lunes, 2 de julio de 2018
domingo, 1 de julio de 2018
¿TRESCIENTOS AÑOS DE CALMA NO BASTAN?
Luis Britto García
Ningún
sentido tiene recapitular hechos si no
se aprende de ellos. En toda Venezuela se afanan cada año las comisiones
protocolares para celebrar el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811. Sabemos
que en la primera fecha se destituye al capitán general del gobierno de España
–quien había sido nombrado por el invasor francés José Bonaparte- con la excusa
socarrona de conservar los derechos del rey Fernando VII. No hay que
descalificar la estratagema: por lo general toda Revolución comienza como un
intento de reforma moderada que es brutalmente atropellado por el poder. Para
nuestras independencias aprovechamos un juego de poder planetario que se libra
desde el Descubrimiento: cada vez que una potencia va en camino de la hegemonía
en Europa y por consiguiente en el mundo, Inglaterra se alía con las demás para
impedírselo. Así desbarata las
emergentes hegemonías de España, de Holanda y de Francia. Para inhabilitar las
flotas de su rival, Napoleón declara un bloqueo de los puertos europeos.
Portugal, cuyo comercio está literalmente en manos de los ingleses, se niega a
unirse a él. Con la excusa de cerrar los puertos lusitanos, Francia invade la
península ibérica. Cuando pelean los imperios, hay oportunidad para las
revoluciones. La indefinición no es eterna. Nacemos dos veces: cuando venimos
al mundo, y cuando tomamos el control de nuestra vida. Pasan quince meses desde
el desconocimiento del capitán general Emparam. Llega la hora de la verdad.
Libre comercio y exención de
impuestos
¿Qué hace la Junta
Suprema instalada el 19 de abril de 1810 durante este interregno? En lo político,
trata de consolidar la unidad entre las provincias, pero paradójicamente les
reconoce autonomías federativas. En lo económico dicta medidas que favorecen
el anhelado libre comercio: permite la
libre importación de instrumentos para la producción agrícola, elimina los
impuestos de exportación, y de alcabala
sobre bienes de primera necesidad y alimentos, pero no rompe vínculos con la
metrópoli que traba ese libre comercio. . En lo social, exceptúa de impuestos a
los indígenas e ilegaliza el tráfico de esclavos, pero no la esclavitud.
Diplomacia
impetuosa
En lo internacional, la Junta envía misiones a
Estados Unidos e Inglaterra. La última, integrada por Andrés Bello, López
Méndez y Simón Bolívar, es financiada por el futuro Libertador. El 17 de julio
de 1809 el impetuoso joven expone ante sir Richard Wellesley, titular del
Foreign Office, la posición de la
Junta de Caracas de defensa de los derechos de Fernando VII,
pero añade que para ello se ha de desconocer a las Cortes de Cádiz. El
funcionario británico le señala que las instrucciones que la misión lleva no se
extienden al desconocimiento de la
Corona de España (Parra-Perez, 247). Y en efecto Inglaterra,
principal interesado en la libertad de comercio con Iberoamérica, no puede en
ese momento obrar abiertamente contra España, que es su aliada en el conflicto
contra Napoleón.
Preparación
de la Defensa
El fracaso de las misiones diplomáticas
hace temer un conflicto armado. En lo estratégico, la Junta reorganiza el gobierno
militar, que para noviembre de 1811 cuenta con 23.064 efectivos, pero la
mayoría sin armas y dirigidos por una oficialidad clasista (Febres Cordero,
55). El 31 de diciembre de 1810 nombra teniente general de los Ejércitos de
Venezuela a Francisco de Miranda, a quien Bolívar ha convencido de regresar desde Londres.
