sábado, 18 de septiembre de 2021

HUBIERA PREFERIDO OTRA MUERTE

 

Luis Britto García



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A comienzos de 1988, el Comando de Campaña del candidato de Acción Democrática, Carlos Andrés Pérez, se entrega a una delicada tarea: disfrazar un Paquete del Fondo Monetario Internacional con  lenguaje
revolucionario o seudo revolucionario. Para el momento, lleva el partido 23 años ejerciendo el poder y el país padeciendo tres décadas de bipartidismo. Los resultados  no son sobresalientes. Según confiesan quienes redactan el programa  Acción de Gobierno para una Venezuela Moderna, persiste
un “insuficiente y distorsionado aparato productivo no petrolero”, el cual “no tiene la capacidad de abastecer convenientemente el mercado interno”, ni “tampoco genera una estructura equitativa de empleo e ingresos”. Asimismo, “la prestación de los servicios escolares y asistenciales, si bien llegan a todos los venezolanos, carecen de calidad”. Pero no es cierto que sean atendidos todos los que los necesitan. La “desnutrición infantil puede llegar a ser una amenaza para el futuro de Venezuela”, existe un “deterioro de la clase media”, un “sensible retroceso en sus condiciones de vida”, mientras que “los más débiles se deslizan insensiblemente hacia la economía de subsistencia de la pobreza y los problemas sociales se han agravado en los últimos tiempos”.

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Esta situación tiene causas precisas. Cuando Carlos Andrés Pérez asume su primera presidencia en 1974, a raíz de la Guerra del Golfo los precios del petróleo suben y por tal causa se cuadruplica el ingreso público venezolano. En lugar de ingresar esas sumas al Tesoro Público de acuerdo con la Constitución y las leyes del momento, el Inquieto Muchacho de Rubio inventó guardarlas en un “Fondo de Inversiones de Venezuela”, bajo su administración discrecional y secreta. Advertí que ello se podría traducir en gastos dispendiosos y no justificados. Oportunas dádivas y eficaces presiones lograron que el Poder Legislativo lo consintiera. Con esos multimillonarios aportes se ha  podido resolver gran parte de los problemas de Venezuela. En lugar de eso, desaparecieron en el pozo sin fondo de la creación de una nueva burguesía parasitaria del Tesoro Público, “los Doce Apóstoles”, tan rapaz que antes de una década, el Presidente Luis Herrera Campins declaró en el llamado Viernes Negro de  1983 la quiebra del Tesoro Público y el fin de la paridad de 4,30 del bolívar con el dólar. El Fondo de Inversiones, almacén secreto y discrecional de la riqueza petrolera, quedó reducido a subastador de las empresas públicas en un baratillo de precios miserables. Así se llegó a “la economía de subsistencia de la pobreza y los problemas sociales” que en 1988 describe el programa de Carlos Andrés Pérez.

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Son deficiencias cuya solución requeriría acción conjunta revolucionaria de pueblo y de gobierno. En lugar de ello, se espera que las solucionen los capitalistas  y  la finanza internacional que en  parte las causaron, y para ello se les entregan plenos poderes. Es píldora intragable, que hay que dorar.   Cada vez que una medida tiene carácter desagradable, el Programa de Acción la disfraza con un eufemismo. Para anunciar el alza de tasas de interés, dice que las “flexibilizará”. Eliminar subsidios y transferencias de interés social es “sincerarlos”. La misma expresión se usa para incrementar precios y tarifas. La supresión de medidas proteccionistas es “liberación”. La eliminación de aranceles para importaciones es “racionalización”. Cobrar impuesto de plusvalía a los usuarios por las obras que han sido realizadas con el dinero que pagaron por impuestos es  “compartir responsabilidades”.

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Más lúgubre es el enmascaramiento de  expresiones que ofrecen la rebatiña de  empresas públicas y de la riqueza petrolera al capital extranjero: “Apertura al mercado de capitales de empresas estadales mediante mecanismos compatibles con la diversificación y el fortalecimiento patrimonial”. “El desarrollo de la industria petrolera interna, invitando incluso a la participación de la inversión extranjera que garantice el acceso a los mercados internacionales”. “La política de financiamiento externo la orientaremos a obtener transferencias netas positivas desde el exterior”, es decir, a contraer nuevas deudas. Con razón el entonces presidente de la accióndemocratista Confederación de Trabajadores de Venezuela, Juan José Delpino, se quejaba de que, al cabo de casi tres décadas, “los empresarios tienen una voz que se oye más en Miraflores que la nuestra”.

