Luis Britto García
1
Hermana República, sí, por más que sus oligarquías quieran volverla
hermanastra. En Venezuela y Colombia
vemos el funcionamiento de dos modelos contrapuestos. En la primera, moderadas
reformas socialistas la convierten en el país con menor índice de desigualdad de
la región, y en blanco por parte de Estados Unidos de intervenciones, sabotajes, golpes, atentados magnicidas, robos
de activos y reservas internacionales e inmisericorde bloqueo. En Colombia, la
oligarquía se entrega incondicionalmente a la potencia del Norte. Veamos los
resultados.
2
En Venezuela las
oligarquías se fortalecieron apropiándose del ingreso del Oro Negro, que sólo
después de 1999 pasó a ser aplicado primordialmente a las políticas sociales. En
Colombia, las elites se afianzaron con los réditos del Oro Blanco. La Oficina
de Naciones Unidas para el control de las Drogas calcula que allí
en 2020 se produjeron 1.010 toneladas métricas de cocaína pura, un
aumento del 8% con respecto al año anterior. De ese infame negociado
muy poco le toca al pueblo: su país es el segundo más desigual de toda la
región, después de Brasil. El Oro Blanco se invierte en política, degenerándola
en parapolítica. El narcotráfico paga campañas de mandatarios, legisladores o jueces, lo cual explica que no
sea erradicado. Cuando un candidato amenaza romper el orden oligárquico, es
asesinado, como ocurrió con Jorge Eliécer Gaitán en 1948, y décadas después con
Jaime Pardo Leal en 1987, con Bernardo Jaramillo Ossa, Luis Carlos Galán y Carlos Pizarro León Gómez
en 1990, con Álvaro Hurtado en 1995, con infinidad de luchadores sociales todos
los años.
3
Tras el asesinato de Gaitán y la espantosa
represión contra el Bogotazo, sectores populares toman la vía de la guerrilla
revolucionaria. Para mantenerse en el poder, la oligarquía neogranadina se entrega
a la potencia del Norte. Ya en 1951 reclutas colombianos son forzados a pelear
a favor de Estados Unidos en Corea. El Plan Colombia deviene el último eslabón del Plan Puebla-Panamá, con el cual Estados
Unidos habilita un corredor estratégico para invadir América del Sur. Las
oligarquías neogranadinas, tan feroces contra su pueblo, le ceden sin disparar
un tiro la soberanía a la misma potencia que les arrebató Panamá, y le
permiten instalar nueve bases militares,
cuyas fuerzas de ocupación se pretenden inmunes a leyes y tribunales locales. Todos los
aeropuertos colombianos son bases donde aviones de guerra yankis se alojan,
reparan y amunicionan. De su territorio sale la intervención contra Ecuador en
2008, así como la invasión de los paramilitares, el atentado magnicida con
drones y la estúpida Operación Gedeón de los mercenarios de Silvercorp contra
Venezuela.
4
Impotente para vencer la rebelión popular con su propio ejército
y el estadounidense del Plan Colombia, la
oligarquía libra la guerra fratricida con delincuentes “paramilitares”, que sin
adscripción institucional perpetran masacres y crímenes de lesa humanidad. Según
el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica
colombiano, entre 1958 y julio de 2018 la
confrontación deja un saldo de 262.197 víctimas fatales: 94.754 causadas
por paramilitares, 35.683 por la
guerrilla y 9.804 por agentes del Estado. Entre los caídos hay 46.813
combatientes y 215.005 civiles: casi cuatro veces más. Muchos son “falsos positivos”,
inocentes ejecutados para hacer méritos. Desde entonces, han redoblado masacres
y asesinatos de activistas acogidos a los acuerdos de Pacificación. El ejército, o paramilitares, expulsan campesinos de sus
tierras con la excusa de combatir a la guerrilla, y luego adjudican los fundos
a latifundistas o trasnacionales. Para esta lucrativa operación desalojan,
según la ACNUR, algo más de 7.7 millones
de desplazados. Según dicho organismo, más de cinco millones de
nacionales han dejado el país.
5
En aras de la alianza con Estados Unidos, en
2006 Colombia suscribe un Tratado de
Libre Comercio que le impide proteger su agricultura e industrias nacionales.
Los resultados no se hacen esperar. Según Gustavo Petro “hablando con congresistas estadounidenses les dije que, en
perspectiva hacia adelante, el TLC iba a ser un instrumento que iba a empoderar
el narcotráfico en Colombia. Esa fue mi tesis. Bueno, ¿qué sucedió?, que se
empoderó el narcotráfico, disminuimos nuestra producción alimenticia, que se vació
el campo de Colombia, que se desindustrializó; lo que teníamos de industria
metalmecánica ya no existe. Y lo que ha crecido es la producción de cocaína.
Hay que hablar con Estados Unidos sobre el TLC.” Dos años antes, por
inspiración de Venezuela, en la Cumbre de las Américas había sido derrotado el
ALCA, Súper Tratado de Libre Comercio que pretendía colonizar a toda América
Latina y el Caribe.
6
Señas
premonitorias anuncian los cambios
políticos. La oleada de protestas del Caracazo anticipó el fin del bipartidismo
en Venezuela, la de Chile la agonía del pinochetismo. El 2020 arranca en
Colombia un estallido social brutalmente reprimido, que en mayo de 2021 se
vuelve Paro Nacional: ambos podrían
augurar el fin del gobierno de la oligarquía. Diez días
antes de las elecciones, Gustavo Petro lidera la intención de voto con un 35,8%,
mientras que las organizaciones uribistas cuentan con un décimo de la previa
adhesión. Existe posibilidad cierta de
que el próximo Presidente sea Petro.
Éste, ex guerrillero del M-19, declara sin ambages a R.J.Benelli: “No propongo
un programa de izquierda”. Promete Reforma Agraria, incrementar la educación pública, gratuita y
de mejor calidad, crear un banco público que implemente políticas populares,
estimular emprendimientos y combatir la desigualdad. Y también, cumplir con el
FMI. Para ello, debería elevar los impuestos a las oligarquías locales y
extranjeras, e invertirlos en las necesidades del pueblo, que paga un brutal
IVA de 19%. En efecto, señala Petro que “la reforma tributaria
tiene que darse para el nuevo gasto social y para disminuir el déficit fiscal”.
Pero añade “Los sectores más ricos del
país no tienen 48 billones para dar adicionalmente al Estado. Esa opinión es
legítima”. Una reforma tributaria de Iván Duque, dirigida fundamentalmente
contra el pueblo, fue el detonante de la
explosión social de 2020. Difícil complacer a la vez al pueblo, al FMI y a “los
sectores más ricos”. Nadie puede servir a dos patronos, dice el Evangelio.
Es la opción que pende sobre Petro, y
sobre todos los mandatarios latinoamericanos.
IMÁGENES DE FERNANDO BOTERO
No hay comentarios:
Publicar un comentario