sábado, 9 de febrero de 2019

VENEZUELA PREMIA A SUS AGRESORES


Luis Britto García
VENEZUELA  PREMIA A SUS AGRESORES

Tratados contra la Doble Tributación

     ¿Cuáles deben ser nuestras políticas hacia Estados que nos amenazan o agreden? Con proverbial generosidad, Venezuela prodiga ventajas y apoyos a países que no nos corresponden en los mismos términos.  Por ejemplo, hemos celebrado más  de tres decenas de los Infames “Tratados contra la doble tributación” en virtud de los cuales no les cobramos impuestos por sus ganancias en Venezuela a empresas o nacionales de los países firmantes.  El primero de ellos, suscrito por Rafael Caldera poco antes de dejar el poder, se suscribió con Estados Unidos. Luego hemos concertado convenios de igual índole, entre otros países, con Alemania, Austria, Barbados, Bélgica, Brasil, Canadá, Dinamarca, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, Indonesia, Italia, Noruega, Países Bajos, países pertenecientes a la Comunidad Andina, Portugal, Reino Unido, República Checa, Suecia, Suiza, Trinidad y Tobago. Algunos de sus gobiernos  comparten el relevante mérito de entrometerse en nuestros asuntos internos reconociendo a un fantoche elegido por nadie como «presidente ‎encargado de Venezuela».

El capital transnacional no paga impuestos en Venezuela

¿Qué son los Infames Tratados contra la Doble Tributación, sobre los cuales los medios han mantenido tan cómplice silencio? En ellos se sustituye el principio nacional de territorialidad de la renta, en virtud del cual los contribuyentes  pagan impuestos al Estado en cuyo territorio obtienen sus beneficios,  por el de nacionalidad, según el cual las empresas y empresarios de un país que obtengan beneficios en el territorio de otro, pagarán los impuestos sobre tales beneficios en su país de origen. Dichos pactos favorecen obviamente a potencias  desarrolladas, que tienen numerosas empresas en el extranjero, y gracias a ello ahora ingresan en sus Tesoros los impuestos que éstas  pagaban antes en el exterior. Así arruinan a los países subdesarrollados, que facilitan gratuitamente a los inversionistas extranjeros factores de la producción como su territorio, sus recursos naturales, sus servicios públicos, vías de comunicación y  seguridad jurídica, así como la educación, la atención médica y la seguridad social de sus trabajadores, sin recibir un centavo en  tributos para costear tales cargas. Entre inversionistas y explotados no hay reciprocidad.

Desangramiento tributario

   ¿A quién benefician los Infames Tratados contra la Doble Tributación? La Red Venezolana contra la Deuda calculó para 2009 que el sacrificio  fiscal por estos convenios inconcebiblemente dispendiosos sería ese año de US$ 17.875.000.000. Si no lo regaláramos a los Fiscos de  países hegemónicos que a veces nos maltratan y amenazan, bastaría para compensar la pérdida de ingresos petroleros, y  mantener  la inversión social y la reproductiva sin devaluar, aumentar impuestos ni crear nueva Deuda. Tal cifra equivale casi a la mitad del monto originario de la Deuda Pública Externa venezolana. Es posible que el desangramiento por las exenciones concedidas en virtud de los Infames “Tratados contra la Doble Tributación” en sólo diez años exceda del pago del servicio de la Deuda Pública en tres décadas.

   La Guerra Económica de la Evasión Tributaria

    ¿Qué sentido tiene que confiramos  privilegios de inmunidad tributaria a ciudadanos y empresas de  un país que nos  bloquea, roba nuestros activos en el exterior, agrede y  amenaza con protagonizar o apoyar una intervención militar? De igual prerrogativa disfruta otro conjunto de países que asimismo pretende intervenir en nuestra política interna, desconoce a nuestras autoridades y  apoya tentativas de desestabilización. Digámoslo de una vez: robar a un Estado los tributos a los que tiene derecho es una variante de la Guerra Económica. Los venezolanos tenemos que pagar con  aumentos de la carga tributaria y del IVA lo que las transnacionales se ahorran.  Mucho peor: con las divisas que economizan no pagándonos impuestos costean las armas y pertrechos para exterminarnos. Ese absurdo régimen de privilegios tiene que desaparecer, antes de que acabe con nuestra Hacienda Pública.

Tratados de Libre Comercio

     Lo mismo ocurre con un conjunto  de Tratados de Libre Comercio. Éstos favorecen inexorablemente al país más desarrollado, que en función de ellos exporta sin cargas productos de alto valor agregado, mientras que sus socios comerciales menos desarrollados por lo regular exportan materias primas. Así será de potencialmente dañino un Tratado de Libre Comercio, que Donald Trump dejó sin efectos el que lo ligaba con México y el de la Alianza del Pacífico. Cualquier Estado que se pronuncie en contra nuestra debe recibir como respuesta la inmediata rescisión del Tratado de Libre Comercio que lo beneficia. Uno de los ejemplos más flagrantes  es el de la vecina  Colombia, cuya balanza comercial con Venezuela la favorece en unos 4.500 millones de dólares anuales. Con ella se concertó  hace  una década  el Acuerdo de Cartagena,  el cual  libra de aranceles de aduana y  declara de libre importación y exportación  varios millares de rubros, lo cual  equivale a un Tratado de Libre Comercio con un país que a su vez tiene convenio de igual índole  con Estados Unidos, quien dirige la agresión en contra nuestra. Con plena conciencia de lo inconveniente de este tipo de vínculos, Hugo Chávez Frías nos desincorporó de la Comunidad Andina de Naciones, que instauraba el libre comercio con países cuyos gobiernos hoy nos adversan, como Colombia y Perú.

