domingo, 11 de agosto de 2019

EL FULGOR DE MIL SOLES



Luis Britto García

1
 El viejo físico juega con un revólver cargado. Recuerda el día luminoso  cuando descubrió la equivalencia entre materia y energía. La una puede ser convertida en la otra con un fulgor inimaginable. Tan inimaginable que quizá la materia no deje nunca de volverse energía y haga desaparecer  todo lo creado.  Por momentos  apoya el arma en su sien, por momentos hace girar el tambor repleto de balas, por momentos apunta a los niños que juegan en el lejano parque de la Universidad de Princeton. No se atreve a apretar el gatillo, tampoco  a dejar de hacerlo. Sabe que  otros podrían también convertir un trozo de metal en un arma mortífera o una masa crítica de uranio en el Apocalipsis. Albert Einstein.  vuelve a su casita y escribe al Presidente de Estados Unidos Franklyn Roosevelt: 
“2 de agosto de 1939. Recientes trabajos realizados por Enrico Fermi y Leo Szilard, cuya versión manuscrita ha llegado a mi conocimiento, me hacen suponer que el elemento uranio puede convertirse en una nueva e importante fuente de energía en un futuro inmediato[...] se ha abierto la posibilidad de realizar una reacción nuclear en cadena en una amplia masa de uranio mediante la cual se generaría una gran cantidad de energía[...] Este nuevo fenómeno podría conducir a la fabricación de bombas y, aunque con menos certeza, es probable que con este procedimiento se puedan construir bombas de nuevo tipo y extremadamente potentes.”
Albert Einstein sale de nuevo al parque,  entrega  a un niño el revólver cargado, y se encierra en la pequeña casa, esperando oir el disparo. 

2
En 1941 en la Estocolmo ocupada por los nazis se reúnen casi clandestinamente el físico alemán Werner Heisenberg y el danés Niels Bohr para departir sobre deportes invernales y la aniquilación del mundo. Ambos son comisionados desde bandos opuestos para crear un arma nuclear; ambos se comprometen a no producir tal abominación. Heisenberg cumplirá su palabra, obstaculizando y desviando el proyecto alemán. Bohr faltará a la suya, y colaborará  en el proyecto de los Aliados. Ese encuentro decide el destino y quizá el fin del mundo. 

3
Los Messermich, Heinkel y Stukas  de la Luftwaffe acribillan eficazmente estaciones de radar y aeropuertos de la Real Fuerza Aérea. De seguir así, pronto dejarán a Inglaterra indefensa y ganarán la guerra. El Comando Estratégico de los Aliados se reúne para decidir convertir las ciudades alemanas en piras funerarias de civiles indefensos, saturándolas con bombas incendiarias en la llamada “Tormenta de Fuego”. La idea es que por cada civil herido cinco deberán dedicarse a cuidarlo, y que así se incitará a Hitler a desperdiciar su Luftwaffe bombardeando a su vez ciudades inglesas. Así son incineradas Dresden, Hamburgo, Bremen, centros sin objetivos militares, con unos 75.000 civiles incinerados por ataque. Lo mismo se realiza contra las ciudades japonesas: Tokio, Nagoya, Kobe. Al final del conflicto, Curtis Le May se jacta de haber cremado un millón de japoneses. “Si hubiéramos perdido, nos habrían juzgado como criminales de guerra”, añadirá Robert McNamara. Hitler se enfurece, desperdicia sus bombarderos contra Londres, Liverpool y Coventry, y comienza a perder la guerra. Posteriormente, Kenneth Galbrait demostrará que la destrucción de ciudades indefensas, lejos de debilitar el esfuerzo bélico, no dejaba a los sobrevivientes más opción que trabajar en industrias militares, prolongando así el conflicto.

