jueves, 10 de diciembre de 2020

RETOS DE AMÉRICA LATINA POSTNEOLIBERAL

 


Los primeros resultados del Consejo Nacional Electoral en las Elecciones Parlamentarias 2020 revelan que  sobre 82,35% de las actas escrutadas, el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (GPPSB), obtuvo 3.558.320 votos, el  67,6 % del total, y la Alternativa Popular Revolucionaria (PCV)  143.917, un 2,73%.

Votó cerca del 31% del padrón electoral, pues en las elecciones parlamentarias la concurrencia históricamente es menor que en las presidenciales.  Estos resultados, no reversibles, suman por lo menos un 70,33% de sufragios para las fuerzas progresistas.

Concluye así un quinquenio de zozobra durante el cual la mayoría opositora de la Asamblea Nacional Legislativa se negó a sancionar  proyectos de Presupuesto, apoyó oleadas terroristas y agresiones de Estados Unidos y sus cómplices; suplantó la Constitución con    manuales para desestabilización de gobiernos  de Eugene Sharp y del jefe del Comando Sur  Kurt Tidd,  presentó  a su presidente interno como Presidente de la República votado por nadie y convalidó su latrocinio de los bienes de Venezuela en el exterior como agente de Estados Unidos y sus gobiernos cómplices. 

El significado de este triunfo sólo puede ser apreciado considerando la perspectiva  de América Latina y el Caribe. Victorias electorales y contundentes movimientos sociales ponen en evidencia la caducidad, no sólo económica y social, sino también política del orden neoliberal.

Los gobiernos socialistas de Cuba y Nicaragua siguen su curso, sobreviviendo a todas las agresiones. En Bolivia retorna el gobierno socialista del MAS, después de un golpe de Estado concertado entre la OEA, el ministro de la Defensa y la autoelegida dictadora Jeannine Añez.

En México y Argentina gobiernos progresistas corrigen décadas de errores. En Chile oleadas de protesta  fuerzan la convocatoria a una Constituyente que enterrará al pinochetismo.

En Perú demoledoras manifestaciones o investigaciones por corrupción deponen en rápida sucesión tres Presidentes fondomonetaristas. En Ecuador,  Brasil y Colombia masivas protestas conmocionan los regímenes neoliberales de Lenin Moreno, Bolsonaro y Duque.

Ningún gobierno neoliberal de los impuestos por golpe de Estado, golpe judicial,  engaño o  simple traición ha satisfecho las necesidades de las masas ni consolidado consensos que le permita perpetuarse. El sistema que ha tenido éxito en acumular más de la mitad de la riqueza del mundo en el 1% de la población también ha triunfado en privar de educación, medios de vida y cuidados médicos al resto de la humanidad.

Las cosas no van nada bien en los países que hasta hace poco ejercían la hegemonía.

Estados Unidos perdió hace un quinquenio su estatuto de primera potencia del mundo; demostró  palmaria incapacidad para atender una emergencia sanitaria; enfrenta la peor crisis económica y social desde 1928; alberga movimientos racistas y xenófobos;  y sus autoridades mismas están enfrentadas y divididas sobre los resultados de las elecciones del 3 de noviembre de 2020 y las políticas para atender la emergencia.

Francia está asimismo hundida en la depresión económica y la protesta social y económica de los chalecos amarillos. España presencia otro auge de las protestas sociales. India enfrenta la más grande y prolongada huelga general de la Historia, en la cual 200 millones de campesinos y granjeros protestan contra la pobreza extrema.

El sistema que ha tenido éxito en acumular más de la mitad de la riqueza del mundo en el 1% de la población también ha triunfado en privarla  de educación, medios de vida y cuidados médicos aceptables.

Las mayorías vuelven a favorecer las propuestas socialistas. Como declara Rafael Correa: “Soplan vientos de esperanza”.

Sin embargo, llama la atención en este panorama de insurrecciones sociales casi espontáneas la aparente ausencia de la conducción de organizaciones radicales que deberían dirigir las fuerzas movilizadas hacia objetivos revolucionarios y evitar su dispersión y desarticulación.

Los progresismos deben desechar la tentación de la falta de radicalidad que los incita a estancarse, descuidar las reivindicaciones de las masas que los apoyaron, contrabandear recetas neoliberales con rótulos seudo revolucionarios y resignarse a perder el poder hasta que alguna eventualidad les permita recuperarlo para repetir el ciclo.

Está planteado el reto de una  América Latina postneoliberal.

Ello implica, en lo ecológico, racionalizar el uso de  recursos naturales y preservar la biodiversidad y el equilibrio ecológico planetario. Detener la privatización de las aguas y la destrucción de los pulmones vegetales del mundo. Controlar o vetar la manipulación genética de  organismos vivientes y detener el calentamiento global y la contaminación.

En lo social, comporta eliminar toda barrera de discriminación social, étnica, cultural, de género o de cualquier otra índole.  Garantizar el acceso a todos los niveles de la educación. Traducir  la automatización en disminución de la jornada de trabajo y no en desempleo. Aplicar los excedentes económicos a la eliminación del hambre y la pobreza y no a la acumulación privada.

En lo económico: Colocar bajo control social  los principales medios de producción, y planificar la economía en función de las necesidades sociales. Reivindicar el derecho a proteger las economías nacionales. Reestructurar integralmente sistemas tributarios, con aplicación efectiva de principios de Territorialidad, Progresividad y proscripción de Paraísos Fiscales. Reestructurar los sistemas monetarios en función del efectivo respaldo de las respectivas divisas. Imponer salarios que garanticen la satisfacción de las necesidades básicas. Regular o proscribir la especulación financiera que produce dividendos ficticios. Remitir la Deuda Pública Impagable que devora gran parte de la producción.

En lo político: Reestructurar  modelos electorales para que permitan la efectiva y transparente expresión de la voluntad de las mayorías.  Constituir gobiernos que respondan a las demandas y necesidades del pueblo y no a las del gran capital. Sancionar a funcionarios y representantes que incumplan sus programas y promesas electorales.  Implantar el control previo, concomitante y posterior informatizado en tiempo real de las actividades financieras públicas y privadas.

En lo estratégico: Reducir el gasto armamentista. Instituir la progresiva cooperación de los ejércitos en tareas pacíficas de interés colectivo. Proscribir el uso de mercenarios, paramilitares y asesinatos selectivos. Disolver  alianzas militares como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y expulsar bases de potencias extrañas a la región que funcionan  como instrumentos de injerencia y ejércitos de ocupación.

En lo internacional: Revitalizar  organizaciones regionales como el Alba, la Celac y Unasur, y crear otras que no sean instrumentos de  unipolaridad imperial. Integrar alianzas de países históricamente agredidos y explotados por imperios. Proscribir bloqueos y mal llamadas sanciones. Culminar la descolonización.

En lo cultural: Garantizar el Derecho Universal a la Educación. Preservar el legado de las culturas autóctonas. Aplicar el aparato mediático de las industrias culturales a la Educación y la difusión de contenidos científicos y estéticos. Invertir recursos ahorrados en la reducción de armamentos y la proscripción de especulaciones,  en  investigación científica, educación y  creación cultural.

Hagamos de Nuestra América la Gran Patria Nuestra.

 

FOTO- TEXTO: LUIS BRITTO

 

PARA SALIR DE LA COLONIA

 


Vladimir Acosta es palabra apasionada y  escritura vehemente; escucharlo es un placer y un gusto leerlo. Ambos dones expresan un pensamiento claro y conciso, que destaca lo esencial donde otros se pierden en divagaciones y adornos.

El título de su último libro, Para salir de la Colonia, se asemeja al de un manual práctico, y en efecto lo es. En vano nos propondremos autonomía, soberanía e independencia si nuestros ideales consisten en mimetizar a nuestros opresores.

El genocidio  y saqueo de América por los europeos representó el mayor cataclismo humano hasta entonces conocido. A raíz de él, perdieron su vida unos 60 millones de pobladores originarios; para sustituirlos, fueron secuestrados igual  cantidad  de africanos, de los cuales apenas doce millones sobrevivieron a la atrocidad del tráfico de carne humana.

Las riquezas robadas a los aborígenes fortalecieron a los Estados nacionales europeos, permitiéndoles costear ejércitos permanentes que unificaron sus reinos y  lanzaron sobre el mundo las jaurías de la expansión colonial, convirtiendo a la insignificante península de Europa en centro económico, estratégico, científico y cultural del planeta. El colosal botín, según Marx, estuvo entre las causas de la instauración del capitalismo.

Gracias a las riquezas robadas y al comercio derivado de ellas,  los bloques sociopolíticos que eligieron la integración y la modernización ascendieron al estatuto de potencias.  Mientras tanto, para las naciones saqueadas, el holocausto planetario se tradujo en sumisión política y dependencia económica, social y cultural hacia los saqueadores.

Las culturas originarias de lo que hoy es América Latina y el Caribe fueron devastadas y casi destruidas por las arremetidas de los reinos europeos a quienes este saqueo convertiría en imperios. Pero la colonia no se impuso sólo por  fuerza de las armas: requirió la colonización de las mentes, por la imposición del idioma y  la religión imperiales.

Imposible le era a la metrópoli destacar un sicario que vigilara y dominara a cada colonizado: había que colocar dentro de cada quien un sicario interno que controlara sus conductas y su visión del mundo. Se intentó así convertir a pueblos originarios, esclavos y élites en fallidas copias de los dominadores, en oprimidos aspirando a remedar  opresores.

Cruentas y radicales fueron nuestras Independencias: la de Venezuela costó la destrucción de la economía y de más de la tercera parte de la población. Nos libramos de la subordinación política a las monarquías ibéricas: pero ese simulacro que sería llamado posteriormente República oligárquica preservó la esclavitud, la entente con la religión conquistadora, el monopolio de la propiedad de la tierra para la minoría, la desigualdad social traducida en derechos civiles y políticos desiguales, la subordinación a cuanta metrópoli apoyara el orden del privilegio.

 

Nuestra modernización no pasó de sacudirnos el vínculo político con la monarquía española o portuguesa. En vano nuestros próceres más esclarecidos aspiraron a crear grandes bloques geopolíticos que emularan y sobrepasaran a los delineados por los conquistadores: de cinco virreinatos y  pocas capitanías surgieron 25 repúblicas distintas en sus fronteras e idénticas en su sumisión hacia las nuevas potencias coloniales.

Si la primera colonización ibérica se impuso por la espada,  el idioma y la religión, las sucesivas europeas y estadounidenses se implantaron por los empréstitos, los  tratados de libre comercio, la instauración de casas comerciales, la intervención armada y la ideología. Una vez más, la colonización más eficaz y duradera fue la del pensamiento.

Pasamos así de colonias que exportaban metales preciosos a  España a neocolonias que exportan materias primas y bienes poco elaborados a Inglaterra, Francia o Estados Unidos. La prédica del nuevo Evangelio liberal de la libertad de comercio y luego  del Credo  positivista del progreso continuó la labor de sometimiento intelectual del absolutismo y la catequesis.

El nuevo Evangelio, al cual Roberto Hernández Montoya llamó “religión sin poesía” predica el liberalismo económico y el culto al mercado, el modelo europeo  y estadounidense del progreso, con sus corolarios positivistas del exterminio de indígenas “inferiores”, el prejuicio contra afrodescendientes y mestizos, el blanqueamiento mediante la inmigración caucásica. Y cuando las armas de la ideología fallaran, pronta estaba la ideología de las armas, en forma de intervenciones imperiales europeas y luego estadounidenses para sellar con candados de hierro y dictadores o demagogos títeres el estatuto neocolonial. 

En cada una de nuestras patrias la aplicación del modelo tiene sus peculiaridades: Vladimir nos ofrece una brillante síntesis de su  trasplante en Venezuela, con sus principales casas importadoras, sus aparatos ideológicos instalados en los medios de comunicación de masas, la cómplice bellaquería para el saqueo con el Estado y los capitales foráneos.

Así como la Conquista culminó con la dominación de las mentes, la Colonia se prolonga con la subordinación de ellas. Al final de su apretada síntesis, Vladimir llama la atención sobre el campo cultural, en el cual se  decide nuestro destino en las batallas  de la identidad, el idioma y la religión, entre otras.

Conocer quiénes somos es saber lo que queremos. La primera ofensiva del adversario es negarnos la identidad, y con ella cuanto somos y pudiéramos ser.

El idioma es el código que une la comunidad cultural de la Nación. Empobrecerlo, pervertirlo y convertirlo en remedo de la lengua del dominador es la condición del triunfo de éste.

Los credos protestantes son confesiones cuyas sedes esencialmente están situadas en Estados Unidos, dirigidas por los intereses de éstas, y que confesamente actúan como partidos políticos. No cuestionamos la creencia interna, que es cuestión de libertad absoluta, pero podemos objetar que ésta se manifieste de manera externa en contra de la sociedad y la soberanía. Con la Biblia nos impuso la dominación la primera oleada de conquistadores; con la Biblia pretende completarla la marejada de la dominación del dólar.

 

Desde luego, el estatuto colonial es una compleja trama de componentes infraestructurales y superestructurales que no se desvanecerán por el mero hecho de que cobremos conciencia de ellos.

Pero para salir de la colonia debemos dejar de adoptar como propios  valores, costumbres,  ideas y  prácticas de quienes nos explotan: no seremos libres acogiendo como salvadores capitales e ideologías transnacionales.

 

Para salir de la colonia, dejar de pensar como colonizados.

 

     FOTO/TEXTO: LUIS BRITTO