sábado, 2 de agosto de 2008


De inmediato advierte el visitante que en Ciudad Cruel faltan los rótulos de la mayoría de las direcciones, o que cuando aparecen están por lo regular equivocados o repiten el nombre de una misma calle en los sitios más contradictorios o llaman de mil maneras distintas una misma avenida.
En las señales de tránsito de Ciudad Cruel prepondera la prohibición, el obstáculo, la advertencia sobre la vía cerrada o la ciega.
En sus semáforos está ominosamente graduado el ciclo para que prepondere la luz roja o esté fija proscribiendo todas las direcciones.
Mejor es no entrar a una casa de Ciudad Cruel. Aparte de que el espacio suele estar dispuesto en las más extrañas formas, es preferible no mirar las sillas o las camas, y todavía mejor no acercarse ni usarlas.
En Ciudad Cruel el correo extravía las cartas de amor pero últimamente las extravía todas por sospechar que es amor el simple hecho de enviarse una carta.
Todo lo que existe tiene vocación de basura pero en Ciudad Cruel no hay nada que ya no lo sea.
Una ciudad es la extensión del habitante, pero en Ciudad Cruel no encontramos habitantes. Se fueron todos, después de haber materializado su infierno, o lo soportan creyéndose extranjeros, tratando de convencerse de que les son extraños el prójimo, los parques baldíos o los dañinos agujeros en una que otra calle.
Todos los caminos llevan a Ciudad Cruel, y de ella ninguno regresa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Luis:
Me gustó mucho tu texto "CIUDAD CRUEL". Para alguien como yo
que ha realizado sillas en registro de dolor, entiendo muy bien de que se trata.
tambíen la referencia a las
cartas. A.S.

Victoria dijo...

¿Es Caracas una ciudad cruel? ¿Qué imagen cree que ha dado de ella en su narrativa?

Victoria dijo...
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