4
Albert  Oppenheimer avanza con reluctancia el dedo hacia el tablero que hará reventar Little Boy, como llaman confianzudamente al rechoncho artefacto armado en Los Álamos, una ciudadela provisional construida en el desierto para acuartelar millares de científicos, técnicos y policías con el único  propósito de armar la primera bomba atómica. Los cuerpos de seguridad acosan al director del Proyecto Manhattan. Oppenheimer es izquierdista; su ex amante Jean Tatlock es militante, y se ha suicidado al sentirse abandonada por Albert. El físico se cala los lentes de filtro oscuros,  disipa sus dudas musitando: “El científico sólo debe responder ante la ciencia”, y aprieta el botón que desencadena el fulgor de mil soles. Sabe lo que ha hecho: atrapado entre la conciencia y el remordimiento recita un versículo del Baghava Ghita: “Me he convertido en la muerte, que avanza destruyendo mundos”. El padre de la bomba atómica será investigado por la Comisión de Actividades Antinorteamericanas y despojado en 1954 de toda participación en investigaciones nucleares. 

5
El 6 de agosto de 1945 se preparaba un free beer party para las 2 p.m. en la base aérea de la isla de Tinian. No se requerirían cartas de racionamiento. Habría limonada para los abstemios. Para los cinéfilos, se proyectaría Ha sido un placer, con Sonja Henie y Michael O´Shea. “Use ropas viejas” suplicaban los cartelones: se debía estar cómodo. Las pancartas anunciaban el WELCOME PARTY FOR RETURN OF ENOLA GAY FROM HIROSHIMA MISSION.    No estaba previsto cronista social. Nunca sabremos de las expresiones de los muchachos que bajaron tambaleándose del pesado B-29, encandilados por un fulgor que no ha cesado de arder. Ya no importa tanto distinguir entre Tidbits, que se enorgullecíó de haber aniquilado 90.000 prójimos en una fracción de segundo, Beser, que lamentó no haber arrojado la bomba en Berlín, y Eatherly, que enloqueció de remordimiento. A la larga, en los bancos de esa melancólica fiesta nos hemos ido sentando todos, gozosos o reluctantes, rusos o europeos, chinos e israelíes, sobrevivientes de Hiroshima o de los otros. Porque, hasta nueva orden, nuestra condición oficial es la de sobrevivientes.

6
El ex Presidente Jimmy Carter afirma que “EE.UU. es la nación más beligerante en la historia del mundo por haber disfrutado de tan solo 16 años de paz en sus 242 años de historia”. Cada día de esos 236 años de agresión está signado por crímenes de lesa humanidad. Conmemoremos con justicia el 6 de agosto como el Día de los Crímenes contra la Humanidad de Estados Unidos.

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DIRECCIÓN: Román Chalbaud GUIÓN: Luis Britto García
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TIAR


TIAR
 Luis Britto García

Para  legitimar la intervención
Para asegurar su hegemonía,  Estados Unidos formula la doctrina Monroe, que se opone explícitamente a la intervención de potencias extracontinentales en América,  con la finalidad implícita de reservarse  tales injerencias. Dicha tesis no impidió la , la reconquista de Santo Domingo por los españoles en 1809, la invasión francesa contra México en 1839, el bloqueo inglés, alemán e italiano contra Venezuela entre 1902 y 1903, la ocupación ni la reconquista de las Malvinas por Inglaterra en 1982, la prolongada perduración de enclaves coloniales europeos y de bases de la OTAN en América.

Mas allá de Monroe

Resoluciones y tratados posteriores prevén, no ya la exclusión de intervenciones extracontinentales, sino  la legitimación de intervenciones estadounidenses en el ámbito americano. En la X Conferencia Interamericana  en Caracas en marzo de 1954, el representante de Estados Unidos John Foster Dulles impuso que “si el movimiento comunista internacional llegara a dominar las instituciones políticas de cualquier Estado americano, ello constituiría una amenaza contra la soberanía e independencia política de todos nosotros, poniendo en peligro la paz de América,  lo que exigiría la acción pertinente de conformidad con los tratados vigentes”. Vimos que usando como coartada esa resolución, Estados Unidos lanzó  una invasión de mercenarios contra Guatemala, que derrocó al gobierno legítimamente electo y constituido de Jacobo Arbenz. Dicha doctrina estuvo a punto de ser aplicada contra Venezuela cuando en 1958 grandes manifestaciones abuchearon al vicepresidente de Estados Unidos Richard Nixon, y el presidente Eisenhower ordenó la movilización de brigadas aerotransportadas para una intervención eventual. En 1963 los estadounidenses apoyaron el derrocamiento  del gobierno democráticamente electo de Juan Bosch en la República Dominicana, y para evitar que el coronel Caamaño Deñó lo repusiera en el mando,  los marines contaron en 1965 con el apoyo de contingentes de las dictaduras latinoamericanas de Brasil,  Nicaragua, Honduras y Paraguay. Una resolución de la OEA legitimó el bloqueo contra Cuba. La diplomacia de Estados Unidos obtuvo de un grupo de pequeñas islas del Caribe la solicitud para la invasión de Granada en 1983.

