sábado, 18 de febrero de 2012

LA COMUNIDAD DE ESTADOS LATINOAMERICANOS Y CARIBEÑOS Y LA POLÍTICA DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE



CONFERENCIA DICTADA ANTE LA ACADEMIA DE ADMINISTRACIÓN ADJUNTA A LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA DE BELARÚS
¿Qué es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC)? Una Comunidad de 38 países latinoamericanos y del Caribe creada en 2010, que suma 550.018.000 habitantes y que se extiende sobre 20.446.902 km2, casi la mitad de la superficie de toda América.

RECURSOS NATURALES


Los países de esta Comunidad poseen los mayores recursos naturales del mundo: cerca del 60% del agua dulce del planeta, el 80% de su biodiversidad, y las mayores reservas de hidrocarburos, que incluyen los grandes yacimientos de Venezuela, México, Bolivia, Brasil, Venezuela y otros países.


Hasta el presente estos recursos han sido explotados en su mayoría por grandes empresas transnacionales de Estados Unidos o Europa. En las últimas décadas muchos de los países de la CELAC han puesto bajo control público los recursos naturales y gran parte de las empresas que los explotan, como sucede en Venezuela con PDVSA, en México con PEMEX, en Brasil con PETROBRAS, en Argentina con YPF, y en Chile con la empresa del cobre, todas de propiedad pública.


Para asegurar el dominio sobre sus recursos, los países de la CELAC deben¬: Concluir un censo integral de la biodiversidad y riquezas de la región y fijar los límites razonables para su explotación. Declarar reservas forestales y aguas como bienes del dominio público no susceptibles de privatización ni explotación. Anular las concesiones extranjeras sobre recursos, expulsar industrias predatorias y contaminantes y promover el control nacional de las empresas que extraigan y transformen recursos naturales y desarrollen fuentes alternativas de energía renovable. Limitar o erradicar los agrocombustibles. Prohibir las compras masivas de tierras cultivables por las transnacionales que dominan la industria alimenticia.

Para perfeccionar la comunicación territorial en su vastísimo territorio de medio continente, los Estados de la CELAC deben: integrar en una sola arteria fluvial los grandes ríos suramericanos, aprovechar a plenitud el vasto potencial hidroeléctrico, concluir la red ferrocarrilera que comunique todos nuestros países, y excavar un segundo canal interoceánico bajo control regional. Justamente en febrero de 2012 el presidente Daniel Ortega propone el trazado del nuevo canal por Nicaragua.

Para proteger la naturaleza, es preciso además que adopten políticas comunes para contrarrestar el cambio climático y enfrentar los desastres causados por él.


SOCIEDAD
Enormes diferencias sociales separan a los 550.018.000 habitantes de la CELAC. Lamentablemente, América Latina es la región del mundo con mayor desigualdad. En ella el 5% más rico se apropia el 25% del ingreso nacional.


Esta desigualdad, cuyo origen se remonta a la colonización europea en el siglo XVI, ha dado lugar a numerosas revoluciones y movimientos sociales en la historia contemporánea.


Enormes esfuerzos deben ser realizados para acabar con la pobreza y disminuir la desigualdad. Se debe imponer una Reforma Agraria integral y un control social sobre la tierra dirigidos a obtener la soberanía alimentaria y combatir la crisis mundial de alimentos. Desarrollar políticas poblacionales y abrir oportunidades que eviten a los pueblos la migración forzosa a las urbes y al exterior. Proteger formas de producción tradicionales. Promover la desconcentración urbana mediante centros de desarrollo alternativos y técnicas de gerencia a distancia. Proscribir las maquilas. Evitar la privatización de la seguridad social. Humanizar las ciudades. Reconocer e institucionalizar los Movimientos Sociales.


ECONÓMIA Y DESARROLLO


El Producto Interno Bruto conjunto de los países de la CELAC suma para 2011 unos 6.451.341 millones de dólares, lo cual la constituye en la tercera potencia económica del mundo, el mayor productor de alimentos, el tercer productor de energía eléctrica y uno de los mayores productores de energía fósil.


No obstante, los países de América Latina soportan una pesada Deuda Externa que para 2010 en promedio ronda el 34% de su Producto Interno Bruto anual. Esta magnitud es preocupante, a pesar de que la superan ampliamente el 102% del PIB de la Deuda de Estados Unidos y el 240% de la de Japón. La CELAC debería adoptar medidas conjuntas de revisión de la legitimidad y el monto de estas deudas, declarar su condición de “deuda infame” para lanzar una cesación colectiva de pagos u obtener una drástica rebaja del monto mediante renegociación o adquisición de títulos devaluados.

Muchos de los países de América Latina están en relaciones de dependencia económica con los del G-7. En América Latina y el Caribe preponderan los intercambios económicos con los poderes hegemónicos. La CELAC podría ser un magnífico instrumento para estimular y acrecentar los intercambios económicos regionales. Para este fin, han sido creadas organizaciones como la Comunidad del Caribe, CARICOM, el Mercado del Sur, MERCOSUR, y la Alianza Bolivariana para América, ALBA, fundada más en la cooperación solidaria que en el mero comercio. Asimismo, urge adoptar estrategias comunes para que sus países superen el subdesarrollo.


Para este gran salto deben plantearse una reformulación de los parámetros del Desarrollo en función de la sustentabilidad y renovabilidad. Se deberían adoptar estrategias como las siguientes: Apertura e intensificación de las relaciones e intercambios comerciales hacia Asia, África y el Pacífico. Revisión y cesación colectiva de pagos de la Deuda Externa. Fortalecimiento y extensión de alianzas comerciales internas, con exclusión de los países que tengan Tratados de Libre Comercio con potencias foráneas, y denuncia de estos acuerdos. Nulidad de los Infames Tratados contra la Doble Tributación, que inmunizan a las transnacionales contra los impuestos. Sometimiento de las maquilas a las leyes y derechos laborales locales. Iniciativas para el progresivo control social de industrias básicas y estratégicas. Lanzamiento del Sistema Unificado de Compensación de Reservas (SUCRE) y del Banco del Sur, para librarse de la dependencia hacia el dólar y del euro como divisas de reserva y cortar vínculos con el Fondo Monetario Internacional.


POLÍTICA Y SOBERANÍA
La desigualdad social instaurada por la colonización europea en el siglo XVI ha dado lugar a numerosas revoluciones y movimientos sociales en la historia contemporánea, sofocados por gobiernos autoritarios.
Debido a ello, la mayoría de los presidentes de la región son izquierdistas o por lo menos progresistas: Cristina Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Dilma Roussef en Brasil, Raúl Castro en Cuba, Rafael Correa en Ecuador, Leonel Fernández en República Dominicana, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, Ollanta Humala en Perú, José Mujica en Uruguay, Hugo Chávez Frías en Venezuela, muchos mandatarios de las Guayanas y los países antillanos.

Es natural que existan diferencias entre tantos países. Algunos gobiernos de tendencia conservadora se agrupan en el llamado Eje del Pacífico: son neoliberales, enemigos de la intervención del Estado en cuestiones económicas y sociales, influidos por las políticas hegemónicas de Estados Unidos y contrapartes de éste en Tratados de Libre Comercio y en los infames Tratados contra la Doble Tributación.

La orientación de las autoridades de estos países conservadores no se debe a la voluntad de sus pueblos expresada democráticamente. Es la herencia de exterminios masivos de la oposición apoyados por Estados Unidos. En 1973 el dictador César Augusto Pinochet aniquiló al gobierno democrático de la Unidad Popular chilena en un golpe militar patrocinado por Kissinger. El candidato de oposición López Obrador sostiene que el actual gobierno mexicano surge de un fraude electoral. El presidente hondureño Lobo viene de un cuartelazo apoyado por la base estadounidense de Palmasola. En Colombia pesa ominosamente la invasión de las bases yankis y del Plan Colombia, con cifras récord en violación de Derechos Humanos. Entre 1990 y 2000 el japonés-peruano o peruano-japonés Alberto Fujimori disolvió el Congreso y exterminó a la oposición socialista en un genocidio masivo sin parangón, pero Perú ha dado un decisivo vuelco hacia una política progresista con la elección de Ollanta Humala en 2011.

Para decidir su destino, los países de la CELAC deben recuperar en forma plena la soberanía territorial, legislativa, judicial y administrativa disminuida por tratados y acuerdos internacionales. Instaurar una democracia no sólo política, sino también social, económica y participativa. Armonizar movimientos sociales, partidos y Estados. Prohibir subsidios foráneos a organizaciones políticas y entes financiados por ellas. Informatizar los Estados para garantizar que la información esté disponible para administradores y ciudadanos y que la mayoría de los trámites puedan ser cumplidos a distancia. Reconocer el derecho del Estado a intervenir en cuestiones económicas y sociales, proteger las industrias nacionales y regionales y regular y controlar al capital financiero.


INTEGRACIÓN ESTRATÉGICA
Después de las Guerras de Independencia de principios del siglo XIX, los países que hoy integran la CELAC han librado muy pocas guerras entre sí. Ninguna ha sido tan destructiva como las contiendas europeas o las mundiales. Casi todas han sido instigadas por intereses de capitales o potencias extrañas a la región, o han consistido en invasiones de éstas.

Estados Unidos acumula más de medio centenar de intervenciones armadas contra América Latina y el Caribe: una de ellas arrebató a México más de la mitad de su territorio. Estados Unidos tiene instaladas más de decena y media de bases militares en América Latina.


A principios del siglo XXI, América Latina mantiene un contingente militar de un millón doscientos mil efectivos. El de Estados Unidos supera largamente el millón y medio. El gasto militar latinoamericano no llega a los 40.000 millones de dólares; el de Estados Unidos supera más de diez veces dicha magnitud: es la mayor potencia armamentista del mundo.


Estados Unidos es por tanto el principal elemento que atenta contra la seguridad y defensa regional de América Latina y el Caribe.


Para asegurar la defensa de la región, se precisa: Declarar a América Latina y el Caribe como Zona de Paz. Presionar colectivamente para el retiro de las bases militares de Estados Unidos. Exigir el cese de los sobrevuelos por naves militares foráneas. Excluir flotas militares extrañas a la región de nuestros mares territoriales. Reforzar la seguridad informática y crear redes regionales independientes fundadas en el software libre. Denunciar el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca y sustituirlo por pactos mutuos de no agresión, solución pacífica de los conflictos, y respuesta colectiva a las agresiones de potencias externas. Permitir a todas las clases sociales el acceso a la carrera militar. Crear milicias populares. Formular doctrinas y planes propios de guerra popular de resistencia, guerra asimétrica y conflicto de baja intensidad. Crear industrias propias de implementos defensivos. Desmantelar el narcotráfico clausurando las vías de transferencia a Estados Unidos y Europa, los principales financistas y consumidores del planeta.

EN LO CULTURAL
Los países de la Celac disponen de elementos para la comunicación y la integración en la mitad de un continente. En casi todos ellos prepondera la religión cristiana, en su versión católica, sincretizada con numerosos cultos indígenas y africanos. Los valores de la cristiandad preponderan en toda la región. Nunca ha habido conflictos religiosos significativos.

A esta preponderante unidad de valores éticos corresponde una comunicabilidad lingüística. La mayoría de los países de América del Sur, América Central y México en América del Norte hablan castellano, aunque en ellos también se hablan numerosas lenguas indígenas. En Brasil se habla portugués, lengua romance muy afín al castellano. En la región del Caribe en algunas pequeñas islas se habla inglés, francés y holandés, así como lenguas nuevas surgidas de la fusión de idiomas, tales como el creole, el papiamento y el garifuna. Castellano y portugués son lenguas romances muy parecidas. En medio continente están dadas las condiciones para una comunicación lingüística excepcional.

Para reforzar esta integración cultural, que es la más segura base de la social, económica y política, es preciso: Revisar y divulgar nuestra Historia mancomunada. Liberalizar y fomentar la circulación de bienes culturales entre nuestras repúblicas. Rescatar, preservar y enaltecer nuestro patrimonio cultural. Desarrollar políticas para eliminar definitivamente el analfabetismo. Asegurar la gratuidad de la enseñanza en todos sus niveles, instaurar sistemas masivos de educación a distancia y normas integrales de validación y reválida de estudios. Rescindir todos los acuerdos y tratados mediante los cuales Estados Unidos y Europa ejercen influencia o control sobre los contenidos y métodos de nuestros sistemas educativos y de investigación. Orientar la investigación académica y científica hacia nuestros problemas regionales. Proteger la música, la cinematografía, la televisión producidas en la región. Crear una Red de agencias informativas regionales. Sancionar rigurosas normas de responsabilidad social para los medios de comunicación. Multiplicar emisoras libres, alternativas y de servicio público con alcance continental. Crear redes de Institutos de Estudios Latinoamericanos y del Caribe.


