sábado, 15 de febrero de 2025

EL PODER MORAL

 

Luis Britto García

         El Discurso  que el Libertador dirige al Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819 no se limita a criticar el federalismo y la debilidad del Ejecutivo de la Constitución de 1811 ni a postular cambios inspirados en la forma de gobierno inglés. También propone innovaciones audaces, no sólo para ajustarse al «carácter nacional» del pueblo, sino para modificarlo y mejorarlo. Las herramientas para ello serían la educación popular y la vigilancia del comportamiento moral de los ciudadanos. Sobre la primera, formula el aforismo que se ha hecho imperecedero:

La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades.

      Pero, según sentencia el mismo Libertador, el talento sin probidad es un azote. Se requieren, no sólo luces, sino además formación ética, vigilancia sobre el espíritu público y las costumbres mediante un Cuarto Poder, el Poder Moral:

Tomemos de Atenas su Areópago, y los guardianes de las costumbres y de las Leyes; tomemos de Roma sus censores y sus tribunales domésticos; y haciendo una Santa alianza de estas instituciones morales, renovemos en el Mundo la idea de un Pueblo que no se contenta con ser libre y fuerte, sino que quiere ser virtuoso. Tomemos de Esparta sus austeros establecimientos, y formando de estos tres manantiales una fuente de virtud, demos á nuestra República una quarta potestad cuyo dominio sea la infancia y el corazon de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la Moral republicana. Constituyamos este Areópago para que vele sobre la educacion de los niños, sobre la instruccion nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la República, que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor á la Patria, el ocio, la negligencia de los Ciudadanos: que juzgue de los principios de corrupción, de los exemplos perniciosos, debiendo corregir las costumbres con penas morales, como las Leyes castigan los delitos con penas aflictivas, y no solamente lo que choca contra ellas, sino lo que las burla; no solamente lo que las ataca, sino lo que las debilita; no solamente lo que viola la Constitucion, sino lo que viola el respeto público.

      Delicado cometido es el que propone el Libertador. Las leyes imponen la adopción de ciertas conductas externas bajo la amenaza de una sanción coercitiva aplicada por la autoridad legítima. La moral comprende un conjunto de normas internas mucho más amplio que Ley, abarca tanto los actos externos como los sentimientos, y  se aplica de manera interior  o en forma indirecta por el rechazo o la aprobación de la colectividad. La ley impone conductas que pueden ser apreciadas en forma objetiva, la moral, comportamientos y sentimientos abiertos a la interpretación subjetiva. La ley prescribe sanciones coercitivas aplicadas por la autoridad; la moralidad, «penas morales», pues el nuevo Poder se crea: «para que vele sobre la educación de los niños, sobre la instrucción nacional; para que purifique lo que se haya corrompido en la República, que acuse la ingratitud, el egoísmo, la frialdad del amor á la Patria, el ocio, la negligencia de los Ciudadanos: que juzgue de los principios de corrupción, de los exemplos perniciosos, debiendo corregir las costumbres con penas morales».  Ingratitud, egoísmo, ocio, negligencia, frialdad del amor a la Patria son conductas difíciles de tipificar legalmente; mucho más las sanciones adecuadas para ellas.

      Por ello, las competencias de esta especie de Cuarto Poder o Tribunal de las Costumbres serán de dos categorías: efectivas, vale decir, obligatorias, o de opinión, encaminadas a orientar el juicio de los ciudadanos en el ejercicio de sus derechos políticos:

La jurisdiccion de este Tribunal verdaderamente Santo, deberá ser efectiva con respecto á la educacion y á la instruccion, y de opinion solamente en las penas y castigos. Pero sus anales ó registros donde se consignan sus actas y deliberaciones, los principios morales y las acciones de los Ciudadanos, serán los libros de la virtud y del vicio. Libros que consultará el pueblo para sus elecciones, los Magistrados para sus resoluciones, y los Jueces para sus juicios. Una institucion semejante que mas que parezca quimérica, es infinitamente mas realizable que otras.

      Compleja es la recomendación. Justamente uno de los logros del Derecho moderno es la progresiva separación de las Normas Jurídicas impuestas por el Estado, con respecto a las Religiosas emanadas de los sacerdotes, y a las Morales, surgidas de manera difusa de figuras con autoridad cultural. El juicio de los poderes públicos sobre cuestiones éticas no tipificadas se puede prestar al abuso. El Libertador sortea este riesgo sugiriendo que los expedientes sobre conductas inmorales sólo sirvan de consulta a los electores para seleccionar los candidatos a las funciones públicas. Aun así, tales registros bien podrían estar deformados por el prejuicio, la subjetividad o el interés de sus redactores. 



          La propuesta bolivariana del Poder Moral no fue acogida en la Ley Fundamental  surgida del Congreso de Angostura. Apenas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela sancionada mediante referendo popular en 1999, en el artículo 273 se reconoce un Poder Ciudadano que “se ejerce por el Consejo Moral Republicano integrado por el Defensor o Defensora del Pueblo, el Fiscal o Fiscala General y el Contralor o Contralora General de la República”. A pesar de su ejercicio por un “Consejo Moral Republicano”, está destinado a aplicar normas jurídicas de derecho positivo, que rigen conductas externas. Son instituciones complejas, de rango constitucional, dotadas de autonomía funcional, la cual implica independencia en el manejo de los recursos públicos que el Presupuesto les asigna, en la designación y remoción de sus funcionarios subalternos, y en el cumplimiento de sus competencias. Difícil y laborioso sería calificar su desempeño. Es evidente que, a pesar de sus tareas, se han cometido frecuentes y desastrosos atropellos contra los intereses de la República, que son los de todos.

La  preocupación que llevó al Libertador a postular un Poder Moral sigue abierta. Ninguna norma se cumple sin poderosa motivación  ética que la apoye. La proliferación de fortunas inexplicables y de juegos de envite y azar para legitimarlas son síntomas de corruptela. La generalizada convicción sobre el manejo moral de un gobierno es el que en definitiva decide su perduración o su caída por falta de apoyo popular. Sistemas hacendísticos fundados en la “inaplicación” de normas constitucionales y legales sobre  manejo y disposición de bienes públicos,  en la extrema discrecionalidad  y el absoluto secreto de la administración de los  ingresos provenientes de ellos  en fondos sujetos sólo a control posterior, en el otorgamiento a extranjeros de inusitados privilegios inconstitucionales que se niegan a los nacionales, ofrecen  poderosas tentaciones para el quebrantamiento legal y el latrocinio masivo. Evitémoslos.

Pues el fundamento de un manejo moral de la República está, como lo señaló el Libertador, en la educación, y el principal refuerzo de la instrucción es el ejemplo. Son conceptos abstractos que a la larga determinan lo concreto. Pongámoslos en práctica.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO

 

 

AMOR Y AMADAS


Luis Britto García



Ay, flechazo. Tan felices que sin él éramos. Tan infelices que sin él seríamos.

Maldito amor, que llega tarde. Maldito amor, que huye tan temprano.

Qué decir de amor, ante quien todo enmudece.

Aquí está de nuevo Amor. No  hay bajeza a la que no nos someta: ni adulación más indigna, adoración más beata, culto a la personalidad más extravagante  que el que rendimos a la homenajeada.

Amor divide el  mundo entre lo que a ella nos acerca o nos separa.

Todas las adiciones se curan con separación de lo deseado; sólo amor se centuplica con ausencia.

Todo verdadero amor es imposible.

Amor libera de todo, salvo de la obsesión con la amada.

Toda obra maestra rinde culto a una Musa, igualmente aterra que exista mujer digna o indigna de merecerla.

Inútilmente se inventaría la píldora contra el amor porque ni el más desdichado  enamorado quiere dejar de estarlo.

No es el amor belleza porque la suerte de la fea la bonita la desea. Inteligencia no es, porque priva del raciocinio. Capricho tampoco, porque el verdadero duele más allá de la muerte. Admiración menos, porque ningún varón la merece. Nadie sabe qué es amor hasta ser por él destruido.

Religión, parodia de pasión reducida a rituales.

En la oscuridad se aman Eros y Siquis hasta que por curiosidad lo ilumina ella con una lámpara; Eros escapa porque era en verdad hermoso, pero nunca como el misterio que lo perfeccionaba.

Desciende Orfeo a los infiernos para rescatar a Eurídice apaciguando a los demonios, mas: al palparla en el umbral del mundo de la sombra descubre que ha desaparecido amor, que se alimenta de ausencia.

A las puertas de Jerusalén toda una noche combate Tancredi con un enemigo de sombría armadura que, herido mortalmente, resulta ser su amada Clorinda. Corazas de discreción o amor propio simultáneamente aniquilan amantes, mas sin secreto, mueren secretamente.

Entrega Fausto el alma a cambio de un amor, que es la única prueba de la existencia del alma.

El joven Werther acaba de un pistoletazo con lo que el rechazado Goethe arrastra hasta la eternidad.

Entonces estuvieron todos equivocados. Tristán al amar a Isolda, Abelardo al encapricharse con Eloísa, Dostoievsky al enloquecer por Polina Suslova, Nietzsche al desequilibrarse por Lou Andreas, Oscar Wilde al idolatrarse a si mismo, Brahms al pretender toda una vida a Clara Schumann. Si erramos al elegir a la amada, qué probabilidades hay con lo demás, que no tiene importancia.



Falsa ciencia del amor del cual tras cada nuevo ataque todo  lo olvidamos.

Vi llorar por un indiferente a la mujer de la que ninguno podía dejar de enamorarse.

¿Haberla poseído una sola vez, infierno o paraíso?

El que tuvo cien amores se pregunta qué hubiera ocurrido de no ser tímido.

Qué creatura efímera  colmará el ansia de infinito.

Sirviéndose de  nuestros desvaríos cumple la carne sus propósitos.

El verdadero amor tiene nombre y apellido: todos los demás son apodos.

Única cura de amor, uno nuevo.

Ojala fuera ciego amor, por no ver las perfecciones que tan dolorosamente niega.

El mordisco a una boca o una fruta nos arrebató el Paraíso; sólo lo reencontramos al morder una fruta o una boca.

La única resurrección es la Pequeña Muerte.

La única eternidad, amor negado.

Desde la primera célula viviente se busca amor perfecto para la perpetuación sublime, y el resultado es lo que vemos.

¿Fuimos alguna vez el falso fantasma inventado por el extravío de alguna alucinada, y cómo soportaríamos la comparación con él?

Amor nos hace para que Amor nos deje.

Y dicen que ha sido abolida la esclavitud a pesar de que amamos involuntariamente.

Cursilería, hijo bastardo del amor negado.

Falsa toda literatura y música sentimental: Amor que es la única verdad prospera en el engaño.

Cómo saber si es más áspero suplicar por agonía o negarse por orgullo.

Ah, si pudiéramos a cambio de un verdadero amor vender el alma, pero la verdad del amor no la sabe ni el Diablo.

Fuerza de Amor vencer sus espantosas máscaras, los dientes teñidos de negro de las damas japonesas, los ojos agobiados de sombra de las flappers, los tatuajes que son la única forma de hacer espantosa una piel femenina.

Agobiador aprendizaje de las excusas del amor: religiosidad medieval,  esteticismo renacentista, neoclasicismo ilustrado, desmelenado romanticismo,  positivismo árido, enredado existencialismo, sicodelia, amor líquido, sólido y gaseoso, tantos disfraces  para lo mismo.

Mientras más crecen las industrias del amor menos se ama.

Desconsuelo de la llama el no poder propagarse.

Quién sabrá si es peor el destino de Don Juan que las consigue todas porque no se enamora de ninguna o el del suspirante que se enamora de todas pero no consigue una sola.

Desprecia Don Juan a la divinidad y a la mujer porque son la misma cosa.

Llegará el momento en que la gente dejará de amar, eternamente conectada en la realidad virtual sobre el amor.

La clonación  proporcionará copias exactas de nuestras amadas a ser idolatradas por copias exactas de nosotros mismos.

Quién será nuestra adorada bajo la capa de ficciones con que se recubre; quiénes seremos bajo la cúpula de espejismos que creamos para reflejarla.

Inútiles toda  filosofía,  literatura,  música,  plástica, arquitectura,  ética, sociología, sicología dedicadas a la pasión: se trata sólo de una ferormona.

Los Amos del Mundo que nos quitaron todo lo que amamos quieren que los amemos.

Sólo un verdadero amor nos estaba destinado, el de la que nació hace siglos o nacerá en milenios en un sitio ilocalizable del cosmos.

Los sabios se declaran intercambiándose sus códigos del ácido desoxirribonucleico.

Bebés de probeta en idilios de alambique.

Industrias del amor que crean mundos contabilizadas con guarismos de codicia.

Hechos el uno para el otro, qué aburrido.

Creamos la adorada genéticamente perfecta, más sólo acepta al adorado genéticamente perfecto que ella misma genera.

Al dirigirte las adulaciones que amor inspira temo despreciar la verdad ahogándote bajo una catarata de mentiras.

Amor anhela la perfección pero existe sólo para combinar al azar la imperfección de las mutaciones.

Modas  unánimemente matapasiones y maquillajes horripilantes son la prueba de que amor lo vence todo.

Los poderes muestran su adoración por los países arrasándolos.

Sólo se ama cuando se aman hasta sus defectos.

Creer que ya no se está enamorado es la prueba de que se lo está.

Amor es la apuesta por la eternidad.

Amor vence destruyéndonos.

Amor nos dio la vida y es la única prueba de que estamos vivos.

No sé qué veo en ella; es ella lo único que veo.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.

  

LITERATURA Y GUIÓN CINEMATOGRÁFICO

Luis Britto García

1     

Todas las artes -religión, mito, historia, filosofía, plástica, arquitectura, música, poesía, narrativa-  arrancan del sueño, esa orgía imaginaria en la que cada noche nos sumimos. El hombre primordial quizá  no distinguía entre lo soñado y lo vivido. La fantasmagoría que asalta a quien duerme es el primer Arte Total. Era inevitable que algunos temas oníricos fueran contrabandeados como revelación o religión, que se intentara inventar lúcidamente una ficción equiparable a las que teje la mente dormida. Todas las narrativas aspiran a la condición de ensueño.

2

Quizá los templos de la Antigüedad eran libros tridimensionales que contaban una historia durante el tiempo que tomaba recorrerlos. Del contubernio entre narración e imagen nace la ilustración, y de las nupcias  de ésta con la secuencialidad brotan el comic y el cine. Hacia el último tercio del siglo XIX Grandville, Caran d’Ache, Wilhem Busch dibujan historias o historietas visuales que incorporan el tiempo por continuidad o segmentación. Está abierta la vía para que el cinematógrafo -que los hermanos Lumiére llaman “una invención sin porvenir”-  devenga un Arte, y amenace con convertirse en El Arte por antonomasia, que somete todos los demás a su servicio.

3

De cuantas narrativas  surgen del sueño, el cine es la que más se parece a su origen. Como en la pesadilla, un mundo con apariencias de realidad se desenvuelve y nos envuelve, seduciéndonos a aceptarlo a pesar de su palmario divorcio de la realidad. En la ensoñación, cuando dudamos de lo que vemos despertamos; en el cine dejamos la sala. La diferencia esencial entre la narrativa onírica y la cinematográfica es el punto de vista. Vivimos tanto la realidad como el sueño a través de la perspectiva de nuestras retinas. En la vida percibimos lo que ven nuestros ojos, en el cine, lo que ve la cámara, que se mueve independientemente de nosotros. Conozco apenas una película –Lady of the Lake, de Robert Montgomery (1945)- en la que asistimos al desarrollo de la historia desde los ojos del protagonista, cuyo rostro sólo percibimos en el breve instante en que se mira en un espejo. La visión del sueño, como la de la realidad, es subjetiva; la del cine, aparentemente objetiva. En la pantalla nos parecemos a Dios: podemos seguir la historia desde todos los puntos de vista, atisbando detalles que no conoce el protagonista, con el casi imperceptible vaivén que nos lleva del plano al contraplano, del picado al contrapicado, del plano general al medio, al americano, al primer y al primerísimo primer plano, del flash forward al flash back. En la lectura y el sueño somos activos: a partir de indicios  reinventamos rostros, voces, ámbitos.  En el cine somos pasivos: todo se nos entrega hecho e inmodificable. En el sueño somos artífices de nuestro destino; en el cine, juguetes de él.  Sólo excepcionalmente una película experimental nos ofrece un final alternativo, o se impone tardíamente el que el director deseaba al retomar el control del montaje. En el sueño somos protagonistas, en el cine, espectadores. Y sin embargo, nadie ha podido explicar verosímilmente el conjunto de operaciones mediante las cuales producimos esa obra nuestra, lo soñado. Quizá sea ya posible un film del cual no despertemos nunca, que ocupe el resto de nuestras vidas.

