Luis Britto García
LOS ACTIVOS DE VENEZUELA SON INEMBARGABLES
Mientras
más desinteresada la razón que los
amigos de lo ajeno invocan, más feroz el
saqueo. No confían en nuestro Presidente legítimo porque ha sido proclamado por
el Consejo Nacional Electoral, y para suplantarlo proponen a un desconocido que
sólo es diputado porque así lo
reconoció el mismo Consejo Nacional
Electoral.
¿Por qué tanto desvelo por la
legalidad y la constitucionalidad en Venezuela
de países y organizaciones que no conocen dichos conceptos ni de oídas?
Más rápido se descubre a ladrones que
a embusteros, y más a quienes son ambas
cosas. Como bagres al desperdicio, se atropellan en la rebatiña por un solo objetivo: el
botín.
Comencemos
por el diputado que se cree presidente
de Venezuela elegido por nadie. No anuncia programa, plan,
ideario político ni primeras
medidas de su gobierno de cuchufleta. Reuters informa que considera una
solicitud de préstamo a instituciones como el Fondo Monetario Internacional;
Hausmann calcula el palo a la piñata en un modesto paquete financiero de 60.000
millones de dólares, más otros 20.000 millones adicionales. El primer acto del bandolero
títere sería entonces cargar a Venezuela con una nueva deuda pública externa mayor que la existente, con las presumibles secuelas de
Paquete Fondomonetarista y subasta del país.
Por si no
fuera suficiente, el salteador elegido por ninguno ofrece nombrar una nueva
directiva para CITGO y representantes ante el Bank of Development. Dios los cría
y ellos se juntan.
Sigamos
con los desinteresados delincuentes que
lo apoyan. El Reino Unido se “rehúsa a devolver” a Venezuela 1.200 millones de
dólares en oro depositados en el Bank of London y otras instituciones,
latrocinio sobre el cual, según Bloomberg,
“declinaron comentar”. Vale decir: bandolerismo declarado. Ganas dan de
confiarle el resto de los recursos de Venezuela, a ver si muerden.
Prosigamos con el forajido más desvelado
por la institucionalidad venezolana. Según Fox Bussines, el asesor de Seguridad
Nacional de Estados Unidos John Bolton habría declarado que "Estamos conversando con las principales compañías estadounidenses
ahora" para que "produzcan el
petróleo en Venezuela". Detrás de tanto escrúpulo leguleyo no hay más que una rebatiña por el
descuartizamiento de PDVSA y el reparto de
nuestros recursos naturales, que
hacen funcionar al mundo.
Así opera el capitalismo. Confisca los ahorros
de los particulares con las francachelas de pillaje llamadas quiebras en cadena
o crisis económicas; pilla las reservas de los países y lo llama sanciones.
Denuncia el ministro de Relaciones
Exteriores de la Federación Rusa Serguéi
Lavrov que “Washington tuvo una experiencia similar de trato
ilegítimo con el dinero de otros países, como Irak, Libia, Irán, Cuba,
Nicaragua y Panamá. En la mayoría de los casos, las congelaciones de hecho
terminaban con la confiscación de los fondos de otro Estado”.
Esto
recuerda los 200.000 millones de dólares que Muammar Kadafi colocó
bienintencionadamente como reservas en el exterior, y que después de su
asesinato fueron “retenidos” sin que hasta el presente se conozca su paradero.
Toda mi vida he defendido la
soberanía y la inmunidad de jurisdicción de Venezuela, no por capricho, sino
porque ambas son los recursos a ser invocados por nuestros juristas y cuerpo
diplomático ante brotes de rapiña como
el presente. A lo largo de nuestra Historia todos los arrastrados y los
vendepatria han intentado someter a Venezuela a tribunales extranjeros para
facilitar el descuartizamiento y el saqueo de nuestro país como si se tratara
de un cuerpo muerto. Me he opuesto a una suicida Ley de Promoción y Protección
de Inversiones Extranjeras y a un proyecto de reforma constitucional secreto
que omite la inmunidad de jurisdicción de Venezuela, justamente porque ambos
posibilitan que en el futuro nuestro país sea subordinado a jueces y árbitros
foráneos, y saqueado y destruido por ellos.
Malandro
no estudia leyes, por lo cual conviene recordar a los pulcros pandilleros
legalistas lo que dispone el artículo 18 de
la “Convención de las Naciones Unidas sobre las inmunidades
jurisdiccionales de los Estados y de sus bienes”:
“No podrán
adoptarse contra bienes de un Estado, en relación con un proceso ante un
tribunal de otro Estado, medidas coercitivas anteriores al fallo como el
embargo y la ejecución, sino en los casos y dentro de los límites siguientes: a)
cuando el Estado haya consentido expresamente en la adopción de tales medidas,
en los términos indicados: i) por acuerdo internacional; ii) por un acuerdo de
arbitraje en un contrato escrito; o iii) por una declaración ante el tribunal o
por una comunicación escrita después de haber surgido una controversia entre
las partes; o b) cuando el Estado haya asignado o destinado bienes a la
satisfacción de la demanda objeto de ese proceso”.