INTEGRACIÓN INTERNACIONAL Y DIPLOMÁTICA


Los intentos de unidad de América Latina y el Caribe se remontan por lo menos a los procesos de Independencia de los siglos XVIII y XIX. Todos los grandes próceres independentistas formularon proyectos de unidad latinoamericana o de formación de grandes unidades geopolíticas. Simón Bolívar creó la Gran Colombia, con los territorios de lo que hoy son Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador, y convocó el Congreso Anfictiónico de Panamá, que proponía una Confederación entre los países latinoamericanos.


Para mejor establecer su hegemonía y defender sus intereses, Estados Unidos promovió organizaciones de integración latinoamericana tales como la Unión Panamericana, desde 1899, y la Organización de Estados Americanos (OEA), desde 1948. En líneas generales sirvieron a los intereses de la gran potencia y legitimaron sus intervenciones armadas. Durante siglo y medio, Estados Unidos consideró a América Latina y el Caribe su “backyard court” (patio trasero).


Los países latinoamericanos y caribeños respondieron creando organismos regionales que no incorporan a Estados Unidos ni a Canadá. Así, se integró la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2004, la Alianza Bolivariana para América (ALBA) en 2004, y finalmente la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en 2011.

Un mecanismo de unión no opera por sí mismo los milagros que requiere un mundo. La CELAC comienza con un procedimiento cauteloso que dificulta la adopción de acuerdos: se requiere el consenso, vale decir la unanimidad. Es deseable y posible que se avance posteriormente hacia una adopción de decisiones por mayorías calificadas.


También los objetivos pueden cumplirse mediante Tratados Internacionales concluidos entre los miembros que sean partidarios de una determinada política.


Hay que evitar repetir las experiencias de la Liga Árabe o de la Unión Africana, que más de una vez abandonaron a sus miembros ante la agresión imperial.


Latinoamericanos y caribeños son sometidos en otros países a discriminatorios y draconianos regímenes de visado e inmigración: deberíamos aplicar siempre y en todo caso a los nacionales de ellos la estricta reciprocidad.


Todavía hay territorios en América Latina sometidos a esclavitud colonial, como Puerto Rico y las Malvinas: debemos apoyar su independencia y la incorporación a la CELAC.


Concurren la CELAC países con orientaciones distintas, algunos abiertos hacia el futuro, otros todavía uncidos a pactos, compromisos y dependencias con los poderes hegemónicos que hoy entran en decadencia.

Algunos de sus miembros tienen Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos o con la Unión Europea. A través de tales acuerdos las potencias hegemónicas podrían entrar en las economías de la CELAC como caballos de Troya. Otros tienen gobiernos surgidos directa o indirectamente de la fuerza contrarrevolucionaria. Delicada será la tarea de concertar entre tan distintas perspectivas.


Varios miembros de la CELAC sufren la lesión de su soberanía que significa el sometimiento de sus decisiones a instancias supranacionales, tales como las de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y la Corte Interamericana de los Derechos Humanos de la OEA, o como la de la sucursal del Banco Mundial llamada Centro Internacional de Arreglo de las diferencias sobre Inversiones. Brasil nunca ha pertenecido a ella, y sucesivamente Bolivia, Ecuador y Venezuela se han dado de baja de estas instancias que casi siempre deciden en forma prejuiciada a favor de transnacionales y poderes hegemónicos y en contra de nuestros países.


Seguramente la CELAC subsumirá la incipiente organización de UNASUR, añadiéndole a México y los países de Centroamérica. Entre otros cometidos, queda planteado el de la progresiva desvinculación hacia la OEA, que durante toda su existencia sirvió para legitimar las injerencias de Estados Unidos y agredir, aislar o deslegitimar las experiencias progresistas.


La potencial unidad de la CELAC le asignaría un peso determinante en la Organización de Naciones Unidas. Esta nutrida coalición de 38 países podría aspirar a ejercer posiciones decisivas en el Consejo de Seguridad, en el Consejo de los Derechos Humanos, en la Organización Mundial del Comercio y en otras secciones claves del organismo mundial.


El nuevo ente tendrá sin duda una actitud menos obsecuente hacia la Alianza Atlántica, que se hunde en el desastre de la crisis económica, y más abierta hacia China, Rusia, India, Japón y en general el Asia, África y las potencias emergentes. Bien podría asumir el liderazgo de un revitalizado Movimiento de los Países no Alineados.

La Celac es el camino hacia el porvenir de medio continente americano. América Latina y el Caribe emprenden por fin un rumbo incontestablemente propio.