sábado, 11 de enero de 2014

LA PESADILLA


De razonamiento en razonamiento, me precipito en esos países del sueño  donde las cadenas de ideas se hacen de más en más imperfectas y las vamos rechazando porque su ilogicidad nos choca, para encontrar que a cada idea ilógica desechada sigue otra aun más absurda y que sus progresivas imperfecciones se van acumulando en un edificio opresor que no tardará en encerrarnos. Estas ideas cuchichean en voz baja, contando cada una a su vecina su defecto primordial, con risitas de niños que se enorgullecen de su travesura. Comprendo que sólo puedo salir de esta región anulándola con un ensueño, y transijo, elijo entre partes de sueños anteriores, recaigo en el molde más obvio. Solo puedo tapar estas series parloteantes con los decorados fundamentales de las grandes obsesiones: Desolación, Indefensión, Merodeo. Me justifico, fijo las condiciones,  pago el precio.
    Era un niño, y corría por las calles de la noche, pobladas por faroles amarillentos, cada uno con un confuso halo de púas luminosas. A lo lejos, calles atrás o adelante, un sonido continuo,  un gran tambor o  un gran corazón, tomaba la batuta y dirigía la orquesta de la oscuridad, bombeaba las corrientes del pánico nocturno.

     Era un niño, y corría. El ruido, de tambor o pesadilla mecánica, saltaba de un sitio a otro de la ciudad, seguía calles paralelas, elegía vericuetos, de un momento a otro se me enfrentaría.

     Las ventanas iban abriendo sus postigos, en ellos aparecían gentes llenas de  curiosidad maligna, regocijada. El gran tambor, los  ruidos de masticación, de percusión, que perseguían al niño en la  noche abandonada. Los rostros en los postigos comenzaban a gritarme consejos que yo no oía o no entendía: finalmente los gritos se fundían  en una algarabía de pájaros levantando  vuelo. Comprendí que había algo incorrecto en esta última decoración. Me desplacé a otra calle, debidamente solitaria, con  postigos debidamente cerrados. El corazón me marcaba  latidos con  aceleración de máquina de coser. Me dolía el costado, con esa cuchillada que asalta a los niños después de correr ciudades enteras.

      El gran tambor. El pulso. La persecución. Las calles solitarias.

      En cierto momento, un hormigueo comenzó a subirme por los pies. El piso vibraba, y esa vibración que se transmitía era un contacto inmundo. Supe que la presencia tamborileante estaba a la vuelta de la esquina.

    Era un niño  en la noche, y corría.

    Elimino estos esquemas encontrándoles defectos graves, fallas en  verosimilitud y poder de convicción. Años de sufrir esta pesadilla me habían llevado a concluir que la abominable presencia que llenaba la noche de latidos debía tener su origen en un pandemonio de máquinas de demolición que escuché, muy niño, en el barrio El Pudridero. Explicado esto, no cabía asignarle el papel  que representaban en aquel sueño. Oscuramente, pacto y transijo. Elijo el nuevo decorado: un sitio específicamente adecuado —una casa vagamente familiar, para ingresar a la cual aceptaba sumisa y alegremente reglas que se suponía sabidas con anterioridad. En esta casa habitaban personas a quienes conocía, y  vestían ropas absurdas, ropas que —no deseoso de echar a perder la continuidad del nuevo sueño— tomé por hábitos. Siento  la sacudida lujuriosa que se asocia a esta disolución de las reglas del vestido, y sospechando la vía de un turbio despeñadero erótico, supongo o fabrico dentro del sueño un cuarto —cerrado— en donde está alguien que me interesa. Desdeño con furia el débil artificio —ni con la mejor buena voluntad podía ocultarme  que la persona en ese cuarto era Cristina, ya parte de mis planes. Si seguían siendo tan evidentes las cosas, aquel sueño terminaría en una boyancia hacia la superficie de la conciencia. Y, pensando esto despierto.

    Doy torpes vueltas en el catre, me duermo y regreso  a la misma casa del mismo sueño, encontrando esta vez que su disposición me parece más familiar y su carácter más adecuado. De acuerdo con las reglas sabidas de antemano, debo someterme al desmembramiento y al depósito de mis órganos en recipientes, en los cuales serían desmenuzados hasta sus más ínfimos componentes. Vagamente asiento  a la orientación general de la pesadilla, estableciendo su filiación en la autopsia que había leído en cierta novela. Sin embargo, era lo esencial del proceso el que debía yo colaborar en él, y hasta el último momento conservaría, ligados con tendones a la conciencia un ojo, un brazo, una mano, que como las piezas de una grúa fantástica irían desligando los nudos de mi organismo, interrumpiendo  sus  funciones, rasgando sus partes palpitantes, cortando sus conexiones con la vida. Razoné que, por ser tal la naturaleza de los sueños, debía yo en aquél, por un lado, actuar según  reglas ya sabidas, con resolución e indiferencia, y por otro, contemplar con horror mi propia destrucción  y sobre todo alcanzar el punto —ese punto crítico de las pesadillas, cuando se despierta— en el cual sabría que el proceso había llegado a tal extremo que era demasiado tarde para dar marcha atrás, y que debía apresurarme, pues sólo me quedaría, en mi beneficio y en mi alivio, el  apresurarme. Finalmente, iría desmenuzando yo mismo mis tejidos nerviosos, hasta separarlos en telas orgánicas, cada una correspondiente a una idea, que serían clasificadas y almacenadas por separado en bocales de vidrio, en bocales de barro, en bocales de porcelana, y cada una de aquellas ideas habría sido mi yo en algún momento de mi vida, pero ya no lo sería más, por los siglos de los siglos. Discutí con los auxiliares la forma más eficaz de efectuar las primeras incisiones, y, como es costumbre en los sueños, las herramientas, las máquinas y los métodos propuestos varían fantásticamente conforme avanza la discusión. Repentinamente —hay que notar esto: repentinamente: por ello lo recibí con el terror de un condenado que cree aún tener varias semanas de vida, y que nota, al salir del recinto del tribunal, que está ya preparado el patíbulo— repentinamente uno de los auxiliares se me aproxima, y comienza la operación preliminar, untarme el pecho con el horrendo aceite alcanforado de mis enfermedades de la niñez.

     Asumo que el sueño excede el sentido que ya había yo pacientemente aceptado,  el de castigarme colocándome en el lugar de la víctima a quien pensaba demoler, disociar, eliminar, destruir, borrar, con saña quirúrgica. Desapruebo, busco una sustitución, otra escenificación, otro medio, mientras me perfora el pecho, como un dedo helado, la humedad del aceite alcanforado. Y, antes de caer en otro caos contradictorio de remordimiento y temores, me extrae del pozo inacabable, sacudiéndome por el hombro, el amigo a quien yo debía destruir.

(VELA DE ARMAS)
(TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO)



miércoles, 8 de enero de 2014

BRITTO GARCÍA: LA INSEGURIDAD ES UTILIZADA POR LA DERECHA COMO ARMA POLÍTICA


Toda muerte es lamentable: la de Spear, la de Sabino, la de 11 ciudadanos el 15 de abril...

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El escritor venezolano Luis Britto García

EL ESCRITOR VENEZOLANO LUIS BRITTO GARCÍA

Credito: Archivo

Caracas, enero 8 - El escritor venezolano Luis Britto García manifestó este martes que el tema de la inseguridad ha sido utilizado "como un arma política por la derecha".

Durante una entrevista en el programa Como ustedes pueden ver, transmitido por Radio Nacional de Venezuela, expresó: "Ha habido un resurgimiento de la prensa amarillista en el país. Las páginas principales de algunos medios privados son de crónica roja o de algún suceso violento".

Con respecto al asesinato de la actriz Mónica Spear y su pareja, Thomas Henry Berry, Britto García consideró que "ninguna muerte puede ser indiferente, es lamentable la muerte de esta pareja, así como la del cacique Yukpa Sabino Romero y de las once personas asesinadas el 14 y 15 de abril del año pasado", luego de las elecciones presidenciales que perdió el gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski.

Asimismo, estimó que el tratamiento dado a la noticia por parte de los medios privados e internacionales no ha sido el más apropiado, pues están intentando culpar al presidente de la República, Nicolás Maduro, mientras que son censurados los esfuerzos del Gobierno Nacional por construir una cultura de paz en el país, a través del Movimiento por la Paz y la Vida, el Plan Patria Segura y la Ley Desarme, que ha propiciado la destrucción de miles de armas en todo el territorio nacional, agregó.

Para continuar avanzando en este sentido, el analista destacó la importancia de "dar a conocer las cifras reales y precisas de los homicidios en el país", ya que "no se pueden seguir sacando conclusiones al respecto con datos de encuestas de percepción de inseguridad".

De igual manera consideró necesario revisar el marco legal existente en materia penal y sancionatoria.

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La fuente original de este documento es:
YVKE Mundial (http://www.radiomundial.com.ve/yvke/)

domingo, 5 de enero de 2014

PÁGINA EN BLANCO


Al escritor no se le ocurre nada, como una lápida a punto de aplastarlo lo amenaza la página en blanco, no tiene más remedio que caer en la tentación de escribir sobre la página en blanco.

El escritor toca distraído las teclas, por accidente da en la combinación que dispara el letrero “¿Está seguro de que quiere borrar  los archivos que contienen toda su obra?”, seleccionar SI anulará toda su vida, seleccionar NO lo atará a sus errores, quedar paralizado ante el letrero será peor que elegir.

Hay tantas formas de tratar la página en blanco sin maltratarla: la pajarita, el barco de papel, la flecha que viajará por siempre en los aires.

Kasimir Malevich duda ante el lienzo en blanco. Ya todo ha sido pintado, lo que no ha sido pintado no existe. El mensajero insiste en que le entregue el cuadro ofrecido para la galería y Kasimir Malevich malhumorado le dice que se lleve de una vez por todas el lienzo sin tocar que después los críticos elogiarán eternamente como Blanco sobre Blanco.

Quién soy. De dónde vengo. Qué hago aquí. El hombre se incorpora, se toca el golpe en la cabeza, no puede recordar cómo se lo hizo ni si se lo hizo, no puede recordar el golpe ni nada anterior a él, no puede recordar si querría recordar o si mejor no saber nada de un pasado en el cual a lo mejor no hay más que ataduras.

Para que el expediente quede limpio ocurre un soborno y para que el soborno no manche el expediente sucede un asesinato y para que el asesinato no ensucie  el prontuario acontecee la masacre y blanquear el expediente requiere toda la suciedad del mundo.

Cada vez que el calendario da una vuelta siente el cursi la tentación de compararla con una página en blanco. Página en blanco el siglo que comienza y página en blanco el Año Nuevo  y página en blanco el arranque del nuevo gobierno y página impoluta la del profesional que comienza y la del edificio que se inaugura y la de la mente que no puede inventar otra cosa.

Existe el cursi acelerado que arranca llamando página en blanco la década que empieza y página por trazar el cumpleaños, pero también cada mes puede ser un nuevo comienzo y si a ver vamos cada semana día hora minuto o segundo.

Nada más promisorio que la página en blanco y nada más fatal que la página que resplandece eternamente en blanco: la de la obra del profesor TMT (todo menos tesis), la del escritor subsidiado que hace literatura verbal en los bares, la del Diente Roto, la de tanto político, tanta eminencia, tanta prepotencia.

Quién tuviera la inocencia de merecer el signo incluso en su error o su suciedad o su belleza.

El escritor autocrítico que escribe con tinta blanca porque sostiene que ningún trazo supera la pureza de lo posible.

Angustia de no saber si todas las páginas en blanco están ya escritas.

Comparte la página en blanco el prestigio de la inocencia, pero alguna vez fueron papel impoluto la sentencia de muerte, el contrato usurario de deuda, el Tratado contra la Doble Tributación.

Sostiene Juan Jacobo Rousseau que el pueblo ideal para implantar un sistema de leyes no ha de tener tradiciones ni costumbres ni hábitos arraigados. Tras mucho peregrinar viviendo de mujeres amables que lo mantienen, al fin encuentra lo que busca. El pueblo sin costumbres ni hábitos arraigados no sabe lo que es una ley, ni la necesita.

El escritor que de tanto borrar lo que escribe y reescribe sobre una página para dejarla nuevamente en blanco termina quedándose sin página.

Con el Hágase la Luz estropea Dios la página en blanco de la Nada.

Con el Apocalipsis estruja Dios la página estropeada de la Creación; con el “Dios ha muerto” desecha Nietzche la arrugada página de la divinidad.

Enloquece Isaac Newton al descubrir que la luz blanca contiene todos los colores y que la página en blanco contiene ya todas las escrituras posibles.

Empieza a escribir sobre la página en blanco y no hace más que repetir sus hábitos, sus manías sus vicios. La página en blanco no existe.

Desdicha de la mayoría de las hojas en blanco cuyo destino es limpiar la mierda.

Al nacer es página en blanco y al morir  sepulcro blanqueado.

La página en blanco nunca se desecha porque es la posibilidad; a la papelera van a parar las estropeadas por el error de la escritura.


La Revolución, la más pura de las páginas en blanco.

(TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO)

CONSULTE TAMBIÉN:

http://luisbrittogarcia.blogspot.com 


BAJE LOS LIBROS DE LUIS BRITTO EN INTERNET:
Rajatabla: www.monteavila.gob.ve

Dictadura Mediática en Venezuela: www.minci.gob.ve
La invasión paramilitar: Operación Daktari: www.minci.gob.ve
El Imperio Contracultural: del Rock a la Postmodernidad: