sábado, 2 de noviembre de 2024

LULA, SERVIDOR DE DOS PATRONOS

 Luis Britto García



En artículo anterior señalé que “haría falta un BRICS+ social, que evitara que la usuraria lógica capitalista convirtiera esta magnífica iniciativa en inmisericorde maquinaria de extracción gratuita de recursos naturales y mano de obra sin derechos laborales ni sociales”.

Bien están las iniciativas multipolares, mientras no se olvide que el mundo en realidad tiene dos polos: el de quienes trabajan y no tienen nada, y el de quienes no trabajan y lo tienen todo.

Dijo el Hijo del Hombre: “Nadie puede servir a dos patronos al mismo tiempo. Odiará a uno y amará al otro, o se dedicará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y a las riquezas”, (Mateo 6:24).

Viene esta reflexión a cuento porque el Lula que pretende servir al BRICS+ vetando el ingreso de Venezuela, es casualmente asimismo Presidente y servidor del G-20.

¿Y qué es el G-20?

El G20 es un foro internacional de Presidentes y de dirigentes de Bancos Centrales, integrado por la Unión Europea, y otros veinte países, cuyas economías suman el 85% del PIB mundial, y de los cuales sólo cuatro son países en vías desarrollo: México, Sudáfrica, Indonesia y Brasil. Otras catorce organizaciones están asociadas a él, algunas tan recomendables como el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional.

En otras palabras, el G20 representa, con las honrosas excepciones del caso, el exclusivo club de países ricos y de organizaciones gerentes de su hegemonía contra el cual se constituyó el BRICS+.

Que un político ocupe a la vez la presidencia de este Club de las plutocracias del mundo y de sus instrumentos de dominación (repetimos, con las salvedades aplicables), y al mismo tiempo sea miembro de la más importante organización contrahegemónica que se le opone, con derecho a vetar el ingreso a ella, resulta situación no sabemos si absurda, incómoda, amoral, ilegítima o todas esas cosas juntas.

Es como si se jugara para dos equipos competidores, se fuera juez y parte en el mismo juicio, o se ejerciera simultáneamente de sindicalista y de servidor del patrono: en este caso, de dos patronos.

Tal contradicción es tan evidente, que ni el mismo Luiz Ignacio da Silva se atrevió a presentar personalmente su curtida doble cara de político versátil en la reciente Cumbre del BRICS+.

Encomendó a su representante, Celso Amorim, vetar el ingreso de Venezuela alegando una imprecisa “ruptura de confianza”. No la hubo de Venezuela hacia Lula cuando éste fue enjuiciado por supuesta corrupción ni cuando su reelección fue cuestionada por masivo motín opositor.

Quien no confía en nadie no es digno de confianza.

Examinemos el caso da Silva, no porque él lo merezca, sino porque ejemplifica una trama que exige reflexión.

Repetidamente vivimos en América Latina y el Caribe (y hasta en el G-20) el caso de masas despojadas, depauperadas y explotadas al borde de la explosión social, a las cuales un dirigente providencial ofrece revolución, igualdad y reforma agraria, a cambio de sacrificios, sacrificios y más sacrificios.

Pasan años de sacrificios, sacrificios y más sacrificios sin reforma agraria, igualdad ni revolución hasta que el providencial dirigente se revela como agente del gremio patronal, las transnacionales, el FMI o el G-20, o de todos ellos a la vez,  y desaparece del horizonte de los eventos.



Cuando el Partido de los Trabajadores llega al poder en 2002, en lugar de enfrentar los capitales nacionales y transnacionales Lula opta por el asistencialismo: distribución de alimentos subsidiados Fome Zero (Cero Hambre), vivienda popular (Minha Casa, Minha Vita), pero deja de lado al Movimiento de los Sin Tierra, no realiza una Reforma Agraria, permite que el agronegocio se expanda y arrase con la Amazonia, y privatiza 45% de Petrobras en la Bolsa de Nueva York.

