sábado, 31 de mayo de 2008

LUCHA DE CLASES


La clase que se llama a sí misma competitiva encierra en maquilas de trabajo forzado a la clase llamada no competitiva para tratarla con la dureza indispensable para la explotación y el final exterminio, hasta que en la clase llamada no competitiva van muriendo los débiles los indecisos los morales masticados por el rigor de la competitividad. Ahora la clase que se llama a sí misma competitiva no puede prescindir de la fuerza de trabajo de sus esclavos invulnerables al sufrimiento a la inanición y a la piedad que son cada vez más numerosos más homicidas. La esperanza es que los futuros amos los encierren en maquilas alambradas donde la atrocidad y el sufrimiento les enseñen una luz, una fuerza, una epifanía.

¡PROHIBIDO PROHIBIR!


Durante siglos las insurrecciones juveniles del Tercer Mundo preludiaron cambios y detonaron revoluciones sin que intelectuales ni medios les hicieran mayor caso. Después de la Revolución Mexicana, de la Soviética, de la China, de la Vietnamita, de la Cubana, la explosión demográfica de postguerra pobló Europa y Estados Unidos de jóvenes cuyas revueltas, por no provocar cambios ni revoluciones, fueron ensalzadas por medios e intelectuales como modélicas. Aun triunfadoras, las sublevaciones del Tercer Mundo son sepultadas por medios y pensadores en cómplice silencio. Aun derrotados, los alborotos del Primer Mundo son considerados fotogénicos, y nunca falta el memo que ante cualquier protesta estudiantil descubre que está inspirada por el “Mayo Francés”.
NO SÉ QUÉ QUIERO, PERO LO QUIERO YA
La chispa del “Mayo Francés” salta de la «Internacional Situacionista», grupo de teóricos creado en 1957 para borrar diferencias entre arte y vida cotidiana mediante la implacable crítica de la sociedad masificada por la mercancía. Un núcleo «situacionista» escandaliza en 1966 la Universidad de Estrasburgo con un comic y un panfleto sobre «la miseria estudiantil, considerada en sus aspectos económico, político, sicológico, sexual y particularmente intelectual, acompañado de una modesta proposición para su remedio”. Como en Estados Unidos, la explosión demográfica de postguerra forzó en Francia una ampliación de facilidades educativas y de matrícula universitaria, que creció 121 % entre 1961 y 1967. El gobierno de De Gaulle anunció medidas para «contener la inflación» en los estudios superiores; los filtros selectivos del «Plan Fouchet» detonaron en noviembre de 1967 una huelga de 10.000 estudiantes en Nanterre, radicalizada por izquierdistas solidarios con los «situacionistas», los «Rabiosos» (Enragés) que prolongaron la agitación hasta el 22 de Marzo, cuando los estudiantes dirigidos por Daniel Cohn Bendit, ocuparon la Universidad.
SEAMOS REALISTAS, PIDAMOS LO IMPOSIBLE
La acción de los «Rabiosos» se propagó hasta las universidades de Estrasburgo, Besanzon, Marsella, Saint-Nazaire, Caen y La Sorbona, cuyos estudiantes realizaron el 3 de mayo un gigantesco acto de apoyo a sus colegas de Nanterre y a Cohn—Bendit, para ese momento perseguido. El rector Roche llamó a la policía, que ocupó las instalaciones y detuvo 527 estudiantes. Las organizaciones juveniles llamaron a huelga. El lunes 6, unos 600.000 jóvenes se unían al paro. La represión policíaca convirtió el centro de Paris en campo de batalla. Los estudiantes recurrieron a la barricada, la consigna incendiaria y el motín callejero y lograron apoyo de organizaciones políticas como la UJCML (Unión de las Juventudes Comunistas Marxistas Leninistas) y el comité «Vietnam de Base». El Partido Comunista calificó al movimiento de «grupúsculos» y de «hijos de grandes burgueses» y terminó apoyándolo desde L'Humanité.
LOS SINDICATOS SON PROSTÍBULOS
Los jóvenes estudiantes contagiaron a los obreros jóvenes. El 9 de mayo, 40.000 personas atravesaron París entonando «La Internacional». El 13, un millón de franceses se incorporó a las protestas. Según Alain Geismar, ese día «señaló la salida de los estudiantes del ghetto de las universidades, la salida de los obreros del ghetto de las empresas”. Una fulminante sucesión de huelgas y tomas sacudió las fábricas Sud-Aviation en Bougenais, Renault en Cleon, la metalurgia, los textiles, la minería, los transportes colectivos y el correo. El 18 de mayo, nueve millones de trabajadores estaban en huelga.
LA IMAGINACIÓN AL PODER
La mejor intelectualidad adhirió a la revuelta. Godard, Truffaut y Lelouch suspendieron el XXI Festival de Cannes. El Living Theatre provocó una agitación critica en el Festival de Avignon; Sartre apoyó a los huelguistas. Se unieron a ellos los artistas de la Comedia Francesa y del Teatro Nacional Popular. La Confederación General de Trabajadores realizó cuatro grandes manifestaciones pacificas el día 24. El 28, estudiantes y obreros dominaban París con imponentes concentraciones.
NO PEDIMOS: TOMAMOS
El movimiento integró sectores cada vez más amplios. Quizá hubiera devenido Revolución si la protesta ideológica estudiantil y la reivindicativa obrera hubieran incorporado la acción política y coordinada de los partidos de la izquierda tradicional. Éstos vacilaron. El Partido Comunista Francés y la Confederación General de Trabajadores transaron el conflicto por reivindicaciones laborales acordadas en Grenelle el 27. En un diálogo en el Odeón, Sartre instó a los amotinados a crear una vanguardia política, y Cohn Bendit replicó que ello sería frenar la “incontrolable efervescencia” de la protesta. La efervescencia no tardaría en disolverse en espuma.
ELECCIONES, TRAMPA CAZABOBOS
De Gaulle llamó al general Massu, el carnicero de Argelia, comandante de los soldados franceses estacionados en Alemania, y convocó al electorado a un plebiscito en el cual se presentó como alternativa contra «le chienlit» (el caos). A la espera de la consulta, la insurrección perdió ímpetu. Los trabajadores fueron regresando a sus fábricas. La policía retomó los bastiones estudiantiles.
NO ME LIBEREN, YO PUEDO
El encuentro fortuito de teóricos, agitadores estudiantiles, obreros en huelga y ciudadanos simpatizantes sobre las barricadas de París habla creado un espectáculo hermoso, pero no una Revolución. Para triunfar le faltó un aparato político organizado y coherente. Los existentes fallaron: la contracultura fracasó al no crear uno propio. La brevedad de la insurrección no le dio tiempo; el desencanto de la derrota le impidió estructurarlo luego. De Gaulle no obtuvo la mayoría en el plebiscito convocado y dimitió en abril de 1969. Las masas recibirían su abundante dosis de más de lo mismo. El gesto insurreccional desató en Francia, en Estados Unidos y en los países desarrollados el pánico de los bienpensantes y el agresivo contraataque de represión, cierre ideológico y conservadurismo que dominaría las décadas inmediatas, hasta culminar en estudiantados que protestan contra la ampliación de la matrícula universitaria gratuita y aborrecen a los obreros. Uno a uno, los miembros del partido internacional de la juventud empezaron a cumplir treinta años.
La juventud no legitima la causa: la causa legitima a la juventud.