Si tal es el régimen en relación con
bienes objeto de un litigio antes de la sentencia, tampoco se pueden aplicar
medidas después de recaído el fallo, de acuerdo con lo dispuesto en el artículo
19 de la Convención citada:
“No podrán adoptarse contra bienes de un Estado, en
relación con un proceso ante
un tribunal de otro Estado, medidas coercitivas posteriores al fallo como el
embargo y la ejecución, sino en los casos y dentro de los límites siguientes: a) cuando el Estado haya
consentido expresamente en la adopción de tales medidas, en los términos
indicados:i) por acuerdo internacional;ii) por un acuerdo de arbitraje o en un
contrato escrito; o iii) por una declaración ante el tribunal o por una
comunicación escrita después de haber surgido una controversia entre las partes;
o b) cuando el Estado haya asignado o destinado bienes a la satisfacción de la
demanda objeto de ese proceso; o c) cuando se ha determinado que los
bienes se utilizan específicamente o se destinan a su utilización por el Estado
para fines distintos de los fines oficiales no comerciales y que se encuentran
en el territorio del Estado del foro, si bien únicamente podrán tomarse medidas
coercitivas posteriores al fallo contra bienes que tengan un nexo con la
entidad contra la cual se haya incoado el proceso”.
Ya que tal inmunidad se acuerda a los bienes objeto
de sentencia, con mayor razón es válida
para activos sobre los cuales no se ha entablado litigio ni recaído
decisión judicial.
Por
ello, en el “Quinto Informe sobre las Inmunidades
Jurisdiccionales de los
Estados y sus bienes” de la ONU, el
Relator Especial Sompon Sucharitcult
afirma:
“83. Parece ser regla general que los bienes de un
Estado extranjero, especialmente los que se encuentren en su posesión o bajo su
control, se hallan exentos de medidas provisionales de embargo o aseguramiento,
así como de ejecución”.
Por tanto, según las normas de Naciones Unidas, obligantes para todos
sus miembros los intentos por terceros
de retención, congelamiento, repartición
o transferencia de activos venezolanos en el exterior no son más que actos de vulgar latrocinio, sin efectos válidos, y generadores
de responsabilidad civil, administrativa y
penal para sus perpetradores.
Se dirá que el sistema financiero de las grandes potencias no reconoce
normas. Si así fuera, ha pronunciado su sentencia de muerte: quien no respeta
derechos de otros no puede reclamar los
propios. Bien ingenuo sería quien de ahora en adelante colocara un solo centavo
en sus arcas. Entre rateros te veas.
UN RELATO DE LUIS BRITTO GARCÍA
DOMINGO MUÑOZ, RELIGIOSO
Por
desviar la atención del atormentado torbellino del altar barroco de la iglesia
de San Francisco de Quito, el sacerdote Domingo Muñoz la vuelve hacia el artesonado mudéjar y luego hacia el
torrente de la cabellera de la feligresa, apenas visible tras la rejilla del
confesionario y el ve lo. La
feligresa confiesa un pecado simple como una línea recta. Engaña a su marido
con su celoso amante Maurel. Muñoz la envía a hacer penitencia frente al altar.
La feligresa camina en dirección opuesta hacia el portal, donde el resplandor
de la plaza la convierte en una mujer ve stida
de luz. Domingo Muñoz la
sigue. Al trasponer el portal mira por el rabillo del ojo al
mendigo disimulado en la penumbra que alternativamente cubre y descubre su
rostro en sombras con un papelote garabateado de incoherencias.
De
allí a que terminen el confesor Domingo Muñoz y la feligresa Wanda
acusados del enve nenamiento del
marido no hay más que un paso. La iglesia impone unos fueros y la política
otros. Muñoz y Wanda son remitidos a la lejana Caracas ,
aldea revoltosa devastada por los terremotos y las guerras. Wanda logra su
libertad, según atestigua el minucioso cronista Jean Merrien, valiéndose de un
recurso del cual dispone toda mujer bella.
Por el ve ntanuco casi a ras
de acera de la prisión eclesiástica de la catedral de Caracas, Muñoz atisba la
entrada de las tropas independentistas, que cabalgan blandiendo lanzas
ensangrentadas. Sus caudillos fusilan desertores, homicidas, convictos de
pillaje. En el tumulto se abren arcas y prisiones. Muñoz escapa confundido con
rateros e independentistas. Repartiendo bendiciones entre mendigos y cocineras
obtiene la noticia de que Wanda comparte el lecho con Maurel y con el jefe de la policía. Una casa en
llamas y un amante apuñalado no llaman la atención en la aldea sometida a los furores de la ley
marcial. Arrastrando a Wanda consigo Domingo Muñoz se une a partidas de
fugitivos realistas que por las trochas de la montaña buscan las caletas del
litoral y las goletas que a cambio de fortunas los llevarán hacia las Antillas
todavía dominadas por su Sacrarreal Majestad.
La única
fortuna de Domingo Muñoz es su habilidad para ofrecerla. La mañana en que
la precaria goleta leva anclas predica
como nunca a los harapientos tripulantes. La cólera de Dios había sembrado las
iglesias de altares cuya violenta confusión enloquecía a los hombres, y la
tierra de hombres desnudos ve stidos
de la sangre de los degollados. La obra de Dios había de empezar esa madrugada
en el mar.
En
los Archive s
géografiques consigna Maurice Magre que el 4 de agosto de 1822 el marino
Hugh Hamilton testifica ante el almirante Fergusson, comandante de la
guarnición de Jamaica, que embarcado en el sloop The Blessing en vía hacia Santiago de Cuba fueron abordados por el
schooner Emmanuel, que lucía una
bandera negra que ondulaba como una sotana. Que el infortunado capitán Smith no
pudo ofrecerles más que cien toneles y cincuenta sacos de harina. Que en
recompensa fue obligado a saltar al mar por la planchada y abaleado al tratar
de asirse al casco. Que el hijo del capitán Smith gritó, el capitán del
schooner le partió el cráneo de un culatazo y lo arrojó también al mar. Que incendió el sloop y abandonó en una chalupa a
los tripulantes, recogidos
misericordiosamente el 28 de julio de 1822 por el schooner Marie-Anne. Que el pirata era alto, robusto, de rostro alargado,
nariz aguileña, edad de cuarenta y cinco años y sus secuaces lo llamaban Muñoz.
En
su Voyage dans la République de Colombia,
el francés Mollien recoge un testimonio
del inglés Houston que reconoce como Domingo Muñoz al capitán de un ve lero de bandera negra que aborda su canoa sólo
para comprar pescado. Al mástil del ve lero
estaba encadenada como un animal una mujer de ensortijada cabellera.
Testigos
de confianza sitúan la guarida del réprobo en Cerrito Colorado, donde la
expedición punitiva del almirante Padilla sólo encuentra un cadalso, restos de
un campamento y un poste con una larga cadena que termina en una pulsera
abierta. Otro testimonio sitúa a Domingo Muñoz diciendo misas negras en una cave rna de Aruba, mientras a su alrededor danza una
mujer semidesnuda. La crónica quizá exagera sus crueldades o sus botines o le
atribuye los de otros en un mar plagado de piratas peruanos, grancolombianos y
de filibusteros de New Orleans. Quizá es fantasiosa la especie de que
organizaba elaboradas ceremonias en donde cada prisionero colaboraba
activamente en la muerte de sus compañeros de infortunio.
Tratándose
de seres humanos es ilusorio suponer que parecidas causas arrastren semejantes
efectos. Anoto sin embargo que ante el
altar de San Francisco en Quito –más que en la centelleante capilla de la
catedral de Puebla- se hace patente que no hay un Dios, pero que está en proceso de haber uno. Desde la
pululatoria dive rsidad –cuya imagen
es el barroco- habrá al fin una unitaria conciencia de todo incluyéndose en
ello la de la ignorante plétora de los procesos que en Él culminaron. Así como
este Dios podría ser un efecto podría
también ser remota y todavía inexistente causa: generarse en el futuro
abismamiento del todo en lo uno o bien ser agonía de lo uno revirtiendo en el
tiempo en la pululante dive rsidad
del todo: puede que al culminar cualquiera de los extremos de este viacrucis
muera: somos sus partes o tentáculos situados en uno u otro de los puntos de
este proceso y nuestro deber es constituir el uno o disgregarlo entregándonos a
los laberínticos martirios de la heterogeneidad, la contraposición, lo
inagotable: Dios es barroco y la prueba de ello es el mundo, sus inagotables
tropeles, su torbellineante mar. Prometo no contar esto a nadie. Con paso incierto
escapo haciendo chirriar los maderos del piso hacia el portal, donde un mendigo
se tapa y destapa la cara con papeles donde expone en incoherentes palotes su
arrepentimiento de haber creado el
mundo.
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Cómo Venezuela ganó la Guerra de Cuarta Generación en
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DIRECCIÓN: Román Chalbaud GUIÓN: Luis Britto García
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