Sobrevivimos al Fin del Mundo anunciado por agoreros, brujos, predicadores y tahúres que sólo saben destruir.
Hoy es el Primer Día del Principio del Mundo.
Mundo Nuevo, Vida Nueva. En vez de propósitos de Año Nuevo, formulemos propósitos de Mundo Nuevo.
En lo posible, un mundo que se estrena no debería ser un infierno para sus habitantes.
¿Vale la pena continuar con un sistema en el cual según el informe The Limits to Growth, la mayoría de los recursos estarán agotados a mediados del presente siglo?
Para principiar bien debemos reducir la destrucción, el despilfarro y el derroche, a fin de dejar un planeta viable a las generaciones futuras.
No tiene sentido estrenar un mundo donde todo lo necesario para vivir sea ajeno. En el que empieza los recursos naturales deben ser de propiedad social, para que sobrevivamos todos.
Ninguna utilidad tiene un planeta contaminado. Hay que dejar de asfixiarlo con gases de invernadero, de envenenarlo con residuos tóxicos, de sepultarlo bajo inundaciones de basura, de propiciar el calentamiento global que cambia el clima y genera tormentas e inundaciones.
¿Debemos tolerar un mundo en el cual 925 millones de personas viven bajo la dictadura del hambre? ¿Permitir que una docena de transnacionales y 36 filiales dominen el 95% de la producción alimenticia y su mercadeo en Estados Unidos, Europa, el Commonwealth y Latinoamérica, y que de sus cosechas dependan cinco mil millones de personas? ¿Tolerar que depriman la producción de alimentos presionando para la eliminación de políticas proteccionistas y subsidios, la suspensión de financiamientos y grandes proyectos agrícolas, el dumping y el dominio sobre semillas y fertilizantes? (Jerónimo Guerra: “La escasez y el desabastecimiento como armas de destrucción masiva”; Rebelión, 24-02-2008). ¿Aceptar que impongan el monocultivo, el latifundio, la diseminación de transgénicos incontrolables, la expulsión masiva de campesinos y la producción de alimentos para la exportación y la especulación, y no para satisfacer las necesidades del país productor?
¿Tiene sentido un mundo ajeno en el cual 10% de la población posee el 71 % de la riqueza, lo cual significa que el 90% de los humanos sólo posee entre 29% y cero? ¿Reviste lógica que en Estados Unidos el 20% de la población sea propietaria del 89% de la riqueza, mientras que la gran mayoría asalariada del 80% que la produce sólo tiene el 11%? Sólo el trabajo crea riqueza, ésta debe ser del trabajador.
¿Sirve de algo que tengamos todavía un mundo, si dedicamos la mayoría de nuestros esfuerzos a destruirlo? ¿Toleraremos que anualmente el planeta gaste 1.464 millones de millones de dólares en armamentos destinados a matarnos, y que sólo Estados Unidos invierta el 42% de esa suma? ¿Es tolerable que los destinos de dos centenares de países dependan de sólo cinco Estados que integran el Consejo de Defensa de la Organización de las Naciones Unidas, y que casualmente son los mayores fabricantes y traficantes de armas?
¿Puede comenzar un mundo en el que a través de las patentes estén privatizados el saber, las medicinas, la fórmula genética de los seres vivientes y hasta de los seres humanos?
Arranque magnífico sería utilizar las computadoras para hacer en casa todo el trabajo que se realiza en las ciudades, que es manejo de información, y así evitar el cotidiano traslado de millones de automóviles de la periferia al centro y viceversa, que contamina la atmósfera, agota los hidrocarburos, convierte los centros de las urbes en infiernos y sus periferias en laberintos.
Si vamos a comenzar bien un mundo debemos usar prensa, radio y televisión para educar a la Humanidad y no como promotores de banalidades, objetos inútiles y técnicas de robo, asesinato y genocidio.
Nadie sabe cuánto durará el mundo. La esperanza promedio de vida de sus habitantes es de 47 años. Si en vez de utilizar la ciencia para acaparar y para matarnos la aplicáramos a la salud, ese promedio podría duplicarse.
(FOTO/TEXTO: Luis Britto)
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