4



El cine se define por acciones externas; transmite lo que capta la cámara; sólo alude a lo interno por connotación. No puedo escribir en un guión que la protagonista está triste:  lo  insinúo por el lenguaje corporal, la expresión facial, la relación con personas u objetos, el ambiente, el sonido. Existe una retórica visual que replica la literaria, pero sin palabras. Nada menos eficaz que el monólogo interior contradictoriamente externalizado por el audio. Al dormir, todo brota de la interioridad y dentro de ella se desenvuelve. El cine, confabulación de lenguajes estéticos, construye la  subjetividad mediante lo objetivo.

5

Como la del ensueño, la narrativa fílmica  distorsiona el tiempo. En la vigilia éste sólo es modificado por el estado de ánimo: el aburrimiento es eterno, la dicha fugaz. En cambio en el cine se emplea excepcionalmente  el tiempo real, que apenas plasman en tomas extensas estetas como Miklos Janczó. Los intereses de la producción o el gusto del público comprimen la narrativa fílmica en la  hora y media del largometraje, la media del mediometraje, los minutos del corto: dentro de ellos pueden transcurrir días, años o siglos; el pasado sigue al presente o es preámbulo del futuro. En los albores del cine operaba Chaplin el milagro con una toma de EL LIBRO DEL PASADO. En el presente ya no es necesario ni siquiera recurrir a la disolvencia: Matsube Kobayashi en Harakiri (1962) la sustituyó por el simple corte. El espectador actual está adiestrado para adivinar si una sucesión de tomas lo remite al pasado, al futuro o a la subjetividad  del personaje, como sucede con las intercalaciones alucinatorias en Las tentaciones del doctor Antonio (1962) y en  Giulietta de los espíritus (1965) de Fellini.

6

El sueño es obra individual; el cine, colectiva. Quiere la división del trabajo que la narrativa fílmica pase consecutivamente por las manos  del guionista, el productor, el director, el camarógrafo, los actores, el musicalizador, el montajista. Cada uno desdibuja la idea original. El resultado se parece al de la imprevisibilidad del sueño. A veces parece que cada quien trabajara en una película distinta. No creo que sea casual la cantidad de obras maestras en las cuales guionista y director son la misma persona: Serguei Eisenstein en El acorazado Potemkin (1925), Orson Welles en Ciudadano Kane (1941), Fellini en La Dolce Vita (1960), 8 y Medio (1963), Amarcord (1973).

7

Mucho tardó el teatro en  liberarse de las tres unidades básicas de lugar,  tiempo y acción del drama. El cine lo hace desde sus primeras narrativas. Intolerancia (1918), de David Warck Griffith nos traslada en movimiento pendular desde la Babilonia antigua a la pasión de Cristo, a la noche de San Bartolomé en Francia y a la ejecución de un huelguista estadounidense. Desde el primer momento la narrativa del cine opera mediante la multiplicidad de planos, el travelling, el contrapunto, esa técnica musical renacentista que desarrolla, contrapone y concilia temas distintos en una misma composición.  Ya los hermanos Lumiére registraban prolongadas tomas desde coches y trenes en movimiento. Abel Gance en Napoleón (1927) sigue la trayectoria de las  bolas de nieve en una batalla infantil. Al mismo tiempo que infringe barreras de tiempo y espacio, el cine violenta las de la racionalidad. George Meliés conquista los imperios de la alucinación; Salvador Dalí y Luis Buñuel los del delirio  con Un perro andaluz (1929). Vuelta al sueño primordial por la puerta grande de la tecnología.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.