Luis Britto García
Desafiando la hilera de nuevos edificios empresariales
posmo parecidos a frascos de perfume, el
tumulto marcha decidido por todo el quartier gerencial del municipio Puteaux
atravesando la explanada peatonal de Parvis hacia el árido Arc de la Défense.
Avanzan indetenibles, luciendo sus trajes de tres
piezas Giorgio Armani, sus corbatas
Versace, sus cinturones Boss, sus camisas Lacoste, sus lentes oscuros Adidas,
consultando nerviosamente sus relojes Vacheron&Constantin, pisando firme con sus calzados Bugatti.
En segunda fila, como debe ser, siguen ellas
exhibiendo sus trajes sastre Dior, sus maquillajes de firma Occitaine y
Guerlain Méteorites, sus foulards Hermés, sus collares Schoeffel, sus dijes
Georg Jensen, sus carteras Louis Vuitton.
Una fragancia de Chanel Demoiselle, Hypnose de
Lancome y Dolce&Gabbanna flota sobre la ventolera que barre las áridas edificaciones
de bancos y agencias financieras.
La primera fila agita pancartas amenazadoras con atrevidas
consignas: “¡Ni Libertad, ni Igualdad, ni Fraternidad!” “¡Prohibido permitir!
¡Seamos realistas: no pidamos nada!” Y “¡La falta de imaginación al Poder!”
Rompiendo la formación, algún exaltado grita a voz
en cuello sus exigencias: “¡Perrier! ¡Perrier! ¡Dom Perignom!”
Pero la mayoría desdeña vocear consignas para el
vulgo que la contempla, y las transmite con gesto altanero para sus íntimos en
wattsap y las redes sociales con sus celulares Ipod y Galaxy última generación.
Por el espacio radioeléctrico dominado por monopolios informáticos, entrechocándose al
entrecruzarse, vuelan raudos los slogans libertarios: “¡Liberación de precios!”
“¡Liberación de intereses bancarios!” “¡Liberación de tarifas de servicios
públicos!” “¡Libertad de especulación!”
“¡Libertad de fuga y lavado de capitales!” “¡Tratados de Libre Comercio!”
“¡Tratados contra la doble tributación!” “¡Contratos de estabilidad
tributaria!” “¡Zonas especiales libres de legislación laboral!” “¡Leyes de
Promoción y Protección de Inversiones Extranjeras!”
A estas arrebatadoras consignas responde el
populacho de gerentes bancarios y financieros hacinado en la Torre First –el
más alto de los rascacielos de la Defénse- haciendo titilar las luces LED de
sus pisos innumerables.
El contacto con sus masas enardece a los
manifestantes, que arrecian sus emotivos mensajes de texto: “¡Muera la
Historia!” “¡Fuera los extranjeros metéques!”
“¡Al mar con los inmigrantes!” “¡Muerte a los sudacas!” “¡Francia para
los franceses!”
Tras ellos, vergonzantes, miméticos, eurocéntricos,
anhelando integrarse pero temerosos del rechazo, mostrando apenas los signos leves de una
heterodoxia light, los representantes de la leal izquierda del capital aplauden
la intervención de la OTAN en Libia y en Siria y en donde sea.
Una amenazadora fila de gendarmes con escudos y
cascos guarda bajo los brazos sus bastones y aplaude fervorosamente a los
manifestantes.
Marcialmente se cuadra para saludarlos una
representación de los 30.000 efectivos franceses involucrados en operaciones
militares en Europa, en departamentos de ultramar de su soberanía, en
operaciones militares propias o con bandera de la ONU, la UE o la OTAN y en
bases permanentes en países aliados.
Los claros clarines de las radiopatrullas anuncian
el advenimiento triunfal de la chusma. Luciendo sus ropas compradas en saldos,
calzando imitaciones cosidas en maquilas, las masas arriban, los votos
llegaron. En destacamentos vienen los desempleados que votan por quienes fueron
sus patronos; los arruinados por las crisis financieras que respaldan en las
urnas a quienes les robaron sus ahorros; los desalojados por los créditos
hipotecarios que sufragan por quienes les quitaron sus techos; los ancianos
despojados de sus pensiones que eligen a quienes se las arrebataron; los
inmigrantes ilegales que anhelan el derecho al voto para apoyar a quienes los
expulsan; los grupos fascio que hacen competencia desleal a la policía
apaleando gratuitamente a los pobres; la generación de relevo que pasa de
política mientras la política pasa sobre ellos; los jóvenes sin futuro cuyo único deseo es ser
como los oligarcas con pasado.
A la voz de “¡Capitalistas de todos los países,
uníos!”, la vanguardia exquisita deja atrás, por siempre atrás a las domesticadas
chusmas mientras se une en avasalladora
ovación antes de marcar tarjeta en sus oficinas de los rascacielos áridos como
lápidas funerarias.
TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO
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