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En Acción de Gobierno  los ofrecimientos a las clases dominantes contradicen las promesas a las clases dominadas. ¿Cómo frenar la desnutrición, si al mismo tiempo se eliminan subsidios, se alzan  precios y suben  intereses? ¿Cómo mejorar el nivel de vida, si se incrementan precios y tarifas? Asimismo, los ofrecimientos al capital internacional contradicen las promesas a la burguesía nacional. El pago de la deuda requiere negar el subsidio en dólares preferenciales del cual vive  el capital nacional; la eliminación de aranceles supone dejarlo indefenso ante la competencia extranjera. El Estado populista promete dádivas, cuando ya sólo reparte sacrificios.

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Desde luego, el programa Acción de Gobierno… tiene difusión mínima, y sus conclusiones no se mencionan en la campaña electoral, dominada por un slogan personalista: “El Gocho para el 88”. Carlos Andrés Pérez se presenta como un candidato por encima de toda controversia, negándose a discutir con el competidor socialcristiano el tema del diferendo sobre el Golfo de Venezuela. Así, en la cuña en donde aparece con el traje claro acciondemocratista: “No he querido perder tiempo en polémicas inútiles ni en responder agresiones de mis adversarios. Me dediqué a plantear lo que el país quiere, lo que el país busca en estos momentos en que nos estamos jugando el futuro: el tema del costo de la vida, el problema de la deuda pública, el de la inseguridad personal, del desempleo, de la pobreza crítica: esos son los temas fundamentales sobre los cuales yo me he comprometido con todos los venezolanos, y vamos a cumplir porque voy a contar con ustedes”. (Letrero: Carlos Andrés Pérez, el Presidente). En otra cuña, es bañado por un diluvio de papel dorado similar al de monedas de oro que consagraba a los antiguos zares. Otra cuña mostraba las manos del líder accióndemocratista saludando; y luego, primeros planos de manos de trabajadores que exprimían leche de una ubre (sustituto criollo del cuerno de la abundancia), acompañada del jingle: “Esas manos que ves son de Carlos Andrés”. La sugerencia era obvia: por alguna alquimia milagrosa, el proceso de producción de bienes parecía realizado enteramente por el candidato. Incluso el ordeñado de la munífica y maternal ubre. El último trimestre del año, el jingle “Ya Carlos Andrés ganó” apareció con  imágenes que presentaban un conjunto de gaitas, hombres y mujeres que agitaban pompones y banderolas blancas; tres actores caracterizados como reyes magos, con coronas y vestiduras doradas; un bosque de manos que alzaba banderolas blancas;  un prestidigitador que sacaba una paloma blanca de la nada;  un primer plano de manos sellando las dos tarjetas blancas. La asociación era evidente: Carlos Andrés equivalía a jolgorio perenne, espectáculo, personajes mágicos que traen regalos, magos que sacan cosas de la nada. Este maquillaje facilita que el Candidato sea elegido, y proclamado en rumbosa ceremonia en el Teatro Teresa Carreño, que el pueblo apoda zumbonamente como “la Coronación”.

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Una cosa es maquillar Paquetes Neoliberales  con eufemismos y otra aplicarlos. A la Coronación sigue la firma de una Carta de Intención con el Fondo Monetario Internacional, y a ésta la desaparición de bienes de primera necesidad en los comercios, que los acaparan para venderlos luego a precios “liberados”. Al alza de la gasolina y de pasajes de transportes sigue la sublevación popular del Caracazo del 27 de febrero de 1989, reprimida al costo de miles de vidas, y a ésta la rebelión  militar del 4 de febrero de  2002.

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Para las clases dominantes Carlos Andrés Pérez ya no es el Mesías que maneja a las masas maquillando programas neoliberales.  El Fiscal Ramón Escobar Salom acusa al Presidente por malversación de fondos; el Tribunal Supremo de Justicia lo considera procedente: el Inquieto Muchacho de Rubio va a parar de Miraflores al retén de Los Teques y es expulsado de su partido Acción Democrática, el cual nunca vuelve a ganar una elección. “Hubiera preferido otra muerte”, murmura cuando le anuncian su condena. Pero él mismo ha firmado su sentencia, al esconder la riqueza de todos en Fondos secretos para dilapidarla creando nuevas burguesías saqueadoras, al entregar la soberanía de Venezuela al capital extranjero  suscribiendo el Paquete del Fondo Monetario Internacional. Paz a sus restos, y horror a  su ejemplo.

 

 TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO