LUIS BRITTO GARCÍA
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En 1919 el joven José Rafael Pocaterra,
preso en la Rotunda por oponerse a la
dictadura de Juan Vicente Gómez, escribe a escondidas con toconcitos de lápiz dos libros fundamentales
para entender Venezuela: las Memorias de
un Venezolano de la decadencia, y la premonitoria novela La casa de los Abila. Ésta cuenta la historia de una familia con vastas
propiedades. Los herederos son
tarambanas, botarates o calaveras, y dejan el manejo de la sucesión a un
yerno, quien la va cargando de deudas ficticias e importaciones fantasmas.
Ocurre un incendio en una hacienda, y el yerno convoca a Consejo de Familia:
“¡Estamos quebrados! ¡Hay que liquidarlo todo! ¡Entregarnos sin condiciones a
los acreedores! ¡En secreto! ¡Y sin pensarlo! Eso sí, daremos un gran sarao
para disimularlo”. Sólo al hermano menor, Juan de Abila, se le ocurre objetar
que el incendio de unos tablones de caña no puede acabar con una fortuna como
la de la familia. Los parientes lo insultan; el aprovechado yerno administrador
transfiere por miserias todos los bienes a su patrimonio individual, y toca a
Juancito luchar contra la ruina en un
lejano hato azotado por la peste equina en cuyos tremedales brota una laguna de
aceite negro.
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No sólo un incendio: sabotajes malignos,
invasiones ridículas, golpes de Estado ramplones y bloqueos de potencias
venidas a menos intentan convencernos de que nos irá mejor si entregamos todo
incondicionalmente y sin exigir nada a cambio a nuestro enemigo, el capital
transnacional, cuya generosidad es bien conocida. En la guerra, se trata ante
todo del robo, decía Voltaire. El tamaño de la agresión es proporcional al del
botín. Veamos si conviene entregarlo gratuitamente y a ciegas.
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El 87% del consumo energético mundial está cubierto por
hidrocarburos. Venezuela es el país con mayores reservas probadas de petróleo,
con 302.810 millones de barriles, 25% del total. Siguen en orden decreciente
Arabia Saudita, Canadá, Irán, Irak,
Kuwait, Emiratos Árabes, Rusia, Libia, Nigeria, Kazajistán, y Estados
Unidos, en un melancólico puesto 12, con 36.520 millones, poco más de la décima
parte de las reservas de Venezuela, insuficiente para el mayor consumidor de
energía fósil del mundo. La OPEP estimó que para 2014 en el planeta habría
1.65 billones de barriles (2014): si se mantuviera la producción de 83 millones
de barriles al día, quedaría petróleo apenas para unos 54 años. (https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_countries_by_proven_oil_reserves).
Los hidrocarburos de Estados Unidos se agotarán en una o dos décadas; ya los
costos de producción del fracking se elevan a más de ochenta
dólares por barril; para seguir siendo potencia industrial, depende de nuestro
subsuelo. Quien controle nuestras reservas dominará el mundo.
Nos toca decidir si será Venezuela, o el capital transnacional al cual se las
regalemos.
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Hasta ahora Estados Unidos ha conseguido los vitales
hidrocarburos obligando a los productores a venderlos a cambio de papel verde
sin respaldo: el llamado petrodólar. China, primera potencia del mundo, se
prepara a sustituirlo por una divisa respaldada en oro. Al respecto, citamos de
nuevo a Víctor Cano, para 2018 Ministro del Desarrollo Minero Ecológico, quien
entonces declaró “Sólo en el área cuatro del Arco Minero del
Orinoco, estamos estimando que existan 8 mil toneladas de oro inferido. Tenemos
certificadas 2.300 toneladas de esas 8 mil. Eso nos colocaría como la segunda
reserva de oro del mundo, pero podríamos ser la primera”. (https://www.conelmazodando.com.ve/venezuela-podria-tener-la-reserva-de-oro-mas-grande-del-planeta)
De nosotros depende decidir que la futura divisa
mundial dependa de nuestro oro, o entregarlo a cambio de la esperanza de
recibir alguna limosna de papel verde sin respaldo.
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Abreviamos el catálogo de nuestros recursos, que comenzando por la energía
hidroeléctrica de Guayana, sigue con el agua dulce, el hierro, el aluminio, el
coltán, el cobre, el torio, la biodiversidad, la fauna marina. Pasemos al mayor
de todos, la espléndida fuerza de trabajo de 14.167.281 personas,
casi la mitad de la población, de la cual 6.274.817 son trabajadores
intelectuales, y 2.267.003, casi la quinta parte, califican como profesionales,
técnicos y afines. Son la fuente del trabajo, origen de todo valor y toda
riqueza. De nosotros depende utilizar sus poderes creativos para desarrollar el
país, o sepultarla en Zonas Especiales donde no regirán leyes ni tribunales,
derechos laborales ni fueros sindicales venezolanos,
explotados por trasnacionales que se
llevarán nuestros recursos sin pagar
impuestos.
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Venezuela no está quebrada: lo están las potencias que no
pueden sobrevivir sin nuestros recursos, ni arrebatárnoslos por la fuerza
bruta, porque ello desencadenaría un conflicto mundial de consecuencias
incalculables. Si en nuestro país no
llueven bombas, ello se debe a un tenso equilibrio de amenazas entre
bloques geopolíticos donde se juega la hegemonía mundial. Con brutal torpeza,
el bloque regido por Estados Unidos, en lugar de pactar con Venezuela en
términos razonables, sensatos y equitativos, eligió una política de
confrontación que no puede más que
ampliar distancias y diferencias que no pueden ser resueltas por la fuerza
directa, y obligan a nuestro país a estrechar vínculos con los bloques competidores.
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Así, Estados Unidos ha movido en vano sus alianzas
internacionales, sin lograr ni el aislamiento diplomático de Venezuela, ni su expulsión de la ONU, ni acciones o
condenas decisivas de la comunidad internacional en su contra. Auspició un
gobierno fantoche, sin más resultado que una sucesión de latrocinios y
desfalcos que han desacreditado a patrocinantes y patrocinados. Ha empujado a
sus aliados militares a apoyar atentados fallidos, infiltraciones
desarticuladas, motines, invasiones farsescas, políticas que ni han tenido
éxito, ni parece que se podrían intensificar, dada la delicada situación
interna en Colombia, cuyo gobierno lucha por su propia supervivencia.
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El bloqueo y los embargos de bienes venezolanos en el exterior no son más que confesión palmaria del fracaso de todas las políticas de agresión directa y, al igual que ellas, fuerzan a Venezuela a aproximarse cada vez más al grupo encabezado por China, a incrementar sus relaciones comerciales y su deuda pública con él. Las riquezas de Venezuela bastan para cancelar sobradamente cualquier débito sin entregarnos a nadie. Lo único cierto es que mientras más duren las medidas coercitivas de la potencia del Norte, mas nos alejaremos de ella. Son nuestros adversarios quienes dependen de nosotros. En esta confrontación nos toca ser fiel de una balanza que tenemos todo el poder de inclinar a nuestro favor.´
TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO.
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