viernes, 17 de enero de 2025

LA OCUPACIÓN MILITAR DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE (y 2)



 Luis Britto García 




La extrema gravedad de la  ocupación militar de Nuestra América  se comprende si se tiene en cuenta que los países invasores además pretenden para sus bases y soldados en el exterior la condición de extraterritorialidad e impunidad. Vale decir, 1) la nación ocupada no puede inspeccionar lo que sucede en las instalaciones militares extranjeras situadas en su territorio, y 2) los efectivos del ejército de ocupación son dotados formalmente de  inmunidad diplomática, de manera que sus delitos, atrocidades y crímenes de lesa humanidad no pueden ser juzgados de acuerdo con la Constitución y las leyes locales.

Así como los capitalistas extranjeros de las Zonas Económicas Especiales no están sujetos a las leyes tributarias ni laborales ni a los tribunales nacionales, los ocupantes extranjeros son inmunes a las leyes y juzgados del país que ocupan.

Para mantener tales atropellos, la doctrina militar de Estados Unidos es reajustada periódicamente, como lo hizo el “Plan de guerra del presidente William Clinton”, puesto en marcha en la Primera Cumbre de las Américas en Miami en 1994.

Dicho plan presenta tres objetivos estratégicos en tres frentes conexos a ser logrados antes del año 2006: 1) la reconquista económica, mediante el ALCA, 2) la reconquista política, 3) la reconquista propiamente militar y 4) la apropiación de la Amazonia, añadida posteriormente.

La reconquista militar” de América Latina y el Caribe se prepara mediante organismos de intervención hemisférica armada creados por William Clinton en 1995: la Conferencia de Ministros de Defensa de América, que acogió la doctrina de la Carta Democrática de la OEA el año 2002 en su quinta reunión en Santiago de Chile: y el Centro Hemisférico de Estudios para la Defensa.

Al examinar las posibilidades de “reconquista militar” se ha de tener en cuenta que Estados Unidos dispone de 1.328.800 soldados en servicio activo. Según datos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, para 2001 América Latina y el Caribe disponía de 1.251.000 efectivos:  es posible que en la actualidad iguale la cifra de los estadounidenses.

A la potencia del Norte le sería sumamente dispendioso, complicado y exigente mantener una fuerza  de ocupación total de sus propios nacionales en toda la extensión de Nuestra América. Para entrenarla y mantenerla deberían reclutar y equipar una tropa por lo menos equivalente a la de la suma de sus ejércitos locales, lo cual implicaría duplicar su contingente actual,  devendría incalculablemente oneroso y la forzaría a debilitar sus otros frentes estratégicos mundiales.

La ocupación militar total de Nuestra América por Estados Unidos es por tanto imposible.  Ha sido nuestra desunión y nuestra falta de solidaridad, cuando no nuestra colaboración, la que permitió que la potencia norteña impusiera su voluntad mediante consecutivas intervenciones focalizadas en repúblicas que no tuvieron más remedio que enfrentarse diplomática y estratégicamente  solas al desmesurado poderío del coloso norteño.

Por tanto, lo ideal para Estados Unidos sería que su hegemonía sobre América Latina y el Caribe fuera mantenida por efectivos de las propias naciones de ésta, costeados en lo posible por los propios pueblos ocupados.


Así, en 1963 los estadounidenses apoyaron el derrocamiento  del gobierno democráticamente electo de Juan Bosch en la República Dominicana, y para evitar que el coronel Caamaño Deñó lo repusiera en el mando,  los marines contaron en 1965 con el apoyo de contingentes enviados por las dictaduras latinoamericanas de ese entonces en Brasil,  Nicaragua, Honduras y Paraguay. Una resolución de la OEA legitimó el bloqueo contra Cuba. La diplomacia de Estados Unidos obtuvo de un grupo de pequeñas islas del Caribe la solicitud para la invasión de Granada en 1983; tropas de la Colonia inglesa de Jamaica  participaron en dicha invasión. En la actualidad la cabeza del Estado de Jamaica es el monarca británico: las tropas de dicha isla están  por tanto bajo comando inglés. Repetidos intentos de desestabilización e invasión contra Venezuela han partido de los países limítrofes desde 2002.

Es posible que valiéndose de su progresiva ocupación militar de Nuestra América, intente Estados Unidos revitalizar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR)  de 1947, especie de complemento de la doctrina Monroe y predecesor de la OTAN,  que preveía  el uso conjunto de fuerzas de los países de América contra cualquier agresión.

Dicho Tratado fue suscrito por Argentina, Bahamas, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Venezuela, Estados Unidos y Uruguay.  Ha sido invocado una veintena de veces sin mayores efectos, pero falleció de muerte natural cuando, en 1982, para reivindicar su dominio sobre las Malvinas, Gran Bretaña  agredió militarmente a Argentina, y ni Estados Unidos ni los restantes países del pacto movieron un dedo para defender a esta última.

Desde entonces, quedó claro que el instrumento sólo sería aplicado en favor de los intereses de Estados Unidos, evitando cualquier conflicto con los países europeos sometidos a la OTAN.  De hecho, jamás fue utilizado contra los enclaves coloniales que mantenían en América tanto Inglaterra como Francia y Holanda: Jamaica, Belice, las Guayanas Inglesa, Francesa y la Holandesa. Por tales razones, México lo abandonó en 2002; Venezuela, Nicaragua y Bolivia en 2012.

Sin embargo, la proliferación de bases militares de la Alianza Atlántica hace previsible una revitalización del TIAR. También apunta a ella la política expansionista y agresiva anunciada por Donald Trump antes de ocupar su segunda presidencia: estricto cierre de fronteras, expulsión masiva de 11 millones de inmigrantes, anexión de Groenlandia, Canadá y la zona del canal de Panamá, impuestos aduaneros del 60% contra los productos de China y contra los países cuyos puertos, aeropuertos u otras vías faciliten el transporte de  dichos bienes. Son medidas que difícilmente se impondrían de manera pacífica.

Los  imperios en declive tienden a sustituir sus ejércitos nacionales por milicias de mercenarios reclutados entre los mismos pueblos colonizados. La Roma de la decadencia nutrió sus legiones con mercenarios de las provincias conquistadas; los británicos sostuvieron su dominación sobre la India con cipayos; la Alianza Atlántica mantiene su dominio sobre Europa con milicias de los pueblos sometidos por la Organización del Atlántico Norte.

Venezuela  tiene hoy en día en su vecindad países infestados de bases militares estadounidenses o de la OTAN: Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Aruba, Curazao, Guadalupe, Martinica. En el Sur, el “Aliado Principal Extra-OTAN” Brasil desconoce nuestras elecciones y  por tanto nuestro gobierno. En su frontera oriental, la República Cooperativa de Guyana entrega recursos de la Zona en Reclamación, permite continuos ejercicios militares intimidatorios de Estados Unidos y otros países y recibe masivos contingentes  de armamentos. Es de temer un atentado de falsa bandera que sirva de pretexto para asaltar nuestras riquezas a las potencias ávidas de hidrocarburos.

Contra esta masiva ocupación, equiparable la de una zona invadida por el enemigo tras aplastante derrota militar, sugerimos las medidas siguientes:

1.-Promover una cultura de la soberanía, impartiendo a través de  todos los niveles de la educación y de los medios una cultura de la soberanía, que defina y clarifique el concepto, y aclare que la soberanía desaparece cuando se atribuye a potencias extranjeras el poder de modificar nuestras leyes, ejecutarlas, decidir sobre controversias relativas al orden público interno u ocupar el territorio con milicias armadas foráneas instaladas en enclaves donde no valen las leyes locales.

2.-Constituir, valiéndose de organizaciones como el Alba, Unasur y la Celac una alianza militar de América Latina y el Caribe que excluya la participación y sobre todo la injerencia de Estados Unidos, el Comando Sur, la OTAN y otras fuerzas y uniones extrañas a Nuestra América. .

3.-Avanzar en la democratización de nuestros ejércitos, abriendo el acceso a todos los rangos de la carrera militar a todas las clases sociales;  manteniendo en forma cuerpos de apoyo como la Reserva y la Milicia, e impartiendo en todas las ramas de la educación los elementos básicos de la defensa armada, sin que ello implique necesariamente la conscripción para el servicio.

4.-Iniciar una ofensiva diplomática, jurídica, cultural y comunicacional que exija el retiro de las bases extrañas a la región que actualmente ocupan Nuestra América.

5.-Modernizar y entrenar nuestras Fuerzas Armadas  a fin de repeler de manera eficaz, conjuntamente con el pueblo, cualquier invasión, injerencia, interferencia o intento de anexión o colonización en Nuestra América.

6.-Complementar estas medidas con pactos, alianzas y acuerdos defensivos de nuestras soberanías concertados con países y organizaciones  del mundo multipolar.

América Latina y el Caribe necesita con urgencia un  nuevo Ayacucho.


DESPEDIDA A ISAÍAS RODRÍGUEZ

 




Nada amarga tanto los días como saber que ya no transcurren para los amigos. Isaías fue, y sigue siendo en el recuerdo, hombre cordial, padre amantísimo, humorista y por momentos poeta en versos de rima clásica, embajador espléndido, fiscal en momentos difíciles en que serlo podía costar la vida y quizá nos la salvó a todos. Su valiente alocución televisiva el 12 de abril contribuyó en gran medida al restablecimiento de la democracia. Más que  hombre de leyes fue y es, como diría San Pablo, una Ley en sí mismo,

TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO