20 febrero 2018
ENTREVISTA A LUIS BRITTO GARCÍA POR MARÍA FERNANDA BARRETO
Cómo defines el paramilitarismo en su
versión latinoamericana.
-Ante todo el paramilitarismo es un
eufemismo para la simple delincuencia. Paramilitar suena “muy bonito”, militar
es un término latino. Pero el paramilitar es un delincuente que ejerce el
terrorismo, el asesinato, el robo y todos los tipos de violencia contra los
seres humanos. Lamentablemente, en América Latina esas actividades son
realizadas con fines políticos, con el objetivo de apuntalar los intereses de
gobiernos conservadores aniquilando a la oposición. Yo diría que son grupos
armados -usualmente apoyados de manera clandestina por un gobierno conservador-
que ejercen las tareas de terror y de exterminio que les están vetados
legalmente a los ejércitos constituidos. En ese sentido son una especie de
ejército no declarado, así como hay un mercado paralelo, hay un ejército
paralelo y por eso le dicen paramilitar. El problema, es que esas fuerzas a la
larga se convierten en poderes políticos y pueden determinar la posición de
importantes fuerzas políticas. En Colombia por ejemplo, hubo un debate sobre la
“parapolítica” porque estas fuerzas paramilitares, con los intereses económicos
que reunían habían logrado colocar en el poder legislativo colombiano una gran
cantidad de parlamentarios y entonces, naturalmente se podía decir que muchas
de las decisiones de ese poder legislativo estaban fuertemente influidas por
una organización delincuencial que actuaba fuera de la ley, que cometía
violaciones de DDHH y ejercía asesinatos y robos a gran escala. En otras
palabras: el crimen era quien hacía las leyes. Esa una situación muy
problemática para un país.
Hace poco citaba en uno de mis
artículos palabras del libro que publicaste junto a Miguel Ángel Pérez Pirela
“Operación Daktari” en torno a la importancia de recordar que el
paramilitarismo se vincula a la parapolítica que acabas de mencionar pero
además a una paraeconomía. Qué puedes decirnos al respecto.
-Sí, el paramilitarismo tiene que ver
con actividades claramente delincuenciales como el narcotráfico, pero se va
implantando poco a poco en una sociedad a través de una serie de mixturas
abusivas de operaciones económicas. Por ejemplo, en los estados donde comienza
a manifestarse el paramilitarismo aparecen primero una cantidad de
organizaciones de supuesta vigilancia contra el hampa que son en realidad
paramilitares. Dos, estas organizaciones empiezan a cobrarle por su vigilancia
a los ciudadanos, a las empresas, y llega un momento en que se atreven a
“cobrar vacuna”, bajo el pretexto de que se están recaudando gastos para la
seguridad, y que por tanto no puede ser considerado más que como extorsión.
Literalmente se le está imponiendo un tributo a la ciudadanía, impuesto que no
es sancionado por un poder legislativo sino por una autoridad que no existe
como tal. Luego se establecen alcabalas, toques de queda, y así empiezan a
moverse dentro del ámbito de imposición de la autoridad ejerciendo actividades
que son propias de los poderes legítimos y suplantándolos progresivamente.
Paralelamente con esas actividades comienza la injerencia en el sistema
económico. En la revista Semana de
Colombia, se denunciaba que los paramilitares estaban migrando a países vecinos
porque tenían cuentas pendientes con la justicia y se habían llevado sus
capitales y los estaban invirtiendo entre otras cosas en industrias del juego,
casas de juego, maquinitas, etc. Esa es una industria que da fabulosos réditos.
Por otro lado, están involucrados en el narcotráfico. Se van asentando en
territorios populares, comienzan a relacionarse con la delincuencia común o a
suplantarla para crear nuevas redes de distribución de la droga que son
sumamente difíciles de detectar y combatir. De ahí pasan a la “economía legal”,
fondos del narcotráfico comienzan por ejemplo, a comprar fundos agrícolas. Los
trabajadores de esos fundos son controlados por el paramilitarismo con el
objetivo de que no exijan reivindicaciones sociales o laborales. Si hay algún
trabajador que tiene problemas con los dueños, desaparece misteriosamente. Hay
que señalar además que, según informaciones que me han llegado, muchas de las
personas que compraron fundos en la frontera con Colombia tienen trabajadores
colombianos y para controlar a esos trabajadores traen paramilitares
colombianos. También he sabido de la participación de paramilitares en empresas
de supuesta vigilancia, empresas de transporte (lo que les da un poder tremendo
en caso de generar por ejemplo, paros de transporte o cortes viales), ciertas
empresas de cultivos vitales: me han llegado informes de que tienen inversiones
y casi dominan por ejemplo, el cultivo de la papa y el plátano en los estados
andinos. Y así se van convirtiendo en un poder económico fundado en el poder
paramilitar. Que en determinado momento puede sabotear competidores, amenazar
de muerte y ejecutar esas amenazas para irse posicionando poco a poco como una
fuerza económico terrorista en las zonas donde se van implantando.
Según las investigaciones que has
hecho, en qué momento comienza a entrar el paramilitarismo colombiano a
Venezuela.
-Para mí una de las primeras
intervenciones visibles del paramiltarismo colombiano en Venezuela fue la
masacre de Cararabo ya a finales del siglo XX en Venezuela, un puesto
fronterizo fue atacado de un modo muy peculiar. Se atormentó a los soldados de
una manera bárbara que tendía más a dejar un mensaje de terror que a lograr un
objetivo estratégico. Esa masacre causó una gran conmoción porque era un simple
puesto de vigilancia venezolano, y el ejército regular colombiano no debió
haberlo hecho porque pues no había una situación de guerra, eran ejércitos que
convivían con cierta paz. Evidentemente allí hubo una situación aviesa que se
le atribuyó a la guerrilla colombiana,
la cual tampoco tenía ningún motivo para
ejecutar una acción de esa índole en Venezuela, ni en ningún sitio. De ahí en
adelante comenzaron a menudear señales de la presencia paramilitar. Entre
otras, la expansión extraordinaria de casas de juego y casinos en Venezuela.
Como dije, la revista Semana señaló
que una de las principales inversiones de los paramilitares en el exterior está
en la industria del juego. Venezuela en un lapso muy breve llega a tener más de
60 casinos. Entonces, uno se pregunta por qué esa industria recibe un impulso
tan poderoso a pesar de que en el Código Penal venezolano está prohibido abrir
una casa de juego al público, tú puedes jugar juegos de azar en tu casa
cerrada, pero no abrirlos al público, eso es ilegal. Tiene como sanción la
confiscación de los implementos de esa casa y una multa que con los años ha
devenido en irrisoria. Pero es una actividad ilegal. ¿Cómo es que una actividad
ilegal se expande de una manera tan extraordinaria, cómo es que se crea una
comisión de casinos en el poder legislativo y cómo es que esa comisión ocupa
hoy ni más ni menos que la antigua embajada de los Estados Unidos, un edificio
lujoso en la Campiña que quizás tiene más oficinas que la propia Asamblea
Nacional?
Pero no se cerraron
los Casinos en Venezuela.
-No, los casinos siguen funcionando, ha
habido esfuerzos de algunas autoridades con el objetivo de cerrarlos. Por
ejemplo, Jorge Rodríguez en algún momento cerraba casinos como uno que se
encuentra en San Bernardino, y sin embargo, al poco tiempo venían sentencias
del Tribunal Supremo de Justicia concediéndoles medidas de amparo. Una cuestión
que crea asombro y sin embargo sucedía así. Jorge Rodríguez cerraba el casino,
24 horas después llegaba el recurso de amparo y entonces había que volver a
abrirlo hasta que Jorge Rodríguez volvía
a cerrarlo, y así sucedió con muchos garitos. Fuera de eso hay que señalar una
proliferación de juegos de maquinitas y casas de apuestas, también una serie de
juegos internacionales por internet para hacer apuestas sobre carreras que se
corren en el exterior, en los que se apuesta en divisas. Lo grave de eso, en mi
concepto, es toda la maquinaria de sobornos que implica. Mi posición personal,
el que quiera jugar que se encierre en su casa y si quiere jugar ruleta rusa
pues allá él, pero los casinos implican una superestructura que está vinculada
a una actividad ilegal en Venezuela y para ejercerla debe comprar la
benevolencia de autoridades municipales, estadales, nacionales y tribunales,
con lo cual se va instalando un mecanismo de corrupción para que esas
autoridades pasen a obedecer a los casinos y no a los ciudadanos que lo
eligieron.
En un casino se capturó a Carlos Ortega
si mal no recuerdo.
-Claro, Carlos Ortega fue capturado en
uno de esos casinos, lo que demuestra la selecta concurrencia que hay en esos
sitios. Y además, para establecer esta actividad
ilegal viene gente que sabe manejar este tipo de empresas, con sus guardaespaldas
que generalmente son delincuentes, por lo cual la instalación de esos casinos
es siempre negativa.
Pero ese no es el único negocio
vinculado al blanqueo de capitales, tú mismo hablaste de la compra de tierras y
ahora tenemos otra actividad ilícita muy rentable que es el contrabando de
extracción y ahora ese juego con el llamado dólar paralelo, que aunque pueda
tener sobre todo un objetivo político, también sirve para este blanqueo de
capitales.
-Sí, es que lo que explica su
misteriosa proliferación es que es fundamental para el blanqueo de capitales.
Si un casino dice que hizo tal cantidad en una noche, quién va a decir que no.
Por cierto, se hizo una Ley de Casinos sumamente paradójica, que les fija unas
tazas de tributación ridículas y que para colmo de ironía, establece que los
directivos de los casinos deben ser personas de elevada reputación moral. En
definitiva, esta es una de las múltiples actividades para el lavado de capitales
de origen ilegítimo. Pero por otra parte ha habido importantísimas compras de
propiedades de toda índole por capitales del narcotráfico, uno ve
repentinamente que aparecen edificios de lujo cuyos apartamentos al
parecer no se venden, pasa el tiempo y los apartamentos permanecen vacíos;
hoteles con ocupación mínima. Evidentemente son actividades de lavado de
capitales, esto se ve sobre todo en Margarita pero también en otras zonas
turísticas. Con razón la ley relativa a los casinos prevé la instalación de
esta plaga en zonas a las que denomina “turísticas”, que con ello se convierten
de facto en zonas rojas.
Y el contrabando de extracción y el
dólar paralelo
-Por supuesto, una actividad donde
tiene incidencia el paramilitarismo colombiano es en ese contrabando de
extracción. Venezuela subsidia gran cantidad de los bienes que pone en manos de
sus ciudadanos, empezando por la gasolina cuyo precio es irrisorio y no tiene
nada que ver con los precios internacionales. Entonces sacar de Venezuela una gasolina que casi no cuesta
nada y venderla en otro país por hasta diez o veinte veces lo que se pagó en
Venezuela es un negocio fabuloso,
superior al del narcotráfico. Igual sucede con las medicinas, los alimentos y
productos de limpieza para los que el gobierno da dólares subsidiados a los
importadores y exige su venta a precios subsidiados, los contrabandistas los
compran masivamente y los venden en otros países vecinos a precios muy
superiores.
Pero además de la ganancia que dan
estas ventas, hay leyes colombianas que legalizan estos productos y entonces
convierten esas ganancias en capitales legales y con ello favorecen el lavado
de capitales, ¿no?
-Claro, se convierten en capitales
legales y suponen una sangría tremenda para la economía venezolana. El
presidente Maduro decía que por la frontera de Venezuela se iba alrededor del
40 por ciento de que Venezuela produce o importa. Ningún ser humano que se esté
desangrando podría aguantar una sangría de esa cuantía, y tampoco la puede
soportar una economía. Lamentablemente, allí
tiene que haber connivencias en diversos niveles. Eso refleja lo
inquietante del paramilitarismo, porque cuando se montan empresas de ese tamaño
es porque los ilegales han logrado ciertos acuerdos con los legales. No hay
otra explicación para que exista esta masiva fuga de bienes y de productos por
la frontera: ello implica que hay una connivencia que hay que investigar y
atacar.
En el libro que escribiste junto con
Miguel Ángel Pérez Pirela, denuncias esa invasión paramilitar desde Colombia,
que tiene como momento cumbre el que da pie al libro, Operación Daktari en el
año 2004 cuando se capturan 150 paramilitares a pocos Km. De Caracas.
Pero quisiera saber ¿cuándo comienza precisamente esa invasión y por qué
la llamas de ese modo?
-Yo diría que esa invasión comienza ya
en las últimas décadas del siglo pasado. Hay toda una cantidad de información
sobre compras masivas de tierras por capitales presuntamente colombianos, hay
leyendas urbanas de gente con maletas llenas de dólares que llegaban a las
tierras a ofrecer el doble, el triple del valor de las tierras para
convencer a la gente de vender. Naturalmente esos intereses, traían gente para
defenderlos y protegerlos. Hubo incidentes aislados que daban cuenta de ello,
como esa masacre de Cararabo, pero ya en publicaciones colombianas denunciaban
en ese momento, el flujo de paramilitares hacia naciones vecinas de Colombia.
Finalmente se transparentó esa presencia paramilitar en Venezuela con la
llamada Operación Daktari. Centenar y pico de paramilitares colombianos se
situaron en una finca del contrarrevolucionario Robert Alonso, con falsos
uniformes del Ejército venezolano. Lo que detectó el Sebin es que esos
paramilitares tenían un plan de magnicidio contra el presidente Chávez y que
iba a ser acompañado de ataques de esos delincuentes disfrazados contra
unidades militares venezolanas, para hacer aparecer en el exterior que había un
enfrentamiento entre fracciones militares, para asemejar una guerra civil y
culminar el magnicidio con una invasión. Desde entonces, a pesar de que ese
plan fue develado, esa invasión paramilitar ha continuado teniendo ese objetivo
fundamental. Vamos a explicarnos, las guerras de cuarta generación que llenan
el panorama de los conflictos de este siglo, no son guerras que un estado
declara a otro y en el cuál ejércitos formales se enfrentan en un campo de
batalla. Las guerras actuales no se declaran. Se empiezan las hostilidades sin
declararlas y no se pelean con las fuerzas legítimas del país que las emprende,
sino a través de intermediarios o como le
dicen los estadounidenses “proxys” o fuerzas que no tienen una
vinculación reconocida con el estado agresor, que se hacen pasar por fuerzas
vernáculas o internas y que crean perturbaciones dentro del país, ejerciendo
actividades terroristas, de represión política, asesinatos selectivos, de
destrucción de bienes y propiedades sin ningún parapeto legal. El
paramilitarismo, en este sentido, es el ejército ideal para llevar a cabo una
guerra de cuarta generación.
Mi impresión es que el paramilitarismo
– y esto me lo han confirmado una serie de fuentes- ha ido instalándose en
Venezuela hasta cubrir toda la geografía nacional. Cuando Chávez en el 2006
decía “ya están en la capital”, ya estaban en San Juan de las Galdonas, en el
oriente del país. Porque van insertándose en los sectores populares,
suplantando al hampa criolla. Nosotros teníamos un hampa muy mal intencionada
pero que podríamos llamar “ingenua”. Llegan estos en cambio con su armamento
militar, disciplina militar, organización militar y relación con grandes
negocios como el de la droga y además de eso intentan establecer relaciones
sociales en el territorio donde se establecen. Cuenta Iraida Vargas, por
ejemplo, que los paramilitares colombianos llegaban a sitios en Colombia y
casaban a sus efectivos con muchachas del pueblo para establecer relaciones
familiares. Así una persona que no estaba de acuerdo con sus acciones, de todos
modos se inhibía de denunciar a su cuñado o a su yerno. Entonces fundan relaciones
basadas en el parentesco, el terror o la corrupción, que poco a poco van penetrando en
el tejido social, e incluso pueden también plantearse como vanguardia de falsos
procesos insurreccionales internos, que no son tales, sino que son procesos
planeados, financiados, lanzados y dirigidos desde el exterior. En las últimas
décadas a nivel internacional, ha habido varios de esos procesos. Supuestas
insurrecciones internas, a veces con tintes muy bonitos como “revoluciones de
colores” que buscan la “libertad” que en realidad eran la acción de bandas
paramilitares. En Venezuela esto se declaró de manera absoluta desde que el
presidente Nicolás Maduro gana las elecciones y el candidato perdedor llama a
una oleada terrorista que causa gran cantidad de muertes. Posteriormente el
otro dirigente del partido “Voluntad Popular”, López, llama a otra oleada de
terrorismo y se dan de nuevo
manifestaciones en los municipios
que están en manos de la oposición, donde las policías municipales protegen a
estos terroristas. En el caso del municipio donde vivo, he visto cómo seis
muchachos de la oposición trancaban una calle y ocho policías municipales los
protegían. Si bien a veces hay ciudadanos en las manifestaciones, hay también una fuerza de choque que es
paramilitar. Cuando algún ciudadano trata de limpiar los obstáculos que ha
puesto la oposición en la vía, le disparan con armas largas, desde larga
distancia y le dan un tiro en la cabeza. Eso sólo lo hace un individuo bien
entrenado. Atacan coordinadamente vehículos militares, instalaciones militares,
pero también escuelas, centros de salud, se destruyen unidades de transporte
público de forma masiva.
Entonces ¿Podemos decir que el
paramilitarismo colombiano se ha imbricado con las bandas delincuenciales
venezolanas hasta el punto que se ha formado ya un paramilitarismo binacional?
-Sí, así es.
Y ¿cuál es la vinculación entre ese
paramilitarismo y los planes del imperialismo en la región y específicamente en
Venezuela?
-La relación es total. Los eslabones
son los siguientes: Estados Unidos mantiene vínculos sumamente estrechos con la
oposición venezolana a la que financia, a veces con donativos directos y a
veces a través de unas ONG que son en realidad, agencias de influencia de los
Estados Unidos. La oposición, que ha tenido una veintena de fracasos
electorales desde que ganaron el poder el bolivarianismo y Hugo Chávez
Frías, ha optado por la vía de la
violencia, y esa vía tiene los siguientes pasos: fingir que hay una sublevación
social y a través de esta mentira abrirle el paso a una intervención extranjera
con tintes “humanitarios”. Últimamente se han inventado un “imperialismo
humanitario” que destruye los países para luego salvarlos de ellos mismos.
Entonces la idea es plantear que hay un conflicto local y que los países
imperiales se ven obligados a intervenir en él para supuestamente proteger los
derechos humanos. Así pasó en Libia. Se inventó que Gadaffi había bombardeado
una movilización de protesta y en virtud de eso se invadió. El país fue
asaltado por bandas de mercenarios financiados desde el exterior y lograron
dividirlo en varias porciones. El plan
es el mismo en Venezuela. Estas puntas de lanza instaladas en el país son los
agentes perfectos para fingir que hay una sublevación social, y de hecho tú veías
esto en las últimas oleadas terroristas de este año en Venezuela. Había una
gran cantidad de personas enmascaradas con pertrechos militares (armas,
escudos, a veces armas artesanales, a veces convencionales) que actuaban
coordinadamente contra la fuerza pública, la cual además tenía prohibido
disparar y utilizar fuerza mortal. Esta gente era fotografiada masivamente por
los medios internacionales tratando de representar que acá había una
sublevación contra el gobierno tiránico. Todos los venezolanos sabemos que no
era así. Esto ocurría apenas en 19 de los 365 municipios que tiene el país.
¿Crees que los objetivos
político-económicos y militares de esta invasión se han ido cumpliendo o hemos
logrado ponerle algún freno a sus intensiones?
-Lamentablemente en gran parte se han
ido cumpliendo. En primer lugar, por el mero hecho de haber logrado implantarse
y permanecer. El paramilitarismo es indeseable en cualquier país. En el nuestro
ha adquirido poder económico y poder político, creando una especie de parapolítica
a través de sus vínculos con la oposición, que se vale de ellos para el
asesinato, el terrorismo, para prácticas como prenderle fuego a compatriotas
vivos. Yo creo que no se han tomados acciones contundentes para derrotar esta
infiltración y las pruebas de que está viva y operativa están en la última
oleada terrorista que tuvimos durante más de tres meses, que costó la vida de
más de un centenar de venezolanos y cuyos objetivos eran tan claramente
políticos que cuando se lograron las elecciones de la Asamblea Nacional
Constituyente que demostró palmariamente que esa supuesta insurrección no tenía
base popular, de manera abrupta, un país
que parecía que estaba en una guerra civil, amaneció repentinamente pacificado
tan solo un día después de esa elección.
¿Consideras que hay alguna relación
entre los planes de esas acciones paramilitares en Venezuela y la ley que hace
poco se aprobó en Estados Unidos que ampliaría los poderes del presidente
norteamericano para que ordene una intervención donde quiera que considere que
hay una presencia terrorista que puede poner en riesgo la seguridad de su país
sin pasar por la aprobación del congreso?
-Obviamente, sí la hay. Lo primero que
se debe señalar es que en realidad el presidente de los Estados Unidos nunca
necesitó realmente la aprobación para iniciar conflictos. La guerra de Vietnam
por ejemplo, nunca existió, nunca fue declarada por el congreso de los Estados
Unidos ni por nadie, simplemente de pronto estaban ahí. Y después de eso el
resto de las guerras nunca han sido declaradas de manera legal por las
autoridades de los Estados Unidos. Esta nueva ley es simplemente un quitarse la
máscara. “Llevamos más de medio siglo cometiendo ilegalidades, en lugar de
corregirlo, vamos a declarar que la ilegalidad es legal”: que un presidente
puede meter al país en un conflicto bélico sin pedirle permiso a nadie. Esas
son atribuciones dictatoriales, es decir, una sola persona puede someter a un
estado de guerra a un país completo sin consultarle a nadie.
¿Eso tiene alguna relación con
Venezuela?
-Sí, la tiene. Fíjate, ¿qué ha impedido
que en Venezuela estén lloviendo bombas desde hace varios años? Yo me doy
una explicación que es la siguiente, el bolivarianismo ha tenido una muy
inteligente política internacional de sur-sur, multipolar y esa política le ha
traído una relativa alianza con China y de Rusia, que son miembros permanentes
del Consejo de Seguridad, y cualquier iniciativa abierta de guerra contra
Venezuela recibiría muy posiblemente un veto de China y Rusia en el Consejo de
Seguridad. Lamentablemente eso no pasó con la Libia de Gadaffi y ya vemos la
tragedia que ocurrió en ese país. Aparentemente no están dispuestos a repetir
ese error, por ejemplo en Siria, Rusia ha intervenido abiertamente para impedir
que inmolen otro país. Entonces, al ocurrir esa situación que puede paralizar
una operación abierta pues las potencias enemigas de Venezuela, lo que quieren
es fingir que hay una situación interna, porque contra eso si ya no puede vetar
el Consejo de Seguridad. Necesitan decir que es un enfrentamiento del pueblo
contra el pueblo, una cosa espontánea. Y por esto todo este coordinado esfuerzo
para fingir que hay una rebelión popular en Venezuela que no existe, contando
para ello con una vanguardia paramilitar que acompañan a veces a grupos de
manifestantes de la oposición de buena fe que no andan prendiéndole fuego a la
gente, ni aterrorizando.
Crees que el avance en los gobiernos
regionales de frontera por parte de la oposición es un agravante para esta
situación.
