sábado, 17 de noviembre de 2012

REVOLUCIÓN Y CULTURA MANTUANA



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Desde 1492, trabuco genocida en una mano y catecismo del dogma importado en la otra, mantuanos en Venezuela, cachacos en Colombia, momios en Chile, godos en todas partes predicaron primero sumisión al encomendero católico, luego subordinación al terrateniente oligarca, después acatamiento al Gendarme Necesario positivista, finalmente reverencia hacia el marine y la transnacional. Ecos fieles del poder, apenas en las últimas décadas soñaron suplantarlo con antipolítica y dictadura mediática. El mantuanismo intelectual reduce su proyecto a la implantación del privilegio, la discriminación étnica y social y el remedo de la cultura de la metrópoli de turno mediante el monopolio de la policía y los aparatos ideológicos.

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¿Ignora alguien que en todas las épocas el mantuanismo cultural aplicó ese monopolio de aparatos ideológicos, medios y fuerza bruta para el exterminio de la resistencia indígena, del nacionalismo independentista, del agrarismo insurgente, de la izquierda antiimperialista, de la integración latinoamericana, de todo lo igualitario, solidario o innovador? ¿Desconoce alguno que a pesar de este abrumador y aplastante predominio de la derecha en aparatos ideológicos y represivos, la izquierda en Venezuela y quizá en América Latina acumula más de setenta años de hegemonía cultural? Sostengo siempre que el talento es independiente de la ideología. Con igual ecuanimidad mantengo que en América Latina y Venezuela el talento ha estado abusivamente distribuido a favor de los creadores progresistas.

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Los que lo vivieron, hagan memoria, y los que no, lean Historia. Tras la muerte del Benemérito, el conservadurismo positivista no va más allá de alguna luminosa figura del postgomecismo, como Arturo Uslar Pietri. Desde los años cuarenta del pasado siglo hasta hoy la iniciativa y la ofensiva en el debate de las ideas y de la estética corresponden a la izquierda. Lo más impresionante de esta prolongada hegemonía es que durante sesenta años, la izquierda la ha mantenido, no sólo separada del poder, sino asediada, perseguida, vetada, censurada y encarcelada cuando no asesinada por éste.

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Si lo duda, pregúntese, mano en el pecho: ¿Cuenta hoy la cultura mantuana con una sola gran figura de relieve, no digamos ya continental, sino nacional? ¿Usó para algo los conversos de la izquierda que desertaron hacia la esterilidad sobornada? ¿Produjo una sola obra imprescindible para conocer o reconocer nuestra contemporaneidad? ¿Nuclea algún grupo que desarrolle una estética de resonancia? ¿Con todo el apoyo unánime de la aplastante maquinaria de los medios de comunicación privados, los aportes de los delincuentes financieros, de la NED y de todo tipo de ONGs, ha logrado crear y sostener una sola publicación cultural de relieve y atingencia en la vida nacional? ¿Levanta el vuelo más allá de la insignificante parroquia que detesta? ¿Logra el reconocimiento del mantuanismo global? ¿Articula siquiera de manera coherente su ideología, sus planes y los medios para realizarlos, fuera de la perpetuación del privilegio y del odio a una persona y a la mayoría del pueblo que la apoya?

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El proyecto mantuano acaba de recibir una de sus más demoledoras palizas, a pesar de que abdicó de sus principios para presentarse al debate electoral enmascarado con los símbolos, las consignas, los programas del proyecto revolucionario. Por las respuestas a las anteriores interrogantes, colegirá el lector que el mantuanismo ideológico tiene todo que ganar si confisca los recursos del proyecto radical para pagarse la proyección internacional que no ha logrado en medio milenio. Mientras que la Izquierda Cultural tiene todo que perder si abdica de si misma para postrarse ante las reliquias de un proyecto difunto. Reza la copla: Si vieres comer a un rico/ de un pobre en la compañía/ o el rico le debe al pobre/ o es del pobre la comida. El mundo mira hacia América Latina, y América Latina hacia Venezuela. Quien ve hacia atrás se vuelve estatua de sal, y está lloviendo.

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Dicen que dicen que poco después del golpe adeco del 18 de octubre de 1945, Andrés Eloy Blanco asistió a una recepción y encontró en ella a sus copartidarios cohibiditos, reuniditos en un rinconcito, calladitos como una tumbita, esperando como señoritas pueblerinas a que algún petimetre, lechuguino o mariposita los sacara a bailar o les perdonara la vida saludándolos.

-Pero muchachos –les dijo Andrés Eloy- Ustedes son poder ¡Circulen!

Como que no circularon, pues a pesar de su mayoría electoral, se dejaron quitar el gobierno por un cuartelazo mantuano que le costó al país una década de dictadura y a ellos una claudicación de medio siglo.

Dicen que muerto el tigre, no hay que asustarse del cuero.

Muchachos: ustedes son poder ¡Circulen!