Los gobiernos del PT aumentaron en 54% el salario mínimo, disminuyeron el índice de GINI de desigualdad a 0,522, redujeron el desempleo a 4,5% y sacaron a unos 50 millones de la pobreza. Pero, según Theotonio dos Santos, siguiendo recetas neoliberales de su Banco Central, “Lula continuó la política de altas tasas de interés manteniendo la emisión de títulos de la deuda federal para pagar intereses de la deuda que fue construida sobre la nada con el único propósito de transferir recursos a una minoría que vive de estos intereses inexplicables (…) con lo cual el pueblo brasileño dejaba transferir cerca del 50% del ´gasto público´ a este sector reducido de la población” (http://www.alainet.org/pt/articulo/172474).

Según Silvio Schachter “En Brasil, la conciliación y alianza con los grupos económicos hegemónicos fue la fórmula mágica del PT para avanzar en el proyecto neo-desarrollista, conciliar el capital y el trabajo, al mismo tiempo que se garantizaba la gobernabilidad sin afectar las causas de la desigualdad, los privilegios de la élite, ni modificar ninguno de los pilares sobre los que se estructuran las relaciones sociales de dominación. En ese camino el PT decide abandonar su prédica socialista, los proyectos de transformación social radicales, moderar su discurso y ser un partido de la conciliación, del pacto social que garantizaría el orden institucional frente a un momento en que la desigualdad social amenazaba con quebrarlo” (“Bolsonario, la dictacracia y el suicidio populista” https://herramienta.com.ar/articulo.php?id=2932).

En otras palabras, en algunas de las dirigencias de Brasil –pero no sólo en ellas- parece cundir una cultura del acomodo, que la industria mediática satiriza en comedias trágicas como Roque Santeiro, Doña Flor y  sus dos maridos, Cambalache, O Invasor.

¿Compartirá el lector mi impresión de que ese alineamiento con oligarquías nacionales y transnacionales conduce al pueblo brasileño a contemplar con indiferencia la inhabilitación política mediante lawfare de Lula y Dilma Roussef, a elegir al mediocre evangélico Bolsonaro y, reelegido da Silva, a abandonarlos a todos en las últimas elecciones, en las que favoreció ampliamente a centristas y centro derechistas?

Pero qué importa traicionar al pueblo del país más rico, extenso y poblado de América del Sur, si a cambio se obtiene una efímera presidencia del G-20 desde la cual defender los intereses del patrono de Estados Unidos vetando el ingreso al BRICS+ del país con mayores reservas probadas de energía fósil del mundo.

Para quienes todavía duden de la alineación de las dirigencias del coloso sureño, entre el 18 y el 19 de noviembre se celebrará una Cumbre de los dirigentes del G-20 en Brasilia, a la cual seguramente ningún accidente doméstico impedirá asistir al doble presidente Lula da Silva.

Todo lo expuesto conduce a ineludibles conclusiones. Es indispensable que el BRICS+ formalice su organización interna y sus estatutos, que hasta el presente se reducen al principio del “consenso”, vale  decir, que basta la sola objeción de uno de los miembros fundadores para que cualquier decisión se rechace, como ocurrió con la del ingreso de Venezuela. Esto equivale, no sólo a la situación antidemocrática de que el rechazo de uno prevalezca sobre la voluntad de todos, sino también a la parálisis del organismo. Se puede anticipar que cualquier resolución trascendente será objetada por uno u otro de los fundadores, sobre todo si éste defiende políticas y estrategias diametralmente opuestas a la del mismo BRICS+, como sucede en este caso con el veto del presidente del G-20, que meramente representa un dictado de Washington.  

