Personalidades
Luis Britto García calibra el estado actual de las letras y sostiene que la palabra es el vínculo de la sociedad
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El escritor prepara un dibujo animado y varios proyectos editoriales (Créditos: Cristian Hernández)
03:38 p.m. | Pedro Antonuccio Sanó.- La palabra fértil del escritor, ensayista y dramaturgo caraqueño Luis
Britto García, brota con sensibilidad aguda y renovada para convertirse en manantial de cada una de sus historias. Y suelta amarras en el mar del conocimiento con la convicción del viajero que la utiliza como instrumento de navegación para avizorar airoso la rayana línea costanera de sus lectores.
La palabra armoniosa de este Premio Nacional de Literatura y Casa de las Américas, rasga también con propiedad el velo del silencio que a veces acompaña la historia o las tensiones que subyacen en los acontecimientos de la cotidianidad. Lo hace sonorizándolos con sentido crítico y estético. Bajo la impronta de su narrativa, Britto García completa este collage de interrogantes, hurgando en la actualidad de las letras y sus protagonistas; bosquejando con sutileza los caminos que transita la narrativa criolla y mundial.
-¿Para qué sirve la palabra?
La palabra es el vínculo de las sociedades humanas y el mayor instrumento de cooperación que las mantiene funcionando. Los grandes proyectos científicos, políticos, estéticos, fueron primero palabras.
-¿Qué lees en la actualidad?
Metamath, a Computer Language for Pure Mathematics, de Norman Megill; Art & Physics, de Leonard Shlain; Cyber War, de Richard A. Clarke; The Age of Spiritual Machines, de Ray Kurzweil. Estoy tratando de escribir un relato sobre la inteligencia artificial.
-¿Amazon es la mejor librería?
Nunca he usado Amazon por el engorroso trámite para conseguir el cupo en dólares, y la precariedad del correo. Pero hay enlaces que permiten bajar obras maestras sin costo alguno como el Project Gutenberg o el Logos Quotes, que recomiendo, y cuyo único problema es que sólo incluye autores que llevan más de medio siglo muertos.
-El símbolo de la literatura venezolana…
Obviamente, Rómulo Gallegos, porque conjuga su obra literaria, que tuvo alcance continental, con el compromiso político. Sus obras intentan trazar una especie de mural de la venezolanidad con la temática regional. Su visión literaria y política estuvo influida por el positivismo, pero afortunadamente el narrador supera infinitamente al ideólogo.
-¿La producción literaria impulsada por el Estado se corresponde con un auge real de la lectura?
Creo que sí. Según una encuesta de 2012, el 82,5% de los venezolanos lee algún material y el 50,2% lee libros. Eso nos convierte en el tercer país lector de América Latina, posición nada desdeñable.
-¿Qué tan popular debe ser la literatura para ser exitosa?
La literatura debería ser muy popular, vale decir, muy extendida como hábito de consumo en las masas, para que se desarrolle una industria editorial que permita vivir a los escritores. Pero en el nivel cultural, una literatura con pocos lectores entre las masas puede ser un éxito estético. No sé cuántos lectores convocaba Severo Sarduy, pero sus narrativas crípticas son un triunfo de la invención y la alegría de crear.
-¿Qué significó que Miguel Otero Silva haya recibido el Premio Lenin de la Paz en 1980?
El reconocimiento a un venezolano por la que era la segunda potencia del mundo. Pero el hecho se difundió muy poco y mucho menos se lo recuerda en el diario que él fundó.
-Un episodio insólito de nuestra historia que falta por narrar…
Hace años sostuve que nuestra narrativa histórica se centraba en las dos décadas de la Independencia y dejaba eras completas sin novelar: el pasado precolombino, la Colonia, la Federación, las autocracias andinas, el postgomecismo, el populismo bipartidista. Traté de llenar algunas de esas lagunas en Abrapalabra, pero autores como Francisco Herrera Luque, Denzil Romero, Gerónimo Pérez Rescaniere, Francisco Suniaga o Federico Vegas las van colmando.
