Luis Britto García
-Buenos días ¿Lleva tiempo esperando?
-Hombre, desde 1566.
-¿Tanto? ¿Y usted qué era? ¿Delator?
¿Estafador? ¿Asesino?
-Fraile.
-¿Y
todavía no lo dejan pasar? Ha debido
hacer algo malo.
-Protegí
a los indígenas.
-¿Y eso es
delito?
-Pues
aquí llevo esperando cuatro siglos y medio.
-Perdone,
pero he visto su retrato en algún sitio.
-Yo
me llamo Bartolo, servidor de usted.
-¡Pero
claro! ¡Bartolomé de las Casas! ¡El primer sacerdote ordenado en el Nuevo
Mundo! Mucho gusto. Su servidor, José Gregorio Hernández.
-El
gusto es mío doctor. No necesita presentarse. Todos en esta cola lo conocemos.
-Pero
si yo espero apenas desde 1919.
-Sí,
pero en esta cola de candidatos a la
santidad nos tienen a monte los vendedores de imágenes. ¡El tiempo pasa tan
lento!
-¡No
diga eso, fray Bartolomé! ¡Usted, que dedicó cada instante a trabajar por el
oprimido! ¡El primero en cuestionar los títulos de dominio del Emperador Carlos
V sobre el Nuevo Mundo! ¡El promotor de la bula Sublimis Deo, de Pablo II,
que reconoce la naturaleza humana
de los indios y declara que sólo pueden
recibir la fe en libertad! ¡Usted, el precursor de los Derechos Humanos, que
escribió millares de páginas contra las atrocidades hechas a los indígenas!
-¿Y
de qué sirvió tanto escribir? Sesenta millones de americanos perecieron como
consecuencia de
-Pero
la única voz que protestó en esta cola
fue la suya,
-Ah
doctor, usted que es médico de pobres sabe que con la voz no basta. Evangelicé
con el arado. Prediqué sembrando maíz. Recé con el pilón. Catequicé levantando
asentamientos pacíficos en la costa de Oriente ¿Y qué logré?
-Los
conquistadores deshacían con el hierro lo que usted hacía con las manos.
-¡Y
encima ese cuento de que por salvar a los indios de la esclavitud, causé la de
los africanos! ¡Como si los esclavistas protestantes, el anglicano Hawkins, los
calvinistas holandeses de
-Cálmese
vusté. ¿Le puedo ofrecer de este calentadito? Me lo acaban de pasar los Reyes
Magos, con sus taparitas llenas de aguardiente.
-No
trate de consolarme, Cheo. Pude haber salvado a los indígenas, si mis fuerzas
hubieran sido del tamaño de mis intenciones. Pero alguna vez fui soldado,
profesión pecadora. Prediqué como quien lucha. Exhorté como quien manda. En
cada ataque comprometí todas las fuerzas.
-¿Y a San Miguel, acaso le
critica ser general en jefe?
-Pero yo perdí todas las batallas.
Tengo todos los defectos. Mi único mérito fue no rendirme.
-¿Y
a mí qué me cuenta? ¿A mí, de los
primeros en alistarse voluntario en el ejército contra el bloqueo de diciembre
de 1902, cuando la Planta Insolente del Extranjero profanó el Sagrado Suelo de
-Él no desdeñó lavar pies ni sanar al
enfermo.
-¿Cómo cree vusté que me siento con
la calumnia de que el sabio Rangel se suicidó porque le negué una beca? ¿Con el cuento de que soy
vanidoso porque salgo bien en los retratos? ¿Con el invento de que me mató el
único automóvil de Caracas, cuando ya había mil y pico? ¡Cómo se ve que nunca
han salido corriendo para atender
emergencias!
-El
que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo; mas el hombre prudente
calla (Proverbios, 11-12).
-Si antes me tildaban de discriminador, ahora me acusan de igualitario. ¡Qué si José Gregorio se la pasa con el Negro Felipe, con Guaicaipuro, con María Lionza! ¡Que si comparte con sospechosos de tener doble cédula: San Benito Ajé, Santa Bárbara Changó, San Juan Baricongo! ¡Que si pasea con las doce potencias africanas! ¡Lo que ellos llaman el lumpen de siempre! ¿Qué culpa tengo yo de que cuando el pueblo siente necesidad piense en mi, y no en esos obispos que piden limosna en vez de darla? ¿Quisiera yo verlos, haciendo visitas médicas hasta después de muertos! ¡Escalando con ese maletín los cerros donde no sube Conferencia Episcopal! ¡Brincando los barrancos que no salta Federación Médica!
-Tenga
esta bota, Cheo, y pruebe este vinillo andaluz de consagrar que es una
maravilla.
-Eso sí. A la hora de pelearse mis
huesos porque atraen limosnas, como
tigras paridas se los disputaron Isnotú y el Cementerio General del Sur y la
iglesia de
-Josú,
Cheo, usted hizo más de lo que pudo. ¡Cuántos indios hubiera yo salvao si
hubiera tenío sus estudios sobre la angina de pecho palúdica, sobre la nefritis amarílica, sobre la bilharzia!
-Nunca
es suficiente.
-¿Pero
doctor, qué veo? ¿Quién es esa beata que se salta la cola a la torera y entra en hombros de camarógrafos y
faranduleros? ¿Quién la conoce? ¿Qué ha hecho? ¿No es parienta del dueño de
unas televisoras? ¿La pantalla chica
pone santos? ¡Con razón quiere quitar presidentes!
-¿Fray
Bartolomé, qué miro? ¿A cuenta de qué se colea el cura ese, con su combo de
desfalcadores de bancos? ¿La santidad se compra en bolsa de valores? ¿No y que primero entra un camello por el ojo
de una aguja, que un rico al cielo?
-¡Pero
Cheo! ¿Usted no usa
Twitter? ¿No sabe que el Presidente
de Venezuela anunció que el Papa acaba de abrirle a usted las puertas del
Cielo?
-¡Qué va, Bartolo!
Delante del mismísimo San Pedro me devolvió a esta cola la Conferencia
Episcopal. Y eso que el gobierno acaba de declararme “Santo Antibloqueo”. Pero
gobierno ni quita obispos ni pone santos.
-¿Y qué importa, Cheo? ¿Acaso cada momento en
esta cola sabiendo que quedan indios por salvar o enfermos por curar no es el infierno?
-¿En
qué fallamos, Bartolo? ¿Por qué no tocamos la tecla adecuada? ¿Entre nuestros defectos, cuál es el que no
nos perdonan?
-El
de creer que el hombre no ha sido hecho para la institución, sino la
institución para el hombre.
-Pero
eso es lo que llaman amor, Bartolo.
-Lo único que tuvimos, y lo único
que la eternidad no ha podido quitarnos.
-Entonces estamos donde debemos estar. Esta cola interminable no es el infierno ni el purgatorio ni el limbo.
Tampoco es la santidad. Es el cielo.
-El único posible.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO