Luis Britto García
1
A comienzos de 1988, el Comando de Campaña del candidato
de Acción Democrática, Carlos Andrés Pérez, se entrega a una delicada tarea:
disfrazar un Paquete del Fondo Monetario Internacional con lenguaje
revolucionario o seudo
revolucionario. Para el momento, lleva el partido 23 años ejerciendo el poder y
el país padeciendo tres décadas de bipartidismo. Los resultados no son sobresalientes. Según confiesan
quienes redactan el programa Acción de Gobierno para una Venezuela
Moderna, persiste un “insuficiente y
distorsionado aparato productivo no petrolero”, el cual “no tiene la capacidad
de abastecer convenientemente el mercado interno”, ni “tampoco genera una
estructura equitativa de empleo e ingresos”. Asimismo, “la prestación de los
servicios escolares y asistenciales, si bien llegan a todos los venezolanos,
carecen de calidad”. Pero no es cierto que sean atendidos todos los que los
necesitan. La “desnutrición infantil puede llegar a ser una amenaza para el
futuro de Venezuela”, existe un “deterioro de la clase media”, un “sensible
retroceso en sus condiciones de vida”, mientras que “los más débiles se
deslizan insensiblemente hacia la economía de subsistencia de la pobreza y los problemas
sociales se han agravado en los últimos tiempos”.
2
Esta situación tiene causas precisas. Cuando Carlos Andrés Pérez
asume su primera presidencia en 1974, a raíz de la Guerra del Golfo los precios
del petróleo suben y por tal causa se cuadruplica el ingreso público
venezolano. En lugar de ingresar esas sumas al Tesoro Público de acuerdo con la
Constitución y las leyes del momento, el Inquieto Muchacho de Rubio inventó
guardarlas en un “Fondo de Inversiones de Venezuela”, bajo su administración
discrecional y secreta. Advertí que ello se podría traducir en gastos
dispendiosos y no justificados. Oportunas dádivas y eficaces presiones lograron
que el Poder Legislativo lo consintiera. Con esos multimillonarios aportes se
ha podido resolver gran parte de los
problemas de Venezuela. En lugar de eso, desaparecieron en el pozo sin fondo de
la creación de una nueva burguesía parasitaria del Tesoro Público, “los Doce
Apóstoles”, tan rapaz que antes de una década, el Presidente Luis Herrera
Campins declaró en el llamado Viernes Negro de
1983 la quiebra del Tesoro Público y el fin de la paridad de 4,30 del
bolívar con el dólar. El Fondo de Inversiones, almacén secreto y discrecional
de la riqueza petrolera, quedó reducido a subastador de las empresas públicas
en un baratillo de precios miserables. Así se llegó a “la economía de
subsistencia de la pobreza y los problemas sociales” que en 1988 describe el
programa de Carlos Andrés Pérez.
3
Son deficiencias cuya solución requeriría acción conjunta
revolucionaria de pueblo y de gobierno. En lugar de ello, se espera que las solucionen
los capitalistas y la finanza internacional que en parte las causaron, y para ello se les
entregan plenos poderes. Es píldora intragable, que hay que dorar. Cada
vez que una medida tiene carácter desagradable, el Programa de Acción la disfraza con un eufemismo. Para anunciar el
alza de tasas de interés, dice que las “flexibilizará”. Eliminar subsidios y transferencias
de interés social es “sincerarlos”. La misma expresión se usa para incrementar
precios y tarifas. La supresión de medidas proteccionistas es “liberación”. La
eliminación de aranceles para importaciones es “racionalización”. Cobrar
impuesto de plusvalía a los usuarios por las obras que han sido realizadas con
el dinero que pagaron por impuestos es “compartir responsabilidades”.
4
Más lúgubre es el enmascaramiento de expresiones que ofrecen la rebatiña de empresas públicas y de la riqueza petrolera al
capital extranjero: “Apertura al mercado de capitales de empresas
estadales mediante mecanismos compatibles con la diversificación y el
fortalecimiento patrimonial”. “El desarrollo de la industria petrolera interna,
invitando incluso a la
participación de la inversión extranjera que garantice el acceso a los
mercados internacionales”. “La política de financiamiento externo la
orientaremos a obtener transferencias
netas positivas desde el exterior”, es decir, a contraer nuevas deudas.
Con razón el entonces presidente de la accióndemocratista Confederación de Trabajadores
de Venezuela, Juan José Delpino, se quejaba de que, al cabo de casi tres
décadas, “los empresarios tienen una voz que se oye más en Miraflores que la
nuestra”.
5
En Acción de Gobierno los ofrecimientos a las clases dominantes contradicen
las promesas a las clases dominadas. ¿Cómo frenar la desnutrición, si al mismo tiempo
se eliminan subsidios, se alzan precios
y suben intereses? ¿Cómo mejorar el nivel
de vida, si se incrementan precios y tarifas? Asimismo, los ofrecimientos al
capital internacional contradicen las promesas a la burguesía nacional. El pago
de la deuda requiere negar el subsidio en dólares preferenciales del cual vive el capital nacional; la eliminación de
aranceles supone dejarlo indefenso ante la competencia extranjera. El Estado
populista promete dádivas, cuando ya sólo reparte sacrificios.
6
Desde luego, el programa Acción
de Gobierno… tiene difusión mínima, y sus conclusiones no se mencionan en
la campaña electoral, dominada por un slogan personalista: “El Gocho para el
88”. Carlos Andrés Pérez se presenta como un candidato por encima de toda
controversia, negándose a discutir con el competidor socialcristiano el tema
del diferendo sobre el Golfo de Venezuela. Así, en la cuña en donde aparece con
el traje claro acciondemocratista: “No he querido perder tiempo en polémicas
inútiles ni en responder agresiones de mis adversarios. Me dediqué a plantear
lo que el país quiere, lo que el país busca en estos momentos en que nos
estamos jugando el futuro: el tema del costo de la vida, el problema de la
deuda pública, el de la inseguridad personal, del desempleo, de la pobreza
crítica: esos son los temas fundamentales sobre los cuales yo me he
comprometido con todos los venezolanos, y vamos a cumplir porque voy a contar
con ustedes”. (Letrero: Carlos Andrés Pérez, el Presidente). En otra
cuña, es bañado por un diluvio de papel dorado similar al de monedas de oro que
consagraba a los antiguos zares. Otra cuña mostraba las manos del líder accióndemocratista
saludando; y luego, primeros planos de manos de trabajadores que exprimían
leche de una ubre (sustituto criollo del cuerno de la abundancia), acompañada
del jingle: “Esas manos que ves son de Carlos Andrés”. La
sugerencia era obvia: por alguna alquimia milagrosa, el proceso de producción
de bienes parecía realizado enteramente por el candidato. Incluso el ordeñado
de la munífica y maternal ubre. El último trimestre del año, el jingle “Ya
Carlos Andrés ganó” apareció con imágenes que presentaban un conjunto de
gaitas, hombres y mujeres que agitaban pompones y banderolas blancas; tres
actores caracterizados como reyes magos, con coronas y vestiduras doradas; un
bosque de manos que alzaba banderolas blancas;
un prestidigitador que sacaba una paloma blanca de la nada; un primer plano de manos sellando las dos
tarjetas blancas. La asociación era evidente: Carlos Andrés equivalía a jolgorio
perenne, espectáculo, personajes mágicos que traen regalos, magos que sacan
cosas de la nada. Este maquillaje facilita que el Candidato sea elegido, y
proclamado en rumbosa ceremonia en el Teatro Teresa Carreño, que el pueblo
apoda zumbonamente como “la Coronación”.
7
Una cosa es maquillar Paquetes
Neoliberales con eufemismos y otra
aplicarlos. A la Coronación sigue la firma de una Carta de Intención con el
Fondo Monetario Internacional, y a ésta la desaparición de bienes de primera
necesidad en los comercios, que los acaparan para venderlos luego a precios
“liberados”. Al alza de la gasolina y de pasajes de transportes sigue la
sublevación popular del Caracazo del 27 de febrero de 1989, reprimida al costo
de miles de vidas, y a ésta la rebelión
militar del 4 de febrero de 2002.
8
Para las clases dominantes Carlos Andrés
Pérez ya no es el Mesías que maneja a las masas maquillando programas
neoliberales. El Fiscal Ramón Escobar
Salom acusa al Presidente por malversación de fondos; el Tribunal Supremo de
Justicia lo considera procedente: el Inquieto Muchacho de Rubio va a parar de
Miraflores al retén de Los Teques y es expulsado de su partido Acción
Democrática, el cual nunca vuelve a ganar una elección. “Hubiera preferido otra
muerte”, murmura cuando le anuncian su condena. Pero él mismo ha firmado su
sentencia, al esconder la riqueza de todos en Fondos secretos para dilapidarla
creando nuevas burguesías saqueadoras, al entregar la soberanía de Venezuela al
capital extranjero suscribiendo el
Paquete del Fondo Monetario Internacional. Paz a sus restos, y horror a su ejemplo.