Recordemos que en 1823 el
secretario de Estado John Quincy Adams escribía que “es casi imposible
resistirse a la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República
Federal será indispensables para la
continuidad y la integridad de la Unión
misma”.
Añadamos que en 1898 Estados
Unidos interfiere en la Guerra de Independencia de Cuba e impone a ésta bases
militares de ocupación y un estatuto de soberanía limitada a través de la Enmienda
Platt.
Digamos que a mediados del
siglo pasado se creía que el ciclo de las revoluciones había terminado y que
era imposible que un puñado de guerrilleros derrotara a un ejército moderno
bien pertrechado, hasta que Fidel demostró lo contrario.
Recordemos que hace medio siglo
se tenía a América Latina y el Caribe como zona olvidada por la Historia que jamás asumiría protagonismo en los sucesos del mundo, hasta
que Fidel la puso a la cabeza de éstos.
Nadie pero nadie podía asegurar
Reforma Agraria, educación, salud y seguridad social para todos sin ser
fulminado, hasta que Fidel desafió el huracán armado con el pararrayos del
pueblo.
Se asumía que nadie podía en el
hemisferio resistir la retaliación de una invasión de paramilitares armados y
pagados por la primera potencia imperial del mundo, pero los cubanos y Fidel la
desbarataron de un soplo.
En una generación saltó Cuba de
la desnutrición y el analfabetismo a la prominencia en el deporte, las letras,
el cine, la plástica, la canción popular,
la medicina, la investigación científica y el apoyo a los países amigos.
Se creía que no podía ningún
mandatario de la América Nuestra ser fiel a sus
palabras sin acabar depuesto, exiliado o asesinado por la traición más
baja. Enseñó Fidel que se puede resistir a todo, incluso a los años que tras su
partida agigantarán su nombre.
¿Era posible que la soberbia de
un emperador del mundo arriesgara la destrucción nuclear del planeta como
desquite por haber sido humillado por una isla pequeña en extensión y gigantesca
en coraje? Pero sobrevivimos todos, y el emperador yace víctima de la misma
maquinaria que puso en marcha.
Día tras día, mes tras mes, año
tras año ensayó el Imperio contra Cuba la desinformación, el financiamiento a
los contrarrevolucionarios, el sabotaje, las bombas incendiarias, el
magnicidio, la guerra bacteriológica, el bloqueo, la voladura de aviones sin
conseguir otra cosa que hacerla más fuerte y más solidaria.
Década tras década once
presidentes estadounidenses juraron destruir Cuba sin conseguir más que ir
destruyendo progresivamente su propio país.
Nadie pero nadie podría
resistir sin venirse abajo la miseria de un bloqueo de medio siglo ejecutado
por los acorazados y los tribunales del Imperio, pero los cubanos pudieron
hasta que el que comenzó a venirse abajo fue el imperio.
Se predicaba que disuelta la
Unión Soviética habían fallecido comunismo y socialismo, pero allí siguen
mientras comienza a disolverse el capitalismo.
Nada resistía al Fin de la
Historia hasta que Cuba reescribió su principio.
Son las cosas que pasan cuando
un dirigente se parece a su pueblo y el pueblo a su dirigente.
Del árbol caído todos hacen
leña. Vendrán las abjuraciones, los golpes de pecho, las desfidelizaciones.
Pero de la madera de Fidel serán los bosques de la América venidera.
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