Luis Britto García
Robinson
Todo programa arranca como articulación
de ideas. En Venezuela, y quizá en América, el gran sembrador de ellas es Simón
Rodríguez. Es de pies a cabeza orijinal,
al extremo de que adopta una nueva y práctica ortografía, en la cual las palabras
se escriben tal y como se pronuncian. Sus vastos planes educativos chocan con
los prejuicios de la época, a tal punto que desde muy joven debe emprender un
dilatado exilio. ¿Qué postula este primer Simón? Educación para todas las
clases sociales, y no sólo para los privilegiados. Educación de la curiosidad,
del espíritu investigativo, más que de la memoria repetitiva. Educación
centrada en los oficios, en las habilidades prácticas de transformar de manera
útil la naturaleza, y no en aprendizaje de categorías caducas. “Antes que el
Nebrija, que trae el hambre, los oficios, que traen el pan”, predicará,
fundando escuelas de oficios y practicándolos él mismo. Pero no se agota
Robinson en las utopías educativas. Como el de todos los ilustrados, su plan cultural
es a la vez proyecto político. Como
escribe Chávez en El árbol de las tres
raíces: “En la médula del pensamiento de don Simón Rodríguez se encuentra la
simiente de un proyecto de
sociedad basado en la educación popular y en la creatividad. Simón
Rodríguez concibe la idea concreta de
Bolívar
Bolívar, segunda raíz del árbol fecundo, es según
confesión propia fruto de las ideas de Simón Rodríguez. Mucho enfatizan los
historiadores su epopeya militar; poco
detallan su obra económica y social. Desde 1814, dos años antes de su viaje a
Haití, decreta la liberación de los
esclavos que se unan a la causa independentista. Libera a los indígenas de cargas y contribuciones
en trabajos forzados, dispone para éstos
el respeto de sus resguardos y un justiciero reparto de tierras. Realiza la más inmensa expropiación de bienes
de la Historia de Venezuela, al transferir a la República todas las propiedades
de los realistas, e intenta con ellas la más completa Reforma Agraria, al
disponer que las tierras sean distribuidas entre los soldados de la
Independencia de acuerdo con sus méritos. Reserva para la República la
propiedad de todos los minerales del subsuelo, principio genérico que todavía
rige, aunque amenazado por las fuerzas de la Antipatria. Consolida las victorias militares, primero
con una unión política de Quito, Nueva Granada y Venezuela que nosotros
llamamos Gran Colombia, luego con la alianza
internacional del Congreso Anfictiónico de Panamá para pactar la defensa
mutua y la colaboración y reciprocidad entre nuestras repúblicas
independizadas. Trabaja denodadamente
por el lanzamiento e imposición de una moneda
nacional, que por la imagen que representa será llamada “La India”, y
adelanta planes para el pago de la Deuda Pública mediante cultivos selectos de
tabaco, que José Antonio Páez frustra apoderándose de la primera cosecha para
rematarla a precio vil. Chávez rescata con especial cuidado la idea de Bolívar formulada
en el Discurso de Angostura, de añadir a los cuatro poderes clásicos un Poder
Moral.
Zamora
Zamora, tercera raíz del árbol
revolucionario, encarna la necesidad de culminar las tareas que la emancipación
dejó pendientes. Por ello insta en 1846 “por fin a conseguir las grandes
conquistas que fueron el lema de la independencia”. Tras la muerte del Libertador, una nueva
oligarquía asumió el poder, dividió la Gran Colombia, postergó la liberación de
esclavos e indígenas, acaparó las
tierras y el poder político mediante el sufragio censitario, reservado sólo a
los pudientes. Con la consigna “Tierra y Hombres Libres”, Zamora dirige en dos
campañas consecutivas la sublevación popular contra la nueva oligarquía. Pero
avanza todavía más aplicando medidas socialistas en los territorios que domina:
“1. Cinco leguas de tierra
a la redonda y por los cuatro puntos cardinales para uso común de cada pueblo,
villa o caserío.2. Eliminación del sistema de cobro de arriendo por el uso de
la tierra para fines agrícolas o pecuarios.3. Fijar los jornales de los peones
de acuerdo con las labores.4. Que los amos de hatos empotreren diez vacas
paridas de modo permanente en las tierras del común para suministrar
diariamente, y de modo gratuito, una botella de leche a los hogares
pobres”. Como parlamentario, Zamora defiende denodadamente el proyecto de asignar
a cada esclavo liberado tierras, para
que tenga como mantenerse. Antes de la Guerra Federal, también Zamora organiza
los gremios laborales en Caracas, constituyéndose así en precursor de las
organizaciones sindicales y obreras.
Horror a la oligarquía
Este torbellino está inflamado por una
sola pasión, que Zamora expresa en el lema: “Horror a la oligarquía”. En
efecto, por un tiempo fue desalojada la vieja oligarquía realista, sólo para
dar paso a otra oligarquía republicana de próceres enriquecidos y usureros; y
ésta fue a su vez parcialmente desplazada para dar cabida todavía a una tercera
oligarquía, la liberal, que finalmente entró en alianza con la gomecista y la
petrolera. Esta amalgama funesta de oligarquías sucedidas por oligarquías en
mutua complicidad se proponía ya para los años ochenta la privatización de
empresas y servicios públicos, el
despojo de los derechos de los trabajadores y la incondicional entrega al
capital foráneo de las riquezas del país. Horror a la oligarquía, porque nunca
muere por completo y cada vez resucita bajo formas más atroces.
El Estado y la Carta Magna
Para superar esta tragedia de oligarquías sucedidas por oligarquías,
propone Chávez el “Estado Federal Zamorano”. Ello “sólo podrá lograrse a partir
de una Asamblea Nacional Constituyente de carácter plenipotenciario, la cual debe elaborar la Carta
Magna en la situación de provisionalidad, en el marco de una
profunda participación de la sociedad civil, a través de diversos mecanismos de
democracia directa”. Siguiendo la propuesta de Bolívar en “El discurso de
Angostura”, incorporará un Poder Moral, el cual “tendrá como misión fundamental asegurar el
correcto funcionamiento del estado de derecho, donde se impongan la ley
y la razón como principios fundamentales en la relación entre los individuos,
la sociedad y el Estado”. Este Poder comprenderá “a)
Participación
Pero no basta con reformar el Estado.
Hay que superar la “farsa representativa para avanzar hacia la conquista de
nuevos espacios participativos”. Participación significa que “el pueblo como depositario concreto de la
soberanía debe mantener su fuerza potencial lista para ser empleada en
cualquier momento y en cualquier segmento del tejido político, para reparar
daños a tiempo, para reforzar algún desajuste o para producir transformaciones
que permitan el avance del cuerpo social en la dirección estratégica
autoimpuesta”. La prodigiosa movilización espontánea del 13 de abril de
2002, que derroca una efímera dictadura del empresariado, es la evidencia del
poder participativo del pueblo.
Pues “el objetivo estratégico debe ser
la democracia popular bolivariana como sistema de gobierno. Y más aún, como
expresión de vida económica, social y cultural del modelo de sociedad original robinsoniano”.
La cual se impondrá como “un modo de vida solidario”.
Significativo es que un plan formulado
hace tres décadas haya logrado triunfos tan relevantes y postule desafíos
todavía tan pertinentes.
Homenajear a Chávez es seguir sus pasos.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO