Luis Britto García
La dialéctica entre unidad y división se plantea en Nuestra
América desde el arranque de las independencias. Ya en 1790 proponía Francismo
de Miranda un Incanato que abarcaría desde América del Norte hasta la
Patagonia. Y en 1816, en la Carta de
Jamaica, se refiere Bolívar a “los canales” que se trazarán por el Istmo.
Comprende plenamente el Libertador la relevancia de este paso entre océanos, al
extremo de afirmar que en Panamá bien podría situarse “la capital del mundo”.
Al controlar militarmente Angostura, dispone en el Correo del Orinoco que se nombre una comisión para estudiar técnicamente
la excavación del Canal.
Para custodiar un enclave geopolítico tan decisivo sería
indispensable un gran cuerpo político; por ello no es casual que el Libertador
se proponga y logre la integración de la Capitanía de Venezuela, el Virreinato
de la Nueva Granada y Quito en lo que denominó “Colombia”, y nosotros conocemos
como “Gran Colombia”. La liberación del Perú y Bolivia añadían poderosos y
ricos aliados a esta Unión. El Congreso de Panamá intentó extenderla al ámbito
de Nuestra América; la trágica desintegración de Colombia postergó
indefinidamente el proyecto.
Las necesidades geopolíticas suscitan proyectos paralelos
pero antagónicos. Así como para Bolívar “los canales” del Istmo requerían la
Unión de nuestras Patrias, dichas vías eran el requisito de la consolidación de
Estados Unidos. En una época en que los caminos terrestres eran difíciles o
inexistentes, la distancia entre la Costa Atlántica y la del Pacífico amenazaba
la unidad de la potencia norteña, pues el viaje naval requería un extenso
desvió hacia el Sur de casi un mes por
el Cabo de Hornos. Para acortarla, apoyó
en 1855 la invasión de Nicaragua por el filibustero William Walker, quien con financiamiento
del “Comodoro” Vanderbilt instaló una vía férrea a manera de “canal seco” entre
ambos océanos. Con idéntico objetivo,
propició Theodore Roosevelt en 1903 la
secesión de Panamá de Colombia, para abrir con trabajadores en gran parte
chinos la vía que actualmente Trump intenta retomar.
Así como el Este y el Oeste de Estados Unidos terminaron unidos por el canal de Panamá, el
Norte y el Sur de dicho país están comunicados por la vía natural del
Missisipi. Es técnicamente posible la construcción de canales que unan el
Orinoco, el Río Negro, el Amazonas, el Paraná y el Río de la Plata en una vía
fluvial continua que serviría de articulación económica, política y estratégica
en América Latina. A favor y en contra de este proyecto se han articulado
conspiraciones y destruido gobiernos; el último en favorecerlo fue Hugo Chávez
Frías en los últimos años de su vida.
Los hechos señalados dificultan un dominio total de Estados
Unidos sobre el hemisferio. Casi imposible le sería a un país con 9.857 millones
de km2 dominar totalmente un área latinoamericana y caribeña de 20.139.378 km²,
más del doble de su extensión, habitada por una población culturalmente
distinta que también duplica la suya. Los costos humanos, militares y
financieros, añadidos a los gastos que suponen 6.000 bases militares en el
territorio estadounidense, y 899 en el
resto del planeta, serían insostenibles.
Para imponer su hegemonía Estados Unidos se ha visto por tanto obligado a medios indirectos. En lo militar, la suscripción en 1947 del inoperante Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca; la constitución del amenazante Comando Sur, la instalación en Nuestra América de unas 76 bases militares, más de medio centenar de intervenciones armadas, medidas coercitivas unilaterales, complots para el derrocamiento de gobiernos no afectos. Recursos que testimonian más la debilidad que la fortaleza de la dominación. En efecto, toda la persistente conjunción de amenazas, invasiones paramilitares y medidas coercitivas unilaterales no ha impedido el surgimiento de gobiernos progresistas de duración variable, y otros de notable persistencia, tales como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
En lo
económico, el intento de imponer un área de libre comercio hemisférica se vio
frustrado con la derrota del ALCA en 1904. La progresiva debilidad estadounidense en tal aspecto lo ha
conducido más bien a partir de la administración Trump a adoptar medidas
proteccionistas de la producción interna y a retirarse del tratado Trans
Pacífico. Toda su presión diplomática,
política y militar no le ha bastado para
dominar el Mercosur, alianza que por momentos se aproxima a la Unión Europea, y
que con el ingreso de Brasil a los BRICS+ muestra una fuerte orientación hacia
éstos.
A mediados del siglo XX, una generalizada creencia postulaba
que las diferencias nacionales serían prontamente anuladas por el crecimiento
de dos proyectos universalistas, el capitalista y el socialista. La perduración
de los nacioaalismos condujo, sin embargo, a un triunfante movimiento de descolonización
que liberó a 80 países de sus dependencias imperiales. Movimientos de
resistencia armada como los de Vietnam y Argelia derrotaron a los más
sofisticados y mortíferos aparatos militares. Por su parte, el bloque soviético
se disolvió gracias a la infiltración de neoliberales en las estructuras de
poder. algunas de las Repúblicas socialistas devinieron países independientes;
otras, afiliados a la Federación Rusa.
La superestructura cultural no depende en forma automática y
total de la infraestructura económica. Desde fines del siglo XVIII el modo de
producción de la mayoría de los países
europeos es el capitalismo industrial, pero las diferencias nacionales entre
ellos persistieron al extremo de provocar dos Guerras Mundiales y amenazar la
estabilidad de la propia Unión Europea. En muchos países los nacionalismos
extremos lamentablemente son utilizados para legitimar excluyentes racismos
y fascismos,
La total culminación
de nuestras Independencias no será rápida ni fácil. Decía Atilio Borón que así
como Estados Unidos había dado aus primeras batallas por la hegemonía en
América Latina, también daría allí las últimas. En esta contienda contamos los
países emergentes con infinidad de herramientas geopolíticas, estratégicas,
económicas y diplomáticas en un mundo en curso hacia la multipolaridad. Quizá
nuestras culturas e identidades sean unas de las más eficaces.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO



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