sábado, 15 de diciembre de 2007

DOÑA DOÑANA

Doña Doñana, de la nao en que os truximos vos extraviasteis. Dejástenos un chapín, un agua de olor, un nacarado abanico de dama muy principal, un misal iluminado y un recuerdo. Cruzamos la faz de los que mintieron haberos visto con las mozas del trato que seguían la soldadesca del Frederiman por su rastro de indios decapitados. Un fraile os advirtió y regó la leyenda de una visita de la Reina
de los Cielos. Os reputaron cautiva y horadada la nariz para lascivia de un bárbaro. Yo juré por ésta someter cuatro reinos indianos y ponerlos a vuestros pies. Si no fuera que Pablillos me ha ganado a la baraja las armas y la
ropilla y no tengo el parescer, aunque sí los modales, de fijosdalgo. Que os vieron de fregona en el Convento de las Arrepentidas y de enfermedad mala y fea caída a la pública caridad en la Villa de San Miguel de los Ángeles de Acataurima. Arriba de cien sonetos os dediqué mientras hacía oposiciones para el cargo de tinterillo, por excusar de arte mecánica y vil, antes de que huyéramos a lomo de caballo del negraje que se alzó en las minas y cayera yo prisionero de los caribys que dieron en no matarme por melancolía del cacique de oír mi laúd. ¡Doña Doñana, oí de vos que estábais con los espíritus del bosque! ¡Suplicando a aquellas gentes bestiales logré que me cedieran de tribu en tribu, según el viento y el tenor de las historias de los mancebos que decían haberos visto en los delirios de la iniciación o en el volar de las tórtolas! ¡Os seguí en el olor de las flores y en el almizcle de los animales y en la quejumbre de las flautas de barro que figuraban sapos, hasta que los piaches comenzaron a temerme por mis desvaríos y el laúd se hizo astillas y caminé por las selvas alejando las fieras con el sonido de la flauta de hueso! Talladas en ella, figuraciones de un hombre y una mujer que se daban la espalda. Pedí limosna a las puertas de la Villa del Tocuyo hasta que me amenazaron con el hierro al rojo vivo y me echaron de las tierras que se habían repartido los pícaros. Vuestros cabellos fui recogiendo uno a uno en las veredas transitadas en vano. A veces, los tejían las arañas. A la vera del camino os he encontrado, Doña Doñana, una vieja zafia y sin dientes, tiznada del humo de la leña, con harapos de ceniza. Yo aún veo suficiente para recoger maíz, que crece dondequiera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

DOÑANA NO ESTÁ AQUI, ESTÁ EN SU VERGEL, CORTANDO LAS ROSAS, CORTANDO EL CLAVE.
POBRE DOÑANA, ELLA SOÑABA CON UN FINAL FELIZ. PERO NO,NO EXISTEN FINALES FELICES. LOS FINALES FELICES SON IMPOSIBLES. SOLO EXISTEN EN LOS CUENTOS INFANTILES.
ME GUSTÓ QUE LAS ARAÑAS TEJIERAN HERMOSOS MANTOS CON SUS CABELLOS.
CONSERVO UNO DE ESOS MANTOS EN MI CAJA DE RECUERDOS.
A.S.