(TEXTO/FOTO: LUIS BRITTO)

CONSULTE TAMBIÉN:

Bibliografía del autor en:
http://luis-britto.blogspot.com

Libros de Luis Britto en Internet:

Rajatabla: www.monteavila.gob.ve

Dictadura mediática en Venezuela: www.minci.gob.ve

http://www.facebook.com/Luis.Britto.Garcia




EL TESTAMENTO POLÍTICO DE CORTÁZAR

EL ESCRITOR Y SU QUEHACER EN AMÉRICA LATINA


Discurso que debió pronunciar Cortázar en 1983 en la Universidad de Sitges y fue suspendido por motivos de salud (el escritor moriría meses después).

Hace años que muchos de los aquí presentes enfrentamos el problema que motiva esta reunión, y particularmente el que me atribuye el temario: el quehacer del escritor en América Latina. No es necesario reiterar nociones que se han vuelto muy claras para todo intelectual responsable, entendiendo por responsabilidad la conciencia de la libertad y de la autodeterminación de nuestros pueblos y la decisión de participar en el proceso que los lleve a ellas o las consolide si ya están logradas. Viejas polémicas sobre el llamado compromiso del escritor se ven hoy felizmente superadas por una problemática concreta: ¿Qué hacer además de lo que hacemos, cómo incrementar nuestra participación en el terreno geopolítico desde nuestro particular sector de trabajadores intelectuales, cómo inventar y aplicar nuevas modalidades de contacto que disminuyan cada vez más el enorme hiato que separa al escritor de aquellos que todavía no pueden ser sus lectores? Por poco dotados que estemos muchos de nosotros en el terreno práctico –y creo que somos mayoría, puesto que nuestra práctica es otra-, a nadie puede escapársele ya la importancia de esta etapa en la que los análisis teóricos parecen haber sido suficientemente agotados y abren el camino a las formas de la acción, a las intervenciones directas. Como ingenieros de la creación literaria, como proyectistas y arquitectos de la palabra, hemos tenido tiempo sobrado para imaginar y calcular el arco de los puentes cada vez más imprescindibles entre el producto intelectual y sus destinatarios; ahora es ya el momento de construir esos puentes en la realidad y echar a andar sobre ese espacio a fin de que se convierta en sendero, en comunicación tangible, en literatura de vivencias para nosotros y en vivencia de la literatura para nuestros pueblos.

El puente, como imagen y como realidad, es casi tan viejo como el hombre. Un poema ha sido siempre un puente, como una música, o una novela, o una pintura. Lo que es menos nuevo es la noción de un puente que partiendo de un lugar habitado por esas novelas, esas músicas y esas pinturas, se tienda hacia otra orilla donde nada de eso ha llegado o llega verdaderamente. Los puentes que tienden las editoriales, por ejemplo, unen a los escritores con los lectores, pero más allá de la zona de ese tráfico se abren los páramos de la soledad y de la incomunicación, quizá en menor escala en un país como éste, pero en proporciones pavorosas en el conjunto de América Latina. Y por eso la noción de quehacer, que nos reúne hoy aquí, parte obligadamente de algo que las ilusiones urbanas, los humanismos elitistas y las buenas conciencias intelectuales prefirieron ignorar o escamotear, de la misma manera que tantos gobiernos y tantas políticas se atrincheran en el circuito de las capitales y los centros urbanos, marginándose de la inmensidad de los pueblos que los rodean en un silencio de ignorancia, de opresión, de incomunicación, de extranjería, por decirlo así.

(…) Huelga decir que no estoy abogando por la facilidad, por la simplificación que tantos reclaman todavía en nombre de la inserción popular, sin darse cuenta de que todo paternalismo intelectual es una forma de desprecio disimulado. Las vanguardias intelectuales son incontenibles y nadie conseguirá jamás que un verdadero escritor baje el punto de mira de su creación, puesto que ese escritor sabe que el símbolo y el signo del hombre en la historia y en la cultura es una espiral ascendente; de lo que se trata es que los accesos inmediatos o mediatos a la cultura se estimulen y faciliten para que esa espiral sea cada vez más la obra de todos, para que su ritmo ascendente se acelere en esa multiplicación en la que cada uno, hacedor o receptor, pueda dar el máximo de sus posibilidades.

Pero ya dije que habíamos dejado atrás las teorías y que ha llegado la hora de la acción. Por eso quisiera apuntalar esta voluntad de quehacer en la forma más tangible que las condiciones actuales permiten y sobre todo reclaman. Hace poco, en un discurso que todavía sigue levantando polvo en muchas palestras, el ministro de cultura de Francia afirmó en México que una cultura indisociada de las pulsiones más profundas de los pueblos – y eso no sólo incluye las idiosincrasias étnicas, sino también las opciones históricas y políticas- no es verdaderamente la cultura. Si esta noción no es nueva, en cambio surge por primera vez con la fuerza que le da el de ser proclamada por un Gobierno dispuesto a llevarla a la práctica, lanzada como un desafío frente a las falsas culturas estabilizantes cuando no desestabilizantes, como de sobra las conoce y las sufre América Latina. Un punto de vista que hasta ahora parecía reservado a nuestro enclave intelectual y a su formulación restringida al libro, a la conferencia o a la clase magistral irrumpe hoy como un golpe de lanza en el escenario más apropiado, el de un continente de culturas escamoteadas, de culturas sojuzgadas, de culturas aculturadas, de culturas ridículamente minoritarias y elitistas, de culturas para hombres cultos.

Y por eso, cuando se me pide que hable de nuestro quehacer en este plano, digo simplemente que hay que superar la vieja noción de lo cultural como un bien inmueble e intentar lo imposible para que se convierta en un bien mueble, en un elemento de la  vida colectiva que se ofrezca, se dé y se tome, se trueque y se modifique, tal como lo hacemos con los bienes de consumo, con el pan, y las bicicletas, y los zapatos.

¿Pero cómo?, me lo pregunto como imagino que muchos se lo están preguntando aquí. ¿Cómo podemos los intelectuales sacar la cultura de la cultura, de su cáscara, que definen los diccionarios y defienden los que todavía viven replegados en un elitismo mental que les parece inseparable de toda poesía, de toda creación?

Esta pregunta ha tenido ya un comienzo de respuesta a lo largo de los últimos años.

Pocos son los escritores responsables en América Latina que, al margen de sus libros, no participan de una y otra manera en el proceso geopolítico de sus pueblos, tanto en forma directa como indirecta, o bien cumpliendo actividades paralelas de información periodística, o de colaboración con organizaciones nacionales e internacionales que lucha por los derechos humanos y la autodeterminación de los pueblos, sin hablar de muchas otras tareas literarias y extra literarias de solidaridad, de apoyo o de denuncia,   según los casos.

Sin embargo, esta creciente intervención intelectual en la materia misma de la historia y de los procesos populares latinoamericanos ha tenido hasta ahora un límite negativo,  creado en parte por lo específico y especializado de esas actividades y en parte por el bloqueo que los regímenes opresores de nuestro continente y su vigilante padrino norteamericano

oponen a la irradiación de sus líneas de fuerza, del estímulo y la influencia que estas actividades podrían y deberían tener en los niveles populares. Es por eso que nuestro quehacer debe inventar nuevas formas de contacto, abrir otro espectro de comunicaciones en todos los niveles, y es ahí donde los estereotipos profesionales (digamos vocacionales si se quiere, pero agregando que escribir no es sólo vocación, sino traslación, comunicación), es precisamente ahí donde nuestros estereotipos demandan   una autocrítica profunda que no todos hemos sido capaces de hacer hasta ahora.

Lo que sigue podrá parecer pueril, pero si el viejo adagio dice que el niño es el padre del hombre, ¿por qué callarlo en nombre de una seriedad adulta que no siempre lleva a buen puerto? Se habrá advertido ya que me abstengo hoy de toda incursión o digresión literaria, y la única excepción estará destinada a marcar aún más esta distancia.

Quisiera recordar solamente que en 1812 el poeta Shelley sintió exactamente lo que estamos sintiendo hoy aquí, y que su deseo de comunicar lo más ampliamente posible sus ideas revolucionarias le llevó a echar botellas al mar y lanzar globos al aire con mensajes destinados a todo aquel que los encontrara. Su aparente excentricidad le valió los peores ataques del stablishment de su tiempo y el comienzo de una persecución

política que debía conducirle finalmente al exilio, y la peor acusación de sus enemigos fue la de puerilidad.

Cito así a uno de mis poetas más queridos, pensando que hace unos años, en una reunión   de solidaridad para con el pueblo de Chile que se celebró en Polonia, propuse –supongo que con la misma puerilidad de Shelley- algunas actividades que podían

reemplazar con ventaja tantas afirmaciones tribunicias que no siempre van más allá de las palabras y de quienes se conforman con ellas. Sugerí, por ejemplo, que en vez de lamentarse tanto por la censura impuesta por Pinochet a los libros editados en Chile o

provenientes del extranjero, cada uno de nosotros se ingeniara para enviar paquetes de libros por vía marítima, que cuesta muy poco, a personas capaces de distribuir su contenido, y hoy sé que muchos jóvenes chilenos tuvieron y tienen oportunidad de  leer lo que unos cuantos depositamos en el correo de la esquina de nuestra casa, como ahora lo estamos haciendo para el pueblo nicaragüense por razones muy diferentes, pero igualmente necesarias. Aludí también a la posibilidad de perfeccionar las emisiones de onda corta con destino a Chile, Argentina y Uruguay, no sólo como vehículo de información fidedigna sobre todo aquello que los Gobiernos de esos países escamotean 
y distorsionan (y la guerra de las Malvinas acaba de dar un ejemplo monstruoso de cómo se puede mentir a un pueblo incluso hasta después de la catástrofe final) sino también como presencia viva de escritores exiliados, cuya voz y cuya obra podría llegar a miles de oyentes sometidos a la censura de las publicaciones por escrito y de las radios o televisoras locales.