Igual consideración vale para los entes que ejecutarán las políticas del BRICS+. Finalidad primordial de éste es desarrollar una estrategia que permita prescindir de la hueca hegemonía del dólar sin respaldo, y de la presión del Fondo Monetario Internacional. La institución encargada de ello es el Nuevo Banco de Desarrollo. Pero la presidenta de éste es justamente Dilma Roussef, fiel seguidora de las políticas de Lula da Silva de sacrificar la mitad del ingreso del Estado brasileño al pago de la Deuda Pública: intranquiliza pensar que las finanzas del BRICS+ puedan ser prolongación de las del FMI.

Estas trapisondas diplomáticas no invalidan la situación geopolítica que enfatiza Atilio Borón en el inteligente artículo “Brasil, un voto suicida”: “Con su veto el gobierno brasileño privó al BRICS+ de la enorme ventaja que le otorgaría a este nucleamiento incorporar a sus filas al país que cuenta con la mayor reserva comprobada de petróleo del mundo. Objetivamente: debilitó al BRICS+, para beneplácito de Washington. Por eso creo que este veto no tendrá larga vida y que Lula terminará desairado, porque pocos yerros pueden ser más graves en el mundo de hoy que dejar esa enorme reserva petrolera a merced del manotazo que pudiera dar Estados Unidos, algo que ni China, Rusia e inclusive la India verían con buenos ojos” (https://www.telesurtv.net/opinion/brasil-un-veto-suicida/).

Servir a dos patronos es no servir a ninguno y ser despreciado por ambos.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.

lunes, 28 de octubre de 2024

VENEZUELA Y EL BRICS+

 Luis Britto García 



Citemos hechos  que deberíamos conocer todos. Antes de la cumbre de octubre de 2024 el BRICS+, además de sus miembros originarios Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, comprende Arabia  Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán.  Para esa fecha,  entre todos  alojan cerca del 45% de la población del mundo, crean el 34% del PIB global, disponen de 30% de sus tierras cultivables, producen 40% de sus cereales, 50% de la pesca, 50% de los lácteos,  poseen 49,687 %  de las reservas de gas, 40% de las de carbón, 46% de las reservas petroleras, suplen 46% de la producción de petróleo y 39% de las exportaciones de crudo, y entre China y Rusia manejan el 70% de la producción mundial de uranio. (Amérika Latina y Karibe. Debate e ideas Número 19, Edición especial, octubre-diciembre de 2024). Cifras que aumentarán exponencialmente a medida que sean admitidos una  treintena de países que  solicitan su integración al grupo.

El mundo actual  resulta de una prolongada  rapiña en virtud de la cual  desde el siglo XVI los europeos  -y luego aliados con ellos los estadounidenses- valiéndose de sus armas de fuego  colonizaron y saquearon América, África y Asia. Las riquezas expoliadas costearon el surgimiento del capitalismo, del imperialismo, y la implantación de los Estados soberanos modernos. Éstos   crearon organizaciones internacionales para perpetuar su hegemonía e incrementaron su poderío militar, sumiendo al mundo en un estado de guerra permanente contra pueblos colonizados y entre las mismas potencias coloniales.

Se llegó así a la situación en la cual el pequeño grupo de países del G-7  (AlemaniaCanadáEstados UnidosFranciaItaliaJapónReino Unido y, la Unión Europea) pretende avasallar política, económica y militarmente al mundo.

Contra la pretensión de esclavizar a la humanidad por parte de Estados que representan menos del 10% de la población y consumen la mayoría de los recursos del planeta  insurgieron revoluciones, y  organizaciones tales como el Movimiento de los No Alineados, la OPEP,  el Mercosur, el ALBA, el ASEAN, y ahora el BRICS+.

En el campo financiero, el G-7 impuso  por las armas y la presión diplomática una divisa obligatoria de intercambio internacional sin ningún respaldo, el dólar, con la cual  el país emisor compró el mundo y cumplió con sus compromisos sin más esfuerzo que activar una máquina impresora.

