viernes, 22 de noviembre de 2024

G-20: SALUDOS A LA BANDERA

 Luis Britto García 


1

Se supone que todos los seres humanos son iguales en derechos: todos los países también deberían  serlo. Pero algunos  se consideran más iguales que otros, y rehúyen el voto democrático de las grandes organizaciones internacionales, como el de los 191 países que en la ONU condenan el bloqueo a Cuba o el de los 15 miembros del Consejo de Seguridad que exigen el alto al fuego en Gaza.

2

A fin de evitar que muchas manos pongan morado el caldo de la hegemonía, se reservan la administración de todo el planeta clubes de los países más ricos, como el  G-7 o el G-20. Los miembros originarios de este último fueron elegidos arbitrariamente por un comité de funcionarios, y se oponen enérgicamente a la inclusión de nuevos integrantes. Para equilibrar estas camarillas  exclusivas y excluyentes, el mundo multipolar crea el BRICS+, pero  cada uno de sus fundadores puede a su vez ejercer el veto unilateral contra posibles nuevos miembros. Como reza la Ley de Hierro de las oligarquías de Robert Michels, el poder tiende a concentrarse en un número cada vez menor de manos.

3

Afirmó  Groucho   Marx   que no le interesaba ingresar a un club que lo aceptara como miembro. Basta hojear los integrantes del G-20 para calificarlo. Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, y el Reino Unido son además miembros del G-7, el excluyente bloque de los que fueran países más ricos.   Sólo cinco afiliados (Arabia Saudita, Argentina, Brasil, México e Indonesia) están en vías de desarrollo, pero poseen inmensos recursos naturales. Apenas dos (China y la Federación Rusa) se  desarrollaron revolucionariamente en pugna con el capitalismo. Cinco (Brasil, China, Rusia, India y Suráfrica) son también promotores de la alianza competidora del BRICS+, lo cual supone una incómoda doble personalidad o contradicción de intereses, que    se intensificará progresivamente.

4


Las entidades políticas integradas en este cenáculo de Presidentes representan un 56 % de la población mundial, ocupan el 60% del territorio del planeta, producen 85 % del PBI global y el 75% del comercio internacional. La distribución no es uniforme: la mayor parte del PIB es apropiada por los minoritarios países que también son miembros del G7; la mayoría de la población corresponde al depauperado Sur Global. Esa contradicción es el centro del G-20, o más bien la del planeta.

5

La presidencia de este club de Presidentes es rotativa, ejercida anualmente por el primer mandatario del país huésped. La agenda para la Cumbre de 2024 comprende debates sobre 1) Inclusión social y lucha contra el hambre, 2) Transición energética y desarrollo sostenible en sus aspectos sociales, económicos y ambientales, 3) Reforma de las instituciones de gobernanza global: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio, Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

6

No necesita el lector que le explique por qué tantos debates concluyeron en  saludos a la bandera. La “Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza” no puede ser gerenciada  justamente por el grupo de países que más han contribuido a que –según Oxfam- el 1% de la población mundial acapare cerca del 50% de la propiedad global, y sólo el 10% posea el 80% de dicha riqueza. Programas como el “Cero Fome” alivian a las masas de la depauperación que podría conducir al estallido social, pero no les procuran trabajo estable ni control de los medios de producción. Difícil es una “transición energética” o una “movilización mundial contra el cambio climático” dirigída por países responsables del 83,9% de las emisiones de CO2 provenientes de energía fósil (https://en.wikipedia.org/wiki/G20) o de la destrucción de la Amazonia. Dudamos de que reformen institucionalmente Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial del Comercio y Consejo de Seguridad de la ONU  quienes los usan  como pilares de su poder. Si lo quisieran, los monopolios del agronegocio podrían suprimir el hambre, los países desarrollados clausurar las fábricas que supuestamente envenenan la atmósfera, disolver las instituciones que perpetúan la especulación financiera y acumulan una deuda que supera el 333% del PIB global. No  lo hacen porque  estropearía sus negociados. El G-20 no es la solución, sino el problema.