¿Es pueril, es insignificante todo esto? Muchos de nosotros hemos grabado casetes que  son introducidas fácilmente en nuestros países y que tienen un valor a la vez intelectual

y político, y muchos hemos aprovechado las facilidades del vídeo para multiplicar una presencia o por lo menos una cercanía. ¿Por qué escritores que se limitan específicamente a escribir artículos que casi nunca pueden entrar en sus países no toman   contacto con equipos de vídeo, cada vez más accesibles y numerosos en los sectores militantes latinoamericanos, para burlar fácilmente las barreras de la censura? Yo acabo de hacerlo para los combatientes salvadoreños, y sé de muchos compañeros que 

lo hacen para Guatemala, Argentina y Chile. Si es cierto que la imaginación es y será nuestra mejor arma para tomar el poder, entendiendo por poder una participación más estrecha y más eficaz en la lucha del pueblo por su identidad y su legítimo destino, nuestro quehacer tiene que articularse a base de técnicas más eficaces que las consuetudinarias, menos estereotipadas que las que emanan de nuestras tradicionales etiquetas de cuentistas, poetas, novelistas y ensayistas, y todo eso sin dar un solo paso atrás en lo que nos es connatural, pero vehiculándolo de una manera capaz de llegar allí donde nunca llegará si seguimos en nuestro viejo circuito rutinario, por más bello, avanzado y audaz que sea en sí mismo.

Y por eso espero que a esta altura de lo que digo nadie sonreirá irónicamente si hago referencias a posibilidades tales como las tiras cómicas, así denominadas por una mala traducción del inglés y que sería mejor llamar relatos gráficos. Sabemos que los dibujos humorísticos de contenido satírico – eso que los anglosajones llaman cartoons- han probado desde hace siglos su eficacia política incluso en países donde la censura se ensaña contra todo lo que considera serlo, pero se ve obligada a dejar pasar lo meramente cómico, tras de los cual alienta una seriedad que el pueblo descifra y asimila infaliblemente. Por desgracia, es evidente que este arte tan importante nos ha sido dado a los escritores, incapaces en la mayoría de los casos de imaginar un tema de ese    tipo y mucho menos de dibujarlo. la tira cómica, en cambio, supone casi siempre la   colaboración de un dibujante y un escritor; es como un cine inmóvil, un relato en el que participan la imagen y la escritura, el guión con todo su contenido intelectual y los personajes representados por una pluma capaz de darles vida y conectarlos con la sensibilidad del lector/ espectador. Este género tiene magníficos exponentes en casi todos los países latinoamericanos, pero el trabajo individual de talentos, como el de Rius en México; Quino, en Argentina, y tantos otros sin duda bien conocidos por ustedes,  abre la posibilidad de multiplicar sus efectos si los escritores forman equipo con los dibujantes y llevan la tira cómica a dimensiones que no tienen por qué ser inferiores   a las de la literatura narrativa. Hace unos años yo robé una tira cómica mexicana
que me incluía con gran desenvoltura como uno de los personajes de las aventuras de Fantomas, una especie de superman idolatrado por millares de lectores populares, y con ayuda de amigos publiqué un falso equivalente, cuyo verdadero fin era denunciar a las transnacionales y poner en descubierto las más sucias tareas de la CIA en América Latina. La edición se agotó en seguida gracias a Fantomas, por supuesto, que una vez más se metió por la ventana y no por la puerta de sus lectores, pero ahora con una finalidad muy diferente de las que le habían dado tanta fama en México.

Y ya que estamos en esto, ¿qué decir de esa otra plaga moderna, que podría ser convertida en un fascinante mensaje cultura, como es el caso de las fotonovelas? La asociación inteligente de escritores y fotógrafos abre un campo inmenso a la imaginación

popular, pero ya sabemos lo que se publica hoy en revistas que embrutecen a millares  de lectores ingenuos y llenan los bolsillos de las transnacionales. me quedaría por citar el arma más extraordinaria, más delirante, más operativa: la televisión. Alguien me dirá en seguida que ella, como el cine, está en manos del gran capital y que nadie accede a sus santuarios sin la censura previa de los lavadores de cerebros; pero es triste comprobar que en América Latina hay países, como Cuba y Nicaragua, que tienen canales que son del pueblo y para el pueblo, y que, sin embargo, continúan obedeciendo  en gran medida a la ley de la facilidad y del conformismo, simplemente porque los escritores, los artistas, todos nosotros, con nuestras etiquetas, hemos sido incapaces hasta hoy de tomar por asalto esos reductos desde donde la verdadera cultura podría abrirse paso hasta los lugares más alejados y más desposeídos. Tal vez las únicas excepciones dignas en el terreno artístico sean el cine y el teatro, puesto que en América Latina se dan con un acento cada vez más revolucionario; es bueno poder decir que su ejemplo tiene un alto valor en esta hora en que nos preguntamos, siempre un poco desconcertados, por las formas posibles de nuestro quehacer intelectual.

