.wikipedia.org/wiki/Playing_for_Time_(pel%C3%ADcula). El guión de Arthur Miller está basado en las memorias de Fania Fenelon, quien  participó en una banda de música de prisioneras en el campo de exterminio de Auschwitz. Los horrendos dilemas que expone son entonces más que reales. Ha  surgido controversia sobre el papel que las referidas memorias asignan a algunas de las reclusas. No todos los condenados recuerdan el mismo Infierno. Estamos ante un caso de conciencia: algo que nos concierne, como actores o espectadores.

       El guión procede con la lógica de un teorema.  La Música del Alma debe tocarla una banda de prisioneras en un campo de exterminio. Con ello todos salen ganando. Las intérpretes, porque escapan de la cámara de gas. Los verdugos, porque tranquilizan a los condenados, obtienen mejor rendimiento del trabajo forzado y aparecen como protectores de la cultura. Las víctimas, porque acaso se engañan creyendo que marchan hacia una feria y no hacia la ejecución.

      Advirtamos que las intérpretes de la Música del Alma no deben quejarse. Una astuta política cultural las ha rodeado de privilegios. No sólo han escapado de morir: también de cavar fosas con agua helada a la rodilla. Tienen barraca propia, la oportunidad de ejercitar su arte, y si hacen una interpretación admirable, obtienen un cepillo de dientes de medio uso o un trozo de papel de los bienes que las autoridades del campo expolian a los demás reclusos. Reconozcamos que éstos gozan hasta de democracia, porque pueden elegir a los jefes de barraca, responsables de hacer cumplir las políticas económicas de los amos.

        Nada es perfecto en este mundo. Fania  no puede dejar de mirar por la ventana de la barraca lo que pasa en el resto del campo. No puede olvidar que las amables autoridades son saqueadoras y masacradoras; que el rendimiento económico se logra exprimiendo a los trabajadores hasta la inanición y que -irrisión de irrisiones- la Música del Alma es parte del sistema. Las reclusas acosan a una de ellas porque se acuesta con los verdugos. La inculpada responde que las otras hacen algo peor: los divierten. El precio de la venta ha sido un trozo de pan. La prostituida lo regala a Fania, que está exhausta. Yo no quiero decirle al lector si Fania logra o no tragar ese pan. Le propongo un ejercicio espiritual: ¿usted, qué haría?

      Para no seguir de  aguafiestas que cuenta películas, sustituyamos el resto de la narrativa por un examen de conciencia. Si Fania no pudiera seguir soportando mirar por la ventana porque sabe que no podrá contarlo a nadie (ni siquiera a Dios, que no existe) ¿miraría usted  en su lugar? Si la reclusa directora de orquesta justificara la Música del Alma diciendo que un artista debe dar siempre lo mejor de sí ¿tocaría usted ese son? Si usted fuera simple recluso, rumbo al patíbulo o a la muerte por inanición ¿qué pensaría de la Música del Alma y de sus intérpretes?

     No son preguntas ociosas. Los procesos de Nuremberg condenaron a muerte a varios jerarcas nazis. Entre los que salvaron la vida, con condenas comparativamente leves, se contaba Albert Speer, arquitecto del Tercer Reich, pero también planificador y administrador del sistema de trabajos forzados en campos de concentración gracias al cual tres o cuatro millones de obreros esclavos prolongaron dos a tres años más la Segunda Guerra Mundial.

      La ventana del campo de concentración no permitía a las reclusas mirar hacia el pasado. Así habrían descubierto que la hegemonía de sus países desarrollados de Europa se fundó en la creación de Imperios coloniales concentracionarios en Asia, África y América Latina.

     La ventana sigue abierta sobre Nuestra América, el continente más desigual del mundo: ante ella mueren al año un millón de niños de enfermedades evitables o de hambre; más de la mitad de la población está en la miseria; cada niño debe al nacer cerca de dos mil dólares; cada diez años esta deuda aumenta en más de un tercio; y para mantener el orden se recurre alternativamente a la masacre y a la Música del Alma.

      Otro de los postigos revela la situación en el mundo. La décima parte de la población mundial padece miseria extrema. El campo de concentración ha devenido el modelo económico por excelencia. En los países desarrollados el capitalismo le ha descubierto una nueva aplicación: la tercerización, o deslocalización. Gran parte de los procesos productivos contaminantes, riesgosos y altamente explotadores han sido transferidos hacia el Tercer Mundo, donde la baratura de la mano de obra y la supresión brutal de los derechos laborales y sociales la hace equiparable a la del trabajo forzado. El capital logra así una doble victoria contra los trabajadores: los del Primer Mundo pierden sus empleos y sus efímeras ventajas; ciudades como Detroit devienen pueblos fantasmas con fábricas paralizadas. En el Tercer Mundo, el trabajo deviene mercancía en baratillo, absolutamente carente de derechos, para la cual está prohibida toda sindicalización y organización. Las ventanas del Campo de Concentración dan a un universo concentracionario.

   Pero no apartemos todavía los ojos de ese postigo. Puede que se abra sobre Gaza. Quizá las reclusas obligadas a comprar con melodías minutos de existencia no desviarían la mirada de los niños que no tienen  con qué comprar un instante de vida.

     Un estremecedor montaje de Grotowsky revela que todas las Acrópolis, de las que tan orgullosos nos sentimos, son en realidad el producto del trabajo expoliado. Pero los campos de concentración pasan; sólo la música queda. Ningún horror, pero tampoco ninguna dicha, podrá evitar que se siga tocando la música, acaso el único indicio tangible de la existencia del alma, que no es quizá otra cosa que la facultad de llorar.

DISPONIBLE EN FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

HABLA  PALABRA

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EL MONROISMO INTERNO Y LA DERROTA DEL ALCA

NOTA: DURANTE VARIAS SEMANAS NO HEMOS PODIDO MONTAR EL PRESENTE BLOG, DEBIDO A GRAVES INCONVENIENTES CON INTERNET. APROVECHAMOS UN INTERVALO ACTIVO PARA  INCORPORAR DE UNA VEZ VARIOS ARTÍCULOS PENDIENTES


EL MONROÍSMO INTERNO


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En diciembre de 1823 Estados Unidos se autonombra guardián contra nuevas injerencias o adquisiciones de territorio por potencias ajenas al continente americano,  con la precisa intención de reservárselo para sí mismo.

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Apropiarse  la mitad del Nuevo Mundo invadiéndolo con  fuerzas de ocupación hubiera sido incosteable; así como  imposible negar indefinidamente la concesión de derechos para los pueblos sometidos.  La mejor solución para  todos los Imperios  que en el mundo han sido  es la de hacerse obedecer mediante autoridades locales títeres o cipayas, que presenten como voluntad nacional los mandatos foráneos.

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Así, se puede  añadir un cuarto corolario a la mencionada doctrina: el del Monroismo Interno. Tantas tropelías y abominaciones no hubieran podido imponerse en nuestros países sin la incondicionalidad  de una Quinta Columna que opera de manera disfrazada, oculta, firme, inalterable y consecuente en contra de Nuestra América y  a favor de la patria de Monroe.  Bajo las más diversas máscaras y disfraces, un Partido Monroísta opera en todas nuestras naciones al servicio de la potencia del Norte.

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En lo estratégico, mientras  huestes patriotas y  milicias liberadoras forjan la soberanía, no tardan algunos gobernantes en uncir los ejércitos nacionales al Tratado Interamericano de Asistencia recíproca (TIAR),  a enviarlos como Fuerzas de Intervención contra democracias de países hermanos, a educarlos en genocidio y  represión interna en la Escuela de las Américas o el Comando Sur, a usarlos como ejecutores de masacres o de  desplazamientos campesinos, o en algunos casos  a combatir bajo las banderas de la metrópoli en conflictos que sólo interesaban a ésta, como la Guerra de Corea. El Imperio dispone así de cuerpos armados que defienden  sus intereses y no le cuestan un centavo.

