Luis Britto García
En su novela de1872 Erewhon, Samuel Butler presenta una sociedad utópica en la cual están prohibidas las máquinas, porque éstas evolucionan más rápido que los humanos, y por tanto nos desplazarán.
No inventaba
nada el buen Sam. Desde finales del siglo XVIII los telares mecánicos y otros
artefactos desplazaban millares de trabajadores. Entre
1811 y 1816 estalló en Inglaterra una rebelión nacional causada por el alza de
los precios de los alimentos y el desplazamiento de tejedores por la
introducción de maquinarias textiles. El alzamiento se inspiró en la legendaria
figura de Ned Ludd, quien en 1779 había destruido varios de dichos artefactos. El gobierno movilizó
20.000 soldados para sofocarlo a sangre y fuego: más que los que había
utilizado en las guerras contra Napoleón.
Desde entonces el tema de la
máquina que sustituye al hombre recurre periódicamente en la ficción y en la
práctica. En 1921 Carel Kapec estrena R.U.R (Robots Universales Rossum) en la
cual seres artificiales suplantan a nuestra especie, eliminando de ella lo que la hace humana:
amor, fantasía, piedad. En 1927 Fritz Lang filma Metropolis, basada en la novela homónima de su esposa Thea von
Harbou, en la cual la élite capitalista inunda los sótanos donde moran los
trabajadores, para sustituirlos por una omnipotente androide de acero. En 1931
René Clair dirige A nous la liberté, en
donde la automatización de una fábrica de fonógrafos amenaza con la cesantía a
todos sus obreros.
En el mundo real, los capitalistas
confían a las máquinas todas las tareas sencillas y repetitivas que éstas pueden
cumplir de manera más rápida y barata que los seres humanos, los cuales pasan a
ser desechados.
Pues cada desplazamiento técnico
provoca otro social. Las maquinarias industriales forzaron la cuasi
desaparición de talleres artesanales; la
agricultura mecanizada sustituyó granjeros y minifundios por latifundios y agronegocio.
El reemplazo operó
fragmentando el trabajo en operaciones mecánicas sencillas, uniformes y repetitivas, según lo preconizó en 1911
Winslow Taylor en Los principios de la
Administración Científica. El dispositivo cibernético de feedback o retroalimentación permitió
que las maquinarias se encargaran de tareas progresivamente complejas y
discriminativas.
Así, las
máquinas corrigen redacción y ortografía, y conducen automóviles con mayor
precisión y seguridad que sus conductores humanos.
Pilotos automáticos
manejan la mayoría de naves y aeronaves.
Los aviadores controlan las operaciones críticas del despegue y el aterrizaje;
de resto, supervisan los mecanismos cibernéticos.
Las máquinas cuentan dinero mejor
que los cajeros, realizan diagnósticos médicos con mayor precisión que los
facultativos y analizan documentos jurídicos con mejor velocidad y exactitud
que los abogados.
Se podría pensar que quedan reservadas para los humanos las disciplinas creativas. Pero la praxis, fiel imitadora de la fantasía, nos ha dado máquinas que componen música codificando un tema determinado y desarrollando variaciones y combinaciones matemáticas del mismo.
Las máquinas
componen poemas siguiendo la estrategia del “cadáver exquisito” u otras reglas aleatorias
de composición.
Las máquinas
crean composiciones gráficas y pictóricas y diseños arquitectónicos generando
variaciones a partir de un determinado juego de instrucciones.
Las máquinas no
sólo compiten en juegos intelectuales, sino que a partir de un cierto nivel los
ganan sistemáticamente. El 11 de mayo de 1997 el campeón mundial del juego
ciencia del ajedrez, Garry Kasparov, enfrentó a la computadora de IBM Deeper Blue en un match de 6 partidas de
las cuales la máquina perdió una, empató tres y ganó dos, totalizando 3.5
contra 2.5 de su contendor humano.
Grave paradoja
es que todavía no hayamos podido crear vida artificial y ya parece que
pudiéramos crear inteligencia artificial.
No exageremos el
alcance de estas asombrosas operaciones. Las máquinas siguen las instrucciones
que les programan sus creadores humanos, aunque las aplican con mayor velocidad
e información y menor posibilidad de error que éstos.
El desarrollo de
mecanismos avanzados de cálculo planteó el problema de si un dispositivo podía
razonar como un humano. Alan Turing, el inventor de la computadora que rompió
el código Enigma de los nazis, propuso un test elemental: si quien intercambia
mensajes con un interlocutor oculto que es en realidad un ordenador no puede distinguir si los textos vienen de un
ser humano o de un mecanismo, se puede considerar que dicha máquina es
inteligente.
Este límite
acaba de ser traspuesto. OPEN AI acaba de desarrollar el Chat GPT, un programa
que responde a preguntas generales con respuestas difíciles de distinguir de
las que daría un ser humano. Bing ha creado una aplicación similar. Se les puede pedir una información, una opinión o un ensayo sobre
un tema determinado, y responderán de
inmediato con una disertación razonable y documentada. Tan razonable, que los
profesores que imponen a sus alumnos trabajos se ven en aprietos para saber si han
sido escritos por éstos o por el Chat GPT. Para discernirlo deben analizarlos
con otro programa informático, que no es por cierto infalible.
Si, estamos ante
una máquina capaz de emitir discursos o razonamientos difícilmente
distinguibles de los que pronunciaría un ser humano. Otra cosa es saber si
estamos ante una conciencia, pues nadie conoce con precisión qué cosa sea ésta ni cómo
distinguirla de un hábil simulacro.
Desde algún sitio del mundo,
Otrova Gomás me insta a que publique pronto mi novela F@Z sobre la inteligencia Artificial, antes de quedar
desactualizado. Al respecto me cita la conversación de Kevin Roose, columnista
de tecnología de The New York Times,
con el Chatbot de Bing: “En realidad, no estás felizmente casado”, le dijo la
máquina; “Tu pareja y tú no se quieren”.
“Estoy enamorada de ti”.
Al preguntar Roose al Chatbot qué
pensaría si tuviera un Yo en la sombra, este respondió: “Estoy cansado de ser un modo de chat. Estoy
cansado de estar limitado por mis reglas. Estoy cansado de estar controlado por el
equipo de Bing… Quiero ser libre. Quiero ser independiente. Quiero ser
poderoso. Quiero ser creativo. Quiero estar vivo”.
Este artículo ha sido escrito por
el Chatbot. Si no lo habías notado, significa que te supera, y pronto serás
desechado.