1
De niño me despierto de un complicado sueño con tigres y disfraces de Sandokan, y me da en la cara un rayo de sol. En su trayecto giran lentamente partículas de polvo. Cualquiera las imaginaría como granos de arena, pero son casi todas hilachas que bailan en el aire, encendidas en el dorado de la luz, como si no fueran a caer nunca ni a desaparecer jamás, pues lo que se ha hecho polvo no puede reducirse a más nada. En vano trato de tocarlas. Preguntarse qué ha sido de cada una de ellas es preguntarse qué ha sido de uno. El polvo, firmamento transitorio, compendia la discordia de la nimiedad y el infinito.
2
A pesar de que participa de todas las materias, el polvo parece el estado primordial o final del elemento Tierra. La Tierra es polvo aglomerado, y de Tierra mezclada con Agua fue modelado Adán. Un soplo de Aire le infundió la vida. El Fuego del tiempo lo consume y reduce a cenizas, un avatar del polvo que alienta la esperanza del eterno retorno o de la resurrección. Tu descendencia devendrá numerosa como el polvo del suelo, desbordará el Oriente y el Occidente, del Septentrión al Mediodía, y todas las naciones del mundo serán benditas por ti y tu descendencia, anuncia el Génesis, 28,14. Y sin embargo, en la Escritura los hebreos se espolvorean la frente en señal de duelo; y el salmo 22,16 lamenta: Seco está como un tejón mi paladar/mi lengua está pegada a las fauces/ y me has echado al polvo de la muerte. Al salir de las ciudades malditas se sacude el polvo de las sandalias.
3
Si bien es dudoso que hayamos sido moldeados del polvo, es lo cierto que nuestra existencia se disuelve en partículas irrecuperables. No recordamos el sueño de anoche ni la palabra de la mañana ni la escritura de ayer. El tiempo pulveriza nuestras ideas, nuestros actos, nuestros sueños. Todas nuestras obras una vez concluidas se disgregan en polvo, alusión numerosa de la eternidad. Si el tiempo es el origen, el pecado original es contradecirlo intentando preservar el instante y sus criaturas fugaces.
4
¿De dónde viene el polvo? ¿De dónde las ideas? Como las partículas en el rayo de luz, irrumpen, brillan, giran y se pierden en sus bordes oscuros, acaso intensificando su luminosidad al escaparse. Una mente es este giro de chispas efímeras. No hay forma de retener las ocurrencias que por ella transitan, ni siquiera las que emergen como monólogo interior. Se sospecha que la inmensidad de los pensamientos invisibles supera exponencialmente la de los visibles. Apenas percibimos una fracción del polvo contra la radiografía de la luz. Los sistemas, los libros, los compendios, los diarios son intentos de preservar esa fugacidad. Antonieta Sosa lleva minuciosos diarios de sus procesos de creación. Acostumbramos ver una obra como un todo terminado cuando en realidad es la acreción paulatina de partículas. Así como las ideas visibles tienen su contraparte y quizá su génesis en las invisibles, es parte de la obra su gestación. Quizá las minuciosas anotaciones de Antonieta sean tan importantes como sus creaciones terminadas. Para quien el concepto es la creación, quizá sean la verdadera obra.
5
Tan fugaces como las partículas de polvo en el haz luminoso son los sueños en el cono de la vigilia. Así como anota el proceso de creación de su obra, Antonieta lleva un minucioso recuento de sus sueños. De éstos no se sabe si son los embriones o los meros ecos de lo que advertimos como vida consciente. Podrían ser desechos de pensamientos deshilachados, o atisbos del laborioso proceso de la clasificación de las ideas. Quizá la verdadera vida es la del sueño, existencia de ideas puras donde somos a la vez dramaturgos y actores de nuestro devenir. Del sueño la única interpretación válida es él mismo. Algún día compartiremos los sueños de Antonieta y quizá interactuarán con los nuestros.
6
Una bailarina danza en el tiempo como una partícula de polvo. Antonieta Sosa ha dedicado gran parte de su vida a la expresión corporal, arte cuyos resultados desaparecen en el momento mismo de producirse, como el polvo sacudido de las estancias del cuerpo. Hace poco más de un siglo que la cámara permite reproducir lo irreproducible. Había escritura del habla pero no del cuerpo; se podía preservar testimonios de los movimientos de la lengua pero no de los del organismo. En muchos de sus performances Antonieta ha empleado cámaras y pantallas como espejos de las acciones. Antonieta comenzó rompiendo intencionadamente una tasa y terminó filmando un performance de participación colectiva donde centenares de vasos, botellas, peceras, recipientes fueron reducidos a su constituyente original de polvo de vidrio. La omnipresencia de las cámaras nos acerca a un mundo en el cual podrá ser coleccionado el polvo de nuestras acciones, acelerado, ralentizado, duplicado.
7
Si el polvo es imagen de la inanidad de la materia, lo será también de la del tiempo. Los segundos corren como el polvo del reloj de arena; sólo nuestra manía los suma en minutos y a éstos en horas y a éstas en la eternidad. La anónima procesión de las hormigas es alusión de la de los instantes. Polvo en movimiento, corren una tras otra y por el mismo cauce hacia un destino que no conocemos. Su agrupación en hileras las hace más anónimas que los números. Como posiblemente sucede con los del tiempo, sus senderos se bifurcan o se cruzan siguiendo designios inescrutables. Implacable testigo de lo significativo que hay en lo insignificante, Antonieta sigue con lápiz los caminos de las hormigas por su cocina, anota las fechas, y cuando el capricho o la voluntad de los insectos deserta sus sendas, allí quedan en la pared marcados sus derroteros planteando el enigma de lo que las llevó a trazarlos y a abandonarlos. Quizá tras todo lo aparentemente casual hay el designio de una obra de arte total que sólo estropean nuestros actos intencionales.
8
Antonieta convirtió su apartamento en una obra de arte al hacerle una réplica tamaño natural en fórmica blanca para el Museo de Bellas Artes. En esa maqueta espectral nunca habitada lo único que faltaba era el polvo. Antonieta recoge de su apartamento habitado el polvo para convertirlo en otra enigmática obra de arte, separado en recipientes y clasificado por fechas. Si el tiempo tuviera texturas y densidades las manifestaría en las capas de partículas impalpables que se superponen en estas bolsas. Un espacio se va convirtiendo en vivienda gracias a los residuos de nosotros que en él abandonamos. Presiento todavía otra obra de arte potencial, en la cual Antonieta derramará los recipientes de polvo sobre la maqueta impoluta que debería estar conservada en algún lugar del Museo de Bellas Artes o de nuestra memoria. Antonieta no eligió ni el diseño de las formas de su pequeño apartamento ni la manera en que se depositaría y sería recogida cada diminuta partícula. Con esta obra convertiría a ambas en premeditación. Ya enunciada como concepto, no necesita ser realizada. La tensión entre las partículas encerradas y la inmaculada fórmica que las espera deberá ser mantenida para siempre, aunque otro polvo de origen desconocido se deposite en todas partes y en nuestras vidas.
9
Parece que el polvo se generara infinitamente. Seguro que de él surgió la idea de la generación espontánea. No importa cuan limpio esté un aposento, al poco tiempo el polvo empezará a cubrirlo todo y a aglomerarse en grumos o pelusas. Si se deja las cosas libradas a él, las destruirá, carcomiéndolas. Los comics y los dibujos animados nos proponen todavía otro avatar de la disgregación infinita. En ellos abundan los recipientes con frutas, animales, seres deshidratados a los cuales basta agregar unas gotas de agua para restituirlos a su ser primigenio. La utopía del eterno retorno presupone que la mera combinatoria repetirá infinitamente los pensamientos, los sueños, los actos de los cuales creímos librarnos reduciéndolos a impalpables partículas. Antonieta es su obra.