Como bien saben los escritores, el azar es nuestro mejor Virgilio en este infierno histórico en que vivimos, y él me ha guiado en estos días hacia unas páginas del escritor venezolano Luis Britto García, que hablando en un encuentro celebrado en Managua en julio del año pasado se refirió admirablemente a la incomunicación de la cultura en América Latina. De su ponencia quisiera citar estas líneas, que sólo él podía escribir con tanta lucidez, y que tras de referirse a la ofensiva de las transnacionales y de los medios de comunicación para alienar el espacio cultural latinoamericano, mostrando que la única cultura que ellas buscan en nuestro continente es la cultura imperialista  que niega al ser humano, lo explota y lo discrimina, agregan lo siguiente: “ Ello plantea, para el intelectual latinoamericano, la tarea de servirse de los medios de comunicación de masas aun en aquellos países en los cuales no hay perspectivas revolucionarias inmediatas. Posiciones muy respetables han afirmado el derecho del creador a desligar  su obra de toda militancia a favor del contenido estético. Pensamos, por el contrario, que la urgencia de la hora impone al intelectual una triple militancia: la de la participación en las organizaciones políticas progresistas; la de la inclusión del compromiso  en el contexto de su obra, y la tercera militancia de batallar por la inserción de su obra en el ámbito real de los medios masivos de comunicación, anticipándose así a la revolución política, que concluirá por ponerlos íntegramente al servicio del pueblo. Porque mientras la política no asegure la liberación cultural de nuestra América, la cultura deberá abrir el camino para la liberación política”.

Sé muy bien que podemos discutir los matices de esa triple militancia, y que por mi parte no creo que el compromiso deba ser una constante invariable en la obra de un escritor, ni mucho menos, puesto que la pura ficción es también una levadura revolucionaria cuando procede de un autor que su pueblo reconoce como uno de los suyos.

Pero sí creo, con Britto García, que nuestro quehacer tiene que abrirse en todas las direcciones posibles, según las vocaciones y las posibilidades de cada uno, y que desligar la obra de toda militancia es dar la espalda a nuestros pueblos en nombre de supuestos valores absolutos que el huracán de nuestro tiempo contemporáneo convierte en hojas secas y en olvido. De sobra sabemos que en América latina hay escritores  que no renuncian a la feria de las vanidades editoriales y a los galardones de la

sociedad privilegiada que los adula, y que se obstinan en el anacrónico refugio de sus torres de marfil. Nada han hecho ni nada harán para evitar que un día pueda caer también sobre ellos el fuego del NAPALM o la bomba de neutrones; acaso creen, basándose  en lecturas esotéricas, que el marfil les protegerá de las radiaciones.

Podría seguir proponiendo quehaceres, como, por ejemplo, el de la asociación de la música popular con textos que la salven de la sensiblería, el conformismo y la vulgaridad, que sigue siendo en gran medida la norma comercial y que el público absorbe

ingenuamente. Las llamadas canciones de protesta, así como las de la nueva trova cubana y las de muchos artistas españoles y de otros países, han mostrado ya el camino, y por mi parte sé que algunos tangos que hicimos en París con amigos argentinos

y que obviamente fueron prohibidos en el Río de la Plata, viven hoy en la memoria de  quienes los escucharon por vías clandestinas. pero me detengo aquí, porque todo esto no es una lección para nadie, sino una manera de concretar lo mejor posible una esperanza y traer algo más que ideas teóricas a una reunión que espera otra cosa de todos nosotros. Terminaré con otra esperanza, la de un quehacer fundamental que no puedopasar por alto y que toca directamente a esa inmensa multitud de los latinoamericanos exiliados en tantos pedazos del mundo. Si ese exilio ha de tener algún sentido, no erá a base de negatividad, de todo lo que comporta de sufrimiento y de nostalgia, sino de una inversión total de valores que le den esa fuerza que hace temible al bumerang:  la fuerza del regreso. Todo aquel que no haya renunciado a esa voluntad de regreso puede y debe poner su capacidad y su imaginación al servicio de su pueblo, y a los intelectuales se les abren no sólo posibilidades como las que he esbozado aquí, sino todas aquellas que puedan nacer de su propia invención, siempre capaz de saltar de la página escrita, de la novela o del poema, a la arena más que nunca inevitable y  

preciosa de la realidad latinoamericana, ese inmenso libro que podemos escribir entre todos y para todos.

