Decía Karl von Clausewitz que la
guerra es continuación de la política, por otros medios. Añado que la política
es continuación de la cultura, por otras vías. Ni conflicto armado ni proyecto
político se sostienen sin base de consenso cultural. Si, según
Clausewitz, la finalidad de la guerra es imponer nuestra voluntad al enemigo,
la de la Guerra Cultural o Cognitiva es
imponerse al adversario haciéndole creer que somos sus amigos.
La estrategia de la Guerra Convencional apunta a la destrucción o el apoderamiento de la infraestructura material del adversario; la Guerra Cultural tiene como objetivo fundamental la destrucción, el apoderamiento o la suplantación de sus aparatos culturales y superestructuras ideológicas: vale decir, de su conciencia.
Sostenían Marx y Engels en La Ideología Alemana que “Las ideas de la clase dominante son, en todas las épocas, las ideas dominantes; es decir, la clase que es la fuerza material dominante de la sociedad es, al mismo tiempo, su fuerza intelectual dominante. La clase que dispone de los medios de producción material controla, al mismo tiempo, los medios de producción intelectual, de modo que, en general, las ideas de quienes carecen de ellos están sujetas a ella. Las ideas dominantes no son más que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, entendidas estas como ideas”.
Este párrafo magistral nos define de una vez la táctica y la
estrategia de la guerra cultural. La táctica, vale decir, la definición de los medios
para librar el conflicto, se centra en el apoderamiento, control, destrucción o
sustitución de “los medios para la producción intelectual”, o aparatos
culturales. La estrategia propone la
destrucción, modificación o suplantación de “las ideas dominantes” impuestas
por quienes controlaban dichos medios, para convertirlas en una nueva “fuerza
intelectual dominante”, favorable al agresor.
Sostuvo Nicolás Maquiavelo que la
mayoría de los hombres se contentaban con “ver”, mientras que muy pocos
llegaban a palpar la realidad tras las apariencias. Añadió Emmanuel Kant que nunca llegaremos a conocer
la Cosa en Sí, la verdad definitiva y
última. Manejamos sólo imágenes aproximativas e inciertas del universo, pero
que nos confieren cierto poder sobre él. Propósito de la Guerra Cultural es
modificar las representaciones del mundo de un grupo social e imponerle otras
afínes a los intereses del agresor.
Así como las tácticas de la Guerra Convencional se proponen la aniquilación, captura y avasallamiento de las infraestructuras materiales –naturaleza, mano de obra, herramientas, fábricas, ciudades, fortificaciones- las de la Guerra Cultural apuntan fundamentalmente a la captura y sometimiento de los aparatos y operadores de las superestructuras ideológicas: sistema educativo, medios de comunicación y entretenimiento, redes de creación, circulación y distribución de productos culturales, institutos de investigación científica, instancias de legitimación, cultos y creyentes.
La Guerra Convencional persigue
la destrucción o el apoderamiento de los bienes del enemigo; la Cultural, que
el adversario adopte las creencias, valores, motivaciones, actitudes y conductas que el enemigo desea imponerles.
La Guerra Convencional ocupa el
territorio; la Cultural la conciencia, a
fin de que la víctima piense y opere como súbdito, soldado o policía al
servicio de su enemigo.
Guerra Convencional y Guerra
Cultural se complementan como las dos caras de una moneda. La conquista de
América consistió en parte significativa en imponer a los invadidos la
religión, lengua y manera de pensar de
los invasores. Para ello se implantaron en el Nuevo Mundo los templos, las jerarquías sacerdotales, los
sacramentos, las escuelas, las universidades, las academias, los docentes, las
artes, las leyes de los invasores, hasta que la institucionalización de la
obediencia permitió sustituir la violencia física por la mera amenaza de ella.
Todas las estrategias, tácticas y
etapas de la confrontación violenta están presentes en la Guerra Cultural,
aunque ésta no se limita a ellas. La Guerra Cultural tiene por escenario el
planeta, la Convencional se libra en áreas selectas o específicas del mismo. La ofensiva cultural comienza muchísimo antes
de la declaratoria formal del conflicto convencional, se intensifica durante él, y se prolonga casi
indefinidamente después de su aparente decisión. La Guerra Convencional es
intermitente: la Cultural, perpetua. En
la primera las etapas de confrontación abierta tienden a ser limitadas;
la Guerra Cultural no tiene tregua.
Muchos esquemas pueden ser
aplicados para definir las categorías de la Guerra Cultural. El método de los
Roles Actanciales, de Julien Algirdas Greimas, facilita clarificar la naturaleza
de la confrontación y de sus protagonistas.
Postula Greimas que en toda
narrativa –sea filosófica, sociológica, ficcional o incluso poética- figuran un
conjunto de actantes o protagonistas que la definen. Así, todo relato incluye:
1) un Sujeto que desea 2) un Objeto del Deseo, es decir, la cosa,
persona o situación que codicia el Sujeto deseante 3) un Oponente, que obstruye alcanzar el Objeto del Deseo 4) un Ayudante, que contribuye o facilita el
logro del Objeto del Deseo 5) un Destinador,
que opera la entrega de éste último y 6) un Destinatario, que recibe el Objeto Deseado.
El objetivo de toda Guerra
Cultural –aunque también de la Convencional- es definir estas categorías e
imponer tales definiciones a los actores
decisivos de la confrontación, o por lo menos a su mayoría. Quien impone su imagen de la realidad
decide el conflicto.
Apliquemos este método a un análisis
sumamente simplificado del
marxismo. En éste, un Sujeto (la
Humanidad) desea un Objeto (la
sociedad igualitaria sin clases ni explotadores, la propiedad social de los
medios de producción). Un Oponente
(las clases dominantes, sus ideólogos y los cuerpos represivos) obstaculiza su
logro; un Ayudante (el proletariado)
lo facilita. Un Destinador (la
Humanidad organizada como Partido Comunista y Dictadura del Proletariado) lo
entregará al Destinatario (la
Humanidad unificada como Internacional).
Apliquemos el mismo método al
capitalismo. Un Sujeto (la clase
capitalista) desea un Objeto (total
concentración de la propiedad de los medios
de producción y de consumo del planeta). Un Ayudante
(cuerpos represivos, políticos, aparatos ideológicos) la apoya, un Oponente (trabajadores, socialistas) la estorba; un Destinador (total alianza de Estado y
Capital Monopólico) lo entregará a un Destinatario
(Total Concentración del Capital).
En estos términos y con infinitos disfraces se libra la verdadera Guerra Cultural que nos concierne a todos, objetivo real y terminal de la infinita Guerra Convencional que interminablemente devasta el mundo.
TEXTO/IMÁGENES: LUIS BRITTO.