-Sí claro, es sumamente grave. A pesar
de que en estas elecciones hubo un resonante triunfo del bolivarianismo, aún en
medio de una situación económica bastante difícil pero la oposición logró ganar
estados claves, bastante estratégicos, como en el caso del Zulia, donde luego se repitieron las elecciones y
ganó el bolivarianismo, en un estado que tiene la segunda ciudad del país y además es
una de las grandes fuentes de hidrocarburos. Táchira y Mérida son estados
fronterizos con una densa población en los que hay gente de la derecha en
connivencia con los paramilitares y muy vinculados al contrabando de
extracción, el cual también sucede en el
Zulia. La isla de Margarita, es parte del estado Nueva Esparta, donde hace unas décadas ha surgido un enorme
flujo de capitales foráneos vinculados al área turística y a la multiplicación
de casinos. Según informantes míos también hay una presencia paramilitar. Han
acabado con lo que era la tradición cultural popular de Margarita que era muy
rica. A mí por ejemplo me invitaron a dar unas conferencias en un hotel donde
el único huésped era yo ¿Cómo es posible mantener una estructura tan grande,
con todo y personal, vacía?
Ah, pensaba que Roberto Malaver te
brindaba alojamiento en Margarita. (Risas)
-No, uno tiene que alojarse con gente
seria como son los lavadores de capitales. Entonces uno se pregunta cómo
proliferan en ese estado esa cantidad de tiendas de lujo que no tienen que ver
con las necesidades del venezolano. Y Anzoátegui, ha consecutivamente votado
por el proceso bolivariano y está en una zona centro-costera por donde podría
venir una invasión naval.
Y no hay que olvidar el tráfico de
combustible hacia el Caribe.
-Claro, hay evidencias de barcos que
salen cargados de combustible disque a pescar, y la pesca consiste en que le
transfieren el combustible en alta mar a otras embarcaciones, ganan con eso una
fortuna y le compran pescado a alguna otra embarcación. Además del contrabando
de droga y otras especies. Yo he sido navegante deportivo muchos años y he
visto con gran frecuencia en los puertos turísticos venezolanos, unas lanchas
que son unos torpedos que llaman “Cigarettas”, son una especie de proyectiles
llenos de combustible que alcanzan velocidades de 20 o 30 nudos. Es decir,
altas velocidades. Esas lanchas son evidentemente muy buenas para contrabandistas.
Mientras practicaba el submarinismo y el velerismo me encontré en alta mar me
encontré con embarcaciones amenazadoras. Supuestos buques pesqueros pero con un
par de motores de 75 o 100 caballos de fuerza, cosas muy sospechosas…
Y hay que destacar que hay muchos más
Km. De frontera hacia el Caribe que hacia Colombia.
-Exactamente, ahí hay
una panorámica bastante compleja.
O sea que en conclusión sí vez una
relación entre este avance de la derecha en estados fronterizos, el avance
paramilitar y los planes imperiales. Y también lo ves con el Plan Balboa.
-Evidentemente todo está ahí preparado
para intentos de secesión como el que fracasó en Bolivia. Nuestra oposición por
cierto ha tenido siempre vínculos muy fuertes con la derecha colombiana.
Capriles por ejemplo hizo su campaña en la frontera con un sombrero típico de
Colombia. Y los dirigentes de la derecha venezolana le han rendido mucha
pleitesía a Uribe, un gobernante bastante conservador que según parece está muy
vinculado al paramilitarismo.
Vivimos una situación estratégica
delicada. Estados Unidos a pesar de ese mecanismo legal, va a preferir siempre
una guerra a través de intermediarios y en ese tipo de guerra el instrumento
paramilitar es el más adecuado. Esa guerra puede generar una situación interna
de ingobernabilidad que sirva de falso pretexto para una intervención
“humanitaria” de potencias imperiales, quizás vehiculadas a través de países
vecinos con el objetivo de dividir a Venezuela o colocarla bajo un gobierno de
extrema derecha que entregue los recursos naturales al extranjero.
¿Y la ley de fronteras es un buen
instrumento para protegernos?
-Sí, pero es una ley
todavía insuficiente, y sobre todo muy mal aplicada.
Siempre que hago este tipo de
reflexiones me preocupo por diferenciar al Pueblo colombiano de la oligarquía
colombiana, porque la xenofobia es una herramienta para el enemigo, por ello la
vinculo al proyecto santaderísta contra el proyecto bolivariano y en ese
proyecto bolivariano estamos unidos colombianos y venezolanos. ¿Estás de
acuerdo con esta afirmación?
-Sí como no, en el
transcurso de la entrevista estuve pensando hacer esa aclaratoria en cualquier
momento: estos son proyectos de un sector de la oligarquía colombiana vinculada
a fuerzas paramilitares que ella misma ha desarrollado e incoado, el
pueblo colombiano nada tiene que ver con esto y es más bien, víctima. Hay que
señalar que en Venezuela, en un momento en que teníamos aproximadamente 27
millones de habitantes, el presidente Maduro reconoció una presencia de 5.600.000
habitantes de origen colombiano, eso
implica que uno de cada 5 o 6 habitantes de Venezuela sería de origen
colombiano próximo. Esa no es una situación reversible, no entra ni en la
tradición generosa del pueblo venezolana de acogida a todos los pueblos que
vengan a establecerse, ni en nuestra legislación, la posibilidad de hacer
deportaciones masivas, y además algo así sería complicadísimos.
Venezuela en los años
cincuenta, cuando tenía apenas 5 0 6 millones de habitantes ingresó más de
800.000 inmigrantes mayoritariamente de origen europeo. Y eso transcurrió sin
que hubiera incidentes xenófobos de ninguna índole. Yo creo que ante esta
realidad, la política venezolana debe ser de incluir y asimilar a todos estos
nuevos habitantes de Venezuela porque no hay vuelta atrás. Venezuela no puede
ni deportar ni rechazar a toda esta cantidad de personas que han venido a
buscar cobijo, en algunos casos por razones políticas y en otros casos porque
la situación económica era mejor. Es importante disipar una falsedad que se
difunde de que Venezuela sería un país del que la gente está huyendo, no.
Venezuela sigue teniendo un saldo demográfico migratorio positivo, es muchísimo
mayor la cantidad de personas que ingresan al país que la de los que salen.
Curiosamente hace poco leí la información de que la mayoría de la gente que
sale hacia Colombia, serían colombianos que ingresaron a nuestro país y ahora
regresan. Y nada de extraño tiene que alguien quiera regresar al país en que
nació.
Entonces ¿la
xenofobia no tiene cabida en la lucha contra esta invasión paramilitar?
-No, en absoluto. Y
además sería muy erróneo. También por ejemplo, 5.600.000 personas de las cuales
ya a muchos se les ha concedido la nacionalidad y cuando han vivido cierto
tiempo en el país tienen derecho al voto aun sin tener la nacionalidad, son una
fuerza electoral muy poderosa. En fin, yo creo que afortunadamente esto no
entra en el pensamiento ni del pueblo ni del gobierno venezolano. Venezuela
debe siempre integrar estos contingentes humanos como lo ha hecho con otros
inmigrantes.
Y además muchas de
las personas nacidas en Colombia que viven en Venezuela, están dispuestas a
defender la revolución hasta las últimas consecuencias, como tu entrevistadora.
-Claro, y no
solo eso. Por ejemplo, gran parte de los llaneros, los campesinos en general
venezolanos por las condiciones de nuestra economía migraron durante años a la
ciudad y gran parte de los campesinos de los fundos en Venezuela son
colombianos ¿Quien arrearía ganado, quién sembraría si hubiera una política de
exclusión a estos trabajadores? Pero también muchas de las actividades
profesionales y culturales de Venezuela tienen que ver con ese flujo
migratorio. Es decir, erradicar a la migración no está ni en la cultura, ni en
el pensamiento, ni en la legislación venezolanas.
Tu conclusión.
-Bueno,
lamentablemente sí hay una infiltración paramilitar, sí ha actuado activamente
en la política venezolana hasta el punto de comenzar a desarrollar una
parapolítica y sí ha participado activamente en las oleadas terroristas de los
últimos años; por lo tanto tenemos que tomar conciencia de eso y desarrollar
una política para anular esa agresión.