No nos engañemos creyendo que la crisis es mal sólo de Nueva York, Londres o Frankfurt. Donde llegó la globalización, llega la crisis. Sus efectos serán directamente proporcionales al monto de las relaciones de cada país con las economías de Estados Unidos y del Grupo de los Siete. Serán brutalmente golpeados los comprometidos por Tratados de Libre Comercio. La restricción del consumo interno de Estados Unidos contraerá sus importaciones, que para 2006 procedían en un 17% de Canadá; en un 16% de China, en un 11% de México, en un 8% de Japón. Dichos exportadores verán reducirse críticamente sus ventas; recibirán por éstas moneda devaluada. Según el Financial Times (FT), el Banco Mundial preveía para América Latina un crecimiento de 4,2% en 2009, que ahora reduce al 2,5% o 3,5%.
Reducción de remesas de emigrados
Para agosto de 2007 en Estados Unidos se habían perdido 800.000 empleos. Los países desarrollados impondrán medidas todavía más restrictivas contra los inmigrantes, castigando a los países que dependen de sus remesas. Hacia 2004 los envíos para América Latina y el Caribe sumaban 45.000 millones de dólares; México, Brasil y Colombia recibían un 60% de tal monto; El Salvador, Guatemala y República Dominicana un 20%. Las remesas aportaban el 24% del PIB de Haití, el 11% del de Honduras, el 14% del de El Salvador y el 10% del de República Dominicana (CEPAL 2005,13). También disminuirán las remesas desde la Unión Europea, segundo rubro de ingresos de Ecuador. Muchas maquilas cerrarán; sus explotados serán despedidos.
Consumo de hidrocarburos
Estados Unidos consume 20.030.000 barriles de petróleo diarios; importa 12.097.000 y apenas produce 7.610.000. Esta demanda es inelástica, por el carácter altamente industrializado de su economía, su pesada dependencia del transporte automotriz y el hecho de que su generación de electricidad procede en un 71,6% del combustible fósil, de las plantas nucleares en un 20,5% y de la energía hidroeléctrica sólo en un 5,6%. Los estadounidenses anuncian el desarrollo de energías alternativas, de la producción de biocombustibles y de la explotación de las reservas petroleras de su plataforma submarina, medidas que no tendrán efectos a corto ni a mediano plazo.
Relaciones con Venezuela
Estados Unidos es el primer socio comercial de Venezuela. Para 2005, Estados Unidos compraba el 60% de las exportaciones de Venezuela y suplía el 38,5% de sus importaciones. Para 2004, las exportaciones de Venezuela a Estados Unidos totalizaban unos 24.962 millones de dólares, el 1,70% de las que recibía el país norteño, y las importaciones venezolanas desde él representaban unos 4.782 millones de dólares, con una balanza claramente favorable para nuestro país. A Venezuela le es fácil sustituir a Estados Unidos como fuente de exportaciones; a éste le es difícil prescindir de nuestros hidrocarburos. Pero la crisis puede bajar sensiblemente los precios del petróleo al reventar la burbuja especulativa inflada sobre ellos, y agudizar la intervención y desestabilización política estadounidense contra Venezuela.
Medidas keynesianas, innovativas y militares
Para superar sus crisis los países desarrollados aplican tres medidas: 1) Políticas keynesianas de gasto público con efecto multiplicador, que al reactivar la demanda estimulan la producción, el empleo y el consumo 2) Nuevos desarrollos técnicos generadores de inversión, consumo y puestos de trabajo 3) Guerras que incrementen la industria armamentista y el alistamiento de desempleados.
Ni inversión ni nuevas tecnologías
Las medidas anticíclicas de Bush se han reducido a resarcir de sus pérdidas a los banqueros causantes del desastre, la creación de nueva deuda pública que ello requiere no será compensada con incremento del empleo ni del consumo. Tampoco está abierto a corto plazo un nuevo desarrollo tecnológico capaz por sí solo de crear inversión, demanda y empleo.
El recurso del militarismo
Desde hace un siglo, Estados Unidos y los países capitalistas sólo han superado sus crisis entablando conflictos destructivos, que una vez concluidos precipitan sus economías en las llamadas “crisis de postguerra”. La Gran Depresión de 1929 sólo fue superada con la Segunda Guerra Mundial, que dio paso a otra crisis sólo aliviada por la Guerra de Corea, cuyo término abrió otra depresión sólo paliada con el gasto armamentista para la Guerra de Vietnam, cuyo fin inauguró otra crisis contra la cual se aplicó el armamentismo de la Guerra Fría y el insensato dispendio de la “Guerra de las Galaxias”, para culminar con las guerras de pillaje de petróleo en el Asia.
Un gasto militar desmesurado
Por tal motivo, a fines de 2007, el gasto militar de Estados Unidos se eleva a 623.000.000.000$ anuales (Global Security, 2008). Este gasto supera por sí solo el gasto conjunto de las demás ramas de la administración de dicho país. Estados Unidos es el primer productor y vendedor de armas del planeta: el gasto militar del resto de éste no llega a 500.000.000.000$. Según UNICEF, se podría satisfacer las necesidades básicas de toda la humanidad sólo con el 10% de lo que se invierte en armamentos.
El armamentismo como inversión
La economía de Estados Unidos depende de la creación de conflictos que justifiquen el financiamiento del Complejo Militar Industrial: ello explica la cadena de intervenciones que abarcan las dos últimas décadas y que culminan con la Guerra del Golfo, las invasiones de Afganistán y de Iraq y las agresiones en los Balcanes y Osetia.
La guerra como empresa
En ellas Estados Unidos adopta una estrategia de privatización de la guerra, sustituyendo su ejército de conscriptos por otro de mercenarios e implicando a contratistas civiles como Halliburton en todas las tareas bélicas. La conversión de empresas en instrumentos de guerra se traduce en la conversión de la guerra en una gran empresa, y en la tentación de reponer su declinante hegemonía mediante un holocausto suicida.
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