IDENTIDAD NACIONAL
Así, la
Identidad es también un asunto cultural. Sin cultura, no hay
identidad. Somos en gran medida el legado de signos que nuestro grupo nos
transmite y que se confunde con nuestra manera de ser. Pero la Identidad es asimismo un
asunto político. Aceptamos formar parte de colectivos con los cuales
compartimos un sentido de pertenencia. Advertía Maquiavelo al Príncipe que
conquistaba Estados con religión, lenguas y costumbres distintas de las de sus
otras posesiones, que debía dejarlos conservar tales rasgos y limitarse a
cobrar un tributo. Se le atribuye el dicho “divide y vencerás”, porque nada
hace más vulnerable a un Estado que la contraposición inconciliable de
costumbres, idiomas y creencias distintas. “Integra y perdurarás”, podríamos
añadir, pues la tarea del estadista es evidenciar y estimular aquello que une a
la colectividad en lugar de lo que la desintegra. La Nación , esa agregación
cultural, es el sustrato del Estado; la disolución de la una acarrea el colapso
del otro.
CULTURA REVOLUCIONARIA
Cultura es la sumatoria de las creaciones de la
humanidad. Éstas activan las fuerzas productivas, traman las relaciones de
producción y arman superestructuras ideológicas que mantienen estable un cierto modo de
producción. Pero dentro de éste operan fuerzas innovadoras que erigen otro
nuevo: movilizan novedosas fuerzas productivas, establecen originales
relaciones de producción, producen superestructuras inéditas, que destruyen lo
caduco. No hay revolución sin cultura revolucionaria. En todas las épocas los
universos de la ciencia, el derecho, la filosofía y la estética son expresiones sensibles de la lucha de un
paradigma moribundo contra otro que nace. Toda revolución arroja sobre el mundo
un diluvio de temas, formas y estilos
inéditos. La soviética, por mencionar sólo una, creó el constructivismo, el
abstraccionismo, el lenguaje del cine, la arquitectura y la música modernas.
Imaginemos las culturas del Reino de la Libertad.
HEGEMONÍA CULTURAL
Hegemonía es el poder de determinar conductas más por
la persuasión y el consenso que por la represión. Toda Revolución es hija de
una hegemonía cultural naciente. El pensamiento racionalista de Montesquieu,
Voltaire y Rousseau predomina sobre el vetusto clericalismo de la
feudalidad y da paso a las Revoluciones Burguesas. Marx y Engels abren el
camino a casi un siglo de predominio planetario de los socialismos. En la Venezuela de los años sesenta, setenta y ochenta,
la Izquierda Cultural
ejerce una casi absoluta hegemonía en
poesía, narrativa, plástica,
teatro, cinematografía
revolucionaria, canción de protesta, ensayo crítico, interpretación
materialista de la Historia
y manejo de la provocación. Bajo esa hegemonía cultural operan el auge de masas
de los sesentas y la lucha armada con
la cual éste se defiende. Casi toda manifestación cultural importante es creada bajo el signo revolucionario; ni una
sola gran obra resume o legitima el ideario de la reacción. La insurrección es
derrotada en lo militar y lo político, pero el sustrato ideológico que
construyó sigue latente, influye en los alzamientos populares del Meridazo y el
Caracazo, y sirve de marco para la rebelión militar de 1992 y la construcción
del bolivarianismo. En el campo cultural, uno de los más decisivos, conserva la
izquierda una hegemonía que puede decidirlo todo.
(TEXTO/FOTO:LUIS BRITTO)
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