De niño me despierto de un complicado sueño con tigres y disfraces de Sandokan, y me da en la cara un rayo de sol. En su trayecto giran lentamente partículas de polvo. Cualquiera las imaginaría como granos de arena, pero son casi todas hilachas que bailan en el aire, encendidas en el dorado de la luz, como si no fueran a caer nunca ni a desaparecer jamás, pues lo que se ha hecho polvo no puede reducirse a más nada. En vano trato de tocarlas. Preguntarse qué ha sido de cada una de ellas es preguntarse qué ha sido de uno. El polvo, firmamento transitorio, compendia la discordia de la nimiedad y el infinito.
2
A pesar de que participa de todas las materias, el polvo parece el estado primordial o final del elemento Tierra. La Tierra es polvo aglomerado, y de Tierra mezclada con Agua fue modelado Adán. Un soplo de Aire le infundió la vida. El Fuego del tiempo lo consume y reduce a cenizas, un avatar del polvo que alienta la esperanza del eterno retorno o de la resurrección. Tu descendencia devendrá numerosa como el polvo del suelo, desbordará el Oriente y el Occidente, del Septentrión al Mediodía, y todas las naciones del mundo serán benditas por ti y tu descendencia, anuncia el Génesis, 28,14. Y sin embargo, en la Escritura los hebreos se espolvorean la frente en señal de duelo; y el salmo 22,16 lamenta: Seco está como un tejón mi paladar/mi lengua está pegada a las fauces/ y me has echado al polvo de la muerte. Al salir de las ciudades malditas se sacude el polvo de las sandalias.
3
Si bien es dudoso que hayamos sido moldeados del polvo, es lo cierto que nuestra existencia se disuelve en partículas irrecuperables. No recordamos el sueño de anoche ni la palabra de la mañana ni la escritura de ayer. El tiempo pulveriza nuestras ideas, nuestros actos, nuestros sueños. Todas nuestras obras una vez concluidas se disgregan en polvo, alusión numerosa de la eternidad. Si el tiempo es el origen, el pecado original es contradecirlo intentando preservar el instante y sus criaturas fugaces.
4
¿De dónde viene el polvo? ¿De dónde las ideas? Como las partículas en el rayo de luz, irrumpen, brillan, giran y se pierden en sus bordes oscuros, acaso intensificando su luminosidad al escaparse. Una mente es este giro de chispas efímeras. No hay forma de retener las ocurrencias que por ella transitan, ni siquiera las que emergen como monólogo interior. Se sospecha que la inmensidad de los pensamientos invisibles supera exponencialmente la de los visibles. Apenas percibimos una fracción del polvo contra la radiografía de la luz. Los sistemas, los libros, los compendios, los diarios son intentos de preservar esa fugacidad. Antonieta Sosa lleva minuciosos diarios de sus procesos de creación. Acostumbramos ver una obra como un todo terminado cuando en realidad es la acreción paulatina de partículas. Así como las ideas visibles tienen su contraparte y quizá su génesis en las invisibles, es parte de la obra su gestación. Quizá las minuciosas anotaciones de Antonieta sean tan importantes como sus creaciones terminadas. Para quien el concepto es la creación, quizá sean la verdadera obra.
5
Tan fugaces como las partículas de polvo en el haz luminoso son los sueños en el cono de la vigilia. Así como anota el proceso de creación de su obra, Antonieta lleva un minucioso recuento de sus sueños. De éstos no se sabe si son los embriones o los meros ecos de lo que advertimos como vida consciente. Podrían ser desechos de pensamientos deshilachados, o atisbos del laborioso proceso de la clasificación de las ideas. Quizá la verdadera vida es la del sueño, existencia de ideas puras donde somos a la vez dramaturgos y actores de nuestro devenir. Del sueño la única interpretación válida es él mismo. Algún día compartiremos los sueños de Antonieta y quizá interactuarán con los nuestros.
6
Una bailarina danza en el tiempo como una partícula de polvo. Antonieta Sosa ha dedicado gran parte de su vida a la expresión corporal, arte cuyos resultados desaparecen en el momento mismo de producirse, como el polvo sacudido de las estancias del cuerpo. Hace poco más de un siglo que la cámara permite reproducir lo irreproducible. Había escritura del habla pero no del cuerpo; se podía preservar testimonios de los movimientos de la lengua pero no de los del organismo. En muchos de sus performances Antonieta ha empleado cámaras y pantallas como espejos de las acciones. Antonieta comenzó rompiendo intencionadamente una tasa y terminó filmando un performance de participación colectiva donde centenares de vasos, botellas, peceras, recipientes fueron reducidos a su constituyente original de polvo de vidrio. La omnipresencia de las cámaras nos acerca a un mundo en el cual podrá ser coleccionado el polvo de nuestras acciones, acelerado, ralentizado, duplicado.
7
Si el polvo es imagen de la inanidad de la materia, lo será también de la del tiempo. Los segundos corren como el polvo del reloj de arena; sólo nuestra manía los suma en minutos y a éstos en horas y a éstas en la eternidad. La anónima procesión de las hormigas es alusión de la de los instantes. Polvo en movimiento, corren una tras otra y por el mismo cauce hacia un destino que no conocemos. Su agrupación en hileras las hace más anónimas que los números. Como posiblemente sucede con los del tiempo, sus senderos se bifurcan o se cruzan siguiendo designios inescrutables. Implacable testigo de lo significativo que hay en lo insignificante, Antonieta sigue con lápiz los caminos de las hormigas por su cocina, anota las fechas, y cuando el capricho o la voluntad de los insectos deserta sus sendas, allí quedan en la pared marcados sus derroteros planteando el enigma de lo que las llevó a trazarlos y a abandonarlos. Quizá tras todo lo aparentemente casual hay el designio de una obra de arte total que sólo estropean nuestros actos intencionales.
8
Antonieta convirtió su apartamento en una obra de arte al hacerle una réplica tamaño natural en fórmica blanca para el Museo de Bellas Artes. En esa maqueta espectral nunca habitada lo único que faltaba era el polvo. Antonieta recoge de su apartamento habitado el polvo para convertirlo en otra enigmática obra de arte, separado en recipientes y clasificado por fechas. Si el tiempo tuviera texturas y densidades las manifestaría en las capas de partículas impalpables que se superponen en estas bolsas. Un espacio se va convirtiendo en vivienda gracias a los residuos de nosotros que en él abandonamos. Presiento todavía otra obra de arte potencial, en la cual Antonieta derramará los recipientes de polvo sobre la maqueta impoluta que debería estar conservada en algún lugar del Museo de Bellas Artes o de nuestra memoria. Antonieta no eligió ni el diseño de las formas de su pequeño apartamento ni la manera en que se depositaría y sería recogida cada diminuta partícula. Con esta obra convertiría a ambas en premeditación. Ya enunciada como concepto, no necesita ser realizada. La tensión entre las partículas encerradas y la inmaculada fórmica que las espera deberá ser mantenida para siempre, aunque otro polvo de origen desconocido se deposite en todas partes y en nuestras vidas.
9
Parece que el polvo se generara infinitamente. Seguro que de él surgió la idea de la generación espontánea. No importa cuan limpio esté un aposento, al poco tiempo el polvo empezará a cubrirlo todo y a aglomerarse en grumos o pelusas. Si se deja las cosas libradas a él, las destruirá, carcomiéndolas. Los comics y los dibujos animados nos proponen todavía otro avatar de la disgregación infinita. En ellos abundan los recipientes con frutas, animales, seres deshidratados a los cuales basta agregar unas gotas de agua para restituirlos a su ser primigenio. La utopía del eterno retorno presupone que la mera combinatoria repetirá infinitamente los pensamientos, los sueños, los actos de los cuales creímos librarnos reduciéndolos a impalpables partículas. Antonieta es su obra.
PD: Ya se exhibe en las salas comerciales Zamora, Tierra y Hombres Libres
Versión en francés: http://luisbrittogarcia-fr.blogspot.com