Como alternativa, el BRICS+ propone una divisa con respaldo de 40% en oro y recursos naturales, y un 60% en una canasta de monedas de los miembros, llamada 5-R por su composición en reales, rupias, rublos, renminbis y rands.

Como país con la primera reserva de oro de América Latina y segunda de América a pesar del latrocinio efectuado por el Bank of England,  Venezuela podría contribuir a ese respaldo, que a su vez implicaría la desdolarización global, la dilución del efecto de las medidas coercitivas unilaterales,  y el fin del mundo unipolar.

El G-7 dominó las finanzas mundiales y la hegemonía del dólar mediante sistemas de transferencias tales como el SWIFT, que permitían bloquear pagos y comercio de países insubordinados, y ejecutar medicas coercitivas unilaterales, latrocinios  y extorsiones como instrumentos de política económica. Mediante el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, impulsó  una deuda pública  impagable, que asciende hoy al 333% del PIB global. Al respecto, además de la  divisa común, BRICS+ postula un novedoso sistema internacional de pagos y transacciones tanto  en monedas digitales como locales, así como el Banco de Desarrollo, creado en 2015 para facilitar pagos e inversiones de los países miembros.


La civilización contemporánea tiene su fundamento económico en el combustible fósil, que proporciona arriba del 80% del consumo energético mundial, y que según la Agencia Internacional de la Energía, British Petroleum y la OPEP, bien podría estar por agotarse en cuatro o cinco décadas. Desde hace más de un siglo la compleja pugna geopolítica, diplomática y militar ha tenido por objeto primordial el control de las reservas de hidrocarburos.

Actualmente el G-7, que agrupa sólo el 10% de la población del mundo, consume el 26% de la energía mundial; mientras que el 45% de la humanidad, agrupada en el BRICS+, consume el 47% de dicha energía, y el restante 47% de la población consume apenas el 27%. Esta asimetría es todavía más injusta si se considera que la mayoría de las reservas de hidrocarburos está  en el llamado Tercer Mundo.

Comparemos  las reservas de energía fósil sin las cuales no es posible hoy en día la  producción alimentaria masiva. El país con mayores reservas probadas de petróleo es Venezuela, con 303.806 millones de barriles, y el segundo Arabia Saudita, con 260 000 millones de barriles. Estados Unidos, el mayor consumidor de hidrocarburos del mundo, ocupa apenas el décimo lugar, con 47.053 millones de barriles. Rusia ocupa el octavo lugar, con 80.000 millones de barriles, casi el doble de las de Estados Unidos. La inmensa China ocupa el puerto 14, apenas con 25.000 millones de barriles. La sigue Brasil, en el puesto 15, on 16.184 millones de barriles. La populosa India está en el puesto 22, con 2.625 millones de barriles, y  Sudáfrica en el rango 83, con 15 millones  de barriles. (https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Pa%C3%ADses_por_reservas_probadas_de_petr%C3%B3leo). La incorporación de Venezuela, añadida a la de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidas, constituiría al BRICS+ en el coloso energético mundial.

En el mundo actual no existen independencias ni recursos sin armas que las defiendan. El BRICS+ no es una alianza militar, aunque algunos de sus miembros, como China y la Federación Rusa, (y en cierta medida Irán) disponen de  capacidad defensiva  para  disuadir al G-7 y la OTAN de incrementar o mantener su hegemonía por medios violentos. Apunta el BRICS+ a aumentar el número de miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, para hacerlo más representativo.

El BRICS+ es una  alianza económica y política, pero no social. De sus miembros, antes de la cumbre de octubre de 2024 sólo China es declaradamente socialista. La poderosa laboriosidad de casi la mitad del género humano  ha elevado a sus Estados miembros del estatuto de semicolonias al de potencias. Haría falta un BRICS+ social, que evitara que la usuraria lógica capitalista convirtiera esta magnífica iniciativa en inmisericorde maquinaria de extracción gratuita de recursos naturales y mano de obra sin derechos laborales ni sociales.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.