7

No se sabe que el selecto grupo haya adoptado resoluciones viables y obligatorias para frenar el excesivo gasto armamentista, las continuas injerencias militares en  países del Sur Global, la obscena inmunidad tributaria de los grandes capitales transnacionales, las medidas coercitivas unilaterales que destruyen a los países independientes, la necesaria anulación de la impagable Deuda Pública,  la persecución racista contra grupos discriminados internos o migrantes, la falta de derechos sociales y laborales de quienes trabajan en esos agujeros negros de los derechos humanos llamados maquilas o Zonas Económicas Especiales. La juiciosa actitud de los integrantes del G-20 ha sido debatir los problemas propios como si se tratara de los del mundo, y nunca tratar los problemas del mundo como propios.

8

El G-20 ha aceptado implícitamente sacrificar el planeta  en aras  de las potencias hegemónicas. Esta marcha hacia el precipicio resulta agravada por la contraorden sobre la estrategia y la táctica del enfrentamiento. Durante medio siglo impuso Estados Unidos a sangre y fuego el catecismo neoliberal  resumido en dos mandamientos: cero proteccionismo estatal, absoluta libertad de empresa. Este suicidio económico fue forzado por golpes de Estado como los de Indonesia,  Chile. Honduras y Panamá,  por invasiones como la de Nicaragua, Cuba, República Dominicana,  Libia, Irak, y ocupaciones militares como las de Colombia, Ecuador y Perú. Estados Unidos lleva más de un siglo obligando  a los demás países a adoptar las políticas neoliberales que los llevaron a la ruina y que ahora lo arruinan a él.

9

Pues al desechar todo proteccionismo permitió a los grandes capitales mudar sus industrias al exterior, dejar sin empleos a los estadounidenses, sustituir la producción de bienes materiales por la de dividendos especulativos e inmunizarse contra los impuestos mediante rebaja de las tasas tributarias y colocación de beneficios en Paraísos Fiscales.  Donald Trump ganó la presidencia ofreciendo revertir estas políticas fatales, pero en el mejor de los casos su táctica será dual: reimpondrá el proteccionismo a favor de Estados Unidos, a costa de la  desprotección económica, social y estratégica del resto del planeta. Es lo que se debatió a puerta cerrada en la cumbre  del G-20.  Suelen las organizaciones internacionales ser estructuras para barnizar de consenso los intereses del minoritario grupo de las potencias hegemónicas. Es hora de que participe en el debate toda la humanidad.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.

 

 

viernes, 15 de noviembre de 2024

VENEZUELA EN EL MUNDO MULTIPOLAR

 Luis Britto García



El 12 de octubre de 1492  arrancó el  proyecto unipolar de Occidente. La superioridad en armamentos sobre los pueblos originarios de América posibilitó a los castellanos poner en marcha el plan que el consejero Mercurino de Gattinara presentó al joven Carlos V: la Monarquía Universal. O sea,  invertir los recursos humanos y naturales saqueados al Nuevo Mundo para dominar al Viejo, y utilizar a éste como instrumento para sojuzgar el planeta.

La riqueza pillada financió casi dos siglos de hegemonía española; su traspaso a  piratas, corsarios y  mercaderes del resto de Europa alimentó una sucesión de intentos de dominio unipolar planetario  por Francia, Holanda,  Alemania  e Inglaterra, cuyo Imperio cubrió  casi  la mitad del globo hasta 1939.

La desenfrenada pugna por la hegemonía tuvo imprevistos efectos: valiéndose de los resquicios que dejaba la confrontación entre las potencias, algunos de los colonizados se independizaron. Para debilitar a Inglaterra, Francia envió a América del Norte una flota y un ejército al mando de Lafayette, que decidieron la Independencia de Estados Unidos.  Las tropas francesas de Napoleón ocuparon España en 1808 y debilitaron a la monarquía, facilitando nuestra liberación. Dicha invasión puso en fuga a la casa reinante de Portugal hacia Brasil; el cual se independizó.

De esta sangrienta historia de devastación y saqueo surgieron dos tipos de países: los “desarrollados” –saqueadores- y los “subdesarrollados” –-saqueados. Pero ¿cómo se originaron estas categorías?

En todos los países que terminarían desarrollándose, el Estado asumió el papel de protector de las industrias y productos nacionales. Así ocurrió con Inglaterra, cuyo proteccionismo se inició con Elizabeth I y culminó con Cromwell, quien dispuso que todo lo que se comprara o  vendiera en Gran Bretaña debía ser transportado en barcos ingleses.

 Pasó así con la Francia del Rey Sol, cuyo ministro Jean Baptiste Colbert  fomentó las industrias locales, creó fábricas nacionales, gravó pesadamente las importaciones, y prohibió la exportación de las cosechas cuando éstas fueran requeridas para el consumo interno.



 Ocurrió así con los estados germánicos cuya unión constituiría Alemania, la nación continental con ciencia e industria más desarrollada gracias a las políticas proteccionistas de Bismarck.

En cuanto a Estados Unidos, sólo la más petulante ignorancia puede proclamar que su desarrollo se debe al “libre mercado”. Para fortalecer las industrias norteñas, la independizada Unión  impuso pesados tributos a la importación de maquinaria y artículos de consumo. La Guerra de Secesión de 1861-1865 fue una sublevación de los estados agrícolas del Sur a favor del libre comercio con Europa. Estados Unidos sacrificó entre 600.000 y 850.000  vidas en un conflicto civil para mantener el proteccionismo que lo convertiría en país desarrollado.

Mientras que a los países colonizados por ibéricos y portugueses la administración colonial los redujo a  la producción minera,  agrícola y pecuaria del Sector Primario para exportar a las metrópolis. Tras liberarse  de éstas, sus oligarquías permitieron el más libérrimo comercio con las nuevas metrópolis inglesa, francesa y finalmente estadounidense. Por tanto, no se desarrollaron o lo hicieron sólo a conveniencia de los países hegemónicos, condición que persiste hasta hoy.

La competencia por el saqueo del mundo de los Estados “desarrollados” condujo a conflictos globales que  abrieron resquicios por los cuales se independizaron algunos  países saqueados. Así, la Primera Guerra Mundial  fracturó el poder zarista,  posibilitó la Revolución Bolchevique, disolvió el Gran Imperio Otomano  y detonó una cadena mundial de intentonas revolucionarias, como la de los espartaquistas.

La Segunda Guerra Mundial facilitó el surgimiento de la China Comunista, la Independencia de la India y un movimiento planetario de descolonización.  

El empleo de  armas nucleares en 1945 frenó la contienda abierta entre las grandes potencias y abrió el  período de guerras convencionales limitadas  entre intermediarios y de conflictos económicos y  políticos de tercera y cuarta generación conocido como Guerra Fría. En las grietas de la confrontación encontraron el camino hacia su afirmación países como Cuba, Argelia, Nicaragua, Vietnam  e Irán.

 Hasta que el suicidio de la Unión Soviética pareció consolidar la unipolaridad capitalista y abrir el paso a un “New American Century” ( Nuevo Siglo Americano). Pero los países hegemónicos a su vez se suicidaron dejando que el capital financiero exportara sus parques industriales a los periféricos.

Del grupo de países que componen el BRICS+ muy pocos, como China, se declaran socialistas, pero en líneas generales sus economías son sensiblemente protegidas por sus respectivos Estados. Al punto de que coinciden en desechar o sustituir los instrumentos fundamentales de la hegemonía unipolar: el uso obligatorio del dólar sin respaldo como garantía de reservas e instrumento de pago internacional. La obligación de canalizar sus transferencias con sistemas  como el Swift, dominados por la Alianza Atlántica. La de recurrir a los  créditos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, que  estimulan y acumulan deudas impagables.

En esta historia hemos verificado que sólo se han desarrollado y accedido a la autonomía aquellos países  en los cuales el Estado ha jugado un papel determinante en la gestión económica, interviniendo activamente para  progresar del sector primario, -extractivista, agrícola y pecuario- al secundario –industrial, manufacturero, de transporte, construcción- y de allí al terciario de investigación, comunicación, investigación científica.

Aquellos Estados que declinen su función protectora del desarrollo económico nacional y accedan al mundo multipolar ofreciendo una vez más a los intereses extranjeros gratuita e incondicionalmente recursos naturales, minerales, cultivos y mano de obra semiesclava con remuneraciones por debajo del nivel de la subsistencia,  simplemente replican voluntariamente las relaciones coloniales instauradas a la fuerza hace medio milenio, y con ellas se hundirán.

El BRICS+ ha de ser  punto de partida hacia una nueva humanidad, y nunca reposición de las prácticas más execrables de la moribunda unipolaridad.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO

viernes, 8 de noviembre de 2024

NUESTRA AMÉRICA EN ESTADOS UNIDOS

  Luis Britto García


Luis Britto García

¿Qué se debatió en el proceso electoral estadounidense? Siempre he dichod que en la potencia norteña operan dos partidos distintos y un solo capitalismo verdadero. Campañas electorales y apoyos mediáticos son tan costosos, que sólo candidatos apoyados por los megamonopolios y el complejo militar industrial pueden hacer carrera política y gobernar por y para ellos.

Todo imperio comienza por dominar las periferias y termina devorándose a si mismo. La declinación del poderío estadounidense se debe en gran parte a su élite empresarial. Para conquistar energía fósil   gasta cerca de la mitad del gasto armamentista mundial; para disponer de mano de obra semiesclava con salarios por debajo del nivel de subsistencia y recursos naturales regalados traslada sus fábricas a Zonas Económicas Especiales del Tercer Mundo y deja sin empleos a los estadounidenses. Para obtener todavía más ganancias su capital industrial se vuelve finanza  transnacional que sólo produce dividendos especulativos. Éstas han sido en líneas generales las políticas del Partido Demócrata, maquilladas con agendas “progresistas”  como el derecho al aborto y promesas de respeto a los derechos de los migrantes.

Frente a estas políticas, el republicanismo de Trump ofreció ahorrar el gasto militar de las guerras interminables y estimular el regreso al país de capitales y fábricas imponiendo políticas proteccionistas de altos aranceles para los productos importados. Así se generaría empleo y capacidad de consumo para la deprimida producción nacional. También Trump culpabilizó con extremo rigor a los inmigrantes de arrebatarle puestos de trabajo a los nacionales, campaña que progresivamente  flexibilizó para no ahuyentar el voto “hispano”.

Pero lo que los políticos prometen  no es lo que necesariamente hacen. Los dos partidos han rebajado las tasas tributarias de los grandes capitales por debajo del 23% que cancela el ciudadano común.  Ambos han diluviado “salvavidas de oro” de auxilios financieros a entidades usurarias quebradas. Los dos han perdonado irresponsablemente sumas debidas por el gran capital al Tesoro. Ambos partidos han arrastrado  un déficit fiscal que  convierte a Estados Unidos en el país más endeudado del mundo, con una deuda pública que  en 2023 ascendió a 32.911.523.000.000  dolares, el 118,73% de su  PIB. Su pago supera los ya exorbitantes gastos en defensa. Sus congresos han legalizado el soborno a los legisladores; sus tribunales exoneran a priori de responsabilidad a los Presidentes por delitos cometidos en ejercicio de sus funciones. Republicanos y demócratas son cómplices del bloqueo contra Venezuela y del latrocinio de sus bienes en el exterior. En su anterior administración, Trump no inició ninguna guerra; pero dijo que de haber sido reelecto ya se habría apoderado de nuestro petróleo.

Ante estas políticas unánimes podríamos preguntémonos qué decidió la última elección presidencial. Se ha generalizado en el mundo una plaga de gobiernos “progresistas” que nada progresan, paralizados del miedo de tocar algún interés. Los gobernantes de Estados Unidos nada hicieron para contener la progresiva devaluación de los salarios, el alza incontenible de los precios, la falta de un servicio médico social. Desesperadas por la inopia, las masas votan por el primer intemperante que a fuerza de insultos, improperios  y amenazas finja que hará algo, lo que sea, para sacudir la mortal inercia del más de lo mismo y atacar un enemigo más o menos imaginario. Es la estrategia actoral de Marine Le Pen,  Giorgia Meloni,  Zelenski,  Milei y Donald Trump.

Pues bien, en Estados Unidos los “hispanos” son el grupo social más adecuado para tratarlo de enemigo imaginario. Son catalogados como tales por su origen y por el uso del castellano en el hogar.  La Oficina del Censo de dicho país discrimina y cuantifica su población para 2022 en las categorías siguientes: “Blancos no hispanos”, 58,88%; “Hispanos” 19,1%: “Negros o afroamericanos” 12,62%: “Asiáticos”, 6,08%. Es una clasificación racista e inadecuada, pero de ella resulta que aproximadamente uno de cada cinco residentes de dicho país es “hispano” (unas 65 millones de personas), y para 2060 se estima que pertenecerá a tal categoría el 26,9% de la población, unos 119 millones, casi una de cada tres personas.

Tenemos así una considerable porción de lo que Martí llamo “Nuestra América”, una verdadera nación definida por su propia cultura,  en el seno del Imperio que en 1848 arrebató más  de la mitad de su territorio a México.

Como ocurrió con todos los imperios, como sucedió con el ateniense, el romano, el español y el británico, el avasallamiento de pueblos o territorios diferentes impuso la  diversidad cultural. Las élites estadounidenses esperaban que la omnipotencia de sus medios de comunicación fundiría todas las diversidades étnicas y culturales en un anónimo “melting pot” (sancocho u olla podrida). Por el contrario, Estados Unidos conserva  gran diversidad étnica y cultural, al extremo de que el historiador Colin Woodward, director del Nationhood Lab de la Salve Regina University  afirma que “es un país con 11 naciones rivales que compiten” (https://www.bbc.com/mundo/articles/c0rwew47q4ro).



El racismo discriminatorio del dominante estamento  WASP (White Anglo Saxon Protestant) impuso a los “hispanos” el tratamiento de “extranjeros ilegales” y de “improductivos”. Pero de hecho, los antepasados de la mayoría de los actuales “hispanos” poblaban ya el territorio donde viven sus descendientes  antes de que Estados Unidos lo usurpara en 1848, e incluso antes de que los españoles lo invadieran en 1519. Extranjeros e ilegales fueron quienes por la fuerza bruta les robaron sus tierras y sometieron a los “chicanos” a una servidumbre equiparable a la esclavitud.

En cuanto a la acusación de “improductivos”, todos los imperios mantienen a los trabajadores inmigrantes en condición de “ilegalidad”, para explotarlos sin que puedan reclamar derechos, y expulsarlos a la menor insubordinación. La situación es explicada pormenorizadamente en el mockumentary de Sergio Arrau “Un día sin mexicanos” y en su secuela “Un día sin mexicanos 20 años después” (ambos en You Tube). Sin los vilipendiados “hispanos” colapsarían gran parte de la agricultura, la industria y los servicios estadounidenses.

Ha llegado el momento de que esa porción  de Nuestra América que sobrevive en las entrañas del monstruo se haga respetar por su número,  su cultura y su inmenso aporte a la vida económica y social.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO

 

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http://www.minci.gob.ve/wp-content/uploads/downloads/2013/01/la_lengua_de_la_demag

ogiabrit.pdf

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https://tvlecturas.files.wordpress.com/2019/08/libro-elogio-del-panfleto-luis-britto-garcicc81a.pdf

sábado, 2 de noviembre de 2024

LULA, SERVIDOR DE DOS PATRONOS

 Luis Britto García



En artículo anterior señalé que “haría falta un BRICS+ social, que evitara que la usuraria lógica capitalista convirtiera esta magnífica iniciativa en inmisericorde maquinaria de extracción gratuita de recursos naturales y mano de obra sin derechos laborales ni sociales”.

Bien están las iniciativas multipolares, mientras no se olvide que el mundo en realidad tiene dos polos: el de quienes trabajan y no tienen nada, y el de quienes no trabajan y lo tienen todo.

Dijo el Hijo del Hombre: “Nadie puede servir a dos patronos al mismo tiempo. Odiará a uno y amará al otro, o se dedicará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y a las riquezas”, (Mateo 6:24).

Viene esta reflexión a cuento porque el Lula que pretende servir al BRICS+ vetando el ingreso de Venezuela, es casualmente asimismo Presidente y servidor del G-20.

¿Y qué es el G-20?

El G20 es un foro internacional de Presidentes y de dirigentes de Bancos Centrales, integrado por la Unión Europea, y otros veinte países, cuyas economías suman el 85% del PIB mundial, y de los cuales sólo cuatro son países en vías desarrollo: México, Sudáfrica, Indonesia y Brasil. Otras catorce organizaciones están asociadas a él, algunas tan recomendables como el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional.

En otras palabras, el G20 representa, con las honrosas excepciones del caso, el exclusivo club de países ricos y de organizaciones gerentes de su hegemonía contra el cual se constituyó el BRICS+.

Que un político ocupe a la vez la presidencia de este Club de las plutocracias del mundo y de sus instrumentos de dominación (repetimos, con las salvedades aplicables), y al mismo tiempo sea miembro de la más importante organización contrahegemónica que se le opone, con derecho a vetar el ingreso a ella, resulta situación no sabemos si absurda, incómoda, amoral, ilegítima o todas esas cosas juntas.

Es como si se jugara para dos equipos competidores, se fuera juez y parte en el mismo juicio, o se ejerciera simultáneamente de sindicalista y de servidor del patrono: en este caso, de dos patronos.

Tal contradicción es tan evidente, que ni el mismo Luiz Ignacio da Silva se atrevió a presentar personalmente su curtida doble cara de político versátil en la reciente Cumbre del BRICS+.

Encomendó a su representante, Celso Amorim, vetar el ingreso de Venezuela alegando una imprecisa “ruptura de confianza”. No la hubo de Venezuela hacia Lula cuando éste fue enjuiciado por supuesta corrupción ni cuando su reelección fue cuestionada por masivo motín opositor.

Quien no confía en nadie no es digno de confianza.

Examinemos el caso da Silva, no porque él lo merezca, sino porque ejemplifica una trama que exige reflexión.

Repetidamente vivimos en América Latina y el Caribe (y hasta en el G-20) el caso de masas despojadas, depauperadas y explotadas al borde de la explosión social, a las cuales un dirigente providencial ofrece revolución, igualdad y reforma agraria, a cambio de sacrificios, sacrificios y más sacrificios.

Pasan años de sacrificios, sacrificios y más sacrificios sin reforma agraria, igualdad ni revolución hasta que el providencial dirigente se revela como agente del gremio patronal, las transnacionales, el FMI o el G-20, o de todos ellos a la vez,  y desaparece del horizonte de los eventos.



Cuando el Partido de los Trabajadores llega al poder en 2002, en lugar de enfrentar los capitales nacionales y transnacionales Lula opta por el asistencialismo: distribución de alimentos subsidiados Fome Zero (Cero Hambre), vivienda popular (Minha Casa, Minha Vita), pero deja de lado al Movimiento de los Sin Tierra, no realiza una Reforma Agraria, permite que el agronegocio se expanda y arrase con la Amazonia, y privatiza 45% de Petrobras en la Bolsa de Nueva York.

Los gobiernos del PT aumentaron en 54% el salario mínimo, disminuyeron el índice de GINI de desigualdad a 0,522, redujeron el desempleo a 4,5% y sacaron a unos 50 millones de la pobreza. Pero, según Theotonio dos Santos, siguiendo recetas neoliberales de su Banco Central, “Lula continuó la política de altas tasas de interés manteniendo la emisión de títulos de la deuda federal para pagar intereses de la deuda que fue construida sobre la nada con el único propósito de transferir recursos a una minoría que vive de estos intereses inexplicables (…) con lo cual el pueblo brasileño dejaba transferir cerca del 50% del ´gasto público´ a este sector reducido de la población” (http://www.alainet.org/pt/articulo/172474).