Tratados internacionales

La red de doctrinas y resoluciones se cierra con un nudo de tratados que al ser irresponsablemente suscritos por las autoridades de cada país y sancionados por sus cuerpos legislativos, legalizan la colaboración bélica con la metrópoli. Así, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), suscrito en Río de Janeiro en septiembre de 1947 por  veintiún repúblicas americanas, las obliga a  prestarse asistencia militar en  caso de agresión de una potencia extracontinental. Suscrito en el contexto de la Guerra Fría, de hecho pone los ejércitos latinoamericanos y del Caribe a disposición de Estados Unidos para una guerra cuando éste juzgare que existe agresión comunista, pues declara que “un ataque armado de cualquier Estado contra un Estado americano, se considerará como un ataque contra todos”, y prevé  la respuesta incluso a la agresión indirecta, vale decir “que no sea un ataque armado”. Ante el ataque directo, cada signatario se obliga a actuar contra el agresor, aunque le corresponde el derecho de elegir cómo mientras se decide una respuesta colectiva. Si la agresión no es un ataque armado, los signatarios están obligados a “consultar”, aunque las dos terceras partes de los miembros pueden imponer sanciones obligatorias, desde  diplomáticas y económicas hasta  militares.

Tropas foráneas bajo control estadounidense

Serpiente bífida, el TIAR apunta tanto al pasado monroísta al precaver agresiones extracontinentales, como a la Guerra Fría al anticipar invasiones anticomunistas. Tan decisiva es su orientación, que   inspira el Tratado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) suscrito en 1949  y el Tratado del Sureste del Asia (SEATO) suscrito en Manila en 1954. El TIAR es la primera piedra de tres alianzas militares que colocan de hecho bajo control estadounidense los ejércitos de América Latina y el Caribe, de  Europa Occidental y del Sureste del Asia. Las naciones signatarias se comprometen a financiar, entrenar y armar sus respectivos contingentes para que éstos queden  bajo la dirección supranacional de la gran potencia y al servicio de los intereses de ésta.

El TIAR contra Nuestra América


Siguiendo tal orientación, el TIAR es invocado contra la revolución Cubana en 1962, y contra el gobierno dominicano democráticamente electo de Juan Bosch en 1965,  intervenido por la supuesta Fuerza Interamericana de Paz enviada ad hoc por cuatro de los peores dictadores latinoamericanos. Vimos que la X Conferencia Interamericana, reunida en Caracas en 1954, en el más perfecto espíritu del TIAR, resolvió que estaría justificada una intervención “si el movimiento comunista internacional llegara a dominar las instituciones políticas de cualquier Estado americano”. La total subordinación del TIAR a intereses de  Estados Unidos quedó en evidencia cuando éste  violó dicho tratado al no oponerse la agresión de Gran Bretaña contra Argentina en la Guerra de las Malvinas. A pesar de lo cual, el Documento Santa Fe IV, a comienzos del presente siglo, formula el siguiente inventario de instrumentos de coerción: “El Tratado de Río (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) sigue siendo viable. La Junta de Defensa Interamericana (IADB) sigue funcionando. SOUTHCOM todavía es una institución válida”(Santa Fe IV).
El Tiar y la Asamblea Nacional
En defensa de nuestra soberanía, el gobierno de Hugo Chávez Frías denunció el TIAR y nos libró de la obligación de invadir otros países o de dejarnos invadir por ellos. resucitar ese tratado infame para que nos asalten tropas extranjeras no es oponerse al gobierno, sino a  Venezuela.