Luis Britto García
El 12 de octubre de 1492 arrancó el proyecto unipolar de Occidente. La superioridad en armamentos sobre los pueblos originarios de América posibilitó a los castellanos poner en marcha el plan que el consejero Mercurino de Gattinara presentó al joven Carlos V: la Monarquía Universal. O sea, invertir los recursos humanos y naturales saqueados al Nuevo Mundo para dominar al Viejo, y utilizar a éste como instrumento para sojuzgar el planeta.
La riqueza pillada financió casi dos siglos de hegemonía
española; su traspaso a piratas,
corsarios y mercaderes del resto de
Europa alimentó una sucesión de intentos de dominio unipolar planetario por Francia, Holanda, Alemania
e Inglaterra, cuyo Imperio cubrió
casi la mitad del globo hasta
1939.
La desenfrenada pugna por la hegemonía tuvo imprevistos
efectos: valiéndose de los resquicios que dejaba la confrontación entre las
potencias, algunos de los colonizados se independizaron. Para debilitar a
Inglaterra, Francia envió a América del Norte una flota y un ejército al mando
de Lafayette, que decidieron la Independencia de Estados Unidos. Las tropas francesas de Napoleón ocuparon
España en 1808 y debilitaron a la monarquía, facilitando nuestra liberación. Dicha
invasión puso en fuga a la casa reinante de Portugal hacia Brasil; el cual se
independizó.
De esta sangrienta historia de devastación y saqueo
surgieron dos tipos de países: los “desarrollados” –saqueadores- y los “subdesarrollados”
–-saqueados. Pero ¿cómo se originaron estas categorías?
En todos los países que terminarían desarrollándose, el Estado asumió el papel de protector de las
industrias y productos nacionales. Así ocurrió con Inglaterra, cuyo
proteccionismo se inició con Elizabeth I y culminó con Cromwell, quien dispuso que
todo lo que se comprara o vendiera en Gran
Bretaña debía ser transportado en barcos ingleses.
Pasó así con la
Francia del Rey Sol, cuyo ministro Jean Baptiste Colbert fomentó las industrias locales, creó fábricas
nacionales, gravó pesadamente las importaciones, y prohibió la exportación de
las cosechas cuando éstas fueran requeridas para el consumo interno.
Ocurrió así con los estados germánicos cuya unión constituiría Alemania, la nación continental con ciencia e industria más desarrollada gracias a las políticas proteccionistas de Bismarck.
En cuanto a Estados Unidos, sólo la más petulante ignorancia
puede proclamar que su desarrollo se debe al “libre mercado”. Para fortalecer
las industrias norteñas, la independizada Unión
impuso pesados tributos a la importación de maquinaria y artículos de
consumo. La Guerra de Secesión de 1861-1865 fue una sublevación de los estados
agrícolas del Sur a favor del libre comercio con Europa. Estados Unidos sacrificó
entre 600.000 y 850.000 vidas en un
conflicto civil para mantener el
proteccionismo que lo convertiría en país desarrollado.
Mientras que a los países colonizados por ibéricos y
portugueses la administración colonial los redujo a la producción minera, agrícola y pecuaria del Sector Primario para
exportar a las metrópolis. Tras liberarse de éstas, sus oligarquías permitieron el más
libérrimo comercio con las nuevas metrópolis inglesa, francesa y finalmente
estadounidense. Por tanto, no se desarrollaron o lo hicieron sólo a
conveniencia de los países hegemónicos, condición que persiste hasta hoy.
La competencia por el saqueo del mundo de los Estados
“desarrollados” condujo a conflictos globales que abrieron resquicios por los cuales se
independizaron algunos países saqueados.
Así, la Primera Guerra Mundial fracturó
el poder zarista, posibilitó la
Revolución Bolchevique, disolvió el Gran Imperio Otomano y detonó una cadena mundial de intentonas
revolucionarias, como la de los espartaquistas.
La Segunda Guerra Mundial facilitó el surgimiento de la
China Comunista, la Independencia de la India y un movimiento planetario de
descolonización.
El empleo de armas
nucleares en 1945 frenó la contienda abierta entre las grandes potencias y
abrió el período de guerras
convencionales limitadas entre
intermediarios y de conflictos económicos y
políticos de tercera y cuarta generación conocido como Guerra Fría. En
las grietas de la confrontación encontraron el camino hacia su afirmación
países como Cuba, Argelia, Nicaragua, Vietnam e Irán.
Hasta que el suicidio
de la Unión Soviética pareció consolidar la unipolaridad capitalista y abrir el
paso a un “New American Century” ( Nuevo Siglo Americano). Pero los países
hegemónicos a su vez se suicidaron dejando que el capital financiero exportara
sus parques industriales a los periféricos.
Del grupo de países que componen el BRICS+ muy pocos, como
China, se declaran socialistas, pero en líneas generales sus economías son
sensiblemente protegidas por sus respectivos Estados. Al punto de que coinciden
en desechar o sustituir los instrumentos fundamentales de la hegemonía
unipolar: el uso obligatorio del dólar sin respaldo como garantía de reservas e
instrumento de pago internacional. La obligación de canalizar sus
transferencias con sistemas como el
Swift, dominados por la Alianza Atlántica. La de recurrir a los créditos del Banco Mundial y del Fondo Monetario
Internacional, que estimulan y acumulan
deudas impagables.
En esta historia hemos verificado que sólo se han
desarrollado y accedido a la autonomía aquellos países en los cuales el Estado ha jugado un papel
determinante en la gestión económica, interviniendo activamente para progresar del sector primario, -extractivista,
agrícola y pecuario- al secundario –industrial, manufacturero, de transporte,
construcción- y de allí al terciario de investigación, comunicación,
investigación científica.
Aquellos Estados que declinen su función protectora del
desarrollo económico nacional y accedan al mundo multipolar ofreciendo una vez
más a los intereses extranjeros gratuita e incondicionalmente recursos
naturales, minerales, cultivos y mano de obra semiesclava con remuneraciones
por debajo del nivel de la subsistencia,
simplemente replican voluntariamente las relaciones coloniales
instauradas a la fuerza hace medio milenio, y con ellas se hundirán.
El BRICS+ ha de ser
punto de partida hacia una nueva humanidad, y nunca reposición de las
prácticas más execrables de la moribunda unipolaridad.
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO