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Derrotadas en la guerrilla rural, las ilegalizadas organizaciones de izquierda se concentraron en los barrios populares. Una Coordinadora sincronizaba las protestas de los liceos del Centro, el Fermín Toro, el Andrés Bello, el 25 de julio, repartía propaganda entre Monte Piedad y Central Madeirense, el Guarataro, Santa Rosa y barrios de nombres emblemáticos: Cristo Rey, Pro Patria, La Libertad, Camboya, Sierra Maestra.
Militantes de la Organización de Revolucionarios, del PRV de Douglas, y de la entonces radical Bandera Roja, valiéndose de sus parapetos legalizados Liga Socialista, Ruptura y Comité de Luchas Populares, tomaban los locales comerciales abandonados del 23 de enero y se legitimaban desarrollando actividades culturales: grupos musicales, deportivos, de teatro y de títeres, talleres de dibujo y pintura y tareas escolares asistidas. Multígrafos y enseres de propaganda se escondían en cajas y salas de máquinas de ascensores estropeados. En la combativa barriada se presentó a César Liendo, a Gloria Martí, a Daniel Viglieti. Intelectuales comprometidos trabajaban con el pueblo, mientras sus colegas exquisitos se revolcaban en los charcos de vómito de la bohemia subsidiada. La respuesta fue la acometida represiva que asesinó a Jorge Rodríguez y encarceló al flaco Prada, desalojó a los grupos culturales de sus locales y se los entregó a los narcos. Se tomó el emblemático bloque 7, el Siete Machos, y se acuarteló una brigada antimotines en la entrada de la urbanización. La metralleta y la droga impusieron la paz cultural.
Derrotadas en la guerrilla rural, las ilegalizadas organizaciones de izquierda se concentraron en los barrios populares. Una Coordinadora sincronizaba las protestas de los liceos del Centro, el Fermín Toro, el Andrés Bello, el 25 de julio, repartía propaganda entre Monte Piedad y Central Madeirense, el Guarataro, Santa Rosa y barrios de nombres emblemáticos: Cristo Rey, Pro Patria, La Libertad, Camboya, Sierra Maestra.
Militantes de la Organización de Revolucionarios, del PRV de Douglas, y de la entonces radical Bandera Roja, valiéndose de sus parapetos legalizados Liga Socialista, Ruptura y Comité de Luchas Populares, tomaban los locales comerciales abandonados del 23 de enero y se legitimaban desarrollando actividades culturales: grupos musicales, deportivos, de teatro y de títeres, talleres de dibujo y pintura y tareas escolares asistidas. Multígrafos y enseres de propaganda se escondían en cajas y salas de máquinas de ascensores estropeados. En la combativa barriada se presentó a César Liendo, a Gloria Martí, a Daniel Viglieti. Intelectuales comprometidos trabajaban con el pueblo, mientras sus colegas exquisitos se revolcaban en los charcos de vómito de la bohemia subsidiada. La respuesta fue la acometida represiva que asesinó a Jorge Rodríguez y encarceló al flaco Prada, desalojó a los grupos culturales de sus locales y se los entregó a los narcos. Se tomó el emblemático bloque 7, el Siete Machos, y se acuarteló una brigada antimotines en la entrada de la urbanización. La metralleta y la droga impusieron la paz cultural.
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