-Libros imprescindibles para un joven lector…
Me pones en un brete; una primera lista llenaría centenares de páginas: Peonía, de Manuel Vicente Romerogarcía; Cuentos grotescos, de José Rafael Pocaterra; Cantaclaro, de Rómulo Gallegos; Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri; Cumboto, de Ramón Díaz Sánchez; El osario de Dios, de Alfredo Armas Alfonzo; País portátil, de Adriano González León; Cuentos sádicos, de Salvador Garmendia; El hombre más malo del mundo, de Otrova Gomás; Humor y Amor, de Aquiles Nazoa; Obras Incompletas, de Aníbal Nazoa; Gritando su agonía, de Argenis Rodríguez; Solitaria, solidaria, de Laura Antillano; Paisano, de Ramón Palomares; Percusión y Tomate, de Sol Linares... ¡Tiro la toalla! Por cada título que añado, faltan cien.
-Mario Vargas Llosa…
Julio Cortázar… Severo Sarduy… Gabriel García Márquez… Elena Poniatowska…
-¿La novela policial dejó de ser un género menor?
No hay géneros menores sino autores menores. Crimen y castigo y Los hermanos Karamasov, de Dostoievsky, son indagaciones sobre homicidios, inspiradas en noticias criminales. Paco Ignacio Taibo II ha escrito magníficos trabajos del género. La reducción del policíaco a una fórmula tediosa casi ha acabado con él. Se salvan novelas que le introducen otra dimensión, como Demolished Man, de Alfred Bester, en la cual el asesino enfrenta a una policía telépata. Para mí, el policíaco latinoamericano es la novela de la violencia, en la cual el policía no es el héroe, sino un villano anónimo que usurpa el papel del destino.
-¿La narrativa nacional qué caminos transita?
Es una especie de “jardín de los senderos que se bifurcan”. Hay de todo: realista, fantástica, intimista, humorística, experimentalista, histórica, política…
-¿Qué quedó del interés por el tema de la piratería en el Mar Caribe del que escribió en los ´90?
-Pues otro libro de historia, Señores del Caribe: indígenas, conquistadores y piratas en el mar colonial, y una novela, Pirata. Y estoy puliendo el tercer libro histórico sobre el final de la piratería: Los piratas libertarios.
-¿Es partidario de que el escritor busque intencionalmente la controversia?
No, eso sería sensacionalismo fácil. Si la elección del tema y de las técnicas llevan en forma inevitable a la controversia, el escritor debe afrontarla, pero no buscarla ni proponérsela como un fin.
-El Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Uslar Pietri ¿qué representó?
El reconocimiento tardío a Arturo como un polifacético ensayista y narrador, que ya había escrito a los 25 años una obra maestra, Las lanzas coloradas.
-¿Por qué nuestra literatura no trasciende en el Nobel?
Primero, no somos escandinavos. Segundo, no tenemos una industria editorial que imponga nuestros autores en el ámbito internacional, como lo hacen, por ejemplo, la mexicana, la argentina, la chilena, la uruguaya. Tercero, nuestros autores no se han dedicado a revelar al mundo alguna cultura tradicional fascinante, como lo hizo Miguel Ángel Asturias. Y cuarto, no tenemos lobbys que impongan o veten autores en la Academia Sueca con la misma eficacia que imponemos una Miss Universo.
-Si la narrativa contiene jergas y neologismos, garantiza la vivificación de nuestra lengua…
Depende del genio con el cual se lo haga. Cabrera Infante, Luis Rafael Sánchez o Ana Lydia Vega, por ejemplo, enriquecen el castellano con el habla antillana; y en Venezuela César Chirinos ha elevado el habla zuliana a la categoría de poética. Rulfo y Elena Poniatowska han forjado una mexicanidad lingüística, más por el tono del lenguaje que por los localismos, que raramente aplican. Arguedas ha hecho lo mismo con el habla peruana y Jesús Urzagasti con la boliviana. Pero cualquier costumbrista puede convertir sus textos en tediosos catálogos de localismos.
-¿Quién es el creador de la novela histórica moderna de Latinoamérica?
Uslar Pietri y luego Alejo Carpentier, cuyos relatos, por cierto, me gustan más que sus novelas.
-¿El Premio Rómulo Gallegos en qué sitial se encuentra?
Es un galardón acreditado y basta ver la lista de títulos y autores premiados para verificarlo. También ha superado la tentación de constituirse en mero homenaje para consagrados, porque ha sido concedido a autores comparativamente jóvenes.
-Desde el punto de vista literario, ¿qué le ocupa?
