Luis Britto García
Revolución: cambio fundamental en la base económica de un Modo de Producción que modifica la superestructura ideológica que lo expresa y consagra.
¿Ocurren cambios trascendentes en la infraestructura o base económica del mundo? El 70% del Producto Interno Bruto Mundial corresponde actualmente al Sector Terciario de administración, educación, investigación científica, finanza, servicios, entretenimiento, turismo. Actividades de procesamiento y
difusión de
información “superestructurales” generan hoy la mayor parte de la producción mundial:
cerca de 40% de ella en los países en vías de desarrollo; el 80% o más en los
desarrollados.
El
agente fundamental de tal cambio es una
nueva herramienta: el computador o “máquina universal” de Alan Turing. Ésta es progresivamente encargada de ejecutar automáticamente
tareas antes encomendadas a humanos,
multiplicando exponencialmente la velocidad
y la productividad.
La
información deviene así el bien más valioso en nuestra era y, a diferencia de
los productos fundamentales en otras épocas, puede ser replicada de manera
infinita a un costo insignificante o nulo.
Ello a su
vez altera las Relaciones de Producción: máquinas inteligentes sustituyen y dejan sin empleo una proporción cada vez
mayor de trabajadores manuales e intelectuales. Se estima que en una década
habrán reemplazado cerca de la mitad de los puestos de trabajo existentes.
La
automatización desplaza así grandes masas hacia el desempleo, la exclusión y la
marginalidad. El trabajo a distancia favorece que la relación laboral sea
sustituida por el trabajo a destajo, incluso en los oficios del Sector
Terciario. Dentro del capitalismo, esto hará
inviable la subsistencia para la gran mayoría de la población.
La
herramienta informática asimismo promueve un cambio en la propiedad de los
Medios de Producción. En el capitalismo industrial, el obrero no es dueño de la
materia prima, de la fábrica ni del producto final. La masificación de las
computadoras posibilita que, al igual que sucedía con el artesanado, el
trabajador ahora sea dueño tanto de la materia prima como de la herramienta para procesarla y del producto
final. Al poner en sus manos el medio de producción fundamental, se abre paso a
un nuevo Modo de Producción.
Por otra parte,
al facilitar la difusión instantánea y
universal de la información, medios de comunicación como internet y la
telefonía celular posibilitan y hacen en última instancia inevitable su
apropiación social.
A pesar de
ello, el capitalismo aplica recursos extremos para apropiarse de la información
pertinente y excluir a las mayorías de su acceso. La informática instituye
sistemas de espionaje casi total, imposibles en épocas anteriores. Llamadas
telefónicas, correos electrónicos y redes sociales son interceptadas para
obtener información sobre sus usuarios. Las técnicas del llamado Big Data y cookies compilan y analizan su contenido. Las operadoras se atribuyen
el derecho de utilizarlo para sus propios fines. Mediante normas sobre propiedad
intelectual y seguridad nacional, las élites políticas y económicas se reservan o mantienen en el más estricto
secreto la información necesaria para
retener e incrementar su poder, y castigan con feroces retaliaciones su
divulgación, como ocurre en los casos emblemáticos de Chelsea Manning, Edgar
Snowden y Julián Assange. La información
pertinente tiende a concentrarse en un número cada vez menor de manos. Una
impenetrable nube de desinformación, irrelevancias y Fake News aliena al resto de la humanidad.
Con tales procedimientos la informatización ha acelerado la concentración del capital en un número cada vez menor de manos. Señala el Credit Suisse Research Institute que la mitad inferior de la población mundial es propietaria de menos del 1% de la riqueza total. Al mismo tiempo, el 10% más rico posee 88% de la riqueza mundial, y el 1% superior por sí solo es dueño del 50% de los activos globales (https://www.globalpolicywatch.org/esp/?p=595). Cada crisis económica incrementa y acelera esta desigual distribución; la pandemia la profundiza todavía más.
Proporcional
a la concentración de la propiedad es la privación de ella para las mayorías
trabajadoras. Durante el siglo pasado, algunos
sistemas capitalistas desarrollados
aplicaron políticas de inversión pública para paliar las crisis económicas,
algunos empresariados concedieron a regañadientes derechos a sus trabajadores,
ascendiéndolos de proletarios a estratos consumistas de ingresos medios. Según
predicó John Maynard Keynes, estas medidas eran “el único medio practicable de evitar la destrucción
total de las formas económicas existentes”, es decir, del sistema de propiedad
privada de los medios de producción, y su sustitución por sistemas socialistas (Teoría General de la Ocupación, el Interés y
el Dinero. Cap. 24. Notas finales sobre la Filosofía Social a que podría
conducir la Teoría General. Pág. 364. Fondo de Cultura Económica, México, 1958).