Representantes oligarcas
Oponeros a toda otra dominación
Al encargarse, los flamantes elegidos se dirigen en procesión hasta la Catedral de Caracas,
donde el arzobispo Coll y Prat les impetra:
“Juráis de Dios por los Santos
Evangelios que vais a tocar, y prometéis a la patria conservar y defender sus derechos y los del señor Don
Fernando VII sin la menor relación, o influxo con la Francia ; independientes de
toda forma de Gobierno de la
Península de España; y sin otra representación que la que
reside en el Congreso General de Venezuela: oponeros a toda otra dominación que pretenda extender soberanía
en estos países, o impedir su absoluta y legítima independencia, cuando la Confederación de sus
Provincias lo juzgue conveniente (…)”(Pino Iturrieta, 124).
Facultades para esta declaratoria
Los elegidos se reúnen desde el 2 de marzo de 1811 en Caracas para integrar el Supremo Congreso
de las Provincias Unidas de Venezuela, con 3 diputados por Barcelona, 9 por Barinas, 24 por Caracas, 4 por Cumaná, 1 por Margarita, 3 por Mérida y 1 por Trujillo. Se niegan a
integrarlo las provincias de Coro, Maracaibo y Guayana. Los revoltosos
caraqueños dominan la asamblea. Las barras agitan a favor de la Independencia , e
incluso amenazan a sus adversarios. Todavía discute el diputado Francisco
Javier Yanes si la abdicación de
Fernando VII fue violenta, en cuyo caso sus derechos debían permanecer
incólumes, o sostiene el diputado de la Grita Manuel Vicente Maya sobre la Independencia
que “no considera al Congreso con facultades para esta
declaratoria, porque la convocación hecha a los pueblos fue para que eligiesen
sus representantes para formar el cuerpo conservador de los derechos de
Fernando VII” (Pino Iturrieta,
126).
La píedra fundamental de la libertad americana
Paralelamente con esta asamblea de
representativos funciona otra, la Sociedad Patriótica ,
compuesta por los más vehementes independentistas, cuyas deliberaciones no producen acuerdos
obligatorios, pero ejercen tal
influencia que en su célebre discurso del 3 de julio, Simón Bolívar se ve
obligado a aclarar: “No es que haya dos
congresos ¿Cómo fomentarán el cisma los
que más conocen la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea
efectiva para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad. Unirnos para
reposar y dormir en los brazos de la apatía, ayer fue mengua, hoy es traición”.
Y a título seguido, corta el nudo gordiano de las cavilaciones con una arenga
memorable: “Se discute en el Congreso Nacional
lo que debiera estar decidido. Y ¿qué dicen? Que debemos comenzar por
una Confederación. ¡Como si todos no estuviéramos confederados contra la
tiranía extranjera! ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos,
o que los conserve, si estamos resueltos a ser libres? Esas dudas son tristes
efectos de las antiguas cadenas. Que los grandes proyectos deben prepararse con
calma. ¿Trescientos años de calma no bastan? ¿Se quieren otros trescientos
todavía? La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación; pero el
Congreso debe oír a la
Junta Patriótica , centro de luces y de todos los intereses
revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad
sudamericana. Vacilar es perdernos.”
(Liévano Aguirre, 50).
Había más luces e ilustración que en
Caracas
El fogoso orador solicita que una
comisión transmita sus conceptos al Congreso. Éstos producen tal efecto, que el
5 de julio se plantea el debate exigido. La sesión es
tumultuosa; las barras gritan lemas favorables a la autonomía. Para disipar
incertidumbres sobre el paso decisivo que enfrentan, Francisco de Miranda
afirma que en ninguna ciudad de Estados Unidos
“había más
luces e ilustración que en Caracas”. A
excepción del diputado Maya, todos se pronuncian por la independencia
total. Recoge lo esencial de los debates
la llamada Acta de Declaración de Independencia, que redactan posteriormente el
diputado Juan Germán Roscio y el secretario Isnardi.
