sábado, 13 de enero de 2024

RENTA BÁSICA UNIVERSAL

 LUIS BRITTO GARCÍA

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Los mecanismos informáticos desplazan masivamente la fuerza de trabajo humana. Comienzan suplantando a quienes desempeñan oficios sencillos, monótonos, repetitivos. Luego  desplazan a quienes cumplen tareas simples de administración, como  cajeros, contabilistas, dependientes.Avanzan a labores que requieren manejo complejo de información, como análisis de documentos jurídicos,  diagnósticos médicos, informes económicos. En fin, ejercen tareas aparentemente creativas: componen música, reinventan y modifican imágenes, redactan textos difícilmente distinguibles de los elaborados por humanos. Los ordenadores cumplen todas estas tareas con mayor velocidad, precisión y economía que los trabajadores a quienes  progresivamente sustituyen. ¿Qué será de estos últimos? O, para decirlo más sencillamente, ¿Qué será de nosotros?

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Desdichado ha sido el destino de la fuerza de trabajo  cada vez que el sistema ha encontrado una forma de reemplazarla. La conquista de América convirtió en siervos y esclavos a los que fueron trabajadores comunitarios. En la Europa del siglo XVI, los señores feudales expulsaron a sus siervos agrícolas en cuanto les resultó más barato sustituirlos por unos pocos pastores de rebaños. Con razón dijo santo Tomás Moro que en Inglaterra las ovejas habían devorado a los campesinos. Los desterrados se agolparon en las ciudades para vender su trabajo a los capitalistas. En el siglo XVIII los empresarios empezaron a sustituir a sus obreros por máquinas, lo cual detonó la sublevación social de los ludlitas. La máquina no liberó al obrero: lo obligó a hacerse maquinal cumpliendo tareas agobiadoras de más de doce horas diarias. En el campo, las pequeñas granjas fueron arruinadas por los bancos, y  sumadas a latifundios en los cuales un tractor desplazaba centenares de agricultores. Imperialismo y colonialismo  extendieron e intensificaron la más inmisericorde explotación por la casi totalidad del planeta.

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Este conjunto de catástrofes sociales tiene un denominador común: los trabajadores pueden ser expulsados cada vez que pierden  el control sobre sus medios de producción. La única forma de remediarlo consiste en que reasuman el control de éstos. Lejos de lograrlo,  son despedidos de fábricas, empresas y latifundios porque las máquinas realizan más eficazmente sus tareas. Informa la Ilostat que el año 2022, a escala mundial, 58% de las personas empleadas trabajaban en el sector informal (unos 2.000 millones de trabajadores sin ninguna protección social), más de la mitad de una fuerza laboral de unos 4.000 millones de personas de las 8.000 millones que pueblan el planeta (https://ilostat.ilo.org/es/assessing-the-current-state-of-the-global-labour-market-implications-for-achieving-the-global-goals/). Estima el filósofo y tecnólogo  Nick Srnicek que entre  40 y 50 % de los trabajos realizados por seres humanos se automatizarán en veinte años: al fin de ese lapso más de 2.000 millones no tendrán empleos ni ingresos con qué mantener a otros 2.000 millones de dependientes. En su insensata carrera por el beneficio, el capital concluye siendo incapaz de generar empleo, y tampoco el salario que posibilita la compra de sus productos y la consiguiente ganancia.

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Los sistemas que no sirven se desechan, salvo cuando tienen el poder de desechar a sus reformadores. A falta de remedios, se proponen entonces paliativos. Uno de ellos es el de la  Renta Básica Universal  también llamada Universal Basic Income:  una propuesta de bienestar social en la cual todos los ciudadanos de una población dada recibirían regularmente un ingreso garantizado, en forma de una transferencia de pago incondicional (es decir, sin un examen de ingresos ni la obligación de trabajar), que sería recibida independientemente de cualquier otro ingreso, y  bastaría para cubrir las necesidades básicas de cada persona.

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La Renta Básica Universal tiene antecedentes históricos. En la Roma Imperial los habitantes incluidos en la minoritaria categoría de “ciudadanos” recibían estipendios y dádivas en alimentos; pero  la liberalidad se hacía a costas del trabajo esclavo y de los tributos de los países sojuzgados. También tiene numerosos defensores: en el siglo XVI, santo Tomás Moro y el humanista Juan Luis Vives; en el XVIII, el revolucionario Thomas Paine, en el XX, Bertrand Russell. actualmente la defiende Elon Musk; Bill Gates considera que “todavía no ha llegado su tiempo”, y se ha experimentado con propuestas análogas pero estrictamente limitadas en su alcance en Finlandia, la India y Canadá.

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¿Cómo se financiaría la Renta Básica Universal? Éste es  el punto débil del proyecto. Su aplicación generalizada requeriría  garantizar la subsistencia de más de 8.000 millones de habitantes del planeta.  Una de las propuestas propone costearla con un aumento de la tributación para aquellos todavía insertos en el proceso de producción que aún obtengan ingresos. Pero hemos visto que durante el último siglo el gran capital ha librado una victoriosa batalla para librarse de la obligación de pagar impuestos. Al tercerizar sus explotaciones en el Tercer Mundo, firma con los gobiernos locales infames Tratados contra la Doble Tributación, que lo exoneran de tributar en los países donde obtiene sus ganancias, y remite sus dividendos a Paraísos Fiscales donde tampoco paga nada. También se instala en inconstitucionales “Zonas Económicas Especiales” en virtud de acuerdos que asimismo lo liberan de cancelar impuestos sobre la Renta, al Valor Agregado o cualquier otro tipo de tributos. El refrán mas popular en Estados Unidos sostenía que “nadie escapa de los impuestos ni de la muerte”. El capital ciertamente escapa de la totalidad o la mayoría de los impuestos, gracias a lo cual deviene inmortal, pues goza de todas las ventajas que le asegura el aparato estatal sin asumir ninguna de sus cargas.

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Por otra parte, también en los países desarrollados  el capital ha logrado drásticas disminuciones de las tasas tributarias, colosales amnistías fiscales y generosos auxilios financieros, al  tiempo que continúa su inmemorial batalla para mantener en el nivel más reducido posible  remuneraciones y derechos laborales. ¿Consentirá el capitalismo, que tan feroces luchas ha librado para negarles aumentos de céntimos a sus trabajadores, en ofrendar toda su plusvalía para mantener masas humanas que no le aportan dividendos? Esto no ha sucedido en el curso de la Historia, y seguramente nunca ocurrirá, pues  contraría la propia lógica del sistema. Milton Friedman sostiene que “la responsabilidad social de la empresa consiste en obtener ganancias”.  Hasta ahora la humanidad ha mantenido al capital, y no a la inversa.

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Sólo existe un medio de hacer realidad la propuesta: lograr una propiedad  social de los medios de producción que a su vez reporte el control social sobre lo producido y su redistribución equitativa. Todo lo demás son ejercicios de caridad o maniobras diversionistas. Para la Revolución no hay sustituto.


TEXTO/FOTOS: LUIS BRITTO

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