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De igual manera, bajo proclamaciones  de Independencia y Autonomía, se instala un Monroísmo Político Interno atento sólo a imponer mediante los Poderes Públicos Nacionales las directrices del gobierno y el capital extranjeros. Un Monroísmo Jurídico garantiza que las instrucciones imperiales sean convertidas en leyes de la República. Infames Tratados contra la Doble Tributación exoneran a los capitales extranjeros de pagar tributos sobre las ganancias obtenidas en nuestros países. En Convenios Internacionales y  contratos con empresas extranjeras se contrabandean cláusulas inconstitucionales que someten  la decisión sobre controversias de  interés nacional y de orden público interno a Cortes, Tribunales o Juntas Arbitrales extranjeras. Por esa vía ha perdido Venezuela la tercera parte de su territorio, y terminará perdiéndolo todo, en la medida en que acepte la decisión de órganos foráneos sobre materias atinentes a la soberanía.

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El Monroísmo Político  es herramienta del Económico. Desde las  sesiones de la Unión Panamericana en 1899 intenta,  mediante la “Unión Aduanera”, o cualquier otro subterfugio, convertir  el hemisferio en un área de Libre Comercio para las empresas y mercancías imperiales, exoneradas de todo tipo de  impuestos,  dentro de la cual los gobiernos locales renunciarán a normativas proteccionistas de sus propias industrias y productos, de su naturaleza y de su fuerza de trabajo.  Monroísta es la masiva subasta en baratillo de bienes y servicios públicos a empresas foráneas. Codicia el Imperio nuestras áreas con recursos naturales, turísticos, comunicacionales y estratégicos; no vacilan los monroístas internos en asignárselas mediante concesiones incondicionales. Esta capitulación  se impone en dos fases; la primera es conceder el “trato nacional” para las trasnacionales; la segunda es otorgar inconstitucionalmente para los capitales foráneos condiciones  más favorables que para los capitales o empresas nacionales en materias tributarias, administrativas, laborales, sociales y  ecológicas. e incluso en  la obtención de recursos naturales y de fondos aportados por Estados que  financian así las condiciones mas atroces de explotación extranjera.

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Gracias a esto el monstruo desarrolla una quinta cabeza; el Monroísmo financiero. Políticas de restricción monetaria hacen casi desaparecer el circulante nacional, para forzar su suplantación  por el dólar. Como los Estados que generosamente exoneran a las transnacionales de pagar impuestos se quedan sin ingresos, costean sus gastos encadenándose a  una Deuda Eterna Impagable con organismos financieros dependientes de la metrópoli. Ello conduce al Endeudamiento Eterno; éste, a los Paquetes Económicos con el Fondo Monetario Internacional, y éstos, a la rebelión social, tras la cual los monroístas se disfrazan para corroer desde adentro el nuevo poder que surja.

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Las estrategias mencionadas se legitiman e imponen por la vía pavimentada del Monroismo Cultural. Algunas autoridades   imponen en los programas educativos de Nuestra América  patrones   del mundo anglosajón, como el método de alfabetización global,  los currículos de Primaria preceptuados por Rudolph Atkon que excluyen o minimizan el estudio de la Historia, la Geografía y la formación cívica nacionales, la enseñanza superior por semestres y trimestres, que dificulta la organización estudiantil, o la reserva de la Educación Superior para las clases privilegiadas mediante el pago de tarifas y matrículas preconizada por el Banco Mundial. Algunos países  entregan  concesiones sobre el espectro radioeléctrico -que pertenece al público- a monopolios transnacionales que operan como actores políticos internos. Descuida el Monroismo Cultural ejercer la supervisión y vigilancia sobre infinidad de fundaciones y entes de todo tipo disimuladamente financiadas por capitales o agentes foráneos. Algunas de nuestras élites elevan sus modas a cultos, sus caprichos a dictámenes,

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Ninguno de nuestros próceres, desde Bolívar a San Martín, desde José Martí  hasta Chávez, hubiera aceptado ni aplicado políticas monroístas. Ni un solo país ha sido beneficiado por ellas.  Cada Imperio trae consigo su monroísmo; la naturaleza de éste no cambia porque sea distinta la metrópoli. Monroe es Monroe, venga de donde viniere. Contra él, donde apareciere. 



 La sombra de Monroe: el Alca (I)

LUIS BRITTO GARCÍA

La propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas (Alca) fue lanzada durante la primera Cumbre de las Américas, que se desarrolló en Miami en diciembre de 1994. El plan seguía lineamientos trazados desde la Primera Conferencia Panamericana de 1890 y relanzados mediante la Iniciativa para las Américas: una zona de libre comercio hemisférica, que significaría para la entonces potencia industrial más poderosa el acceso sin trabas a un mercado de más de 800 millones de habitantes.

En la Iniciativa para las Américas el presidente Bush confiesa explícitamente la incidencia de la economía latinoamericana sobre la de Estados Unidos. Los asesores de su política exterior destacan que mantener abiertas las economías hemisféricas es un requerimiento
de primera magnitud de la política exterior estadounidense. Así, el Documento Santa Fe IV afirma que: La economía norteamericana tiene un impacto importante sobre las economías de los Estados latinoamericanos. Pero la economía de América Latina -especialmente sus mayores economías- tiene un impacto creciente sobre Estados Unidos. Para garantizar la prosperidad futura de todo el hemisferio, los mercados nacionales deben mantenerse
relativamente abiertos. Hay que permitir que la tecnología fluya libremente con base en los principios del mercado. No deberíamos restringir indebidamente la inversión (Santa Fe IV).

En su ejecución tesonera e imperturbable de tales políticas, Estados Unidos había suscrito un Tratado de Libre Comercio con Canadá, y luego el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (Tlcan) entre ambos países y México. La ocasión parecía propicia para extender el régimen a todo el hemisferio.

Capitales sin fronteras

Se debe establecer varias precisiones preliminares. El Alca no es un proyecto de integración. Para nada se propone la unificación o federación política, social y cultural de las áreas que intenta cubrir. Su intención es librar de todo obstáculo la circulación de sus capitales y sus mercancías en dicha región. Es similar, tanto en metas como en detalles, a los Acuerdos Multilaterales de Inversión que intentó imponer a escala planetaria la Organización Mundial del Comercio (OMC), y que fueron detenidos por la oleada de oposición también universal que suscitaron. El Alca era una avanzada de dicho proyecto, y simplemente se adheriría a él cuando la OMC lograra imponer sus dictados en el mundo entero.

Ello explica asimismo que el Alca no previera la instauración de un organismo político. Le basta con excluir mediante sus cláusulas del campo de la acción política todo lo relativo a la
circulación de bienes y capitales, la gestión económica y empresarial y la explotación de la naturaleza. Lo político deviene así materia de acuerdos comerciales. El acuerdo prevé una Comisión de Libre Comercio, donde concurrirán los signatarios para controlar la puesta en ejecución del tratado y su ulterior desarrollo y resolver las controversias (Enrique Arceo: “El Alca y su impacto sobre el mercado de trabajo” en De la Garza y Salas: 1993,18). Ello explica también que carezca de organismo jurisdiccional. Le basta con arrancar a los tribunales nacionales el poder de decidir la mayoría de las controversias sobre cuestiones
económicas, para referirlas a dicha comisión, o a la jurisdicción de árbitros internacionales.

El Alca tampoco contemplaba disposiciones relativas a la libre circulación de mano de obra, la coordinación de las políticas macro económicas y la ayuda a los Estados menos desarrollados, omisión particularmente sensible si se considera que las diferencias entre el ingreso per cápita de sus asociados son diez veces más acentuadas que en el Mercosur (Mercado Común del Sur) y quince veces mayores que las que presentan los miembros de la Unión Europea. Mucho menos hay normas de cumplimiento de la legislación laboral, hecho que, según Enrique Arceo, se debe a que los países latinoamericanos temen que su incumplimiento de tales disposiciones pueda ser invocado para justificar represalias comerciales en los términos del tratado (Arceo, 1993, 19).