Por más crueles que puedan parecer mis palabras, digo una vez más que el exilio enriquece   a quien mantiene los ojos abiertos y la guardia en alto. Volveremos a nuestras tierras siendo menos insulares, menos nacionalistas, menos egoístas; pero esa vuelta

tenemos que ganarla desde ahora, y la mejor manera es proyectarnos en obra, en contacto, y transmitir infatigablemente ese enriquecimiento interior que nos está dando la diáspora. Este seminario de escritores amigos, entre los cuales hay tantos exiliados, ha nacido del generoso deseo de una universidad en tierra española que quiso acogerme en su seno y reunirme con todos aquellos que amo y respeto. Ella comprenderá mi gratitud si digo que mi esperanza más honda es la de que nuestro encuentro sea ya un momento útil en ese quehacer que nos preocupa. Porque no es la reunión misma  a que tiene importancia. sino su irradiación hacia una América Latina profundamente solitaria, la de millones de hombres para los cuales no hay reuniones, no hay libros, no hay puentes. Si cada uno de nosotros ayuda a proyectarla hacia nuestros pueblos por todos los medios a su alcance, no habremos venido inútilmente a Sitges, no habremos  hablado para el silencio.

Malabia :: arte cultura y sociedad
Año 3 Número 29 Diciembre 2006
revistamalabia@yahoo.com.ar





domingo, 11 de noviembre de 2012

LUIS BRITTO GARCÍA PRESENTÓ A SUS FUGITIVOS



TENDENCIAS- ÚLTIMAS NOTICIAS 

10/11/2012 08:04:00 p.m.

La nueva edición del libro incluye un cuento inédito

La obra se publicó originalmente en 1964 (Créditos: Ángel Colmenares)

Sonia Hernández.- El escritor y colaborador de Últimas Noticias, Luis Britto García, presentó oficialmente su libro Los fugitivos este sábado, en el marco del 2° Encuentro Internacional de Narradores, evento que tendrá su clausura este domingo.

La obra, que fue publicada originalmente en 1964, es una colección de cuentos en los que Britto se valió, como en gran parte de su obra, “de un discurso testimonial para crear un diálogo textual entre la ficción y la historia”, según explica la escritora Amarilis Hidalgo de Jesús.

La edición presentada forma parte de la Biblioteca Luis Britto García de Monte Ávila Editores, colección que cuenta con la curadoría de Catalina Gaspar, quien por cierto no pudo asistir a la presentación.

Los fugitivos fue el libro con el que me presenté en la literatura”, recordó García durante el evento, realizado en la sede de Librerías del Sur en el Complejo Cultural Teresa Carreño, y al que asistieron varios de sus amigos y colegas.

“Yo me pagué mi edición, lo distribuí en las librerías y hasta creé un afiche con la portada del libro”, comentó el autor, quien reveló que esta segunda publicación aprovechó la oportunidad para incluir un cuento totalmente inédito.


“Aunque los demás también son inéditos porque opera en ellos el olvido. Hasta yo me pregunto de qué tratan”, bromeó.

Britto recalcó que Los fugitivos, además, es un libro que rompió con los cánones de una época que exigía cero crítica y cero mensaje.

www.ultimasnoticias.com.ve

LOS FUGITIVOS


ALGUNAS OPINIONES SOBRE LOS FUGITIVOS

Armando Navarro: “Los Fugitivos”, Ateneo: Revista de Literatura y Arte; Ateneo de los Teques, Venezuela, Editora al Tanto, Los Teques, 2002, p.20.

Ahora, también en retrospectiva, uno concientiza que además de ese rostro que se nos muestra en forma directa a la percepción, hay en estos textos la presencia nítida de un narrador en ciernes, cuya primera salida está en la manera misma como sentimos que el cuento va adquiriendo consistencia de tal en la medida que avanzamos en la lectura. En efecto, el cuento “Fugitivos” presenta tensión y técnica narrativa suficientes como para constituir en relato en sentido estricto; de la misma manera, ciertas debilidades observadas en “Dios” o en “La herencia” se eliminan como efectos para el conjunto si comparamos estos espacios narrativos con otros como “El fuego fatuo”, “Los principios” y “Fugitivos” Y allí, en los tres últimos textos referidos, está la proyección del narrador en ciernes, el que luego produjo conjuntos magistrales como Rajatabla y Abrapalabra, por mencionar sólo dos de sus producciones.

Además, los cuentos que integran la totalidad a la cual nos estamos refiriendo no están exentos de los juegos con el lenguaje, incluyendo aquel tipo de ludismo donde se utiliza la palabra para realizar juegos paródicos en los que la palabra misma es sometida a los rigores de la ironía y del sinsentido, tal vez la misma gimnasia lúdica a la cual nos sometía el contraste entre el equilibrio del discurso académico y los fragmentos de realidad evidenciados en los muros extrauniversitarios.

Esa realidad extramuros es la que conforma la unidad de los textos contenidos en Los fugitivos y otros cuentos. Era la realidad que fluía desde el cerro donde la muerte de seres inocentes ocurre entre las polaridades de la culpabilidad ético-religiosa y la contundencia de un contexto que no permite ni siquiera la subsistencia; desde las calles que arropaban al marginal, a quien las recorre topándose con los muros de una férrea burocracia, con lo absurdo de un sistema de control social, con la frustración permanente de seres, indefensos, vencidos, porque los personajes de estos cuentos sólo pueden etiquetarse como aniquilados. Quizás esa realidad que se muestra en estos cuentos es la misma que nos está revelando cómo nuestro país ha estado eximido de cambios sustantivos esenciales: si cuando se escribió el cuento “Dios” un chofer de taxis pagaba treinta bolívares diarios por el avance, hoy abona en bolívares la cantidad de treinta mil.

Amarilis Hidalgo de Jesús: “Re-interpretación de la ficción testimonial en Venezuela: La obra de Luis Britto García” Bloomsburg University of PA

Desde el mismo ángulo temático y linguístico, Luis Britto García presenta en Los fugitivos y Rajatabla una serie de cuadros narrativos que profundizan en las distintas dicotomías de los jóvenes revolucionarios de los años sesenta (Los fugitivos) y setenta (Rajatabla), cuadros que se integran en un mismo ciclo de violencia urbana que traza la historia guerrillera venezolana desde la década del sesenta a la del setenta. Como ha postulado Domingo Miliani, “la materia de las luchas clandestinas o los temas existenciales del hombre moderno enfrentado a su alienación alcanzan con el audaz lenguaje de Britto un tono humorístico extraordinario” (145). La violencia clandestina será también el punto culminante que el escritor utiliza para presentar la nación venezolana como producto de una violencia colonial en el recorrido histórico de quinientos años que hace en su magna obra Abrapalabra.(…)

Tanto en Los fugitivos como en Rajatabla y, en cierta medida, enAbrapalabra, Britto García dramatiza las pugnas ideológicas de un grupo de jóvenes venezolanos en la clandestinidad.

Cada uno de ellos es portavoz de un discurso narrativo que se adhiere a un discurso ideológico distinto descentralizando la voz del discurso ideológico central de la guerrilla de los años sesenta y setenta en Venezuela; y en el caso específico de Abrapalabra, un trayecto revolucionario de quinientos años. A través de este discurso, afloran otras voces narrativas que conforman la plurivocidad ideológica de los textos. De ahí surgen una serie de anécdotas revolucionarias que dan rienda suelta a la imaginación narrativa de cada personaje. Cada uno de estos personajes crece emocionalmente a medida en que se desarrolla su historia en el texto. Asimismo, cada historia se relaciona a un evento específico importante en la historia de la guerrilla venezolana.

La estructura narrativa de estos tres textos está delineada alrededor de diálogos que dan  entrada a las distintas historias que se desarrollarán en la trama principal del texto. Cada uno de los diálogos responde a su vez a un discurso ideológico específico cuya desmitificación se consigue con la exposición de los discursos divergentes que componen los cuentos o relatos. En cada uno de estos discursos se enfatizan los medios represivos que el poder emplea con los prisioneros políticos, sobre todo en su encarcelación. Cada relato guerrillero se irá subdividiendo a su vez en la historia particular de cada uno de los miembros de la guerrilla con lo que se hace balance de todos los acontecimientos guerrilleros. Todas las voces hasta aquí mencionadas conforman en su conjunto una historia de represión dictatorial en Venezuela, que si bien históricamente se da bajo el periodo gubernamental de Bentacourt, también se puede relacionar con la represión política que vivieron otras generaciones venezolanas bajo gobiernos militares anteriores a su periodo.

Mediante estos discursos polifónicos, Britto García delinea la crisis social que azota al país durante estos años cuya fase final se manifiesta en la suplantación del discurso militar de algunos guerrilleros por el discurso guerrillero del otro grupo de jóvenes insurrectos.

Los fugitivos, Rajatabla y Abrapalabra, como ya se ha dicho, son textos polifónicos que integran una serie de anécdotas que se van multiplicando y desdoblando en la temática que unifica los cuentos o relatos. Esta concatenación de temas permite la entrada de acontecimientos socio-políticos que llevan al desplazamiento de las distintas voces diseminadas por el ámbito de los textos. Por otra parte, en casi todos los cuentos o los relatos el material narrativo está organizado por un narrador exterior que focaliza la gran mayoría de las escenas narrativas. Muy importante también son las focalizaciones múltiples que se dan en las historias de los otros narradores, por lo que el lector tiene que ser co-autor de la distribución y conexión del material narrativo que se esté narrando en algún punto específico de las fabulaciones.

Dentro de la anécdota del narrador exterior aparecen varias narraciones que en su mayoría forman parte de la historia de cada narrador interior. En el ámbito de esos relatos se dan focalizaciones internas en que la única perspectiva del hablante que sobresale es la del actante (Genette 193). A partir de esta ordenación, se delinean en el texto los cuentos de prisioneros, militares, guerrilleros y civiles, entre otras narraciones diseminadas en la trama. En este proceso de comunicación linguística y temática que establece Britto García en sus cuentos o relatos, se da lo que Umberto Ecco ha denominado como el proceso narrativo de ”el autor/narrador (sender), el mensaje y el receptor” (10) que se adhiere a la estructura ideológica formal que el autor emplea en su texto, lo que lleva al lector a descifrar o ignorar la ideología propuesta por el autor en su narrativa. En el caso de las historias en Los fugitivos, Rajatabla y Abrapalabra, los relatos sobre la guerrilla, en su gran mayoría, proponen una visión ideológica marxista que se expande en los monólogos y discursos narrativos de los personajes de los que el lector recibe las distintas ideologías de clase que conforman la ideología de violencia urbana imperante en los grupos. Esto lleva a que el lector se replantee constantemente sus lecturas, ya que constantemente cada una lo enfrenta a distintos discursos intertextuales que emergen constantemente en la narrativa.

Ninguna obra se lee independientemente de otra ni de otra experiencia textual de lectura con otros textos. Frecuentemente el texto establece su propia temática reiterando una serie de códigos o simbolismos que pertenecen al mismo campo semántico por lo que pueden ser estratégicamente colocados por el autor en uno o varios textos (Ecco 26). Tal es el caso de la obra testimonio de Britto García, en especial Abrapalabra, novela o libro de relatos que mantiene un diálogo textual y temático con Los fugitivos y Rajatabla. A diferencia de estas dos últimas colecciones de cuentos, en Abrapalabra el proceso de lectura se amplifica en la variedad de historias y temas.

Esto lleva constantemente al receptor a decodificar símbolos, códigos, temas e historias que ya habían sido trabajadas por el autor anteriormente en su obra. Walter Benjamin ve este hecho como “la falta en un texto de la presencia del tiempo y el espacio, su existencia única en el lugar que se supone que se lleve a cabo; ya que la existencia del trabajo de arte esta sujeto al tiempo y su existencia” (220). Luis Britto García magistralmente logra unificar el concepto del tiempo y el espacio histórico al cual se refería Benjamin en Los fugitivos y Rajatabla, culminando su proceso unificador en Abrapalabra.

En conclusión, Luis Britto García en Los fugitivos, Rajatabla yAbrapalabra se valió de un discurso testimonial para crear un diálogo textual entre la ficción y la historia. En estas tres obras cada discurso literario es co-partícipe de un proceso ideológico que reestructura el discurso revolucionario de la izquierda venezolana. Dentro de cada historia asoman discursos no-oficiales de clases sociales oprimidas contrapuestos a los de la pequeña burguesía. El propósito de esta estructuración narrativa tipo caja china es la de deconstruir a través de la ficción testimonio la historia de la guerrilla venezolana de la década del sesenta al setenta; y en el caso de Abrapalabra, el autor extiende la deconstrucción ideológica del discurso revolucionario hasta la orígenes de la nación venezolana. En estas obras Britto García ataca el discurso ideológico guerrillero

a través de los distintos discursos ideológicos que surgen dentro de la misma; y con ello, antepone varios discursos narrativos a la vez que desestabiliza las posturas ideológicas del discurso guerrillero revolucionario venezolano desde sus comienzos hasta la segunda mitad del siglo XX.

OBRAS CITADAS

Benjamin, Walter. Illuminations: Essays and Reflections. Edit. By Harry Zohn. NewYork: Schoken Books, 1968.

Britto García, Luis. Abrapalabra. Caracas: Monte Avila Editores, 1980.

-------- Los fugitivos. Caracas: Pensamiento Vivo, 1964.

-------- Rajatabla. Caracas: Monte Avila Editores, 1970.

Ecco, Umberto. The Role of the Reader. Bloomington: Indiana University Press, 1979.

Genette, Gérard. Narrative Fiction. New York: Cornell University Press, 1980.

Hidalgo de Jesús, Amarilis. La novela moderna en Venezuela. New York: Peter Lang, 1995.

Miliani, Domingo. Tríptico venezolano. Caracas: Fundación de Promoción cultural, 1985.

Pupo Walker, Enrique. El cuento hispanoamericano ante la crítica. Madrid: Castalia, 1973

Rodríguez, Oscar. “Joven literatura venezolana 1970-80”. Zona Franca 30-31 (julio-octubrede 1982): 22-26.

Sosnowsky, Saúl. “Lectura sobre la marcha de una obra en marcha”. Revista Latinoamericana de Crítica Literaria. 7.14 (1981): 119-140.