Imposible al gobierno de España, y funesto a la América
Todo nuevo poder comienza deslegitimando el anterior. El Acta que
resume la sesión empieza afirmando que no se alegarán “los derechos que tiene todo país conquistado, para
recuperar su estado de propiedad e independencia; olvidamos generosamente la
larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto de
conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los descubridores,
conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición, por la
misma razón que debía favorecerlos”. Pero el mismo hecho de mencionarlos
es alegarlos. Viene a continuación otro argumento, de orden geopolítico: “Es contrario al orden, imposible al gobierno de España, y funesto a la América , el que, teniendo
ésta un territorio infinitamente más extenso, y una población incomparablemente
más numerosa, dependa y esté sujeta a un ángulo peninsular del continente
europeo”. Adviértase que se habla en nombre de un proyecto americano
continental.
Seguidamente el Acta debate las cuestiones circunstanciales de los
esfuerzos de los americanos “para
no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de
salvación”. De los efectos de la abdicación de Bayona, en la cual los
soberanos españoles “abandonando
el territorio español, contra la voluntad de los pueblos, faltaron,
despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de
ambos mundos, cuando, con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a
despechos de la Casa
de Austria; por esta conducta quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien
entregaron como un rebaño de esclavos”.
Estamos libres y autorizados para no depender de otra
autoridad
Para justificar el fin de
un orden y el comienzo de otro, recurren los asambleístas a argumentos
de la modernidad, propios de
Hobbes y Rousseau: la autoridad deriva de un pacto, que puede ser roto
por incumplimiento de las partes. Y así, proclaman que “en uso de los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para
destruir todo pacto, convenio o asociación que no llenan los fines para que
fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni debemos
conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España, y que, como todos los pueblos del
mundo, estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que la
nuestra, y tomar entre las potencias de la tierra, el puesto igual que el Ser
Supremo y la naturaleza nos asignan y a que nos llama la sucesión de los
acontecimientos humanos y nuestro propio bien y utilidad”.
Estados libres, soberanos e independientes
Esta ruptura viene por una parte del
gobierno español, que ha abdicado, pero por la otra, y más importante se
sustenta en la soberanía del pueblo. Por lo cual proclaman los delegados que
“Nosotros, pues, a nombre y con la voluntad y la autoridad que tenemos del
virtuoso pueblo de Venezuela, declaramos solemnemente al mundo que sus Provincias Unidas son, y deben
ser desde hoy, de hecho y de derecho, Estados libres, soberanos e
independientes y que están absueltos de toda sumisión y dependencia de la Corona de España o de los
que se dicen o dijeren sus apoderados o representantes, y que como tal Estado
libre e independiente tiene un pleno poder para darse la forma de gobierno que
sea conforme a la voluntad general de sus pueblos, declarar la guerra, hacer la
paz, formar alianzas, arreglar tratados de comercio, límites y
navegación, hacer y ejecutar todos los demás actos que hacen y ejecutan las
naciones libres e independientes”.
Tremoleó la bandera de la Libertad e Independencia
El
borrador que expresa estas razones es
leído, aprobado y suscrito el día siguiente a las tres de la tarde. Los
asambleístas recorren gozosos plazas y calles de la ciudad, incitan al arzobispo Narciso Coll y Pratt a
manifestar el debido júbilo por la ocasión, y según testimonia fray
Juan Antonio Navarrete, el generalísimo Francisco de Miranda «...tremoleó la
bandera de la Libertad
e Independencia como teniente general de las Tropas Caraqueñas...».
Grupos recorren las calles dando vivas a la Independencia , desgarrando
y arrastrando enseñas realistas y
retratos de Fernando VII.
Igualdad y libertad ilimitadas
El
mismo día son arrestados varios pardos que se reunían bajo el comando de
Fernando Galindo para discutir, según Juan Germán Roscio, “las materias de
gobierno y de la igualdad y libertad ilimitadas”. En otros sitios la reacción es más
contundente. En Los Teques se sublevan algunos pulperos
canarios, más de una decena son ejecutados. En Valencia pardos y negros
protagonizan saqueos. Numerosos esclavos se toman la libertad por sus propias
manos, o por sus propios pies, a tal punto que el 26 de julio el Supremo
Poder Ejecutivo organiza una milicia para capturarlos, en cumplimiento de un bando en el cual expresa: “La esclavitud honrada y laboriosa nada debe temer de estas medidas de economía y seguridad, con
que el Gobierno procura el bien de los habitantes del país" (Duque,
2011,16). Alarmados por la inestabilidad social, los notables de Valencia se
sublevan contra la Junta
en diciembre de ese año. Por definición,
la libertad no conoce límites: desde el
comienzo la
Independencia política plantea la emancipación social.
Dependencia e Independencia
¿Qué sentido tiene esta ilusionada Declaración de
Independencia? ¿Puede el Nuevo Mundo independizarse del Viejo, o el Viejo Mundo
desvincularse del Nuevo? Las improntas del uno en el otro se advertirán
mientras exista la Historia. Gracias
a las masivas transferencias de metales preciosos americanos, España pudo
mantener una hegemonía europea de dos siglos. Esta circulación de efectivo a su
vez permitió a los reyes contratar ejércitos mercenarios que consolidaron los
Estados modernos. Con él se pagaron las flotas que triunfaron en la batalla de
Lepanto, lo cual quizá impidió que Europa se hiciera musulmana. Para adquirir
de España las riquezas americanas florecieron en Europa empresas y fábricas;
esta riqueza constituyó una de las fuentes de la acumulación primitiva que dio
lugar el capitalismo. Vegetales americanos,
como la papa y el maíz, alimentaron a las multitudes de trabajadores de
la revolución industrial. El ejemplo de la Conquista de América estimuló el asalto colonial
e imperial del mundo por las potencias europeas. Pero también las sociedades
comunitarias del Nuevo Mundo replantearon el tema de la Utopía y de la Revolución Social.
¿Desvanecieron las Independencias la impronta ibérica en el Nuevo Mundo?
En él predominan todavía, desde el Río Grande hasta el Cabo de Hornos, una
religión católica y dos lenguas romances. En las huellas de la lengua y de la
catequesis encontramos las vías para la posible integración latinoamericana.
Por otra parte, esas Independencias en la dilatada extensión de Iberoamérica y
el Caribe demostraron a escala continental la factibilidad de la forma de
gobierno republicana, alternativa, democrática, con división y equilibrio de
poderes y soberanía popular. Con los
desaciertos y retrocesos propios de toda
obra humana, nuestras repúblicas se convirtieron en un laboratorio de procesos
políticos y sociales, protagonizaron rebeliones agrarias triunfantes, y en la
actualidad presentan modelos alternativos a la gran crisis que sacude a los
países desarrollados. La
Independencia es la voluntad y la capacidad de proponer lo
nuevo. La
indefinición ha terminado. Se es o no se es. Terminan trescientos años de
calma; empiezan doscientos de combate. Como dijo Simón
Rodríguez, el maestro del Libertador Simón Bolívar: “O inventamos o erramos”.
Pongamos sin temor la primera piedra de la Revolución venezolana.
Duque, José Roberto: “5 de julio de 1811: ¿qué hacía el pueblo pobre
mientras sus amos gritaban ‘independencia”? Suplemento
Bicentenario 200 - Edición Especial del diario Ciudad Caracas 05-07-2011.
Febres Cordero, Julio: El primer ejército republicano y la campaña de Coro; ediciones dela Contraloría , Caracas,
1973.
Febres Cordero, Julio: El primer ejército republicano y la campaña de Coro; ediciones de
Liévano, Aguirre, Indalecio: Bolívar, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. 2010.
Parra-Pérez, Caracciolo: Historia de la Primera República
de Venezuela; Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1992.
Pino Iturrieta, Elías: “Discurso de Orden con
motivo de la clausura de las actividades conmemorativas del Bicentenario de la Independencia 5 de
julio 1811 - 5 de julio 2011” , Aoün Soulie C, Briceño-Iragorry L, editores. Colección Razetti. Volumen
XII. Caracas: Editorial Ateproca; 2012.p.123-142.
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