Cinco veces al día la barahúnda se transfigura en la palabra. El lamento del almuecín nos alcanza donde estemos. La oración es un intento de organizar el tumulto. Si todas las voces fueran una. Si la palabra fuera una. Temor y exaltación de la palabra: cinco veces al día todas las palabras son una; todos los que la pronuncian son uno; una sílaba que se prolonga promete el infinito. Así se podrían ir dilatando los instantes. La expansión de la mente tras la mezquita y los bazares, como llevada por un soplo luminoso. Pues no se puede estar en Estambul –sino en medio de una alucinada fiebre –girando sobre la peonza del Ser, perfectamente –en la crispación del reflejo –ninguna distancia nos evitará ser invadidos –peligroso centro, tentación inatentada –podría ser que caduquen los siglos –y todas las barcas atraquen al mismo instante –las gaviotas desde el comienzo del mundo graznan advirtiendo el peligro.
sábado, 20 de diciembre de 2008
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