Estoy culminando un dibujo animado, puliendo un libro de relatos terminado y otro sobre sir Walter Ralegh; otro sobre la etapa final de la piratería en el Caribe, el segundo tomo de El Pensamiento del Libertador, un libro en varios tomos sobre la cultura venezolana, un libro de relatos brevísimos y una novela acerca de la inteligencia artificial. Como verás, tengo en qué entretenerme.
La palabra armoniosa de este Premio Nacional de Literatura y Casa de las Américas, rasga también con propiedad el velo del silencio que a veces acompaña la historia o las tensiones que subyacen en los acontecimientos de la cotidianidad. Lo hace sonorizándolos con sentido crítico y estético. Bajo la impronta de su narrativa, Britto García completa este collage de interrogantes, hurgando en la actualidad de las letras y sus protagonistas; bosquejando con sutileza los caminos que transita la narrativa criolla y mundial.
-¿Para qué sirve la palabra?
La palabra es el vínculo de las sociedades humanas y el mayor instrumento de cooperación que las mantiene funcionando. Los grandes proyectos científicos, políticos, estéticos, fueron primero palabras.
-¿Qué lees en la actualidad?
Metamath, a Computer Language for Pure Mathematics, de Norman Megill; Art & Physics, de Leonard Shlain; Cyber War, de Richard A. Clarke; The Age of Spiritual Machines, de Ray Kurzweil. Estoy tratando de escribir un relato sobre la inteligencia artificial.
-¿Amazon es la mejor librería?
Nunca he usado Amazon por el engorroso trámite para conseguir el cupo en dólares, y la precariedad del correo. Pero hay enlaces que permiten bajar obras maestras sin costo alguno como el Project Gutenberg o el Logos Quotes, que recomiendo, y cuyo único problema es que sólo incluye autores que llevan más de medio siglo muertos.
-El símbolo de la literatura venezolana…
Obviamente, Rómulo Gallegos, porque conjuga su obra literaria, que tuvo alcance continental, con el compromiso político. Sus obras intentan trazar una especie de mural de la venezolanidad con la temática regional. Su visión literaria y política estuvo influida por el positivismo, pero afortunadamente el narrador supera infinitamente al ideólogo.
-¿La producción literaria impulsada por el Estado se corresponde con un auge real de la lectura?
Creo que sí. Según una encuesta de 2012, el 82,5% de los venezolanos lee algún material y el 50,2% lee libros. Eso nos convierte en el tercer país lector de América Latina, posición nada desdeñable.
-¿Qué tan popular debe ser la literatura para ser exitosa?
La literatura debería ser muy popular, vale decir, muy extendida como hábito de consumo en las masas, para que se desarrolle una industria editorial que permita vivir a los escritores. Pero en el nivel cultural, una literatura con pocos lectores entre las masas puede ser un éxito estético. No sé cuántos lectores convocaba Severo Sarduy, pero sus narrativas crípticas son un triunfo de la invención y la alegría de crear.
-¿Qué significó que Miguel Otero Silva haya recibido el Premio Lenin de la Paz en 1980?
El reconocimiento a un venezolano por la que era la segunda potencia del mundo. Pero el hecho se difundió muy poco y mucho menos se lo recuerda en el diario que él fundó.
-Un episodio insólito de nuestra historia que falta por narrar…
Hace años sostuve que nuestra narrativa histórica se centraba en las dos décadas de la Independencia y dejaba eras completas sin novelar: el pasado precolombino, la Colonia, la Federación, las autocracias andinas, el postgomecismo, el populismo bipartidista. Traté de llenar algunas de esas lagunas en Abrapalabra, pero autores como Francisco Herrera Luque, Denzil Romero, Gerónimo Pérez Rescaniere, Francisco Suniaga o Federico Vegas las van colmando.
-Libros imprescindibles para un joven lector…
Me pones en un brete; una primera lista llenaría centenares de páginas: Peonía, de Manuel Vicente Romerogarcía; Cuentos grotescos, de José Rafael Pocaterra; Cantaclaro, de Rómulo Gallegos; Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri; Cumboto, de Ramón Díaz Sánchez; El osario de Dios, de Alfredo Armas Alfonzo; País portátil, de Adriano González León; Cuentos sádicos, de Salvador Garmendia; El hombre más malo del mundo, de Otrova Gomás; Humor y Amor, de Aquiles Nazoa; Obras Incompletas, de Aníbal Nazoa; Gritando su agonía, de Argenis Rodríguez; Solitaria, solidaria, de Laura Antillano; Paisano, de Ramón Palomares; Percusión y Tomate, de Sol Linares... ¡Tiro la toalla! Por cada título que añado, faltan cien.
