sábado, 29 de diciembre de 2007

EL COLECCIONISTA


Primero fue dejándose llevar por la tentación de no botar camisas viejas, viejos trajes, con la esperanza de que pudieran volver a estar a la moda o de que el cuerpo recuperara las medidas viejas.
Entonces vino la inundación de periódicos amarillentos que trajeron alguna vez una noticia interesante, que se sumaron a las tarjetas de bautizo, a las viejas cartas, a los tantos libros que no se leerán más porque no se debieron leer la primera vez, todo lo que debería venir con fecha de caducidad pero que subsiste mientras la decisión se demora.
Al fin guarda tantas cosas porque le impide descartarlas el temor de rebuscar en el montón de escombros y encontrar que ya no funcionan, no son importantes o no tienen sentido, las medias con agujeros, los sobres con mechones de cabellos, las tazas desportilladas, la fotografías desvaídas, el viejo retrato del abuelo e incluso él mismo, que pronto será viejo y abuelo y después retrato y espera sólo con terror con expectación con esperanza ser liberado de la custodia de tantas cosas inútiles al ser por fin desechado.

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