sábado, 31 de julio de 2010

COLOMBIA INVADE A VENEZUELA


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El reaccionario presidente de Colombia no puede dominar la rabia. Su política represiva fomenta la guerra civil. Se asila en Venezuela uno de sus opositores, el doctor Uribe Uribe, quien escribe que “nuestra bandera ha crecido a través de la refriega. Pudo al principio no ser sino la reivindicación de un partido en las querellas intestinas de nuestro país; hoy es la bandera de la Gran Colombia!” El Presidente venezolano estrecha insoportables lazos de amistad con sus colegas de Ecuador y Nicaragua. En Ecuador manda un recio conductor de pueblos, que moviliza postergadas masas de pardos e indígenas. En Nicaragua la sublevación popular encumbra un dirigente que azota a las oligarquías terratenientes. Contra estos líderes de masas, cuenta el Presidente de Colombia con el apoyo de Estados Unidos ¡Hay que darles una lección! Treinta y nueve batallones colombianos disfrazados de venezolanos bastarán para hacerlos añicos.
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Tampoco faltan en Colombia opositores venezolanos dispuestos a invadir su propio país junto con extranjeros por una migaja de poder. El Presidente colombiano llama al exiliado general venezolano Rangel Garbiras, aclamado en los círculos selectos como ágil bailarín de vals y frenético enemigo de la idea de unificar la Gran Colombia, y le encomienda el mando de una selecta fuerza de cinco mil soldados colombianos para que invadan Venezuela, con bandera venezolana y al compás del Gloria al Bravo Pueblo. Oportuno, el obispo de Mérida monseñor Silva lanza una pastoral donde fulmina a los partidarios del gobierno venezolano por su devoción hacia La Mano Poderosa. El periódico caraqueño El Tiempo de la familia Pumar se une a las demoledoras críticas. Por la vía de Cúcuta los invasores violan la frontera con el Táchira el 26 de julio de 1901, dando vivas al presidente colombiano José Manuel Mallorquín.
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Feroces para reprimir a sus compatriotas desarmados, los militares o paramilitares colombianos no son modelo de disciplina castrense. Según cuenta Nemecio Parada en sus Memorias: “Las tropas de línea que vi no tenían de línea sino el nombre. Desde los jefes hasta los soldados, llevaban una indumentaria deplorable. (Los generales colombianos) Cote y Conde, de los primeros, aunque en buenas cabalgaduras, deslucían su apostura bélica, llevando cobija puesta, sombrero jipijapa de copa alta con ancha divisa azul, zamarros de cuero, ruidosas espuelas y descomunal peinilla terciada. El soldado se conocía porque portaba fusil y pertrechos y por el rosario, los escapularios y otras reliquias que colgaban del cuello. Eran las cosas naturales de la época y del momento en que se vivía” (Ramón J.Velásquez: La caída del Liberalismo Amarillo, Contraloría General de la República, Caracas, 1972, 275). A tal facha, tal conducta. Apenas cruzan la frontera, al grito de “abajo los rojos” pierden el tiempo en indisciplinado y rapaz saqueo de haciendas y aldeas que les demora alcanzar su objetivo, el parque de San Cristóbal.
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El retraso por el pillaje da tiempo a Celestino, hermano del presidente Cipriano Castro, para organizar la defensa de la plaza. El 28 de julio por la tarde revienta la batalla de San Cristobal. Los venezolanos combaten furiosamente y pierden trescientos hombres. Al atardecer del día siguiente los colombianos huyen, dejando en el campo de batalla ochocientos muertos y miles de fusiles. Rangel Garbiras sufre otra derrota peor cuando intenta invadir por San Faustino.
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Mientras la invasión es desbaratada en Táchira, don Cipriano concentra fuerzas de reserva para la defensa de Maracaibo y el Zulia, y luego ordena al general José Antonio Dávila retaliar penetrando con ellas en la Hermana República en apoyo de los liberales rebeldes de Santa Marta y Riohacha. La incursión es rechazada en Carazúa por el ejército colombiano apoyado por indígenas de la Guajira y por venezolanos opositores de Castro, que no dudan en tomar partido por Colombia. Ésta reúne 15.000 soldados en los departamentos de Santander y acantona otros 10.000 en Santa Marta, creando desde entonces un marcado desequilibrio estratégico con Venezuela, la cual no mantiene más de 7.000 hombres sobre las armas (Eleazar López Contreras: El presidente Cipriano Castro: Imprenta Nacional, Caracas1986, 184). Estos sucesos deberían haber dejado lecciones para todos. El intento de invadir Venezuela confiando en paramilitares o mejor saqueadores resulta el peor fiasco militar de la Historia de Colombia. Venezuela confirma que nada tiene que ganar en un conflicto con la Hermana República, y desde entonces arregla sus diferencias con pacíficos y generosos Tratados. Entretenida intentando controlar en Venezuela a los disidentes que no puede controlar en su país, la oligarquía colombiana aplasta a su propio pueblo con un pesado gasto militar que provocará mil rebeliones, mientras descuida a su verdadero adversario, Estados Unidos, que le roba Panamá. No me canso de citar la frase de Jerónimo Pérez Rescaniere según la cual Colombia era el país más rico de América Latina porque tenía a Panamá, y cuando ésta se secesionó, no fueron ricos ni Panamá ni Colombia. Su estúpida obsesión contra Venezuela cuesta a esa oligarquía, primero el dominio de la vía estratégica más importante y productiva del planeta, y luego la pérdida de la soberanía bajo la planta insolente de invasores estadounidenses inmunes e impunes ante las leyes neogranadinas. Así pierden Panamá y luego toda Colombia, sin lograr nada contra Venezuela.
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Mientras tanto, el voluntarioso Cipriano Castro se afirma en su propósito de restablecer la Gran Colombia, y para ello firma un Tratado con el presidente de Nicaragua José Santos Zelaya y con el de Ecuador, Eloy Alfaro. La oligarquía terrateniente y bancaria criolla complotará con los acreedores de la Deuda Externa y con seis potencias imperialistas para impedirle culminar su propósito, valiéndose para ello de alzamientos y bloqueos y bombardeos con acorazados extranjeros. Pero sólo la traición interna de un golpe de Estado uncirá de nuevo a Venezuela al yugo del Imperio. Son apasionantes sucesos de hace más de un siglo, que conservan perenne actualidad. Los veremos en una película sobre Cipriano Castro dirigida por el maestro Román Chalbaud, si Dios quiere y si alguna vez se materializan los medios ofrecidos antes de que de nuevo nos invadan.

Versión en francés, gracias a la inteligente colaboración del amigo Romain Vallée:
http://luisbrittogarcia-fr.blogspot.com
http://luisbritto.Wordpress.com
Libros de Luis Britto en Internet:
Rajatabla:
www.monteavila.gob.ve
Dictadura mediática en Venezuela: www.minci.gob.ve
La paz con Colombia:
www.minci.gob.ve

domingo, 25 de julio de 2010

EL PENSAMIENTO DEL LIBERTADOR


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Revolución es pensamiento armado. Movilización sin intelecto es sólo vendaval. Los estudios formales de Bolívar no exceden de la sumaria instrucción de un teniente de milicias. Simón Rodríguez le enseñó a formarse solo. Al igual que Miranda, para liberar un mundo debió convertirse en hombre universal.
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La emancipación de mundos empieza por la de la propia mente. Decía Stendhal que Luis XVIII podía hacer un conde, pero no un banquero. Ningún gobierno puede crear ni descrear un intelectual, pero el intelectual crea o deshace poderes. Montesquieu, Voltaire, Rousseau desbarataron el absolutismo. Durante su tumultuosa juventud, Bolívar los lee afiebradamente, así como a Hobbes, Holbach, Diderot, D´Alembert y Adam Smith. Analiza y luego reprueba el utilitarismo de Bentham. Así se convierte en pensador de primera fila y escritor que afirma: “Yo multiplico las ideas en muy pocas palabras”. Se atribuye a Bolívar haber dicho que la prensa es la artillería del pensamiento. El intelectual es la pólvora que dispara la idea.
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La mediocridad baila al son que le toquen, el pensador lleva la batuta. Las desgarradoras campañas, las movilizaciones continentales, las estrategias que saltan paisajes y fronteras no son más que desarrollo de un pensamiento, y éste se centra en la especificidad de América, que Bolívar considera a veces con embeleso, a veces con cautela. Le fascina el enigma del Nuevo Mundo, del cual afirma en la Carta de Jamaica que “aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor parte está cubierta de tinieblas”. En el mismo texto afirma que “no somos indios, ni europeos, sino una especie de mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles”. Una década después escribe a Santander desde el Perú, el 8 de julio de 1826: “Estamos muy lejos de los hermosos tiempos de Atenas y de Roma y a nada que sea europeo debemos compararnos”. Pero, luego de reseñar con preocupación las fuerzas que la independencia ha desatado, añade: “Me parece imposible restablecer las cosas como estaban antes y, sin duda, éste será el deseo de los que no saben más que continuar a la española”. Hasta en sus observaciones más pesimistas tiene razón, y no son contradictorias porque confirman su tesis central: América Latina es un hecho nuevo e irreversible en la dinámica de la cultura y de la Historia de la Humanidad. La emancipación sólo confirma este hecho en lo político, y posibilita que culmine en lo social, lo económico, lo estratégico, lo diplomático, lo cultural.
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Todo verdadero pensador es radical. Los ojos y el pensamiento miran hacia delante. Para la medianía queda la media tinta, el acomodo para el acomodaticio. El único talento de la mediocridad es la componenda. Ante las dudas, apostrofa Bolívar: “¿Trescientos años de calma no bastan?” Frente a la agresión de un poder moribundo, lanza el estremecedor Decreto de Guerra a Muerte, que deslinda para siempre campos entre una América soberana y otra colonial o colonizada. Contra el espantajo de la propiedad privada, decreta las más grandes y generalizadas confiscaciones que se han ejecutado en América. Contra la explotación, prohíbe los rangos hereditarios y liberta indígenas y esclavos. Ante el espantajo monárquico, proscribe las coronas de América y rechaza de plano las que le ofrecen. Contra las pretensiones del sacerdocio realista, impone el Patronato, que establece el predominio de la República sobre la Iglesia. En oposición al parroquialismo, proclama: “Para nosotros, la Patria es América”. A sus espaldas, las mediocridades conspiran para contraer Deuda Pública, pactar desiguales tratados de comercio y falsa reciprocidad con potencias extranjeras, someter a la República a los tribunales de éstas. Una Guerra a Muerte contra las nulidades internas hubiera salvado a la Patria de mil agonías. Como el Libertador no la declaró, las vacuidades la desataron contra él. En todas las contiendas hay tregua, menos en la de la incapacidad contra el talento.
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La inteligencia ama a la inteligencia. La duda sobre un grande hombre se despeja contemplando a quienes le acompañan. Bolívar joven hace amistad con Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland. Maduro, amenaza invadir Paraguay para liberar a Bonpland de la prisión del doctor Francia. En los más conmovedores términos expresa su agradecimiento por la formación que le impartió Simón Rodríguez. Invita insistentemente al historiador Del Pradt para que se radique en América. Tiene cordial correspondencia con el poeta Joaquín Olmedo. Encarga del manejo de su archivo y de la inteligencia a la culta y Manuelita Sáenz, quien conoce los clásicos en sus lenguas originales. Autoriza a su ministro Manuel Revenga a adelantar un proyecto de cultivo selecto del tabaco que hubiera salvado al país de la Deuda Externa, de no ser por el sabotaje de Páez. Se confía a perspicaces memorialistas, como el cónsul británico Sir Robert Ker Porter. Elige como edecanes y compañeros de batallas a hombres que luego escribirán imperecederos testimonios sobre su gesta: Luis Perú de Lacroix, Daniel Florencio O´Leary. No teme encumbrar intelectos de primera magnitud, como el de Antonio José de Sucre. Desmedrada política la de las camarillas en las cuales parece estar vetada la inteligencia. Un intelectual puede servir como burócrata, pero no un burócrata como intelectual. Sólo teme al talento quien no lo tiene.
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El espíritu noble sólo goza del conocimiento cuando lo comparte. En países donde la educación había estado reservada para castas privilegiadas, Bolívar centuplica desvelos para hacerla accesible a todos. “La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”, sentencia ante el Congreso de Angostura. Implanta la educación primaria pública, gratuita y obligatoria para los indígenas. Recomienda a Simón Rodríguez ante el Mariscal de Ayacucho, para que desarrolle las reformas docentes que la oligarquía boliviana saboteará. Protege al pedagogo inglés Lancaster. Exonera de impuestos la importación de instrumentos para el desarrollo de las ciencias y las técnicas. Con sus propios bienes dota a la Universidad de Caracas, que luego será la Central de Venezuela. En su testamento le deja sus posesiones más preciadas: el Arte militar de Monte Cuculi, y un Contrato Social que había pertenecido a Bonaparte.
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A gran intelecto, obra grande. La emancipación, el afianzamiento de la soberanía popular, el republicanismo y la democracia, el laicismo, la liberación de esclavos e indígenas, la protección de los recursos naturales y la inalienable reserva del subsuelo para la República, la confiscación masiva de bienes en interés de la Revolución y de los desposeídos que la apoyaron, las críticas contra el crecimiento de la deuda pública y los tratados de comercio con imperios que imponían una falsa reciprocidad, la inflexible defensa del derecho de nuestro país a decidir las controversias sobre su interés público con sus leyes y tribunales, la reflexión sobre la especificidad de América Latina y el Caribe y la posibilidad de su unidad continental son patrimonios inagotables. Sólo conoceremos nuestra medida cuando terminemos de abarcarlos.


Estás cordialmente invitado a la presentación del libro
EL PENSAMIENTO DEL LIBERTADOR: ECONOMÍA Y SOCIEDAD
De Luis Britto García
Colección Bicentenaria del BCV
LUGAR: Librería Gastón Parra Luzardo, Banco Central de Venezuela, esquina de Santa Capilla
HORA Y FECHA: 11 am, miércoles 28 de julio de 2010

http://luisbritto.Wordpress.com
Versión en francés, gracias a la inteligente colaboración del amigo Romain Vallée;
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Libros de Luis Britto en Internet:
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Dictadura mediática en Venezuela: www.minci.gob.ve
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