-Mario Vargas Llosa…
Julio Cortázar… Severo Sarduy… Gabriel García Márquez… Elena Poniatowska…
-¿La novela policial dejó de ser un género menor?
No hay géneros menores sino autores menores. Crimen y castigo y Los hermanos Karamasov, de Dostoievsky, son indagaciones sobre homicidios, inspiradas en noticias criminales. Paco Ignacio Taibo II ha escrito magníficos trabajos del género. La reducción del policíaco a una fórmula tediosa casi ha acabado con él. Se salvan novelas que le introducen otra dimensión, como Demolished Man, de Alfred Bester, en la cual el asesino enfrenta a una policía telépata. Para mí, el policíaco latinoamericano es la novela de la violencia, en la cual el policía no es el héroe, sino un villano anónimo que usurpa el papel del destino.
-¿La narrativa nacional qué caminos transita?
Es una especie de “jardín de los senderos que se bifurcan”. Hay de todo: realista, fantástica, intimista, humorística, experimentalista, histórica, política…
-¿Qué quedó del interés por el tema de la piratería en el Mar Caribe del que escribió en los ´90?
-Pues otro libro de historia, Señores del Caribe: indígenas, conquistadores y piratas en el mar colonial, y una novela, Pirata. Y estoy puliendo el tercer libro histórico sobre el final de la piratería: Los piratas libertarios.
-¿Es partidario de que el escritor busque intencionalmente la controversia?
No, eso sería sensacionalismo fácil. Si la elección del tema y de las técnicas llevan en forma inevitable a la controversia, el escritor debe afrontarla, pero no buscarla ni proponérsela como un fin.
-El Premio Príncipe de Asturias de las Letras a Uslar Pietri ¿qué representó?
El reconocimiento tardío a Arturo como un polifacético ensayista y narrador, que ya había escrito a los 25 años una obra maestra, Las lanzas coloradas.
-¿Por qué nuestra literatura no trasciende en el Nobel?
Primero, no somos escandinavos. Segundo, no tenemos una industria editorial que imponga nuestros autores en el ámbito internacional, como lo hacen, por ejemplo, la mexicana, la argentina, la chilena, la uruguaya. Tercero, nuestros autores no se han dedicado a revelar al mundo alguna cultura tradicional fascinante, como lo hizo Miguel Ángel Asturias. Y cuarto, no tenemos lobbys que impongan o veten autores en la Academia Sueca con la misma eficacia que imponemos una Miss Universo.
-Si la narrativa contiene jergas y neologismos, garantiza la vivificación de nuestra lengua…
Depende del genio con el cual se lo haga. Cabrera Infante, Luis Rafael Sánchez o Ana Lydia Vega, por ejemplo, enriquecen el castellano con el habla antillana; y en Venezuela César Chirinos ha elevado el habla zuliana a la categoría de poética. Rulfo y Elena Poniatowska han forjado una mexicanidad lingüística, más por el tono del lenguaje que por los localismos, que raramente aplican. Arguedas ha hecho lo mismo con el habla peruana y Jesús Urzagasti con la boliviana. Pero cualquier costumbrista puede convertir sus textos en tediosos catálogos de localismos.
-¿Quién es el creador de la novela histórica moderna de Latinoamérica?
Uslar Pietri y luego Alejo Carpentier, cuyos relatos, por cierto, me gustan más que sus novelas.
-¿El Premio Rómulo Gallegos en qué sitial se encuentra?
Es un galardón acreditado y basta ver la lista de títulos y autores premiados para verificarlo. También ha superado la tentación de constituirse en mero homenaje para consagrados, porque ha sido concedido a autores comparativamente jóvenes.
-Desde el punto de vista literario, ¿qué le ocupa?
Estoy culminando un dibujo animado, puliendo un libro de relatos terminado y otro sobre sir Walter Ralegh; otro sobre la etapa final de la piratería en el Caribe, el segundo tomo de El Pensamiento del Libertador, un libro en varios tomos sobre la cultura venezolana, un libro de relatos brevísimos y una novela acerca de la inteligencia artificial. Como verás, tengo en qué entretenerme.
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