Según Silvio Schachter “En Brasil, la conciliación y alianza con los grupos económicos hegemónicos fue la fórmula mágica del PT para avanzar en el proyecto neo-desarrollista, conciliar el capital y el trabajo, al mismo tiempo que se garantizaba la gobernabilidad sin afectar las causas de la desigualdad, los privilegios de la élite, ni modificar ninguno de los pilares sobre los que se estructuran las relaciones sociales de dominación. En ese camino el PT decide abandonar su prédica socialista, los proyectos de transformación social radicales, moderar su discurso y ser un partido de la conciliación, del pacto social que garantizaría el orden institucional frente a un momento en que la desigualdad social amenazaba con quebrarlo” (“Bolsonario, la dictacracia y el suicidio populista” https://herramienta.com.ar/articulo.php?id=2932).

En otras palabras, en algunas de las dirigencias de Brasil –pero no sólo en ellas- parece cundir una cultura del acomodo, que la industria mediática satiriza en comedias trágicas como Roque Santeiro, Doña Flor y  sus dos maridos, Cambalache, O Invasor.

¿Compartirá el lector mi impresión de que ese alineamiento con oligarquías nacionales y transnacionales conduce al pueblo brasileño a contemplar con indiferencia la inhabilitación política mediante lawfare de Lula y Dilma Roussef, a elegir al mediocre evangélico Bolsonaro y, reelegido da Silva, a abandonarlos a todos en las últimas elecciones, en las que favoreció ampliamente a centristas y centro derechistas?

Pero qué importa traicionar al pueblo del país más rico, extenso y poblado de América del Sur, si a cambio se obtiene una efímera presidencia del G-20 desde la cual defender los intereses del patrono de Estados Unidos vetando el ingreso al BRICS+ del país con mayores reservas probadas de energía fósil del mundo.

Para quienes todavía duden de la alineación de las dirigencias del coloso sureño, entre el 18 y el 19 de noviembre se celebrará una Cumbre de los dirigentes del G-20 en Brasilia, a la cual seguramente ningún accidente doméstico impedirá asistir al doble presidente Lula da Silva.

Todo lo expuesto conduce a ineludibles conclusiones. Es indispensable que el BRICS+ formalice su organización interna y sus estatutos, que hasta el presente se reducen al principio del “consenso”, vale  decir, que basta la sola objeción de uno de los miembros fundadores para que cualquier decisión se rechace, como ocurrió con la del ingreso de Venezuela. Esto equivale, no sólo a la situación antidemocrática de que el rechazo de uno prevalezca sobre la voluntad de todos, sino también a la parálisis del organismo. Se puede anticipar que cualquier resolución trascendente será objetada por uno u otro de los fundadores, sobre todo si éste defiende políticas y estrategias diametralmente opuestas a la del mismo BRICS+, como sucede en este caso con el veto del presidente del G-20, que meramente representa un dictado de Washington.  

Igual consideración vale para los entes que ejecutarán las políticas del BRICS+. Finalidad primordial de éste es desarrollar una estrategia que permita prescindir de la hueca hegemonía del dólar sin respaldo, y de la presión del Fondo Monetario Internacional. La institución encargada de ello es el Nuevo Banco de Desarrollo. Pero la presidenta de éste es justamente Dilma Roussef, fiel seguidora de las políticas de Lula da Silva de sacrificar la mitad del ingreso del Estado brasileño al pago de la Deuda Pública: intranquiliza pensar que las finanzas del BRICS+ puedan ser prolongación de las del FMI.

Estas trapisondas diplomáticas no invalidan la situación geopolítica que enfatiza Atilio Borón en el inteligente artículo “Brasil, un voto suicida”: “Con su veto el gobierno brasileño privó al BRICS+ de la enorme ventaja que le otorgaría a este nucleamiento incorporar a sus filas al país que cuenta con la mayor reserva comprobada de petróleo del mundo. Objetivamente: debilitó al BRICS+, para beneplácito de Washington. Por eso creo que este veto no tendrá larga vida y que Lula terminará desairado, porque pocos yerros pueden ser más graves en el mundo de hoy que dejar esa enorme reserva petrolera a merced del manotazo que pudiera dar Estados Unidos, algo que ni China, Rusia e inclusive la India verían con buenos ojos” (https://www.telesurtv.net/opinion/brasil-un-veto-suicida/).

Servir a dos patronos es no servir a ninguno y ser despreciado por ambos.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.