Integración asimétrica


Las asimetrías en relaciones comerciales tienen antigua data. Ya para el año 1983, de profunda crisis hemisférica, el Sela concluye: “dado que las relaciones de América Latina con Estados Unidos, a pesar de las importantes transformaciones que han sufrido, mantienen un patrón de asimetría básico asociado a los diferentes mecanismos y dinámicas que regulan la interacción entre las distintas economías nacionales, la región debería profundizar el proceso de diversificación de sus vínculos económicos externos como una forma de incrementar su capacidad relativa de negociación” (Sela 1983, 107).

Tratados como el TLC y la propuesta del Alca forman parte de lo que Rita Giacalone identifica como una tendencia manifiesta a sustituir la concertación de acuerdos entre socios desiguales, como la Unión Europea y sus ex colonias, y los acuerdos de cooperación, como la Iniciativa para la Cuenca del Caribe y el Caribbean-Canadian Trade Agreement, por una nueva tendencia a suscribir acuerdos de libre comercio con fuertes asimetrías, centrados en el paradigma de integración “Norte/Sur”. Estos acuerdos presentan rasgos comunes: 1) se celebran entre países desarrollados y países en desarrollo entre los cuales hay una brecha importante en los niveles del PIB; 2) son promovidos por los países desarrollados, quienes eligen los países o grupos que les convienen; 3) se refieren a la liberalización del comercio, pero incluyen apertura para las inversiones, propiedad
intelectual y servicios; 4) se someten a las reglas de la OMC pero las amplían en diversos aspectos; 5) reducen las barreras arancelarias en los países desarrollados para los productos de los países en desarrollo, pero preservan barreras no arancelarias, y 6) sus reglas aseguran el acceso de la tecnología, los productos y las inversiones de los países desarrollados hacia aquellos en vías de desarrollo. (Giacalone, Rita: “Integración Norte/Sur y tratamiento especial y diferenciado en el contexto regional”, Nueva Sociedad julio-agosto
2003, p. 71). El Alca era el perfecto instrumento para enriquecer a los países desarrollados y empobrecer todavía más a los no desarrollados.

LA SOMBRA DE MONROE; EL ALCA (II)

Principios esenciales. Marcelo Colussi sintetiza de manera precisa y real las finalidades del ALCA indicando que con él Estados Unidos busca “liberalizar los mercados continentales creando una zona de reinado absoluto del dólar y de la economía estadounidense para gestionar un enorme bloque bajo su influencia con lo que contrarrestar el fortalecimiento de la eurozona y eventualmente el crecimiento de la República Popular China”. Bajo esta perspectiva, sus temas básicos serían: “1) Servicios: todos los servicios públicos deben abrirse a la inversión privada, 2) Inversiones: los gobiernos se comprometen a otorgar garantías absolutas para la inversión extranjera, 3) Compras del sector público: las compras del Estado se abren a las transnacionales, 4) Acceso a mercados: los gobiernos se comprometen a reducir, llegando a eliminar, los aranceles de protección a la producción nacional, 5) Agricultura: libre importación y eliminación de subsidios a la producción agrícola, 6) Derechos de propiedad intelectual: privatización y monopolio del conocimiento y las tecnologías, 7) Subsidios: compromiso de los gobiernos a la eliminación progresiva de barreras proteccionistas en cualquier ámbito, 8) Política de competencia: desmantelamiento de los monopolios nacionales, 9) Solución de controversias: derecho de las transnacionales de enjuiciar a los países en tribunales internacionales privados (Colussi 2005).

Estas políticas son de aplicación unilateral. Estados Unidos impone la eliminación de subsidios y apoyos a los agricultores de los demás países, mientras mantiene los que benefician a los propios; impone barreras proteccionistas basadas en intrincados requisitos de calidad o protección ecológica que los competidores no pueden cumplir; exige el desmantelamiento de los monopolios extranjeros mientras fortalece los propios; somete a todos los demás países y ciudadanos a tribunales supranacionales mientas que él no se somete a ninguno.

Pues la supuesta libre competencia es un engaño: según los Principios rectores del ALBA, “Y el libre comercio –entendido en estos términos y practicado en condiciones desventajosas- sólo beneficia a los países de mayor grado de industrialización y desarrollo” (Principios rectores del Alba, p.12).

Libre secreto. El ALCA pauta estas políticas en millares de cláusulas en constante reformulación y reinterpretación. Al extremo de que Venezuela debió plantear que “mientras más cortos son los plazos y mientras más son los foros de negociaciones paralelas, son menores las posibilidades de que nuestro gobierno pueda diseñar y ejecutar las políticas y estrategias para responder en forma adecuada (…) Si a esto se agrega el hecho de que la mayor parte de las negociaciones se realizan en secreto o con información pública limitada y retardada, propicia una presión cada vez mayor en un número creciente de nuestros países” (Comisión Presidencial para el ALCA 2003, 39).

Libre inversión. Quien hace la ley hace la trampa: el gran capital hace ambas. En el ALCA el capital transnacional tiene todos los derechos y ninguno de los deberes. Su Capítulo sobre Inversión dispone que los Estados que reciben a los inversionistas extranjeros no podrán imponerles ningún requisito en lo tocante a obligaciones de comprar determinados bienes en el país, exportar un cierto nivel de la producción, incorporarle a ésta un nivel de contenidos nacionales, comprar o usar en forma preferencial bienes o servicios producidos en el territorio o por nacionales, relacionar el volumen de importaciones con el de exportaciones o con el movimiento de divisas del inversionista ni restringir la venta de los bienes y servicios que la inversión produzca en relación con las exportaciones o la generación de divisas. Tampoco se puede obligar al inversionista foráneo a transferir tecnología a los nacionales, suplir a una determinada región del mundo con los bienes que produce, alcanzar determinado valor de la producción, de ventas, empleo o investigación en el territorio, ni contratar un porcentaje de nacionales. Vale decir: la política económica de Estados Unidos exige la desaparición de las políticas económicas latinoamericanas.

Añadamos que los Estados pierden su derecho soberano de legislar sobre Educación, Salud y Seguridad Social. Cualquier gasto público en la materia podría ser prohibido por “proteccionista”.


Libre ventajismo
. El capital transnacional que ingresa a un país signatario del ALCA goza de todas las ventajas, privilegios y beneficios acordados al capital criollo. Como extranjero, gracias a los tratados contra la doble tributación no paga impuestos en el país que lo acoge, no está sujeto a sus tribunales y por lo tanto tampoco a sus leyes, está inmunizado contra controles de fuga de capitales por el derecho a la salida “libre y sin demora” de sus activos, aspira a que el Estado lo indemnice por sus pérdidas en caso de guerra, conflicto armado, revolución, estado de emergencia, insurrección, u otras situaciones similares. El capital extranjero tendrá trato nacional para todos los efectos que lo beneficien e inmunidad transnacional contra toda obligación o responsabilidad hacia el país donde obtiene sus beneficios.

Por ello argumenta Jaime Acosta Puertas que “en un escenario de liberalización comercial y financiera, los capitales transnacionales no vendrán a resolver los problemas de inversión que los Estados no han resuelto.” (Acosta Puertas 2003, 106).

Tres elementos desmantelaron temporariamente el plan maestro del Alca: las grandes protestas en su contra motorizadas por los movimientos sociales y dirigidas por la Alianza Social Continental; el fracaso en lograr la integración del Mercosur, y la contrapropuesta venezolana del ALBA para una integración humanista. En la IV Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, en noviembre de 2005, los presidentes Lula da Silva, del Brasil, Néstor Kirchner, de Argentina, y Hugo Chávez Frías, liderizaron un grupo que derrotó temporalmente el proyecto de George W. Bush.

Años después, con preocupación, consternación y alarma vemos que las mortíferas propuestas del Alca resucitan, a veces incorporadas como normas internas inconstitucionales, en algunos de los países de Nuestra América.

TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.

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