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Ante el
diluvio de tropelías los organismos encargados de aplicar
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Venezuela asume la
investigación de estas atrocidades con retardo injustificable. Dictadura hubo
en Argentina, y para 1984 el informe Nunca
más, de la Comisión Nacional
sobre la Desaparición
de Personas, presidida por Ernesto Sábato, reconocía 8.960 desaparecidos. En
Chile en 1990 el informe Rettig, de la Comisión Nacional
de Verdad y Reconciliación, verificó 2.296 víctimas fatales de Pinochet. Las
organizaciones sociales afirman que las cifras reales son muy superiores, pero por
algo se empieza. En cambio, a catorce años del triunfo bolivariano, Ministerio de Justicia, Fiscalía, Defensoría del Pueblo y tribunales apenas
han comenzado a cumplir a plenitud con las
competencias que los obligan a investigar y sancionar crímenes de lesa humanidad. La mayoría de las
realizaciones en la materia se deben a la empecinada y desamparada labor de
deudos y comités de víctimas. Sólo en 2011 la Asamblea Nacional
bolivariana emite una Ley para Sancionar
los crímenes, desapariciones, torturas y otras violaciones de los Derechos
Humanos por razones políticas en el período 1958-1998, y designa una
Comisión de la Verdad
para cumplir dicha tarea.
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Aquellos que no aprenden de la Historia , decía Santayana, se ven obligados a
repetirla ¿Qué hacer para evitar que el horror reincida? En primer lugar, se
deben abrir los sepulcros blanqueados de los expedientes de tribunales y
cuerpos represivos, hasta hoy vetados para la ciudadanía. Se debe evitar que
continúe la destrucción de archivos y de pruebas, e investigar y sancionar a
sus responsables.
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En segundo lugar, Ministerio de Justicia, Fiscalía y Defensoría del
Pueblo deben poner a disposición de la Comisión las
investigaciones que en función de sus competencias estaban y están obligados a
adelantar sobre estos crímenes de lesa humanidad, y explicar y justificar las
posibles omisiones en el cumplimiento de ellas, entendiéndose que la creación
de una Comisión de la Verdad
no los releva ni exonera del cumplimiento de tales atribuciones, ni del deber
de continuar desempeñándolas.
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En tercer lugar, la
Comisión debe desarrollar un mecanismo para desempeñar sus
tareas. Un cuerpo colegiado trienal de una treintena de personas que ejercerán funciones a título
honorífico, parece diseñado para hacer casi imposible que se
reúna y que cuente con medios para cumplir con tareas que durante una década no
cumplieron organismos con abundante dotación administrativa y presupuestaria. Sólo el convocarnos para la juramentación ha tomado
año y medio. “Mas estas víctimas serán vengadas, estos verdugos serán
exterminados”, escribía Bolívar en Mérida el 9 de julio de 1813. Esperémoslo.
(TEXTO/FOTOS: Luis
Britto)
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