LUIS BRITTO GARCÍA
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¿Medimos nuestro tesoro por segundos, por
días, por años? ¿Lo evaluamos por la regeneración de los tejidos, la respuesta
sexual, la velocidad de los reflejos? ¿Es la juventud un estado biológico,
sicológico, ideológico? ¿Será que somos nuevos mientras el mundo nos parece novedoso? Son preguntas que no
envejecen. Remozamos algunas respuestas, como las interrogantes, perennes.
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Anhelamos la eterna juventud sin
comprender que ser humano es una juventud eterna. Nuestra especie es neoténica,
vale decir, recicla los rasgos fetales de nuestros ancestros. Al igual que un
primate fetal, el ser humano tiene cabeza desproporcionadamente grande,
mandíbula débil, piel casi lampiña. Quizá debido a la pelvis estrecha de la
hembra humana, tiene que ser parido antes de completar su desarrollo. Quizá
porque somos dados a luz antes de completar nuestro desarrollo, conservamos
estos rasgos fetales hasta
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Pues lo que nos hace humanos es nuestra niñez
interminable. La mayoría de los mamíferos son capaces de sobrevivir solos y
reproducirse antes de la décima parte de su vida. Sólo los humanos pasamos de
una cuarta a una tercera parte de ella madurando. Este retraso nos define. Un
cachorro es curioso, aprende
fácilmente, dedica casi todo su tiempo a
la experimentación del juego. La
creatividad, la cultura, la civilización son
frutos que obtenemos de la curiosidad, de la experimentación, del
aprendizaje. El mundo del cachorro y el del ser humano es incesantemente nuevo.
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Un ser humano, una institución, una
civilización experimentan durante su juventud maravillosas ráfagas creativas.
Newton descubre la ley de la gravitación universal cuando una epidemia de peste
le impide asistir a
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¿Pero qué edad promedio tiene el ser humano?
Maravilloso estadístico sería el que totalizara tantos datos. Van algunos,
sueltos, espigados entre 2018 y 2020. La edad promedio global de los humanos es
de 30,4: la humanidad apenas ha
traspuesto el umbral de la juventud. La mayor edad promedio del mundo
corresponde a los habitantes de Japón, con 48,6 años. Lo siguen de cerca los
metódicos alemanes con 47,8, los emotivos italianos con 46,3, los festivos
españoles con 43,9 los pacíficos belgas con 41,6. Son países de viejos, que han
reducido su natalidad, y deben importar del Tercer Mundo su relevo generacional
y los contribuyentes que pagarán sus pensiones de vejez. No representan peso
decisivo en la población global. Les siguen los colosos del mundo ex bipolar:
Rusia con 40,3 años y Estados Unidos con 38,5. Quizá el grupo de edad
predominante esté mejor representado por las pobladísimas Corea del Norte, con
34,6, y China, con 38,4, en la frontera del Tercer Mundo y de la Madurez.
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Desde entonces irrumpe la mocedad de
gigantes demográficos como Brasil, con 33,2 años de promedio; México con 29,3 y la India, ambos con 28,7.
Con esas multitudes de jovencitos nos damos la mano los colombianos con 31,2 y
los venezolanos con 30 años de edad promedio, en el florido límite de la
juventud. En vano presumen de países avejentados y hasta decadentes los
mozalbetes chilenos que promedian 35,5, los argentinos con 32,5. Los extremos
latinoamericanos son la media cubana de 42 años
y la nicaragüense de 27,3. Quizá
nos represente a los latinoamericanos un muchacho que aún recuerda sus
veinticinco abriles, volver a tenerlos: si cuando me acuerdo me pongo a llorar.
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Nunca confíes en nadie mayor de treinta años,
decía el adagio hippie de los sesenta. Los números anteriores parecerían
dividir el planeta en un hemisferio de ancianos ricos y otro de jóvenes
indigentes. Los primeros están por dejar este mundo, pero no quieren dejárselo
a nadie. El crecimiento demográfico va convirtiendo ineluctablemente en
mayorías sus minorías étnicas de afrodescendientes, hispanos y asiáticos. En
pocas décadas el mundo presentará otra cara, multicolor y rejuvenecida. Las
ideologías se parecen a las edades. Los jóvenes son como sus ideas: impulsivos,
optimistas, solidarios, desinteresados, generosos, alegres, revolucionarios.
Los viejos son como sus achaques: calculadores, pesimistas, egoístas, avaros,
depresivos, contrarrevolucionarios.
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Para muestra baste un botón. Entre 1945 y 1955
hubo en Estados Unidos una pequeña explosión demográfica. Por primera vez su
población fue mayoritariamente joven. Resultados: en lo político, protesta
militante, florecimiento de contraculturas pacifistas, socialistas y utópicas.
En lo económico: desprecio por el consumismo, regreso a la naturaleza, defensa
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Los anticonceptivos hicieron disminuir la
proporción de jóvenes. Los hippies envejecieron, sustituyeron el amor por el
interés, ideas por conveniencias,
pacifismo por armamentismo, socialismo por neoliberalismo, rebelión por
conformismo, creación por usura, individualidad por estilo de consumo, genio
por propiedad intelectual. La decrepitud mental sustituye Utopía por mercado,
remuneración justa por salario debajo de
la subsistencia, nacionalismo por idolatría hacia inversiones extranjeras que
no pagan impuestos, Paraíso de los Trabajadores por Paraíso Fiscal. Vinieron
los funerales de la Historia, de la Revolución, de la Modernidad, de
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¿Cómo resiste la juventud venezolana el terrible estado de sitio al cual nos somete el Imperio? El bloqueo debe haber empujado significativas cantidades de jóvenes bajo el nivel de pobreza, promovido deserción escolar y emigración. En vano cursamos el portal del Instituto Nacional de Estadísticas buscando respuestas. El cerco dificulta la recolección de cifras; la dureza de algunas quizá desaconseja su divulgación. Preferible es divulgarlas: el secreto abre paso a la interesada especulación y exageración del enemigo. La verdad siempre es joven, y el futuro le pertenece.
TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO