Por Eduardo Verdugo. Resumen Latinoamericano, 15 de noviembre de 2020.
Uno de los consensos más sólidos entre quienes reflexionaban sobre la reciente batalla electoral en EEUU es que ganase quien ganase, ningún cambio sustancial tendría lugar dentro de la política exterior del país norteamericano. La razón no es desconocida.
Quien ocupe la Presidencia solo será el megáfono de distintos intereses militares y financieros que, se vistan de rojo o de azul, coinciden en algo: en hacerse con el mayor control geopolítico y económico del mundo.
Les queda a los latinoamericanos no distraerse en la venta de humo que intenta mercadear el próximo gobernante estadounidense, sino concentrarse en lo que debe hacer la región para fortalecerse y enfrentar unos intereses que jamás cambiarán mientras el capitalismo sea el sistema gobernante.
Soberanía, ¿una palabra demodé?
Luis Britto García, intelectual venezolano, en un reciente artículo de su autoría dio pistas sobre hacia dónde debe dirigirse el debate de nuestros pueblos latinoamericanos, y bien podría decirse que el debate es de todos aquellos a quienes se les asignó el papel de países subdesarrollados solo proveedores de materia prima.
Soberanía para principiantes (https://lahaine.org/dL7j) es el título que eligió Britto García. No podía ser más acertado. Pedía que se aprovechara la creación de una escuela para los candidatos del chavismo que aspiran a llegar a la Asamblea Nacional para dotarlos de pleno conocimiento sobre el concepto de soberanía. Una noción que le costó a los pueblos suramericanos que quisieron que se respetase la suya la feroz violencia del imperialismo occidental en los últimos doscientos años.
Un Estado que se somete a tribunales, cortes o juntas arbitrales extranjeras en asuntos de orden público interno pierde su soberanía.
Estos cuerpos foráneos podrían sentenciar la ilegitimidad de los actos de los poderes públicos: anular elecciones, deponer o designar mandatarios, declarar ilegítimas sus leyes, arruinar al país asignando sus recursos a entes extranjeros o sentenciándolo a pagar deudas inexistentes. Con ello desaparece también la democracia: las decisiones fundamentales serían adoptadas por órganos del exterior, no elegidos por los nacionales ni responsables ante ellos», señalaba Britto García en su artículo.
No es el quién ocupará la Casa Blanca lo que debe ocupar los debates y reflexiones de nuestros países. Se trata de entender que si a algo le temen las élites demócratas y republicanas es a que los pueblos piensen con cabeza propia y hagan respetar sus leyes por encima de los intereses económicos extranjeros. A ejercer la soberanía en el más puro sentido de la palabra.
Destruir el alma de la nación para conquistarla
La agresión multidimensional emprendida en los últimos años por EEUU contra Venezuela ha golpeado al país suramericano en todos los niveles, en especial, en el aspecto económico.
El propio presidente Nicolás Maduro mencionó hace unas semanas que el bloqueo habría provocado que de «cada 100 dólares o euros que el país obtenidos por la venta de petróleo en el 2014, hoy obtuviese menos de uno», y destacó que la nación pasó de «56.000 millones de dólares a menos de 400 millones de dólares el año pasado».
Ante un ataque tan desproporcionado, el Gobierno bolivariano optó por avanzar en estrategias que le permitieran sortear la crisis provocada. Promulgar una Ley Anti Bloqueo, fue quizá una de las que más debate ha suscitado. El propio Luis Britto García señaló ciertos aspectos por los cuales la soberanía del país podría resultar afectada.
Johnny Hidalgo, analista político y especialista en geopolítica del petróleo, enuncia, a propósito de cómo el especular sobre las elecciones en EEUU ha ocultado el verdadero problema de las sanciones, una hipótesis a la que habrá que prestar atención en los próximos años:
«En Venezuela se tiende a pensar que la agresión de EEUU es sólo por petróleo. Es un error pensar así, el petróleo podría explicar buena parte de las agresiones ocurridas durante el siglo XX, pero no la de los últimos quinientos años. Bolívar también tuvo que lidiar con las acciones del gobierno de EEUU, en el siglo XIX, y evidentemente no fue por petróleo. Estoy convencido de que las agresiones que el gobierno de EEUU mantiene contra Venezuela, son para aniquilar las fuerzas del chavismo, pues estas representan una cultura que se opone a las imposiciones del orden mundial. Tratan de convencer al chavismo y a toda América Latina y el Caribe de que la Revolución no es posible. Si el chavismo retrocede, la integridad territorial y la soberanía del país se verán seriamente comprometidas», sentencia.
Dicho retroceso Hidalgo lo sitúa dentro del debate que se ha dado en Venezuela a propósito de la Ley Antibloqueo. Son dos visiones que se confrontan en cuanto a la dimensión y naturaleza del rol que se le da al sector privado internacional e internacional dentro de la economía de crisis impuesta por las sanciones. Las reservas que tienen algunos sectores de la sociedad al respecto del capital privado, sin embargo, tienen asidero.
«A lo largo de la historia, Venezuela fue sometida a relaciones coloniales en las que fue saqueada por las potencias occidentales. Hoy en día, forma parte del interés nacional que la República mantenga la propiedad de las minas y las industrias estratégicas. Asimismo, buena parte de la población considera que la inversión extranjera nunca ha tributado a los intereses nacionales y eso genera rechazo a que dicha inversión sea fomentada. Estos rasgos del pensamiento venezolano, juegan un papel importante en el debate que se ha dado sobre la Ley Antibloqueo», opina el analista.
Hidalgo considera que, para proteger los intereses de la nación, dentro del proceso de negociación que inaugura la Ley Anti Bloqueo solo se saldrá victorioso si se aprende del proceso histórico en el que se construyó la nación venezolana.
«Durante la dictadura de Gómez, a Venezuela se le impuso el rol de colonia petrolera. Bajo esa premisa se organizó el Estado Nacional y se pretendió la formación de un nuevo venezolano; no de un venezolano petrolero, sino de un venezolano excluido, marginado. Esto implicó la imposición de las dinámicas del negocio petrolero a la administración pública y la minimización de la actividad agrícola predominante en la economía del país. El venezolano no produciría todo lo que consume, sino que lo importaría. La acumulación de capital ocurriría en las metrópolis occidentales, aunque Venezuela produjera la riqueza. Para eso el Estado percibiría una renta a cambio de otorgar concesiones para la exploración y extracción de petróleo en el territorio nacional. Esa renta era traducida a divisas extranjeras con las que sólo pueden comprarse cosas en el exterior. Así, el venezolano debía acostumbrarse a valorar a todo lo importado más que a lo nacional. No solo valoraría los bienes importados, sino también a la gente oriunda de las potencias occidentales. A esto último, algunos le llaman musiuismo«, señala.
Para Hidalgo, es a esta dinámica de conformación de la identidad a lo que hay que prestar verdadera atención a la hora de debatir cuál es la verdadera dinámica que se instaura entre los países exportadores de materia prima y el capital transnacional.
«En el país se crearon mitos para afianzar en el venezolano una imagen negativa o una subvaloración de sí mismo. Se ha dicho que Venezuela es un país petrolero, cuando en realidad es un país con petróleo. También se ha insistido en que Venezuela es un país rentista. El rentismo se basa en la idea de riqueza no ganada con trabajo, y eso solo mantiene la difamación que, desde el siglo XVII, ejecutan las potencias occidentales sobre los pobladores de este continente, haciéndoles creer que son gente perezosa, o floja, como decimos en Venezuela. La renta es producto del trabajo y dejó de existir, realmente, cuando se nacionalizó la industria petrolera, pues entonces el Estado dejó de ser tan solo terrateniente para convertirse en dueño del capital, dejando de percibir renta para obtener la plusvalía completa. El rentismo es un mito que desvaloriza al venezolano. Venezuela no es un país rentista», apunta.
Hidalgo considera que el objetivo final de la estrategia imperialista no es el control de los Estados, sino el control de las naciones y de la gente, y que precisamente «la subvaloración de lo nacional también abre espacios donde los intereses de grupo prevalecen sobre los intereses nacionales».
Aunque ve en la Ley Anti Bloqueo la respuesta natural de un Estado al que se le asedia por todos los flancos, considera que la clave para no seguir cometiendo los errores históricos que han vulnerado la soberanía y el sentido de la nación se encuentra en la mirada y en la confianza en las potencialidades internas del país:
«Los valores determinan los sueños, las aspiraciones. Estos serán más elevados cuanto más se valore la nación a sí misma. Si se valora poco, con poco se conforma, y esto es de mucho interés para el colonialismo», sentencia.
Fuentes: Sputnik // La Haine
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