Acuerdos cambiarios

     Para no seguir  colmando de privilegios a nuestros adversarios debemos revisar toda nuestra diplomacia y  nuestros tratados. Persisten  unos acuerdos  cambiarios con Colombia en virtud de los cuales Venezuela se obliga a permitir la libre circulación de nuestras divisas en el exterior; esas divisas las compran las casas cambiarias colombianas fijando arbitrariamente la tasa de cambio, con lo cual  manipulan  y así van destruyendo el valor de nuestra moneda. Todos esos acuerdos cambiarios tienen que ser revisados o denunciados.

Tratados violatorios de la Inmunidad de Jurisdicción

    Afortunadamente nos retiramos  de la Comisión y de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, nos retiramos de la OEA, pero todavía debemos  revisar  numerosas normas que  menoscaban nuestra soberanía sometiéndonos a tribunales extranjeros potencial o fácticamente hostiles. Prácticamente todos los Infames Tratados contra la Doble Tributación y los Tratados de Libre Comercio contienen cláusulas inconstitucionales que someten litigios sobre cuestiones de orden público interno venezolano a órganos jurisdiccionales o arbitrales del exterior. El 28 de diciembre de 2018 se sancionó una Ley de Promoción y Protección de Inversiones Extranjeras, que además de conferir mayores privilegios a los capitalistas foráneos que a los criollo, dispone que  las sentencias del Tribunal Supremo de Justicia podrían ser anuladas  por tribunales extranjeros. Eso no puede ser. 
Intensifiquemos  la diplomacia multipolar  que promovió  Hugo Chávez Frías, fortalezcamos  los vínculos con China y con Rusia, fraternicemos con todos los pueblos de la tierra. Pero no entreguemos a ningún poder externo la soberanía venezolana, porque con ella lo perdemos todo.

Un relato de Luis Britto García
                     LAS LANZAS
                              1
     Esto pasó el año cuando los desafueros del superior gobierno provocaron que el pueblo sufriera la plaga de poetas. En cualquier calle encontrábamos poetas  tímidos como conejos. El boticario hallaba metáforas en sus frascos de porcelana.

     Lo peor de esta plaga eran las muchas lágrimas que surgían otra vez en los sueños. Ni un sólo gesto calmaba la acidez estomacal de las estatuas. Los poetas detenían las tardes a esa hora en que suenan las chicharras. A un poeta distraído se le ocurrió estrellecer la mañana. Otro convenció al río de que paseara con él los domingos. Entretanto, no llovía sobre los campos atormentados.

     Así notamos el olor a felicidad de las ropas gastadas y oímos el golpe de las hachas en la crepitación de la leña. Las niñas no sabían qué hacer con tantos poetas que las amaban de lejos. Se anunció la huelga general de las novias.

    Empezó a descomponerse la sustancia del amor por las cosas triviales. Quedó planteado el para qué del instante: una absorción de los ojos de las gallinas en las hormigas que pasaban entre los terrones. Creció una forma de decir los momentos que sólo tuvo sentido por el amor que se les puso. Hubo también un orden y un sitio para esos instantes que parecen los últimos.

                 Una vez vino un coronel del superior gobierno encargado de poner coto a la situación, y terminó bajo el samán de la plaza, acariciando pollitos y saludando con su pañuelo de seda el pasar de las vacas que lamían becerros. En sus alforjas quedó olvidado el bando que exigía estampillas y papel sellado para la sonrisa.

                 Entonces comenzó la formación inaudita de los arcoiris. Al mismo tiempo reacios a toda predicción y a todo cálculo de probabilidades, los arcoiris fulguraron en una bacinilla, en una pared desnuda o en una palabra. Lo único que los hacía tratables todavía era su peculiar forma de arco. Por otra parte, irisaban lo habido y lo por haber sin consideración alguna por la justicia o el deseo. La niña tuberculosa podía haber querido toda la vida ver surgir el espectro de los colores del calcáreo pocillo de leche y en vez de ello éste brotaba en el chaleco de un señor enlutado. Yemas y retoños de los colores lucían durante horas en los pómulos de las estatuas o en zonas inconvenientes de nuestros cuerpos. ¿Qué mayor desconsuelo para el amor conyugal que, al desvestirse, contemplarse macilento y arcoirisado? Se estudiaron los lentes arcoiris, pero era mucho peor pensar en todo el mundo con gafas multicoloreadas aludiendo al peligro al rechazarlo. Entonces sin explicación alguna se fueron y no volvieron a aparecer. ¡Ay, cómo fue ese tiempo, y cómo pudimos detestarlo! Durante muchos meses nacieron las flores desabridas. Nosotros mismos nos fuimos decolorando. Nadie sabía si duraría hasta la próxima estación.

