viernes, 25 de enero de 2008


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El mediodía del 20 de enero de 1958 alguien tocó la corneta de un automóvil para llamar a huelga general. Segundos después toda Caracas, todas las ciudades del país resonaban con una trompetería como la que derribó los muros de Jericó. En segundos se derrumbó la fachada de consenso que la censura y los medios erigieron en torno a la dictadura. La política de concreto armado repartía el dinero del petróleo entre la oligarquía y no creaba suficiente empleo ni bienestar para las masas. Durante tres días los cuerpos represivos dispararon sobre el pueblo insurrecto. En la madrugada del 23 huía el dictador. Las masas que lo derrocaron ocuparon los superbloques que éste les había hecho construir. Para borrar la memoria del déspota, bautizaron la urbanización como 23 de enero.

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