Luis Britto García
Hierve Jerusalén con garitos donde los sayones juegan con dados cargados harapos de los crucificados.
Por bazares de lujo enfebrecidos de lámparas
baila Salomé la danza de los siete velos que es precio de la cabeza del
Bautista.
Nubes de
incienso y mirra perfuman el jolgorio de los fariseos que en el sanedrín
celebran haberlo entregado todo al Imperio.
Ebrio con el
vinagre de la esponja que humedeció los labios del Hijo del Hombre, por los
vericuetos de la Vía Dolorosa regresa Judas dando tumbos y vociferando el Nuevo
Evangelio:
-Se os ha dicho:
dad de beber al sediento. Mas yo os digo: privatizad ríos, lagos y lagunas para
negar la gota de agua a la sed.
-Se os ha dicho:
dad de comer al hambriento. Mas yo os digo: quitad el pan de la boca del pobre
para darlo al mercader extranjero.
-Se os ha dicho:
antes pasará un camello por el ojo de
una aguja que un rico por las puertas del cielo. Mas yo os digo: ser rico es el
cielo.
-Se os ha dicho:
El Templo es casa de oración, pero lo habéis vuelto feria de mercaderes. Mas yo
os digo: el Mercado es el único Templo,
y en él se subasta al género humano.
-Se os ha dicho:
Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Mas yo os digo:
dad al Imperio lo que es del Imperio y lo que no es del Imperio también.
-Se os ha dicho:
no vendas tu tierra por un plato de lentejas. Mas yo os digo: regálala por un plato sin lentejas.
-Se os ha dicho:
esta es tu Tierra Prometida. Mas yo os digo: las naciones no existen.
-Se os dijo: no
invocarás el nombre de Dios en vano. Pero Dios sólo vale para ejecutar en su
nombre lo contrario de sus Mandamientos.
Presenta Judas
en un cubil de usureros el vale por las treinta monedas y le informan que está
girado contra un banco quebrado.
Despierta al fin
en un charco de vómito al lado de una soga podrida.
Tiembla la
tierra. Se rasga el velo del templo.
En los tugurios
de colinas lejanas sigue el llanto
unánime de los desterrados, Hijos de Eva.
A las puertas del
sepulcro esperan los sayones que el Hijo
del Hombre resucite para crucificarlo de nuevo.
El sol niega su
luz a aquella tierra donde todo se ha consumado.
NO LUGAR
Marc Auge y Bauman proponen el concepto de No Lugar, esos sitios como salas de espera, colas, estaciones de Metro o de servicio, consultorios o campos de exterminio, donde nada nos pertenece y no tenemos más actividad que ignorarnos unos a otros y sobre todo a nosotros mismos mientras esperamos.
Complementamos
la idea con el concepto de No Persona,
el habitante del No Lugar, especie de Hollow
Man a la T.S. Eliot o de Nowhere Man a la John Lennon, sentado en
su Tierra de Nadie, pensando sus No Ideas, para Ninguno.
Como No Seres transeúntes en tales No Lugares, vivimos
asimismo un No Tiempo que no dedicamos a nosotros mismos ni a los desconocidos
que nos rodean, pendientes del próximo cupo o
vagón o lote de exterminados.
A lo mejor en
los No Lugares se espera el No Objetivo, la llegada al trabajo alienado, al
trámite burocrático, al Desencuentro con quien nos encontremos o la Muerte
misma, prolongación todos del mismo Vacío.
Pronto la
estandarización y uniformización del mundo terminará por convertirlo
enteramente en No Lugar y por consiguiente a todos en No Personas, habitantes
de Ninguna Parte, prisioneros del No Tiempo esperando el No Objetivo consolados
por conocer en periódicos o pantallas No Noticias que no nos importan o contarles
nuestra No Historia a No Prójimos quizá ficticios en celulares y redes
sociales.
Este No Escrito
no debió ser redactado.
CALVARIOS
El mundo Patas arriba, del recordado Eduardo Galeano, es libro que admite infinitas postdatas. Sólo a raíz del escándalo Petróleos de Venezuela-Criptomonedas, nos enteramos de que hace cinco años la corruptela fue denunciada por dos ciudadanos, Aryenis Torrealba y
Alfredo Chirinos. Los Iscariotes de turno, en uso de su congénita incapacidad
de argumentar, los cubrieron de insultos. Las autoridades fueron más allá: los
enjaularon cinco años por el delito de ser honrados. Ahora resulta que los
delincuentes son quienes los encarcelaron. Tengo entendido que nuestras más
novedosas leyes penales admiten la indemnización para los injustamente privados
de libertad. Nadie puede reponer un quinquenio de vida honrada perdido, pero
esa reparación debería proceder de una vez, de oficio, sin que las partes pasen
por humillantes trámites para obtenerla. También de oficio
debe iniciarse el proceso contra quienes perpetraron la injusticia, y el
homenaje nacional a las víctimas que pagaron la desvergüenza de tantos. Entre
ellas, contemos todas las privadas de alimentos, medicinas y medios de vida por
los dineros impunemente robados durante cinco años.
JUSTOS POR PECADORES
Comienza el gran desfile de los Justos que
pagan por los Pecadores. En primer lugar
los desterrados, hijos de Eva, que hace tanto penamos por una manzana que mordió
nuestro Padre Adán con la excusa de la
Ciencia del Bien y del Mal. Allá van todos los muertos en la Guerra de Troya,
sus huérfanos y viudas, que jamás escaparon con Helena ni probaron la Manzana
de la Discordia. Siguen los heridos que no fueron curados en las Guerras
Médicas. Arden las piras funerarias de los Héroes, alimentadas con los cuerpos
de sus soldados desconocidos. Marchan el centenar de millones de descendientes
de Cam, esclavizados y discriminados porque su progenitor se burló de su borracho padre
Noé. Nunca llegaron a valetudinarios los sacrificados en la Guerra de los Cien
Años, ni se sabe qué Dioses volvieron la espalda durante las Guerras de
Religión emprendidas en sus nombres. Interminables son las filas de nuestros
abuelos indígenas, exterminados por el pecado de ser felices. Cabalgan los
antepasados centauros que nos libertaron de una servidumbre para que recayéramos
en otra. Ya es casi imposible saber quién es quien; por allá tiritan congelados
los cien mil concriptos de la Grande
Armée que Napoleón envió a conquistar la Santa Madre Rusia; allá marchan
olvidados los veintisiete millones que murieron por salvarla y salvarnos de
algo peor que la muerte. Con el viento nos llueven muchedumbres reducidas a
lágrimas o polvo radiactivo. Los únicos vivos son los Parias de la Tierra,
porque su sufrimiento es eterno e inextinguible.