LUIS BRITTO GARCÍA
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La Conquista y la Colonia impusieron en América la “Concentración de Fachada”: la mayor parte de la población se situó cerca de las costas, al alcance de la subordinación y el comercio con la metrópoli. Sus puntos clave eran y son las ciudades puertos. Usualmente reunían tres elementos: vías de acopio de las riquezas del interior, atracadero oceánico donde embarcarlas hacia las metrópolis y fortaleza o configuración natural defensiva contra incursiones piráticas o flotas hostiles.
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Cumple
Maracaibo con estas tres condiciones. Las trochas que bajan de la cordillera
andina, y el propio Lago, son vías por las cuales llegan tanto los cultivos de
los Andes como los de las riquísimas tierras del Sur y de Cúcuta. Su puerto
tiene calado para naves oceánicas; las estrechas
bocas de la laguna y las fortalezas que las defienden son resguardo contra incursiones hostiles. Durante
la Guerra de Independencia, estos rasgos potencian la importancia estratégica de la
ciudad lacustre. No por nada en el armisticio de 1819 el Pacificador Morillo se
reserva Puerto Cabello y Maracaibo: sus muelles son cordones umbilicales a
través de los cuales puede España enviar tropas, armas, pertrechos.
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La contundente
victoria patriota en Carabobo el 24 de julio de 1821 no significa el fin de la guerra. Entre
Carabobo y la Batalla Naval de Maracaibo el 24 de junio de 1823 se libran una
cincuentena de combates y escaramuzas de todo tipo entre patriotas y realistas.
Quedan en poder de estos últimos los
fortificados enclaves oceánicos de
Puerto Cabello y de Maracaibo. En 1821 una rebelión de su pueblo y de la
guarnición pone Maracaibo en manos de la República, lo cual causa la ruptura
del armisticio. Pero el 9 de septiembre de 1822 el Capitán General Tomás José
Morales, al mando de 14 naves y 1.200 efectivos, captura de nuevo la
estratégica ciudad, y con ella los
fuertes de San Carlos y Zapara, que dominan la desembocadura del Lago. Desde
este enclave puede, no sólo recibir y albergar flotas de la corona española,
sino también armar y dirigir expediciones hacia el resto del litoral, hacia
Coro y la región central, hacia el Sur del Lago, Gibraltar y la cordillera
andina, y hacia la Goajira y la región Norte y Oriental de la Nueva Granada.
Sobre la incipiente República se cierne
el peligro de la Reconquista.
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Los
patriotas han estado mientras tanto concentrados en el asedio terrestre y naval
de Puerto Cabello, refugio de las tropas monárquicas derrotadas en Carabobo. El mando
republicano decide liberar Maracaibo mediante una doble ofensiva, terrestre y
naval. Dirige la operación Mariano Montilla, quien encomienda las operaciones
navales al general José Prudencio Padilla,
zambo neogranadino a quien llaman “almirante” por su experiencia náutica:
militó en la naval española, participó en la batalla de Trafalgar, y luego acompañó a Bolívar en sus andanzas caribeñas. Las
operaciones terrestres están a cargo del general Manuel Manrique.
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Morales sale
de Maracaibo con 2.000 efectivos a
combatir a Montilla, dejando sólo medio millar en Maracaibo, situación
que aprovecha Manrique para tomar
transitoriamente con dos compañías la desguarnecida ciudad lacustre, apoderarse
de los víveres y pertrechos acumulados en ella, inhabilitar los cañones,
derruir parte de las defensas y retirarse ante el regreso de las burladas
fuerzas de Morales, superiores en número
pero ahora debilitadas en subsistencias y armamentos. Falta rematar la ofensiva destruyendo la flota que
apoya a las fuerzas realistas.
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Si bien las
acciones de Manrique y Padilla están perfectamente coordinadas, entre el jefe de la escuadra realista Ángel Laborde y
Navarro y el Capitán General Tomás José Morales
hay serias diferencias. Debilitado por la audaz incursión de Manrique, Morales
confía en desquitarse mediante una batalla naval decisiva, que Laborde rehúye alegando
que parte de sus buques son mercantes apresuradamente habilitados para la
guerra.
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Mientras los comandantes realistas resuelven sus diferencias, la mañana del 24 de julio de 1823 la flota patriota se despliega ante la monárquica. Según Rafael María Baralt, el zuliano autor de la primera Historia de Venezuela desde el punto de vista republicano, la armada patriota dispone de 7 goletas, 3 bergantines, 85 piezas y 872 hombres y una “fuerza sutil respetable» (de embarcaciones menores), con 15 piezas y 327 hombres. El mismo autor atribuye a los realistas 12 goletas, 3 bergantines, 16 buques menores, 67 piezas, 925 infantes de marina y 497 marineros. La relativa superioridad de la flota monárquica es compensada por el conocimiento de los prácticos patriotas sobre los elusivos bajos y los cambiantes vientos lacustres.
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Hacia las cuatro de la tarde el cambio del viento, previsto por los
prácticos de la armada patriota, deja a ésta con toda la ventaja para maniobrar, pues la brisa
la impulsa por la cuarta de popa, mientras que los realistas, con el viento en
las proas y la Tierra Firme a popa, sólo podrían avanzar dando bordadas,
operación lenta y trabajosa de navegación en zig zag. No les queda otro recurso
que comenzar a disparar contra los patriotas mientras éstos se encuentran a
distancia, lo cual disminuye la eficacia de las andanadas y los deja
temporalmente inermes, pues recargar
cañones y fusiles es operación que para la época requiere mucho tiempo. Los
patriotas, siguiendo la estrategia de Lord Nelson en Trafalgar, esperan a estar
“a toca penoles”, a la menor distancia posible antes de abrir fuego, para decidir de inmediato el combate con un
animoso abordaje. Caen arboladuras y
velámenes; la humareda de las andanadas cubre el campo de batalla dejando a
cada comandante, según la estrategia fijada por Padilla, la decisión de elegir
su presa y dominarla. Entre la confusión de la refriega el
patriota Independiente captura al San
Marcos, el Confianza a una
goleta, las republicanas Manuela, Chitty y la Leona asaltan a las monárquicas Habanera, Liberal y la Zulia,
el Marte aborda a las goletas
realistas Rayo, Mariana y María, la Emprendedora ataca a la Esperanza, y el capitán de esta hace
estallar el polvorín por no entregarla al enemigo. Entre los
patriotas mueren 8 oficiales y 56 soldados y marinos y quedan 105 heridos. El bando realista sufre 800 bajas entre
muertos y heridos; 69 oficiales y marinos quedan prisioneros. Hacia las seis de la tarde Laborde verifica que la mayoría de sus naves
han sido hundidas o capturadas, y a bordo de la maltratada Zulia, la Especuladora y
dos flecheras escapa con restos de las tripulaciones hacia Puerto Cabello. Es
todo lo que queda de la imponente flota realista de 31 velas.
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Morales capitula el 3 de agosto; el 10 de noviembre de 1823 capitula también Puerto Cabello. Ni un solo enclave queda a los realistas en las costas grancolombianas, desde la Guayana hasta Panamá. Puede Bolívar culminar la Campaña del Sur y Sucre la Independencia en Ayacucho en 1824 sin la amenaza de invasiones navales. Tantas muertes fueron para evitar que los extranjeros se apoderaran de nuestros recursos y tuvieran más privilegios que los nacionales. El Lago vive, la batalla sigue.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.