                 El único que hubiera podido poner arreglo a todo aquello era el hombre que vendía las píldoras contra los males del cometa. Pero pasó de noche, desconocido, provocando que el cometa tampoco viniera. Desde entonces colgaron sobre nosotros aquellos cielos sin luces, donde el alarido de los gallos anunciaba una pesadumbre tal que habían dejado de caer las exhalaciones.

                              2

     Por esos días llegó la alharaca de la riña que empezaba allá lejos en la capital. Concluido el sexenio, quedó casada la pelea. Los áulicos proponían una reforma constitucional que le permitiera reelegirse al Esclarecido. Los viejos gallos de la revolución Purificadora favorecían que el Esclarecido continuara mandando mediante un hombre de toda su confianza, como el comandante Gonzalito Gonzalo González. Se produjo el careo cuando el Esclarecido declaró en el Capitolio: "gallo que no repite no gana". Los plumarios interpretaron que el dicho se refería a Espuelita, bataraz propiedad de El Esclarecido, ganador en seis combates. Los viejos gallos de la Causa Purificadora vieron en ello una prueba de las intenciones de El Esclarecido de reelegirse, en abierto desprecio de las aspiraciones legítimas del capitán Gonzalito González.

     Desde ese instante se empolló el rompimiento. Un Congreso de loros coreó la Aclamación sexenista. El mayor Gonzalito González aprestó sus cuerdas de voluntarios reclutados a lazo. Tras sopesar la situación, lanzó el alzamiento. Con mi más ágil pluma compuse la proclama que volaría por campos y montañas clarineando el alba de la Causa Purificadora. "Ya las gallinas están queriendo cantar como los gallos", cacareó el Esclarecido, encaramado en su alta investidura.

     En menos que canta un gallo ocupamos los nutridos maizales del Centro. Con la promesa de una concesión sobre el asfalto obtuvimos la simpatía del gallo francés. Pisamos las poblaciones rendidas hasta dejarlas hechas un revoltillo. "Están contando los pollos antes de tiempo", cloqueó el Esclarecido.

     La victoria nos dio alas. Arremetimos para torcerle el pescuezo a las huestes sexenistas que huían con carne de gallina. Cuando la veletas de la capital anunciaban el cambio de los vientos, por fin saltó al ruedo el Esclarecido. Calzando las espuelas, penacho emplumado en su bicornio, se despidió de sus cocotas baladronando que a él nadie le volteaba la tortilla.

     Durante semanas las tropas indecisas jugaron a la gallina ciega. El Esclarecido desplegó las alas de su ejército. Picó alante en la cola de nuestras huestes, que huyeron hacia las serranías. Apenas amagaron un espuelazo en las crestas. Corrieron nuestros viejos caudillos como pollos desplumados. El Esclarecido devastó los nidos de la Causa Purificadora. Nuestro rancho consistía en amargos hervidos de patas. Los buitres sacaban su presa del sancocho. El águila norteña decapitó nuestras esperanzas. Concedió a El Esclarecido un empréstito a cambio del monopolio del asfalto y de los ferrocarriles. Por el aire volaron nuestras esperanzas. Apenas entonces comprendimos que, de habernos metido bajo un buen ala, otro gallo nos cantara.
                            3
     Al retirarnos, encontramos que en el pueblo habían muerto de moquillo poetas y gallos. Destroncamos el bosque para hacer lanzas de cuatro varas. Despiojamos las calles para reclutar los niños que debían sostenerlas, borrachos de lavagallo, contra los springfields del Esclarecido. Al desfilar, pálidos, los muchachos miraban sobre los adoquines de la plaza un azahar que ninguna muchacha se había arrodillado para recoger.

     El cura tocó a rebato desde el campanario de la iglesia sin santos para excomulgar aquella batalla vendida de antemano a cambio del respeto a la vida y los bienes del general Gonzalito González, mas su ascenso y su participación en los bonos del empréstito. La campana enmudeció cuando el primer trueno de los springfields sopló sobre el pueblo un olor de algodón de azúcar. Entonces el cura advirtió cómo es de tenue el hilo del destino. A grandes trancos bajó del campanario, aferrando un crucifijo grande como un puñal, y no paró hasta colocarse entre el vértigo de los ejércitos, donde había cesado el trueno de los disparos. Allí se enfrentó al mariscal don Gonzalito Gonzalo González para gritarle:

     -¡Pare usted esa batalla!

     Pero las lanzas, en tierra, ya echaban raíces, y sólo florecerían después de muchos años.




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DIRECCIÓN: Román Chalbaud GUIÓN: Luis Britto García

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