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La juventud es la edad de la
esperanza, y la victima favorita del desespero. “Más movilidad de los jóvenes y flexibilidad
para todos”, receta la cancillera Ángela Merkel en entrevista con Francesca
Sforza en La Stampa del 3 de julio de 2013. “Movilidad” significa
perder incesantemente los trabajos, “flexibilidad”, resignarse al empeoramiento
de las condiciones laborales. Traduzcamos en cifras ambos términos. Según
Eurostat, la desocupación juvenil para 2012 es de 59,2% en Grecia, de 56,4% en
España, de 42,1% en Portugal, de 24,6% en Francia. En Estados Unidos, del
17,6%. Según el INE, en Venezuela para 2011 llegaba a 21,5%. No estamos en el
fondo del abismo de la movilidad, vale decir, de la desesperanza.
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Si la
cantidad de los empleos es desesperanzadora, su calidad desalienta. Ya desde
las últimas décadas del siglo pasado en Estados Unidos la juventud se
autocaracterizaba como “Generación X”, o
“Twentynothings” (veintinadas). El caricaturista Mike Judge los plasmó en Beavis & Butthead, un par de adolescentes sin futuro, sin objetivos y sin más empleo que
los “McJobs”, trabajos temporarios de dependientes o meseros. The College Affordability and Productivity afirma que desde 2010 en Estados Unidos hay un
excedente de 41 millones de graduados para 28 millones de plazas; de allí que
casi la mitad de ellos desempeñan trabajos que exigen menor capacitación, tales
como vendedores, encargados de mantenimiento o taxistas. La rapacidad
capitalista en vez de aumentar los empleos los tercerizó hacia las maquilas del
tercer mundo; la crisis financiera desplomó la economía en lugar de hacerla
crecer. El estar “sobrecapacitado” es la más frecuente y sombría razón para no
obtener un empleo. Para absorber los profesionales que gradúa, el capitalismo
requeriría una economía en incesante expansión, mientras que en todas partes
ésta se contrae. Hasta en países socialistas como Cuba, la expansión educativa
ha producido un superávit de profesionales. Nunca puede haber exceso de lo
bueno, pero hay que ser mejor para saber administrarlo.
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En
todas las épocas hubo un conflicto entre esperanzas juveniles y restricciones seniles ¿Por qué a semejante
clausura de las expectativas de los jóvenes no se opone una protesta juvenil
como la de los años sesenta? Para esa época, el “baby boom” de los años
cincuenta convirtió en mayoritaria la población estadounidense menor de edad.
La creciente demografía juvenil propició movimientos utópicos, artísticos,
contestatarios que sacudieron el mundo. En nombre de proyectos revolucionarios
los estudiantes de ese entonces derrocamos dictaduras, propusimos proyectos
contestatarios como el de la
Renovación , vimos la autonomía del Alma Mater aniquilada por
las tanquetas y los leguleyos de la Cuarta República.
Queríamos una Universidad para el país, y no un país para la Universidad.
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El
control demográfico apagó a escala
mundial estas ilusiones. Si consideramos
joven a la población entre 15 y 24 años, para 1985 ésta constituía el 19,4% de
la mundial, para 1995, el 18%, y se espera que para 2025 baje al 15,4%. En
Estados Unidos, la población juvenil era para 1980 el 20% del total; para 2010,
apenas el 15%. Según Eurostat, la población de 15 a 29 años es para 2012 sólo
el 5% de la de la Unión Europea.
En Venezuela operó un maltusianismo académico: los sistemas selectivos de las
universidades públicas privilegiaron a los jóvenes de altos ingresos
provenientes de institutos privados, donde las notas son tan altas como las
matrículas. En su tesis La exclusión de los pobres en la
educación superior,
Eduardo Martínez Gil demuestra que en la
UCV en 1981 el 65,19% de sus estudiantes
eran egresados de liceos oficiales y el
34,75% de colegios privados; mientras que en el 2000, venía de los liceos públicos el 22,45% y de
los privados 71,24%. Así pasamos de tener un estudiantado
contestatario a otro reaccionario.
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Digámoslo
de una vez: las remuneraciones de docentes e investigadores universitarios son
ínfimas. Apuntemos asimismo que los aumentos propuestos por el Ministerio de
Educación Superior son razonables; que en ninguna forma atentan contra la
autonomía, y que ésta no puede ser invocada como excusa para no presentar
cuentas, retrasar indefinidamente la elección de sus autoridades, ignorar las
necesidades de profesionales del país, dejar
decaer el nivel académico, transferir todas las tareas del personal
administrativo a los docentes y rechazar
a los postulantes de nivel económico bajo. Gracias a este filtro oligárquico,
el gobierno socialista financia la educación superior gratuita de líderes que
denigran del socialismo, ven el título como un recurso pesetero y apoyan un
paro que cuesta la pérdida del semestre a través de smart phones que cuestan
15.000 bolívares.
(FOTOS/TEXTO: LUIS
BRITTO)
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Dictadura Mediática en
Venezuela: www.minci.gob.ve
La invasión paramilitar: Operación
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