domingo, 24 de agosto de 2008




ARRIBADOS AL NORTE DE IRLANDA, los forajidos se deshacen del balandro y se desbandan. El precavido Avery teme todavía comerciar con sus diamantes, por lo cual se cambia de nombre, pasa a Inglaterra y en Biddiford conferencia con dudosos amigos que le recomiendan poner su tesoro en manos de comerciantes ricos sobre cuyos bienes no se hacen averiguaciones incómodas. Si es admirable la credulidad del pirata que confía en piratas, todavía más asombrosa es la del pirata que confía en empresarios. Quizá el navegante espera que éstos harán real la desmesurada leyenda que ya circula sobre sus hazañas. Los hombres de empresa toman diamantes y oro a cambio de conmovedores juramentos y un mísero anticipo en dinero, y desaparecen como se desvaneció el “Duke” de la desembocadura del Indus antes del amanecer.

REDUCIDO A LA MENDICIDAD, Avery viaja trabajosamente a Irlanda, pero más fácil le es arrancar un botín legendario al Gran Mogul que una moneda a los honrados empresarios. En Irlanda embarca pagando su pasaje con su trabajo como marino hasta Plymouth, se arrastra a pie hasta Diddiford, enferma y muere sin que nadie le compre un ataúd.

EL MINUCIOSO JOHNSON atestigua que sobre la fantaseada fortuna de Avery se estrena una pieza teatral, The Successful Pyrate, que en sus tiempos embelesa a un público tan crédulo como los piratas que creen en cofrades piratas y el capitán pirata que creyó en empresarios.

1 comentario:

Jeanpier Anaya dijo...

excelente articulo, lo colqgue tambien en http://www.bahiapirata.org/