sábado, 16 de febrero de 2008


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La alineación de pueblo y ejército trae efectos colaterales. Históricamente todas las experiencias revolucionarias, incluso las burguesas, han sido objeto de una agresión internacional. Contra Costa Rica, Guatemala, Cuba, República Dominicana, Chile, Nicaragua, Panamá, contra casi todos nuestros países se activaron en distintas épocas agresiones directas o indirectas del Imperio, con sus propias tropas o valiéndose de cipayos de países vecinos o quintas columnas internas. Hacia Venezuela apunta la codicia de las grandes potencias ávidas de saquear sus hidrocarburos. La estrategia más obvia para ello consiste en activar un conflicto con un país vecino, como el que durante casi una década enfrentó a Irak e Irán. Paramilitares y narcotraficantes infiltrados desde la Hermana República progresivamente se instalan en nuestro país, conquistan posiciones, instalan imperios fundados en el miedo, la corrupción, el narcotráfico y el juego, constituyen lavaderos para legitimar capitales de origen criminal, establecen vínculos con la oposición apátrida y mantienen vivos los que siempre los ligaron con la derecha de Colombia. Ésta, según lo reconoce Hugo Chávez Frías, es un país ocupado por Estados Unidos. Además, incrementa exponencialmente el número de efectivos y el armamento de su ejército enfrascado en una guerra contrarrevolucionaria, lo cual la ha convertido en potencia militar de primera línea. Abonan el terreno ideológico un viejo plan secesionista que apunta hacia el Zulia, y un histórico diferendo sobre las fronteras y el Golfo de Maracaibo. Desde hace años se activa una campaña de descrédito en los medios; hace poco se añaden a ella un bloqueo a las importaciones de armamentos, un intento de embargo de bienes de PDVSA en el exterior, la acusación de país narcotraficante y de país supuestamente protector del terrorismo. Nada desearía tanto como equivocarme, pero no es imposible que nuestro país tenga que enfrentar en el futuro una progresiva activación de políticas agresivas e intervencionistas. Por primera vez en las casi dos centurias transcurridas desde la Independencia, Venezuela debería defenderse en una confrontación internacional.
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Ello replantea las cuestiones de la doctrina militar, de la política internacional, de la preparación para la guerra asimétrica y de cuarta generación, de los mecanismos para la integración de las grandes masas a la defensa y de la nueva política de alianzas. Es una experiencia histórica apasionante, controvertida, sometida a todo tipo de ataques, y de cuyo éxito dependen el destino de Venezuela y en buena medida la integración regional.

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