A raíz de golpes
de Estado de derecha, del empleo de medios perfeccionados de propaganda política
y de la disolución de la Unión Soviética, gobiernos y empresarios estimaron innecesarios paliativos para evitar la
radicalización de las masas. Siguió la inmisericorde aplicación de medidas autoritarias,
neoliberales y fondomonetaristas para recortar
drásticamente salarios, derechos
laborales y gasto social.
Trabajadores
y estratos medios de los países desarrollados están en estado de pauperización
o al borde de ella. El capital desplazó
sus empleos hacia maquilas en países del Tercer Mundo, con las más
voraces condiciones de explotación laboral imaginables, pero incluso estos puestos de
trabajo subpagados están a punto de ser ocupados por maquinarias.
Las protestas
recurrentes de Ocupy Wall Street, los
Indignados, los Chalecos Amarillos, de los granjeros de la India, entre otras, son la
respuesta mundial contra esta victimización económica.
Gobiernos y medios han logrado disiparla
mediante la represión y la postergación de soluciones. Pero siendo la pauperización universal y creciente, cabe
esperar protestas cada vez mayores, más generalizadas y duraderas. No por nada
algunos billonarios y las organizaciones que expresan sus intereses se han
manifestado dispuestos a soportar discretos aumentos en la tributación que
permitan aliviar la situación mundial de los desposeídos. No actúan por
humanismo, sino para instalar válvulas de seguridad que desahoguen el peligroso
exceso de presiones sociales.
El cambio social, económico y político se da
en tres modalidades. En la primera, los aparatos cognitivos de la
superestructura perciben adecuadamente los cambios infraestructurales y adoptan
oportunamente las adaptaciones requeridas. Es lo que llamamos Evolución. En la
segunda, los aparatos cognitivos se niegan a percibir los cambios
infraestructurales, o las instancias de decisión persisten en sus estrategias
tradicionales hasta que una confrontación, a menudo violenta y parcialmente
destructiva, las sustituye y fuerza el cambio. Es lo que llamamos Revolución.
En la tercera modalidad, los aparatos cognitivos de la superestructura se han
perfeccionado a tal punto en la falsificación de la realidad que el sistema
permanece inalterado fueren cuales fueren los cambios que se operen, hasta que
su incompatibilidad con ellos produce un colapso generalizado. Es lo que
llamamos Decadencia.
El problema
del poder sobredeterminante que han adquirido las superestructuras del sector terciario por su papel dominante en
la economía y su control de la información consiste en que pueden pretender ignorar
o disimular los cambios hasta que la totalidad del sistema colapse de manera
catastrófica con costo inconmensurable y limitada capacidad de regeneración
civilizatoria. Pensemos en la caída del esclavista Imperio Romano, que dio paso
a un milenio de retraso feudal.
Como el
bien más valioso en esta época, que puede ser multiplicado sin costo de manera
casi infinita para todos por máquinas inteligentes, la información abre dos
perspectivas. En la alternativa capitalista, según señalamos, la progresiva
suplantación del trabajo humano por la maquinaria engendrará enormes
contingentes de desempleados y excluidos, agudizará la concentración de la
riqueza en un número cada vez menor de propietarios; agravará la desposesión de
las masas y en definitiva llevará al colapso del sistema porque una población
sin ingresos no puede adquirir los bienes que el sistema produce.
En la alternativa socialista y revolucionaria,
la introducción de maquinarias inteligentes no conducirá al desempleo masivo,
sino a la generalizada disminución de la jornada de trabajo, al incremento de
la participación en el consumo del producto social y a un aumento del tiempo libre
disponible, que liberarán a los humanos del trabajo no creativo y les permitirán dedicarse a tareas no alienadas de
investigación científica y humanística, invención estética y disfrute personal y colectivo. Abrirá las
puertas hacia lo que llamaba Marx el Reino de la Libertad.
La resistencia del capitalismo trasnacional determinará cuál de las vías señaladas abrirá paso al nuevo Modo de Producción. Hasta el presente, se ha negado a adoptar cambios evolutivos. Sólo la Revolución, a pesar de su posible violencia, podrá ahorrar el costo de una catástrofe civilizatoria sin precedentes,
TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO.
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